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miércoles, 26 de octubre de 2011

Mi destino, ser del Athletic

Artículo publicado en el número 29 de la revista Athletic Club
(Marzo 2011)

Virginia Berasategi, triatleta

Virginia Berasategi
He de reconocer que el fútbol nunca fue un deporte que me atrajese, aunque en mis vacaciones de verano y con apenas 12 años, con mi equipo ganamos el torneo femenino de futbito del Kai Eder y, a decir verdad, se me daba muy bien.

Pero una cosa es que no te guste el fútbol y otra muy diferente es no ser del Athletic, y esto último, naciendo en Bilbao, es antinatural. Con 17 años me fui a la Residencia Blume de Madrid y allí empecé a vivir el sentimiento Athletic. Estaban los mejores de todos los deportes y yo me sentía cada día más orgullosa de mi Bilbao oyéndoles con qué admiración hablaban del que empezaba a ser mi equipo. Recuerdo que en una concentración en Lanzarote, en un largo entrenamiento en bicicleta, paré a tomar un café en un txiringuito a pie de playa en Punta Limones: me quedé emocionada al ver la exposición rojiblanca que allí había colgando por todas las paredes. A la vuelta, mis compañeros de entrenamiento sufrieron para seguir mi rueda.

En el año 2004 conocí a Darío Urzay. Me patrocinó y diseñó mi ropa de competición basándose en la camiseta del Athletic, la que estaba destinada a lucirse en el Torneo UEFA. Vestí su obra sobre soportes vivos (Premio Nacional de Arte Gráfico). Algo del Athletic que se quedó en el armario lo llevé yo durante dos años, por todo el mundo. Me sentia algo más que el jugador número 12.

A partir de entonces voy a menudo a San Mamés. Me di cuenta de por qué le llaman La Catedral: puede caer sirimiri, llover a cántaros o lucir el sol más radiante, que en cualquiera de estas circunstancias la afición tira del equipo. Y da lo mismo que esté ganando por la mínima o perdiendo por goleada. No acierto a imaginar lo que se debe de sentir sobre el césped, animado y aclamado por 40.000 aficionados. He vivido en Hawaii una recta de 1000 metros con cerca de 10.000 pesonas aplaudiendo. Creo que es diferente. ¿Será el fútbol? Para mí es el Athletic. Y ahora me veo en sintonía con esta hinchada. Soy consciente de que ahora esta afición no se mide por los trofeos que entran en las vitrinas de Ibaigane. Mi pensamiento de 'Impossible is nothing' lo llevo conmigo cuando voy a San Mamés. Y es que ahora estamos más ilusionados que nunca, porque los leones están recuperando el tono de sus rugidos, su juego invita a esta ilusión y veo un futuro esperanzador.

Una de las señas de identidad del Athletic es el ALIRON, y del triatlón, el IRONMAN (una acaba y la otra empieza por IRON = hierro). Dicen los que de esto saben que el ALIRON deriva de 'ALL IRON', que era el grito que lanzaban los trabajadores de la siderometalurgia de nuestro entorno, en buen número ingleses, cuando cogían una roca con "todo hierro". Además, pintaban esta palabra sobre la piedra.

Está claro que mi destino era ser del Athletic.

martes, 25 de octubre de 2011

Los Inolvidables: Dani

Los periodistas Jon Agiriano y Miguel González San Martín han reunido bajo el titulo 'Los Inolvidables' un conjunto de entrevistas a jugadores historicos del Athletic Club.

«La esencia del fútbol está dentro del área»

«Fui un futbolista muy afortunado. Me tocó jugar en dos de los mejores equipos de la historia del Athletic»

Daniel Ruiz Bazán
20 de febrero de 2011

JON AGIRIANO / MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN

Llega a la explanada del Guggenheim y nos silba desde el coche. Justo en ese instante, como por arte de magia, queda libre una de las pocas plazas de OTA que hay enfrente. Es la potra del goleador. Dani se pasó su carrera de futbolista llegando a los sitios un instante antes de que lo hiciera el balón, adelantándose a defensas lentos o despistados, pero no sólo a esos sino también a los que conocían bien su oficio. Él, como esos ajedrecistas que pueden jugar veinte partidas simultáneas y saben dónde están las piezas en cada una de ellas, siempre tuvo en la cabeza de manera instantánea la cartografía del rectángulo de juego, así como el reparto poblacional dentro del área. Por eso llegaba antes. Sus principales virtudes fueron la anticipación y la intuición. Pocos ha habido más listos que él.

