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miércoles, 7 de mayo de 2014

Crucero al paraíso

Artículo publicado por Aner Gondra en el diario Deia el 07/05/2014

Hoy se cumplen treinta años desde que la gabarra navegase por última vez por la ría de Bilbao. José Antonio Nielfa, La Otxoa, recuerda la vorágine de aquel día, la madre de todas las fiestas para quienes llevan el Athletic en la sangre


El corazón de Bilbao se colapsó con miles de aficionados del Athletic tras ganar la final de Copa contra el Barcelona. (DEIA)

Después de las batallas, a los guerreros les espera su recompensa: el Valhalla. Pero en el caso de los jugadores del Athletic el paraíso se llama Bilbao y la mejor manera de entrar en él es navegando en una gabarra. La última vez que la marea rojiblanca se agolpó en las orillas de la ría fue hace treinta años, dos días después de que los hombres de Javier Clemente hicieran arrodillarse al Barcelona. Bilbao se vistió de fiesta para recibirlos y, si alguien sabe de fiestas en el botxo, ese es José Antonio Nielfa, La Otxoa.

Contagiado por la fiebre rojiblanca desde niño, José Antonio vivió muy de cerca los éxitos de aquel equipo: "Fui de los únicos que viajó el año anterior al partido decisivo en Las Palmas. Fui con el equipo y sus mujeres. Lo pasamos fenomenal. Y en la segunda Liga estuve también en Valencia, donde el Athletic jugaba el penúltimo partido que era vital para ganar la Liga. Esos partidos los viví intensamente, como la final de Copa. Recuerdo aquel partido en el que Rojo, Maradona, Schuster y compañía tuvieron tan mal perder que al pobre Sola le fastidiaron la nariz".

El artista bilbaino recuerda con añoranza aquel equipo campeón. "Era un equipo muy compensado", apunta, "tenía a De Andrés, un mediocentro del estilo de Mikel Rico, un delantero tan maravilloso como Dani, que te las metía todas, y luego estaba la magia de Sarabia, que para mí ha sido el último artista del Athletic". No duda en reconocer que hace tres décadas se vivía el Athletic de una manera diferente: "Éramos más pasionales. El fútbol ahora es más un espectáculo. El Athletic era para nosotros algo genético, algo que lo llevabas muy dentro. Me acuerdo que en 1958 le ganamos la Copa al Madrid en el Bernabéu. Debajo de mi casa había una fábrica de gaseosas y el dueño nos llevó a todos los chavales del barrio hasta Madrid en la camioneta. La gente, para ir a las finales, vendía hasta los colchones. Ahora es todo mucho más cómodo, pero la afición sigue siendo igual: maravillosa".

Si el fútbol ha cambiado, también lo han hecho los jugadores del Athletic. La Otxoa presume de haber alternado con varias generaciones de leones. Mauri, Maguregi, Uriarte, Iribar, Sarabia, Liceranzu, Dani, Patxi Ferreira, Alkorta... Su lista es interminable. "Los futbolistas del Athletic han sido muy cercanos siempre. Ahora son chavales muy majos, pero son más tímidos. Tienen otra forma de divertirse", explica. "Yo creo que ahora son más niños. Para vivir en una sociedad tan distinta, yo creo que son más tímidos estos que los de antes".

24 horas de fiesta

El 7 de mayo de 1984 la gabarra surcó la ría por última vez. José Antonio cree que la locura que se desató aquel día estaba justificada con la sequía de éxitos de los años anteriores: "Lo de la gabarra lo viví durante 24 horas. Yo entonces tenía 36 años y desde la época de las copas de Iribar no habíamos ganado un título, o sea, que aquellos dos años de triunfos los cogí con ganas. Fue algo impresionante. Fue algo que tendría que ocurrir otra vez para que la gente sepa lo que es. Los jóvenes lo han podido vivir otra vez un poco en la época de Bielsa con lo de Manchester y todos los sitios a los que fuimos, pero lo de ganar el doblete fue increíble. Si no lo vives, no puedes explicar ni saber cómo fue aquello".

Bilbao se colapsó. Se habla de que en los márgenes de la ría había un millón de personas. Eso no fue un obstáculo para que José Antonio se perdiese en su peculiar triángulo de las Bermudas: "Yo me acuerdo que la gabarra la vi por el Campo Volantín. ¡Es que te liabas! Me acuerdo que estábamos todo el día del bar de Guisasola, el Tebas; al de la Charcu, el Harrys, y luego al mío. Era como ir al camino de Santiago. La celebración de la gabarra la viví tan en la calle que me acuerdo que me dormí y la vi pasar desde el Campo Volantín".

Ahora queda la intriga por saber si aquellos días de gloria se podrán repetir, si la gabarra volverá a subir la temperatura de Bilbao. José Antonio lo ve difícil, pero tiene claro cuál es el camino para conseguirlo: "Creo que si se cuida la cantera, el Athletic irá bien. Lo que no tiene que hacer el club es como años atrás, fichar por fichar. Si hay un fenómeno en Euskadi o alguien interesante, traerlo, pero no tirar el dinero, porque hay que cuidar la cantera y volver a tener ocho o nueve vizcainos en el equipo, que es lo que ha tenido el Athletic siempre y es lo que nos ha dado los triunfos". Su discurso parece diseñado por Javier Clemente, pero se apresura a desmarcarse de esta impresión: "Coincidimos en algo, pero me he llevado fatal con él porque me quitó lo que más me gustaba: Sarabia. Para mí ver a Sarabia era como para los catalanes ver a Maradona en el Barcelona. Para mí era un jugador de tanta calidad y tanto arte… Pero fue una guerra de divos".

También fue hace treinta años cuando La Otxoa se hizo célebre por una escena de la película La muerte de Mikel en la que cantaba uniformada del Athletic, pero recuerda que su canción la popularizó antes: "La grabé en 1982 con motivo de la celebración del Mundial. Lo hice porque en pleno Mundial yo quería reivindicar el Athletic. Luego se ganaron tres títulos seguidos. Parece que les di suerte. Es una canción con la que quería expresar que el Athletic era mi vida. He estado rodeado de jugadores toda mi vida. El Athletic lo he llevado siempre muy dentro de mí y lo he tenido siempre en mis espectáculos".

A La Otxoa le queda un sabor amargo por no haber vivido un sueño: "Me quedó la espina de no jugar en el Athletic, algo que hubiera podido hacer. En aquella época, de mi barrio, jugaron en el Athletic Juan Carlos Vidal, Rafa Viteri, Juanjo Santamaría… José Luis Garay era ojeador y me estaba controlando, pero me fui con 17 años a cantar a Barcelona y lo dejé todo. Pudo más el deseo por ser artista que futbolista".