Artículo publicado por Unai Muñoz en el diario Deia el 04/07/13
En medio de una gran expectación y tras casi ocho horas de un laborioso trabajo, el arco de San Mamés fue retirado en una precisa maniobra hasta reposar sobre el suelo del viejo campo del Athletic. En esta sucesión de 600 fotos puedes ver en dos minutos una operación que duró ocho horas.
Un mes después de su cierre definitivo para la práctica del fútbol, ya se puede decir que el viejo San Mamés es historia. La retirada del arco de lo alto de la Tribuna Principal, una maniobra de precisión que se extendió durante toda la mañana de ayer y que fue ejecutada según lo previsto, dejó a La Catedral y a Bilbao sin uno de los símbolos que ha permanecido intacto durante las últimas seis décadas. Un ingenio arquitectónico que ha traspasado el objetivo para el que fue diseñado y que ha calado en muchos aficionados rojiblancos.
Solo de esta forma se puede explicar la gran expectación que generaron desde primera hora los trabajos para su retirada. El ir y venir de espectadores fue constante. Con su punto álgido entre las 13.00 y las 13.45 horas, momento en el que alrededor de un millar de personas se concentraron en la calle Luis Briñas y en la entrada de la Escuela de Ingenieros para ver el arco por los aires hasta que fue posado en el lugar en el que hasta hace bien poco lucía impoluto el césped de San Mamés. Una escena imborrable que muchos no quisieron perderse y que reunió a numerosos medios de comunicación en busca de la mejor imagen, tanto de la retirada como de los curiosos que, pacientemente, aguantaron en la zona hasta que comenzó la operación más esperada desde que el viejo campo cerró definitivamente sus puertas.
La imagen fue espectacular. Desde las 6.00 horas, las cuatro grúas de grandes dimensiones destinadas a cargar con las doscientas toneladas del arco estaban dispuestas dentro del campo. Los enganches estaban preparados y los operarios encargados de afianzarlos sobre la estructura de metal fueron sujetándolos uno a uno. Cinco horas después, el arco ya estaba listo para ser elevado. Pero la maniobra más esperada se retrasó unos minutos. No importó. Los curiosos se acumulaban en los aledaños de la zona 0 y hasta los conductores aprovechaban los semáforos en rojo o directamente aparcaban sobre la acera o en doble fila para inmortalizar el momento.
Media hora después del mediodía, dos de los operarios que estaban colgados de una grúa en el lado del arco aposentado más cerca de Ingenieros revisaron el soporte y, ayudados de una maza, golpearon la estructura para separarla definitivamente. Treinta minutos después, a eso de las 13.00 horas, el símbolo de San Mamés empezó a elevarse. Los móviles y las cámaras fotográficas eran mayoría entre los espectadores. Los obreros que trabajan levantando el nuevo campo también hicieron un parón para seguir desde su privilegiada atalaya la maniobra más esperada. Dentro del viejo San Mamés, atentos a un ordenador, los técnicos encargados de dirigir las cuatro grúas comprobaban que todo marchaba según lo previsto. Así fue hasta el final.
Una imagen imponente
Poco antes de cumplirse las ocho horas de trabajo, el arco tocó suelo. Nada más completar la maniobra, algunos no pudieron evitar los gritos a favor del Athletic. La expectación fue descendiendo y las zonas de mejor visión recuperaron una cierta normalidad. Pero la imagen de La Catedral era muy diferente a la conocida hasta la fecha. Los 115 metros de metal lucían ya en su nueva ubicación y la Tribuna Principal, o lo poco que hay de ella, parecía desnuda. En las próximas semanas no quedará nada de ella, pasará a ser escombros, como el resto del coliseo rojiblanco, que asiste como testigo de excepción al imparable avance del nuevo campo, al que le restan poco más de dos meses para acoger su primer partido oficial.
Ya por la tarde, pasada la efervescencia del momento, el arco continuó atrayendo a todo el que pasó por la zona. Desde cerca, sin tanto brillo y mostrando algunas zonas oxidadas por la parte superior, este símbolo del sentimiento Athletic y de la propia capital vizcaina, lejos de perder su fuerza, asomaba igual o más imponente. Ahora, en los próximos días, el arco será dividido en doce partes para su posterior traslado a Lezama. En la factoría rojiblanca será unido de nuevo y volverá a su aspecto inicial para ser instalado en un lugar que la Junta Directiva presidida por Josu Urrutia todavía no ha revelado. Antes, necesitará chapa y pintura. El paso de los años no perdona. Tampoco al arco.