Dani no es alto. En alguna entrevista antigua reconoce que le hubiera gustado serlo más. Bueno, nunca se sabe, tal vez eso le hubiera quitado elasticidad o viveza. Tampoco era alto Gerd 'Torpedo' Müller, con el que tanto se le comparó y con el que comparte una peña. Desde luego, su escasa estatura no le impidió ser un fenomenal rematador de cabeza y convertirse en el tercer goleador de la historia del Athletic después de Zarra y Bata. Sale a casi un gol cada dos partidos, 199/402. Y eso que no jugaba de delantero centro, sino de extremo derecha, y que no debutó en el Athletic hasta los 23 años.

A Dani le gustan los coches y las motos. Casi sin darse cuenta, pero también sin poderlo evitar, conduce teniendo siempre una alternativa para el supuesto de que otros conductores pudieran equivocarse. Lo hizo siempre en el fútbol. En un partido contra el Real Madrid vio venir un centro de Goikoetxea e intuyó que, si se apartaba de la trayectoria, Miguel Ángel, el portero, chocaría con Bonet, el central. Así fue. El balón le llegó franco y marcó un gol decisivo: el Athletic fue campeón de Liga esa temporada empatado a puntos con el Madrid.

- Nació usted en Sopuerta, 'el Valle del Sosiego'. Y en cambio siempre fue un torbellino.

- Sí, siempre he sido muy nervioso y me temo que siempre lo seré. Nací en Sopuerta, pero a los dos o tres años nos fuimos a Sodupe. Así que soy de los dos sitios, aunque ahora vivo en Orozko.

- Empieza usted en el fútbol cuando, a los 14 años, va de espectador a un partido del Sodupe juvenil.

- Sí, el entrenador, Botella, ya me había visto jugar, y al verse en apuros (aquel día sólo le habían venido nueve jugadores), me fichó allí mismo.

- Pero usted jugaba al fútbol desde muy niño.

- Sí, sí. Yo iba a todos lados con el balón debajo del brazo. En las clases preparaba las alineaciones para el partido del recreo. Los tiempos eran diferentes. Sólo teníamos balones y bicis.

Una noticia en 'Hierro'

- ¿Cómo llegó al Athletic?

- Había un aficionado del Sodupe, Rozas, que tenía asuntos en Zaragoza. No sé cómo se las arregló, pero consiguió que apareciera en el 'Hierro' que el Zaragoza quería fichar a un juvenil del Sodupe. A los dos días me llamaron del Athletic. Quedamos en un restaurante de Bilbao. Fuimos cuatro. Por el Athletic estaba Venancio, por el Sodupe, Javi Petróleo, y luego mi padre y yo. Venancio, en un momento en que yo no estaba, les dijo que me fichaban por fichar, pero que no iba a jugar en el Athletic en la vida, ja, ja.

- ¿Qué sintió, qué le dijeron en casa?

- Fichar por el Athletic era para mí lo más lejos que podía llegar en la vida. Yo trabajaba en el Banco Guipuzcoano, en un puesto estupendo para un chaval joven, pero cuando empecé a jugar en el Bilbao Athletic le dije a mi padre que tenía que dejar el banco si quería dedicarme al fútbol. Mi padre dijo: 'De acuerdo'. Luego, levantó así el dedo y dijo: 'Pero te vas a dedicar, ¿eh?', como diciéndome que lo tomara muy en serio.

- ¿Su padre era aficionado al fútbol?

- A él le gustaba más la pelota a mano. Había jugado mucho. Luego sí, se aficionó al fútbol porque estaba yo. Una vez fue desde Bilbao hasta Cádiz en un '850', sin saberlo yo, hasta que oí desde la grada su silbido de siempre.

- Su padre era guardia civil.

-Sí. Mi padre nació en un pueblo de La Rioja. Eran los años cuarenta y se apuntó a la Guardia Civil porque le pagaban 200 pesetas al mes, que un aldeano no ganaba ni loco trabajando la tierra.

- ¿Lo pasó mal en aquellos años en los que ETA asesinó a tantos guardias civiles?

- La verdad es que nosotros no tuvimos un problema en la vida. Fuimos muy afortunados. Mi padre ha sido siempre un hombre superquerido en el pueblo. Un fenómeno. Todavía vive. Tiene 96 años.

