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jueves, 14 de marzo de 2019

Liga Iberdrola Ainhoa Tirapu: futbolista, química y empresaria

Artículo publicado por David Menayo en el diario Marca el 14/03/2019


La idea surgió al intentar cambiar un regalo. Le costó encontrar la manera de personalizar una gorra y decidió lanzar su propia marca con el que poder hacer sus deseos realidad. "Así somos las de Bilbao...", bromea Ainhoa Tirapu, futbolista del Athletic Club que el pasado mes de noviembre sacó al mercado la marca Sutil Urban. "Yo me encargo de diseñar los modelos y los subo a la web; luego la producción se hace bajo demanda", destaca. "Ahora mismo no tengo beneficios, pero me entretiene. Ojalá el día de mañana la cartera de clientes que tenga me permita sacar un sobresueldo", se ríe.

Y es que Ainhoa es, ante todo, futbolista. Tirapu pasó por las filas del Lagunak y Pueblo antes de aterrizar en el Athletic Club, equipo en el que vive su decimocuarta temporada y con el que ha jugado 346 partidos, ha ganado dos Ligas y es capitana. "El brazalete es una responsabilidad para mí porque me han elegido mis compañeras y debo responder a sus expectativas. No me considero una líder, pero sí una jugadora con experiencia que puede aportar al grupo", dice quien a sus 34 vive una segunda juventud. "Soy una inconformista y siempre trabajo para mejorar. El día que no tenga retos o no disfrute con lo que hago me retiraré", sostiene.

Afortunadamente, aún le queda carrete. Es indiscutible en la portería del Athletic si bien su periplo en la selección española -con la que disputó 46 partidos oficiales- se acabó tras el Mundial de Canadá en 2015. "Entiendo que después de cuatro años sin que me convoquen es una etapa cerrada, pero no le doy muchas vueltas. He vivido momentos muy bonitos y experiencias inolvidables. Iré a Francia este verano para ver algún partido. Ojalá España llegue muy lejos", reflexiona.

La guardiana de los sueños rojiblancos hace balance de una temporada "donde hemos ido de menos a más y lucharemos por esa cuarta plaza hasta el final. La Copa -cayeron en cuartos de final ante el Atlético de Madrid frente a 48.128 espectadores en San Mamés-fue un palo duro porque teníamos muchas ilusiones puestas allí". La de Iruña, vicepresidenta del Comité de Fútbol Femenino de AFE, lucha por firmar de una vez por todas el primer Convenio Colectivo de la historia. "El fútbol femenino evoluciona al margen de lo deportivo y ese Convenio dará estabilidad a la jugadora", dice.

Sensi, apodo con la que fue bautizada en sus inicios por los sensible que era frente a los balonazos, es licenciada en Química y tiene un Master en Toxicología, pero nunca ha llegado a ejercer. A pesar de su multitarea, es una mujer con mucha vida social a la que le gusta navegar, ver series (ahora está enganchada a El Embarcadero), leer (le gusta la novela negra) y ahora le ha dado por estudiar inglés... y vender camiseta.

domingo, 10 de marzo de 2019

La afición de Forges por el Athletic

Fuente: sanmiguel.es


Hace algo más de un año fallecía para tristeza de todos el genial viñetista Antonio Fraguas de Pablo, más conocido como “Forges”. Querido por propios y extraños, los athleticzales le guardamos un especial cariño por su amor incondicional a nuestro club, al que dedicó más de una viñeta. Pero, ¿sabes de dónde viene la conexión entre Forges y el Athletic?

Pese a nacer en Madrid, Forges fue forofo del Athletic desde niño. “Desde que jugaba en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid”, explicaba en un programa de televisión dedicado al club rojiblanco. Su padre le había contado que San Mamés era el único estadio en el que si el rival había estado bien le aplaudían y le impactó tanto que se hizo del Athletic. Eso sí, fue el único de sus ocho hermanos que lo hizo, algo que le enorgullecía.

Además, sentía una especial predilección por Telmo Zarra. Su admiración por él creció tras cruzárselo por casualidad en un bar de Mungia. Forges que trabajaba como técnico de TVE estaba colocando una antena cuando una tormenta le obligó a refugiarse en aquel bar donde tuvo la suerte de ver frente a frente a su gran ídolo. A lo largo de toda su vida nunca pudo olvidar ese momento.

