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viernes, 1 de mayo de 2015

De clase A(thletic)

Artículo publicado por José L. Artetxe en el diario Deia el 01/05/2015

La inteligencia permitió a Andoni Iraola amoldarse rápido a la élite y mantener una regularidad con la que ha destrozado registros hasta convertirse en el cuarto jugador que más partidos ha jugado con la camiseta del Athletic


Iraola acompaña a Valverde en un entrenamiento durante la temporada 2003-2004. El de Viandar de la Vera fue su primer técnico en Lezama y el que le hizo debutar. (Deia)

El acto que sirvió para que Andoni Iraola dijese que lo deja fue muy sencillo, hasta el 30 de mayo habrá tiempo de dar rienda suelta a la emotividad. Lo vivido ayer en Lezama discurrió ajeno a la solemnidad, pero tuvo una fuerte carga de simbolismo y este club se nutre de los símbolos, aunque quienes ejercen de tales prefieran pasar inadvertidos. Seguramente no fue casual que Iraola anunciase algo tan trascendente minutos después del entrenamiento, vestido de corto, ni que la convocatoria se hiciese en mitad de una semana que desemboca en un partido oficial. La modestia y el boato no casan, de modo que si el protagonista afirma que no es tan importante como para que el fútbol esté en deuda con él, por aquello de que en su palmarés falta un título, o elude dar consejo a las futuras generaciones y prefiere poner el acento en la opinión que de él tienen sus compañeros, habrá que convenir en que la rueda de prensa ofrecida se ajustaba a la perfección a sus deseos, a su personalidad.

A su lado, Josu Urrutia, que colgó las botas pocos meses antes de su debut tras quince temporadas en la primera plantilla; delante, en primera fila, Carlos Gurpegi, que cumple su decimocuarto año, pegado a Aritz Aduriz (¡otro!), que le hizo al oído la traducción simultánea de las muchas palabras vertidas en euskera; unos metros más atrás, de pie, mezclado con técnicos y periodistas, Joseba Etxeberria, con tres lustros de carrera profesional en su tarjeta. Representantes muy cualificados de la historia moderna del Athletic, futbolistas con estadísticas abrumadoras y un comportamiento intachable a modo de denominador común. Símbolos.

El primer aspecto, el de los números, a la fuerza se ha de apoyar en el segundo, el compromiso incondicional con el escudo. Iraola, cual hormiga, ha ido sumando partidos desde el instante en que Ernesto Valverde le dio la alternativa en Primera División. No le antecedió la fama que en ocasiones adquieren algunas promesas de la cantera (la mayoría de recorrido corto en la elite), lo suyo fue llegar, en silencio, y ponerse a jugar, aparentemente sin acusar el salto. Acaso su formidable capacidad de adaptación y la envidiable regularidad con la que ha destrozado registros hasta convertirse en el cuarto jugador de todos los tiempos, sean simplemente los frutos recolectados por alguien que sonríe mucho (ayer se hinchó) y siempre ha optado por guardarse el grueso de sus pensamientos.

Muy meditado

Poseedor de una cabeza privilegiada, Iraola se despide de la afición con la íntima satisfacción de ser el dueño de su destino y de haber puesto su clase al servicio de la causa. Cuando en octubre el club le propone continuar, sus interlocutores conocen la respuesta, pero deben intentarlo puesto que son contados los futbolistas que merecen la máxima estima sea cual su estatus deportivo. Tal y como Iraola contó, el paso de los años se nota, en las piernas y en la mente, es el motivo que le ha empujado a decir que no sigue, despejadas las dudas que le carcomieron un año antes cuando prolongó lo mínimo su contrato. En la última pretemporada ya lo tenía muy claro. Desde Ibaigane se le sugirió que se tomase su tiempo, que las puertas permanecerían abiertas…, una insistencia justificada por el hecho de que en este vestuario nunca sobra quien es referente.

En un lado de la sala de prensa, alineados contra la pared, con los ojos bien abiertos, estaban Guillermo, Unai, Aketxe, Guillermo, Williams, Guarrotxena… Los chavales siguieron cada gesto y cada frase del gran lateral. Estaría bien saber, preguntar uno a uno, qué es lo que extrajeron, qué se les quedó, si son realmente conscientes de lo que allí se estaba produciendo. Si captaron en toda su dimensión el significado del paso que estaba dando este acreditado portavoz de las esencias rojiblancas. Lo más probable es que los mensajes emitidos ayer durante media hora fuesen idénticos a los que el propio Iraola empezó a escuchar en el verano de 2003. Doce años más tarde, los mensajes no han cambiado, gracias a que gente como Iraola se encarga de que la increíble pujanza del Athletic persista.

Pronto se echarán en falta esas subidas por el lado derecho, las oportunas diagonales con el balón pegado a la bota derecha, los controles precisos, los pases que sutilmente rompen las líneas rivales, las apariciones en el área o sus límites para colmar el hambre de gol de la grada, las anticipaciones y las paredes de un aplicado lector del juego, admirador de la Bundesliga y exponente ideal de que la clase es un don escaso y compatible con la entrega.