- Hubo una leyenda urbana sobre que usted se enfrentó a un compañero en el vestuario a cuenta de una descalificación genérica de los guardias civiles.

- Lo publicó 'Don Balón', sin firma, en una sección que se llamaba 'Balonazos'. Decía que me había enfrentado a Iribar. Nada más lejos de la verdad. Sencillamente nunca sucedió, es mentira, se lo inventaron. No sabéis lo que Iribar ha querido siempre a mi padre.

Las cesiones

- A usted le costó mucho llegar al primer equipo. No fue el suyo un salto fácil.

- No. Todo lo contrario. Terminé la temporada en el Sodupe, luego estuve en el Villosa, el Getxo, el Bilbao Athletic y dos años en el Barakaldo. El Barakaldo era entonces el segundo equipo de Vizcaya. Había aficionados que un domingo iban a San Mamés y el otro a Lasesarre.

- La Segunda era entonces muy dura.

- Había buenos equipos, con jugadores jóvenes y otros que venían de vuelta. Recuerdo que el Hércules tenía en la defensa a Eladio, Santamaría y Pachón.

- ¿Eladio, el del Barcelona, aquel zurdo grande que levantaba mucho el pie?

- Sí. Me dio una patada en la mandíbula que me dejó tres días sin comer.

- Se le haría muy largo el camino de vuelta al Athletic.

- No volví hasta los 23 años. En la primera temporada del Barakaldo había metido 18 goles y Ronnie Allen vino a verme. Metí un gol de tijereta, creo que el único de mi vida, pero no me llamó. Los entrenadores del Athletic me conocían porque los cedidos hacíamos las pretemporadas con ellos. En la segunda cesión me vine un poco abajo. No hice tantos goles, trece o catorce, pero en la temporada siguiente ya me quedé. Yo creo que me vino bien jugar en Segunda. Llegué al Athletic con muchas batallas. Recibí bastante leña, pero aprendí a defenderme.

- Ya casi al final de su carrera se lesionó en un choque con Camacho, otro lateral duro.

- Me lesioné yo solo. Hice un giro y se me quedaron clavados los tacos en el suelo. Fue en el Teresa Herrera, entre la primera y segunda Liga que ganamos, y estuve varios meses sin jugar. Camacho ni me tocó. Un lateral que tenía conmigo un pique especial era San José, el del Sevilla. Aquel hombre se volvía loco conmigo, no callaba, me daba codazos, patadas...

- ¿Cómo fueron los comienzos en el Athletic?

- Cuando llegué estaba Lasa, que había venido fichado del Granada. Solía salir él de titular y luego Iriondo, en el segundo tiempo, me sacaba veinte o veinticinco minutos. Hubo siete u ocho veces en las que cada vez que salía metía un gol. Entonces Iriondo probó a Lasa de lateral y a mí de extremo. Y así seguimos.

- Al principio, efectivamente, jugaba a ratos, pero aún así acabó convirtiéndose en el tercer goleador en la historia del club. ¿Cómo es un goleador?

- Un goleador tiene algo innato, y luego mejora con el entrenamiento. Yo de juvenil acababa el entrenamiento y me quedaba, ya sin luz, a tirar a gol igual doscientas veces. En el Villosa me entrenó el mítico Martín Susilla. Él veía que me faltaba remate de cabeza. Al acabar los entrenamientos, en un campo de arena, nos dejaba al portero y a mí. Y centraba desde los dos extremos, unas ciento cincuenta veces por cada lado. Yo entraba a la caseta con la cabeza como un tambor y toda la frente rozada. Lo hacíamos dos o tres días por semana. Y al final, perfeccionabas, claro. Ahora bien, para el gol se tiene algo innato y yo creo que lo he tenido.

- Es intuición pero también es concentración.

- Y frialdad. A veces te pones nervioso, como en el penalti que no metí en la final contra el Betis. Yo habré metido el noventa por ciento de los penaltis, pero en aquel lanzamiento me pudo la responsabilidad. Y mira que me lo han recordado. Una vez entré a un restaurante en Zahara de los Atunes y el camarero se me queda mirando y me dice: 'Igual no se acuerda usted de un penalti que falló en la final contra el Betis'. ¡Pero si me he pasado la vida recordándolo! Más que una 'paradinha' me salió una 'cagadinha'. Pero en el juego normal, dentro del área yo era muy tranquilo.

- Usted era un hombre de área.