Años más tarde, Zarra quiso regalarle una camiseta firmada y el dibujante la guardó “bajo quince llaves”. A su vez, el propio Forges cedió varias viñetas al Athletic que actualmente pueden encontrarse en el archivo del Museo de San Mamés

Debido a esta especial conexión entre el club y el dibujante, el día de su fallecimiento el Athletic quiso despedirlo con una foto suya en la pantalla gigante del exterior del campo de San Mamés vistiendo la camiseta rojiblanca.

viernes, 8 de marzo de 2019

¡Manos arriba!, la semifinal Espanyol-Athletic de ’70 Binladens’

Artículo publicado por Carlos Marañón en cinemania.es el 07/03/2019


Pensábamos que en tiempos del VAR ya no íbamos a seguir escuchando en España el “¡Manos arriba, esto es un atraco!”, pero ni el arbitraje tiene remedio ni el cine español ha olvidado un subgénero capital en la historia del thriller. Atracos en los estadios, atracos en las pantallas: la vida continúa.

Koldo Serra (Bosque de sombras, Gernika) ha trasladado a una plaza peatonal de Bilbao el espíritu de Tarde de perros, y ha puesto a su vibrante cámara a seguir los pasos de Nathalie Poza y Hugo Silva, dos pendencieros con causa, en lo que parece un atraco sencillo a una sucursal bancaria que, en la mejor tradición cinematográfica, se complica exponencialmente. 70 Binladens (que así se llaman en el argot a los billetes de 500 euros) es tensión, adrenalina, juego psicológico (y cinematográfico)… y también un poquito de fútbol.

Entre rehenes, atracadores convertidos en secuestradores y los ojos avizores de la Ertzaintza, Serra, que ya había homenajeado al Athletic Club y su escudo en Gernika, pone una nota de color futbolística en la trama. Una bandera del Athletic ondea fuera de la cafetería, el bar Bigarrena, en la que se inicia el filme: es un día especial en Bilbao, el Athletic se juega el pase a una final de Copa, el torneo fetiche de los leones. Algo se intuye en el sonido de la tele del bar.

Como el atraco con rehenes se alarga hasta la hora del partido, es Lola (N. Poza), la líder del asalto, la que le pide al informático del banco que ponga el partido en una de las pantallas de ordenador: “Informático, ven aquí, vamos a poner la semifinal… y echamos el rato”.

Mientras, en el exterior, los agentes se arrellanan alrededor de otra pantalla en un furgón policial: “¡Goooool!”, se escucha.

–“Qué chicharro, qué chicharro”.
–“Ha merecido la pena la noche”, comenta uno de los agentes.
El jolgorio futbolero espanta a una de las inspectoras al mando, el personaje de Bárbara Goenaga:
–“¿En serio?”, le pregunta a su compañero (Daniel Pérez Prada), que está alejado de la pantalla, pero parece inquito por no poder ver el partido:
–“Hombre, es la semifinal de Copa. Están jugando la vuelta. Sólo vale ganar. Está la cosa ahí, ahí… Un partidazo… Oye, voy a echar un ojo, si no te importa”.

El inspector se acerca a sus compañeros alrededor del monitor:
–“¿Quién ha sido?”, pregunta.
–“Adúriz, Adúriz”.
Un final abrupto nos deja sin saber el resultado del partido. Suena un nuevo gol, pero los atracadores no están para mucha fiesta:
–“¡Quitad el puto fútbol!”.

La semifinal en cuestión, de la que se ven imágenes en el monitor dentro del banco, mientras los rehenes lo siguen con interés, fue un partido auténtico que enfrentó a Real Club Deportivo Espanyol y al Athletic de Bilbao en el Estadio de Cornellà-El Prat el 4 de marzo de 2015, hace ahora justo 4 años. Partía el Athletic en desventaja. Era el partido de vuelta de una eliminatoria arrojó un empate a un gol (Adúriz/Víctor Sánchez) en la ida disputada en (el nuevo) San Mamés. Los dos goles que se jalean en la película fueron reales: Adúriz hizo el primero y Etxeita remató la faena en un claro 0-2 que dejó en la cuneta a los pericos y llevó a los vizcaínos a la finalísima. Disputada en el Camp Nou contra el anfitrión, acabó con un 3-1 que hizo campeón de la Copa del Rey de 2015 al Fútbol Club Barcelona. La gabarra se quedó sin salir: puto fútbol. Tenía razón Lola, que no lo veía claro.

