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martes, 27 de septiembre de 2022

Manos de ángel

Artículo publicado por Galder Reguera en el diario El País el 26/09/2022

El Athletic podría definirse como un grupo de personas que quiere a Iribar
Iribar en San Mamés, en 1967. RAÚL CANCIO

La escena ocurrió en Cádiz, en la boda de un amigo, hace ya 10 años. El recién nombrado marido se acercó a mí para presentarme a un tipo que rondaba la cincuentena, alto, de pelo rizado, marcado acento local y un extraño punto de emoción en la mirada. Cuando nos dimos la mano, me preguntó si era verdad, como le habían dicho, que yo conocía a José Ángel Iribar. Respondí afirmativamente. No hacía mucho de ello, pero así era. Entonces mi interlocutor me preguntó si esa mano que estaba estrechando, la mía, había sido estrechada a su vez en algún momento por la del gran portero del Athletic. Asentí. Él condujo mi mano a su rostro y apoyando su frente sobre ella rompió a llorar con ese tipo de lágrimas al tiempo dulces y amargas que solo brotan cuando algo nos ha emocionado de verdad.

Una vez se calmó, conversamos. Me explicó que provenía de una familia pobre y futbolera y que su padre, como no podía pagar el precio de las entradas durante la temporada regular, le solía llevar al estadio en verano a ver el Trofeo Ramón de Carranza. Confesó que se había convertido en rojiblanco en 1972, cuando los bilbaínos se hicieron con el título derrotando consecutivamente al Bayern de Múnich de Beckenbauer, Maier y Müller y al Benfica de Eusebio. Me describió a su padre hablándole en la grada de las virtudes de Iribar mientras El Txopo iba haciéndose a sus ojos cada vez más grande al tiempo que despejaba uno y otro balón. “Fue una epifanía”, dijo.

He de reconocer que en aquel momento me resultó todo muy exagerado. Hoy sé, sin embargo, que esa fue una impresión equivocada. Ya he dicho que han pasado diez años. En este tiempo he podido conocer un poco mejor al hombre detrás del mito y por eso creo que la reacción de aquel tipo fue del todo proporcionada, pues la definición que dio Benjamín Prado de la estatura de Iribar es matemáticamente exacta. Escribió: “Lo mide todo, hacia fuera y hacia dentro”.

Mientras tecleo este texto observo mis manos, finas y pequeñas, casi de las de un niño, en las que el tiempo va borrando los únicos callos que lucieron, los que el bolígrafo dejó en mis dedos índice y corazón de la diestra durante mi tiempo de estudiante. Las observo y me doy cuenta de la suerte que han tenido de abrazar esas otras, gigantes, que sostuvieron copas y también la ikurriña cuando estuvo prohibida; esas que detuvieron todos los balones posibles y que Chillida dibujó conteniendo el infinito. Son las manos de nuestro aitite, son las de nuestro padre, y también las de nuestra madre y nuestros hermanos. No son manos de Dios, que en fútbol significan trampa, sino manos de hombre, de hombre trabajador, de hombre honrado. Manos de ángel. Manos ásperas y rudas y protectoras, manos al servicio de lo colectivo.

Después de la pandemia pedí audiencia a Iribar solo para decirle que le quiero. Tengo tanto que agradecerle (él sabe), que sentí la necesidad de hacerlo. Pero no me atreví. No al menos del todo. En lugar de ello, le pregunté si era consciente de lo muchísimo que le queríamos. Usé ese plural un poquito por timidez un poquito por hacer honor a la verdad: si algo tenemos en común todos y cada uno de los athleticzales es que adoramos a nuestro Ángel. Él se ruborizó un poco. Intuí media sonrisa debajo de la mascarilla. Respondió algo así como: “Anda, venga”, e hizo un gesto mitad para que me sentara, mitad para que dejara el tema. Conversamos un rato, de todo y de nada. Justo antes de que abandonara su despacho, me llamó por mi nombre y murmuró: “Eskerrik asko (gracias), eh”.

Una buena definición del Athletic Club podría ser la de “un gran grupo de personas que quiere a Iribar”. Espero que él sienta también nuestro amor. Eskerrik asko zuri, Iribar, por unirnos, por hacernos mejores, por fortalecer este maravilloso nosotros, por ser nuestro querido ángel.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Un sueño hecho realidad: 30 años del debut de Julen Guerrero con el Athletic

Fuente: Artículo publicado por Asís Martín en eldesmarque.com/bizkaia el 06/09/2022

Julen Guerrero celebra el gol de Joseba Etxeberria
al Real Zaragoza aquel 15 de mayo de 1998 (Foto: EFE).

Pelear por un sueño implica dejar de lado otras cosas de las que te gustaría disfrutar. Sin embargo, si lo consigues, habrá merecido la pena ese sacrificio. Este festivo martes, en conmemoración del viaje de Elcano, una de esas frases tan escuchadas en el mundo del fútbol y en otros ámbitos de la vida vuelve a rondar la cabeza de una leyenda del Athletic Club como es Julen Guerrero. Este 6 de septiembre se cumplen 30 años de su debut con el equipo de su vida tras 10 años en Lezama saltando de categoría en categoría.


Fue un 6 de septiembre, pero de 1992, cuando Julen Guerrero se calzaba las botas para estrenarse, de la mano del alemán Jupp Heynckes, con el primer equipo del Athletic, un sueño que persiguen multitud de jóvenes desde muy pequeños y que solo unos pocos tienen la oportunidad de disfrutarlo. Julen fue uno de ellos y a día de hoy no olvida aquellas sensaciones tan bonitas.

Su debut en la Primera División se produjo en el partido Athletic - Cádiz CF (2 - 1). El 20 de septiembre de 1992 marcó su primer gol con el primer equipo en la victoria (4-2) ante el Rayo Vallecano

Los recuerdos de Julen Guerrero de su debut...

"Lo que más recuerdo es el momento antes de salir al campo, bajando las escaleras recordé que por fin se iba a hacer el sueño realidad. Llevaba 10 años metido en Lezama, había pasado por todas las categorías y ese día es por el cual has peleado tanto, sufrido tanto y dejado de lado cosas para poder dedicarte a esto. Pensé en eso y salí al campo a disfrutar y jugar", recordaba Julen en una entrevista anterior y a través de su cuenta de Twitter un día tan especial para él.

A sus espaldas queda 14 temporadas en LaLiga Santander, 430 partidos jugados y 116 goles anotados, además de un profundo sentimiento por el Athletic Club que sigue y seguirá vigente. Al igual que el que siempre le profesó la afición zurigorri.