- La esencia del fútbol está dentro del área. Hay jugadores que tienen mucha calidad pero que al llegar al área se apuran.

- ¿Cómo era su remate de cabeza?

- Hay diferentes maneras de hacerlo. Hay quien va al choque en el salto, como Fidel Uriarte. Yo me anticipaba, les ganaba en el salto porque llegaba antes. Es muy importante no tener miedo. Y saber defenderse, porque en el área te dan, te empujan&hellip

Experiencias

-Por cierto, ¿no le quedó la espina de haberse quedado a un solo gol del 200?

-La verdad es que no porque, cuando me retiré, no tenía ni idea de los goles que llevaba. Lo de los 199 goles se lo escuché a José Mari Arrate en un discurso. No tenía ni idea.

- Usted fue un gran jugador, y además tuvo la suerte de estar en dos de los grandes equipos del Athletic, el de Koldo Aguirre y el de Clemente de las dos Ligas y la Copa.

- Fueron dos experiencias extraordinarias. Iribar, que ha sido el futbolista más grande del Athletic, no ganó ninguna Liga. Yo fui un futbolista muy afortunado. Me tocó jugar en dos de los mejores equipos de la historia del Athletic. El primero tenía mucha calidad. Y luego vino el equipo campeón, del que fui capitán.

- ¿Tuvo alguna ocasión para irse y fichar por otro equipo? En su día se habló del Barcelona.

- Fue en la época de Beti Duñabeitia. Dijo, y tengo el recorte en casa, que si me vendía le quemaban la General. Entonces había el derecho de retención y, además, yo no me quería ir. Al final, ficharon a Alexanco.

- ¿Cómo fue la temporada de la primera Liga? ¿Cuándo pensaron que el título estaba al alcance?

- Tan importante como nuestro trabajo en el campo fue el trabajo psicológico de Clemente. No permitía que nos lo creyéramos. Pasada media Liga, ya vimos que podía ser, aunque fuera muy difícil. Pero no nos lo creímos hasta el final. Y tampoco del todo. La noche en que fuimos campeones vimos juntos los resúmenes de los partidos y, en el famoso remate de Santillana contra el lateral de la red de la portería del Valencia, nos dimos un susto, como si el Madrid todavía pudiera empatar.

- ¿Le sorprendió Javier Clemente? Era casi de la edad de los futbolistas y sólo había entrenado al Basconia. Nadie podía esperar que hiciera algo tan grande.

- Me sorprendió el aplomo que tenía. Supo hacer un buen grupo. Fue listo en el sentido de hacerse amigo de los jugadores.

- Y al año siguiente, no sólo la Liga. También la Copa, el doblete.

- Estuve varios meses lesionado, pero luego ayudé en lo que pude. El éxito del primer año nos dio confianza. Éramos un equipo modesto, en el sentido de no creernos nunca que íbamos a ganar de calle.

- ¿Cómo vivió su retirada?

- Mal. Tan mal como ahora la retirada del club. Tenía casi 36 años, pero me sentía con fuerza para seguir, aunque lógicamente no era así.

- ¿Quién se lo dijo?

- Javi Clemente. Todavía hoy me toma el pelo con eso.

- Después del que tuvo Txetxu Rojo, seguramente su partido de homenaje fue el más bonito que ha habido en San Mamés.

- No vino una selección, que no se podía, pero sí un combinado del fútbol español, Juanito, Santillana&hellip 35.000 personas en la grada, y mis hijos y yo en el césped.

- Ya en el tiempo de la lesión se vio que llevaría usted muy mal dejar el fútbol.

- Venía a verme a casa Miguel Gutiérrez. Había momentos en que me faltaba el aire, me ahogaba. Era la ansiedad. Miguel es una de esas personas que igual la gente no sabe lo mucho que han hecho por el Athletic. Se levantaba a las seis, me venía a buscar, me llevaba a la piscina del Deportivo, me ponía unas aletas especiales y estábamos hasta las nueve y media. Luego íbamos a Lezama. Al salir de Lezama, me cogía otra vez. Y por la tarde, otras dos horas en su consulta. Y todo eso, gratis.

- ¿Nunca se planteó entrenar?

- Había visto muchos líos con los entrenadores. Me propusieron ser asesor deportivo y estuve con Arrate, con Lamikiz, también fui directivo. He estado siempre vinculado al club, pero en otras funciones.

- Ahora ya no está, y da la impresión de que lo lleva con amargura.