jueves, 7 de marzo de 2019

Cromos Athletic Club (Temp. 1973-74)

Álbum de cromos del Athletic Club de la temporada 1973-74 con la colaboración de La Gaceta del Norte y Chocolates Suchard


Iribar


Marro


Sáez


Larrauri


Astrain


Zubillaga



Aranguren


Guisasola


Rojo II


Lasa


Villar


Arieta


Carlos


Uriarte


Igartua


Rojo I


Nuñez


Garay


Amorrortu


Zabalza


Después de publicar el álbum de cromos del Athletic Club en twitter hemos descubierto lo siguiente (Gracias a Jon Rivas):

* La colección es de la temporada 1973-74

--> Amorrortu ficha esa temporada por el Athletic Club.


--> El álbum se entregó el 23 de septiembre de 1973.


* Es el primer partido de pretemporada que tradicionalmente se disputaba en Fadura contra el CD Getxo y que los jugadores de portada son: Lasa y Amezaga.

* El Athletic Club hacía la pretemporada en Fadura hasta que se inauguró Lezama.

martes, 5 de marzo de 2019

José Díez, el tatarabuelo de la Liga

Artículo publicado por Jon Rivas en el diario El País el 04/03/2018

Socio del Athletic desde 1928, a su 104 años mantiene intacta su pasión y su memoria futbolística


José Diéz, el socio más veterano del Athletic. (FERNANDO DOMINGO-ALDAMA)

El 23 de noviembre de 1914, Frederick Beaconsfield Pentland, el primer gran entrenador en la historia del Athletic, llegaba a la prisión de Plotzensee, a las afueras de Berlín, donde pasó una semana antes de ser internado en el campo de concentración de Ruhleben, en el que quedaría recluido durante cuatro años durante la I Guerra Mundial. Eran tiempos revueltos.

Ese mismo día nacía en Bilbao José Díez. Tiene ahora 104 años, una memoria prodigiosa, una salud de hierro y mantiene intacta su pasión por el Athletic, del que es socio desde 1928, un total de 86 años en dos etapas. “Todavía voy cada partido a mi localidad de Tribuna Principal. El otro día me echó la bronca el médico”, cuenta Díez. Y tercia su hija Cristina: “Sólo falta cuando hace mucho frío y se juega tarde. Todavía se empeña en bajar la escalera hasta su localidad”. Hay otras, en su grada, habilitadas para personas con dificultades de movilidad, “pero le han dicho que, si cambia, perderá la suya, y no quiere dejarla”.

Es que José, al que sus nietos llaman Pepe —“pero de joven me llamaban Chechu”—, ocupa plaza en San Mamés desde el 1 de agosto de 1928. No es el socio más antiguo porque cuando comenzó la guerra, su padre le dio de baja. Volvió a inscribirse en junio de 1941. “Cuando tenía 14 años, un amigo le dijo a mi padre que ya tenía edad de ser socio. Me llevó a la Alcazaba, en Hurtado de Amezaga, donde estaban las oficinas del club, y me apuntó. Antes ya iba a San Mamés con mi padre. Eran partidos a mediodía. Mi madre se quedaba sola en la tienda. Me ponía en la grada de Capuchinos”. Todavía ni siquiera se había inaugurado la Liga en España, nacida en 1929.

El viaje hasta la sede rojiblanca fue corto. El padre de José tenía una tienda de ultramarinos en el número 36 de la misma calle, que alcanzó una importante fama. Allí se comenzaron a fabricar los polvorones Felipe II: “Exquisitos mantecados Regente y Escorial”, famosísimos en Bilbao, los más caros de la ciudad. “Cuando nos jubilamos mi hermano Fidel y yo, vendimos la patente a una empresa de Vitoria”. Se siguen fabricando, siguen siendo los más caros —y los más ricos—, pero a José le amargaron su centésimo cumpleaños. “Hablamos con los dueños de la fábrica para ver si podía ir a visitarla, pero nos dijeron que no”, recuerda su hija. Un feo detalle.

