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viernes, 10 de septiembre de 2010

Historias de la Copa (1921)

(Artículo publicado por Jon Agiriano en el diario El Correo, 28 de abril de 2009)

Fiesta en San Mamés

A los tres títulos de Copa consecutivos le siguieron cuatro temporadas de sequía y malos recuerdos. La marcha de mister Barnes perjudicó al equipo mucho más de lo que, en un principio, se podía prever y los rojiblancos acumularon un buen número de decepciones antes de volver a resurgir coincidiendo, precisamente, con el regreso del técnico inglés que había inyectado en su juego la vitamina de la velocidad. Tampoco está de más recordarlas. Las decepciones, se entiende. En la campaña 1916-17, el Arenas apeó al Athletic del trono del fútbol vizcaíno, un hecho sin precedentes. La siguiente temporada pasó a los anales por la retirada del equipo de la Copa, las broncas históricas con la Real y el adiós por razones laborales de tres puntales de la plantilla: Ibarreche, Solaun y Eguía.

San Mamés registró una gran entrada para presenciar la final de 1921.
Todavía fue peor el ejercicio 1918-19. El imponente Arenas de Pagaza y Sesúmaga, campeón aquel año, volvió a superar a un Athletic desinflado. Los bilbaínos completaron una campaña tan pobre que lo más positivo de ella fue que ningún componente del equipo se vio afectado por la gripe española de 1918. No es ninguna tontería resaltar este hecho, ya que aquella terrible pandemia provocó más de 10.000 muertos en el País Vasco y más de 20 millones en todo el mundo. Tras ese 'annu horribilis', el Athletic volvió a rearmarse y se plantó de nuevo en la final de Copa, que pasaría a la historia no tanto por la derrota en Gijón ante un Barcelona liderado por Ricardo Zamora y Samitier sino por un error del colegiado Beltrán de Lis que hizo correr ríos de tinta y despertar todo tipo de turbias sospechas.

La 'Beltranada'

No fue para menos. En la primera parte, con empate a cero en el marcador, el Athletic se cobró un penalti en el área de 'el Divino'. Laca lo ejecutó con serenidad. Gol. Beltrán de Lis, sin embargo, anuló el tanto porque, al parecer, un jugador rojiblanco entró en el área antes de tiempo. Hasta ahí, nada extraño. Lo extraordinario fue que el colegiado, en lugar de mandar repetir el penalti, ¡pitó falta contra el Athletic! La pifia fue de tal calibre que llegó a examinarse en el Comité de Árbitros de Inglaterra. Tres meses después de sufrirla, durante los Juegos de Amberes, los cuatro rojiblancos convocados con la selección -Pichichi, Belauste, Sabino y Acedo- todavía seguían dándole vueltas a la 'Beltranada', como fue conocida.

El título de 1921 se vivió, por tanto, con el deleite de las cosas deseadas que se han hecho esperar. A su regreso al Athletic, mister Barnes se encontró con un equipo muy cambiado. Continuaban algunos clásicos, pero se habían producido algunas incorporaciones importantes: Laca, Sabino, Allende, otro de los hermanos Belauste (Patxo), Rivero, Beguiristain... Los rojiblancos mantuvieron un pulso enconado con el Arenas en el campeonato regional y lo resolvieron a su favor en un partido agónico en San Mamés que se decidió con un gol de Pichichi. En la Copa, eliminaron al Sporting y al Sevilla -éste último fue descalificado por alineación indebida-, antes de colarse de nuevo en la final, que se jugaría en San Mamés. El otro finalista, el Athletic de Madrid, no puso ningún reparo a jugar en Bilbao. Las relaciones entre ambos clubes eran magníficas. Paternofiliales, se podría decir.

El 8 de mayo de 1921, La Catedral registró la mayor entrada hasta entonces conocida. Más de 10.000 espectadores, que dejaron en taquilla una recaudación histórica -40.000 pesetas-, abarrotaron aquella tarde las gradas del estadio bilbaíno. El ambiente era formidable. Los dos equipos fueron ovacionados largamente al salir al terreno de juego. Ambos sufrían una baja importante. A los madrileños les faltaba Mieg, su medio centro. Y al Athletic, ni más ni menos que su capitán, Germán Echevarría, que había sufrido una distensión dos días antes en un entrenamiento. No hace falta decir que a 'Maneras' le sentó como un tiro perderse la final. Pero es que no había manera de que se recuperase a tiempo. Su puesto lo ocupó un debutante: Villabaso.

Un choque de estilos

El partido fue un choque de estilos, con el Athletic jugando rápido y en largo, y los madrileños combinando en corto. La gran diferencia sobre el césped, sin embargo, era la profundidad que cada equipo daba a su juego, mucho mayor en los rojiblancos, un aspecto que quedó certificado en el minuto 31, cuando Laca, a pase de Acedo, adelantó al Athletic. El gol tuvo un efecto inesperado: espoleó a los madrileños, que no tardaron nada en lograr el empate con un gol de Triana. El Athletic acusó el golpe. Aparte del 1-1, José Mari Belauste había quedado conmocionado en un choque y el equipo pasó unos minutos en el alambre. Tanto es así que Beguiristain tuvo que salvar sobre la raya un remate de cabeza de Olaso.

Fue una jugada clave. Los pupilos de mister Barnes reaccionaron tras el susto y, antes del descanso, Txomin Acedo hizo el 2-1 de penalti. La segunda mitad fue más tranquila. Belauste se había recuperado y un golazo de Acedo desde fuera del área dejó allanado el camino al título. Laca haría el 4-1 definitivo en el minuto 73. San Mamés era una fiesta. Al día siguiente, la prensa bilbaína celebró la Copa alabando el estilo del Athletic, que ya entonces era discutido en otros lares. «Esos cambios de juego, esos pases a las alas que los cronistas madrileños califican de patadones, dados sin ton ni son, para llegar a la puerta contraria, son obra de la inteligencia y facultades de nuestros jugadores. Sólo un desconocimiento completo de lo que es el foot-ball puede explicar que eso se piense y se diga», escribió Karomte en 'El Pueblo Vasco'.