-Me echaron hace dos años y me sentó muy mal la forma en que lo hicieron. El presidente no me trató como debía. Estaba en su derecho de echarme, pero hay que pensar el modo de hacerlo con una persona que lleva en el club cuarenta años. No me miró a la cara, me dijo que me tenía que ir y cuando le pregunté las razones dio un puñetazo sobre la mesa. Mucho tiempo después nos vimos una vez, nos dimos la mano y dijo que tendríamos que hablar. Hasta hoy. En unas declaraciones habló de que yo no debería quejarme del trato recibido en el Athletic. Yo del Athletic no puedo hacer más que alabanzas, se lo debo todo, mi situación, mi forma de vida, los amigos que tengo, todo. Yo no me quejo para nada del Athletic sino del modo en que me echaron.

El uno a uno del gran capitán de la gabarra

- Háblenos de la gabarra.

- Fue una idea extraordinaria. Lo de la gabarra nos sonaba por lo de la canción, pero no se había hecho nunca. Fue un modo muy vistoso de subir a Bilbao y de que nos viese mucha gente. Recuerdo que en el Marítimo, al pasar del muelle a la gabarra, había un espacio muy fácil de saltar, pero Guisasola, que estaba saludando, no lo vio y se cayó. Había muchas estacas rotas clavadas en el fondo. Menos mal que no pasó nada. El viaje fue apoteósico. La ría estaba llena de embarcaciones que pasaban bajo el cable de acero que unía el remolcador con la gabarra, había traineras, bicicletas de agua... Y en las orillas no había un hueco, todo lleno con tres y cuatro filas de personas. Y en el Ayuntamiento, ¡qué era aquello!

- ¿Quiénes eran los líderes del equipo?

- No había líderes. En el vestuario del Athletic siempre se ha respetado la veteranía. En el campo yo era el capitán. Luego estaban Goiko, Zubizarreta... pero siempre fuimos un equipo muy democrático. Cuando se produjo el lío entre Sarabia y Clemente, los jugadores propusimos que el asunto se resolviera dentro del club y se quedaran los dos. A mí me tocó llevar la propuesta, y mi papel no fue bien entendido por todos en la directiva. Yo era el capitán, pero me limitaba a lo que decían los compañeros.

- Zubizarreta.

- El mejor portero que he tenido después de Iribar. Completísimo. Muy sobrio. Veía perfectamente el juego y sacaba muy bien con la mano.

- Urkiaga.

- Buen marcador, con buena subida, rápido. Quizá los centros no eran su fuerte, pero fue un excelente defensa.

- Goikoetxea y Liceranzu.

- La mejor pareja de centrales que he visto en mi carrera. Serios, contundentes. Fueron fundamentales en la consecución de los títulos porque además marcaban goles. Goiko me daba pases estupendos. Me la ponía a media altura, en el pecho. Ahí la ventaja la tenía yo, no el defensa. Rocky era una roca. Tenía un resoplido que amedrentaba al rival, una pisada que desgarraba el campo cuando arrancaba.

- Núñez y De la Fuente.

- Luis subía más porque tenía una zurda bonita y centraba bien. Núñez era más marcador. Tenía más raza, mientras que Luis era más elegante.

- Gallego, Sola, Urtubi y De Andrés.

- De Andrés era muy elegante, pero, sobre todo, un buen cortador. Sola era uno de los hombres de calidad, peloteaba muy bien, técnicamente era muy bueno. Gallego se pasaba los noventa minutos al cien por cien. Y con calidad. Quizá ninguno fuimos estrellas, pero todos teníamos un nivel alto. Urtubi era igual de trabajador, potente e inteligente, le pegaba muy bien con la zurda y conectaba muy bien con Argote.

- Argote.

- Uno de los tres o cuatro mejores extremos de la historia del Athletic. Y mejor persona que jugador. Todo el mundo le recuerda por la técnica con la que paraba el balón, por su velocidad y, sobre todo, por sus centros. Movía el tobillo de tal manera que en situaciones límite la sacaba con potencia y efecto, que es lo bueno, porque si metes la cabeza, el balón sale como un obús.

- Sarabia.

- Era todo técnica. Un artista. Quizá físicamente no era tan fuerte, pero hacía cosas que no hacía nadie.

- Noriega.

- El prototipo de delantero incombustible, peleón, luchador, que buscaba y rebuscaba siempre. Fue muy importante.