José prefiere hablar de ciclismo, de toros—“he viajado a montones de lugares para ver corridas, hasta a Venezuela”— y del Athletic. Posee un impresionante archivo de fotografías de todos esos temas. “Cuando era joven, iba a las tiendas de los fotógrafos que trabajaban en San Mamés. Las ponían en el escaparate para venderlas, y yo me compraba muchas”, recuerda. Con los álbumes delante, empieza a recordar. “Míster Pentland era un caballero, un gran hombre, pero no hablaba ni una palabra de español. Todo lo decía en inglés. Era encantador, tenía mucha gracia en su idioma”. Luego señala a Carmelo Goyenechea, el gran capitán de los años veinte, que se retiró del fútbol para no tener que hacerse profesional: “Fui con su foto a que me la firmara. Entonces no se hacía eso. Se enfadó mucho conmigo por pedírselo, casi me mata”, exagera, pero en el álbum está la rúbrica del futbolista amateur, por quien el Athletic financió una cama a perpetuidad en el hospital de Basurto.

Pepe recuerda aquellos años con nostalgia. “Cuando empezó la Liga, para enterarnos de los resultados de fuera de casa, teníamos que ir a las oficinas de la calle Ayala. Allí recibían las noticias por teléfono. Se abría la ventana, salía un empleado del club y decía si el Athletic había marcado, o si había ganado o perdido”. Eso era la información en directo que recibía el centenar de personas que se apelotonaban ante la sede. “Luego, al acabar el partido, el secretario general del club, el señor Gorostiaga, se iba a la tertulia del Café Bernabé, en la esquina de Alameda Urquijo, y allí se comentaban los resultados”. Era una tertulia de campanillas, en la que alternaban, además de Antón Gorostiaga, Indalecio Prieto, José Félix de Lequerica, Julián Zugazagoitia o Fernando de la Quadra Salcedo.

El fútbol era otra cosa en los tiempos de juventud de José Díez. “Uno de los mejores jugadores que he visto era Chirri II. Eran dos hermanos, los dos ingenieros, y un día de partido en San Mamés, contra el Alavés, en el que jugaba Antero, se equivocó y se llevó al campo las botas del otro. Yo andaba por allí con la bicicleta, así que llamaron por teléfono a su casa en Colón de Larraategui, y fui a buscarlas. Su padre ya las había preparado en un paquete”.

Con 104 años, Pepe todavía se acuerda de las figuras que vio pasar por San Mamés: “A Luis Regueiro le vi en el Real Unión. Del Barcelona me acuerdo de Samitier, Piera y Sagi Barba. Y en el Real Madrid estaba Ricardo Zamora, no había un portero como él, aunque en el Athletic jugaba Vidal”. Para él, claro, los favoritos jugaban de rojo y blanco. “Los mejores que he visto han sido Larraza y Panizo, bastantes años después. Jesús Larraza se mató en un accidente de moto cuando era joven, y le hicieron un monumento. Cuando murió, en el colegio de los Escolapios, donde yo iba, se rezó un rosario por él”. Conducía una Harley-Davidson y se estrelló en Dos Caminos, cerca de Basauri. El monumento está ahora en los jardines de las instalaciones de Lezama. “De los primeros que vi me gustaban Rousse y Acedo. También Cantolla, que corría como un demonio”.

José Díez se casó con Inés Larrañaga, que había nacido en Argentina. “Su padre jugaba de defensa derecho en el Athletic, pero la familia Olaso le compró una finca en Bilbao y le ofreció marchar a la Patagonia para administrar una gran hacienda. Sólo le pusieron una condición: tenía que casarse antes de viajar”. Eran otros tiempos. De caballeros. “Mire cómo vienen ahora vestidos”, le dice Pepe al periodista, reprochándole su aspecto. “Entonces se iba a trabajar con traje, corbata y sombrero. También al fútbol. Jugaba el Athletic en Ibaiondo, el estadio del Arenas, y sólo se veía gente bien vestida. Allí estaban Anduiza, que era médico, y Yermo, un atleta, que después de jugar al fútbol hacía ciclismo en el velódromo del campo. Cuando iba la gente de Bilbao a ver al Arenas, el maquinista del tren, al llegar al cruce del campo, tocaba la sirena y reducía la velocidad para que bajáramos”. Casi de etiqueta, también la gente trabajadora, inclemente con los futbolistas cuando jugaban mal. “Recuerdo una eliminatoria de Copa. El Racing le metió un 3-0 al Athletic en Santander. Cuando salieron al campo en San Mamés, les dijimos de todo. Vagos, sinvergüenzas… Les pedíamos que fueran a cargar sacos al puerto. Reaccionaron y ganaron 5-1, y ese año la Copa”.