Aquellos días en La Martona

- ¿Cómo recuerda su paso por la selección?

- Fue una experiencia extraordinaria. Es lo más lejos a lo que se puede llegar profesionalmente y es un orgullo representar a tu gente, sea con la selección española o con la de Euskadi. Estuve en el Mundial de Argentina y el Europeo de Italia, con Kubala.

- Hay que hablar de Argentina, de La Martona. ¡Aquello sí que fue mundial!

- Para hacer una película. Perdí hasta la alianza matrimonial.

-¿A qué se debió todo aquello?

-La Federación envió a alguien para que viese un lugar de concentración y el tío no pasó de Buenos Aires. Le enseñaron unas fotos muy bonitas y contrató La Martona, que era una urbanización a 80 kilómetros de Buenos Aires. Mientras el resto de las selecciones se quedaron en el Sheraton, el Ritz y otros grandes hoteles, a nosotros nos llevaron a La Pampa.

-Bonito lugar.

- Alrededor de La Martona no había nada, un pueblecito a tres kilómetros, con seis casas. A mí me tocó con Arconada. Las habitaciones eran gigantescas, unos 'bungalows' enormes, hechos para el verano. El problema es que era puro invierno y hacía un frío tremendo. Dormíamos vestidos. Arconada tuvo que mover la cama para que no le diera el viento. El teléfono era una centralita, la del pueblo. Pedías una conferencia a la mañana y te avisaba el guarda por la noche. Estuvimos fuera de ambiente, muy desplazados. Cada vez que nos movíamos nos ponían unos dispositivos policiales terribles. Fue un desastre. Y a Quini y a mí no nos mataron de milagro.

- ¿Cómo?

- Hablando un día con los policías que nos vigilaban, Quini les dijo que era cazador, y uno de ellos nos prometió llevarnos a pegar unos tiros al día siguiente. El tío vino con una escopeta, de esas de percutor que se echaba para atrás, y una pistola. Salimos de La Martona con ellos y a dos kilómetros nos pusimos a disparar a un bote. Pim, pam. Pim, pam. Yo con la pistola. De repente, veo una nube de polvo a lo lejos. Allí viene alguien, les digo a los polis. Tranquilo, que está todo controlado, nos dicen. Y seguimos, pim, pam. Y lo que llega es un 'pick-up' a toda hostia con cuatro tíos con petos antibalas y dos conduciendo. Cruzan el vehículo, saltan los cuatro como los hombres de Harrelson y nos gritan que tiremos las armas al suelo. Yo tiro de inmediato la pistola y Quini tira la escopeta, con la suerte de que no se disparó. Porque una de esas de percutor se podía haber disparado sin ningún problema. Y si se dispara esos tipos nos acribillan. No veas cómo trataton a los dos polis hasta que se dieron cuenta de que eran compañeros. El problema fue que, en el cambio de guardia, se les olvidó avisar de que íbamos a pegar unos tiros.

- En lo futbolístico la cosa tampoco fue muy bien, aunque usted marcó un gol.

- Sí. Me quedé con ganas de jugar más, pero la Prensa tenía mucha influencia entonces, y apostaba por Juanito. Jugué en el debut contra Austria, pero ya no volví a jugar.

Resumen Jor. 9: Valencia - Athletic Club


viernes, 21 de octubre de 2011

Resumen Europa League: Athletic Club - Red Bull Salzburg


Humor rojiblanco

Pródigos de San Mamés

Artículo publicado por Jon Uriarte en el diario El Correo (13/10/11)

Julián López, Iñaki Urrutia y Alfredo Díaz ejercen de rojiblancos en plena Gran Vía madrileña (foto Jose Ramón Ladra)
Hay humor negro, blanco, verde, amarillo...y rojiblanco. Si no me creen, anoten estos nombres. Alfredo Díaz, Iñaki Urrutia y Julián López. Cómicos foráneos y del Athletic.

Alfredo es de los veteranos. Uno de los culpables del auge del 'Stand-up comedy' por estos lares. Guionista de TV, adapta obras de teatro y musicales. Llegó a soltar un monólogo en inglés, en el programa de Jay Lenno en California. Palabras mayores. Comenzó diciendo "soy el único inmigrante que ha logrado actuar aquí que no ha llegado a Estados Unidos nadando. Y podría, porque soy del Athletic".
Le dio igual que no lo entendieran. Sólo quería pronunciar el nombre de su club en aquel santuario del humor.

Nos caímos bien desde el principio. Pero cuando me dijo "en casa somos todos del Athletic" casi le doy un beso a tornillo. Echen cuentas. Su abuelo, su padre, él y sus mellizos. Cuatro generaciones. Madrileños y más gatos que Silvestre. Tendrían que ver a Zipi y Zape vestidos de rojiblancos. Cuando jugamos en el Bernabéu, acude al Fondo Norte con un carnet que le deja su amigo Flipy. Acostumbra a llevar la camiseta de Dani, por debajo. Que una cosa es ser fiel y otra, osado. Su primera zamarra fue la de Iribar. Alfredo tiene claro que el Athletic siempre te da alegrías. "Estando junto a sus taquillas, recibí una llamada del Banco diciéndome que me concedían un crédito. ¡A ver si hacen eso Barça o Madrid!". Con 12 años, marcó un gol olímpico y le ficharon. Al día siguiente fue vestido del Athletic. Solo ante el portero, empotró el balón en una gasolinera cercana. Dejó el fútbol, pero guardó la camiseta.

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"¡Javi Martínez me contestó un tweet!", proclama con orgullo, Iñaki Urrutia. Copresentador de 'No le digas a mamá que trabajo en la tele'. Que no les engañen el nombre y el apellido. Nació en Barcelona, en 1977. Padre de Berango y madre de Zaragoza. Fue el año que eliminamos al Barça en cuartos de final de la UEFA. Quieras que no, eso marca. "Me dieron tanta caña de niño por ser del Athletic que reafirmaron mis colores". Recuerda con cariño un mítico Athletic - Osasuna. "Empate a dos. Digo que fue mítico, porque estaba yo", comenta, entre carcajadas, mientras se pone su vieja camiseta. Le está prieta, pero lleva solera. "También estuve viendo un Euskadi - Lituania. 'La Catedral' es única".

Entre sus imborrables momentos rojiblancos guarda una entrevista que le hizo a 'Zubi' y el día que asaltó, micro en mano, a Caparros. Pero lo mejor es lo de su hermano. No sólo es de la Real, sino que se hizo una foto con Arconada que preside el salón familiar. "Lo alucinante es que se llama...¡Josu Urrutia!". Su abuelo asegura que son parientes del presidente. Iñaki no tiene fotos. "Pero una vez le di la mano a Iribar y eso vale por un álbum".

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A Julián le brillan los ojos cuando habla de su equipo. "Todos los días entro en 'Canal Athletic' y lo devoro todo". El alter ego de 'Juancarlitros' y otros personajes de la pequeña y gran pantalla nació en El Provencio (Cuenca), en 1978. Su abuelo, su padre y un tio abuelo eran del Athletic. Y el siguió la senda. De niño, le hablaban de los Zarra, Carmelo, del Chopo..."Si tengo un hijo intentaré inculcarle nuestros colores", proclama convencido. Jamás olvidará el día que acudió a San Mamés con sus padres. "Un partidazo. Jugamos contra el Villarreal y ganamos 3-2". Desde entonces, también su madre es seguidora. "La Catedral engancha". Cuando le regalaron la primera equipación, se la puso, se peinó y le sacaron una foto. Sigue pegado en la nevera de casa.

Ya no podrá cumplir el sueño de llevar al abuelo a conocer San Mamés. Cuando lo hizo por primera vez Julián, no había partido. Actuaba en Pamplona y en Donostia junto a Don Mauro, cómico y amigo merengue. Viendo su ilusión, éste le acompañó a Bilbao y realizaron una visita guiada. Se sentó enla grada, miró al césped y llamó a su padre. "Fue historico. Como si uno de la familia hubiese pisado la Luna". No me cuenta de qué hablaron. Pero reconoce que las lágrimas asomaron a ambos lados del teléfono.