A Pepe sólo se le ensombrece el semblante al hablar de la Guerra Civil, en la que participó. Prefiere cambiar de tema, aunque cuenta: “En el frente del Ebro me dispararon cuando iba con un caballo. Lo mataron, y yo tuve que esconderme detrás del cuerpo para no morir”.

Asegura que “el fútbol de ahora es sólo espectáculo”. “No me llena. No sé, casi no chutan a puerta, no tienen fuerza”, dice. “Además sólo piensan en el dinero. Mi mejor amigo era Antonio Ortiz, Tolín. Un día llegó José María Unibaso, Joma, que era periodista de La Gaceta y también jefe de la Policía Municipal, y nos dijo: ‘Ustedes vengan conmigo’. Yo pensé, ¿qué querrá? Pero era que querían ficharle para el Athletic. Fuimos a las oficinas y le dijeron que pusiera las condiciones. ‘¿Qué condiciones?’, dijo Tolín. ‘Ninguna. Jugar”. Ortiz fichó después por el Celta, el Racing, el Real Madrid y el Zaragoza.

José dice que la época de Clemente no estuvo mal; recuerda que una vez vio entrar a la policía a caballo en San Mamés, “después de que una mujer que estaba enamorada del portero Blasco le atizara un paraguazo al árbitro”, y sentencia que los seguidores rojiblancos “pueden pensar lo que quieran, tener las ideas que quieran, pero al entrar en San Mamés sólo se puede pensar en el Athletic”.

domingo, 3 de marzo de 2019

¡¡¡Athleeeeetic... Eup!!!

Artículo publicado por Jon Mujika en el diario Deia el 02/03/2019


"Rompecascos" (Foto: Gabriel Ortiz)

Si uno escribe su nombre, Gabriel Ortiz, el texto queda hueco, casi desnudo. La cosa cambia si rememora el sobrenombre que le dio fama aunque escasa fortuna: Rompecascos. Nació en el barrio de La Cruz, en 1920 y dicen que fue pescador. Encarnaba la imagen que de ciertos vascos se tenía en otro tiempo: alto, fuerte, jovial, vozarrón de pantalón largo, comedor y tocado con una sempiterna txapela.

Creo que fue él mismo quien lo contó. En 1933, con apenas 13 años, se fugó a Barcelona en un camión de pescado, sin permiso de sus padres, a ver una final de Copa del Athletic contra el Madrid. El mismo día y en el mismo campo (25 de junio de 1933, Montjuïc) jugaba el Erandio la final de la Copa de Aficionados contra el Sevilla. Ganaron el Erandio y el Athletic. Era el Athletic de Míster Pentland, aquel que ganó 2-1 la final con una delantera que se recitaba con más ritmo aún que los versos aprendidos en la escuela: Lafuente, Iraragorri, Unamuno, Bata y Gorostiza. Gabriel regresó a Bilbao como polizón consentido en el autobús del Erandio. “A mi padre le importó poco que ganara el Athletic. Cuando llegué me puso bueno”, afirmaba Gabriel.

Entre los viajes fuera de la frontera recordaba uno a Budapest, donde tras pedir permiso para acudir a las casetas de los jugadores la Policía quiso impedir su acceso y acabaron hincha y bandera rodando por los suelos hasta que se aclararon las cosas;y otro a Londres, en el que tuvo que dejar la bota con diez litros de vino en la guardarropía de un cabaret porque no le permitieron introducir alcohol en el local. Terminaron paseando la bota por la barra.

Aquel Athletic era tremendo. Ganó 0-6 al Madrid en Chamartín y 12-1 al Barça en San Mamés en la misma temporada. Respecto a lo de la botella, fue un descubrimiento accidental. Se desata una riña de marinos en una tasca y un noruego le atiza un botellazo a lo que él responde a mano abierta y le tumba. El botellazo no le hizo mella. Así descubrió su superpoder. Pronto se hizo popular en San Mamés. Por el grito -¡¡¡¡Athleeeeeeetic!!!- que todo el estadio respondía -¡eup!- y por el detalle de estamparse una botella en la cabeza, que remataba, al tirar los restos, con un curioso “¡P’a los pollos!”, como si aquello no tuviese importancia alguna. En 1984 rompió la última botella en Teruel, viniendo de Valencia, para celebrar el campeonato que acababa de ganar el Athletic. Era el último estallido de una leyenda del pueblo.