Madrid, Barcelona y Cuenca. Tres tierras, tres hombres y un destino. El Athletic. Emocionaba conversar con ellos en Madrid. Porque usted o yo, somos de Bilbao, Bizkaia o Euskadi. Para nosotros, el Athletic, siempre está ahí. Es algo innato. Para ellos es más dificil. Hay mucho diablo con el rabo cargado de trofeos. Y aun así, permanecen fieles. Será por aquello de que somos 'un caso único en el mundo'. O porque la vida es pura comedia y el fútbol un chiste de 90 minutos. Siempre creí que merecíamos un monólogo. Tenemos un punto. Casi siempre, de locura. Sobre todo ahora. Por lo de Don Marcelo. Por eso les propuse que hicieran tres. Uno por cabeza. Tres monólogos del Athletic. Y que los llevaran por el mundo. A veces, el mejor retrato está en la caricatura. Serán trazos sueltos, pero llevan verdad. Dijeron que sí. Y merecerán la pena. Porque, como dijo Chesterton, "divertido no es lo contrario de serio, sino de aburrido". Y el Athletic nunca aburre. Quizá, a veces, lo haga su juego. Pero si algo tengo claro, es que hay una cosa que jamás nos aburrirá: Su afición. Esa, háganme caso, siempre sorprende.

jueves, 20 de octubre de 2011

Cromos del Athletic Club (Temp. 1964-65)

Ha caido en mis manos el álbum de cromos que gaseosa 'La Casera' editó en la temporada 1964-65 y aquí os dejo la plantilla del Athletic Club.

Plantilla del Athletic Club Temporada 1964-65

miércoles, 19 de octubre de 2011

Los Inolvidables: Koldo Aguirre

Los periodistas Jon Agiriano y Miguel González San Martín han reunido bajo el titulo 'Los Inolvidables' un conjunto de entrevistas a jugadores historicos del Athletic Club.

«Jugando era feliz»

«En la final contra el Betis metí demasiada presión a los jugadores. ¡Tenía tantas ganas de ganar!»



5 de febrero de 2011

JON AGIRIANO MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN

Cuando Koldo Aguirre era futbolista, todavía no había nacido la palabra que mejor le definía: jugón. El centrocampista de Sondika, al que en sus buenos tiempos, a principios de los sesenta, conocían en San Mamés como 'el fielato' porque todo el buen fútbol del Athletic pasaba obligatoriamente por sus botas, siempre disfrutó con el balón, ya fuera moviéndolo en corto, en largo o disparando a portería. De la misma manera que otros lo veían como un objeto sospechoso, él nunca dejó de considerarlo su mejor aliado. Así se explica que, antes de los partidos, incluso de partidos históricos como la final de Copa de 1958, en el Bernabéu, ante el Real Madrid campeón de Europa, nunca se sintiera presionado o agobiado, sino expectante y feliz ante la inminencia del juego. «Yo todo eso que dicen de la presión del jugador no lo he sentido nunca. Yo jugando era feliz», dice, caminando por la ribera de la ría, en Deusto, frente al palacio Euskalduna.

A sus 71 años, Koldo Aguirre ejerce de embajador del Athletic ante las peñas, donde es recibido y agasajado como lo que fue, uno de los hombres que han escrito la historia del club: jugador durante doce temporadas, entre 1957 y 1969; entrenador del inolvidable equipo que fue finalista de la UEFA y de la Copa del Rey en 1977; y coordinador de Lezama entre 1990 y 1994. Hablamos, pues, de alguien que lo ha sido todo en el Athletic. En casos como el suyo, no sólo estaría justificada la nostalgia de los viejos tiempos, sino incluso una sublimación exagerada de los buenos recuerdos. Con Koldo Aguirre, sin embargo, sucede todo lo contrario. Una de las mejores razones para charlar con él de fútbol es, precisamente, la forma que tiene de enfrentarse a la memoria. No se trata de descreimiento -sigue amando el fútbol hasta el punto de que todavía es capaz de verse cuatro partidos una tarde de sábado-, ni tampoco de falsa modestia -no le falta el orgullo de los buenos jugones que, además, dominaron la suerte del gol-, sino de una especie de lucidez irónica que quizá le venga de su padre, del que nunca, ni siquiera cuando llegó a internacional, escuchó un elogio y sí, en cambio, bastantes comentarios mordaces.

- ¿Dónde comenzó a jugar?

- En la carretera general. Entonces pasaba un coche al mes, así que no había problema. En el pueblo había dos equipos: el de la herrería, que era el mío, y el de la estación. El primer torneo que jugué fue el de Acción Católica, con el Sondika. Jugué dos años ese torneo y un día me llamaron del Getxo para hacer una prueba en Gobelas. Recuerdo que me dieron a elegir botas o zapatillas, y yo elegí zapatillas porque no me había puesto unas botas en la vida. Jugué un tiempo, me dijeron que ya me podía ir a duchar y me preguntaron si quería fichar.

- Y les dijo que sí.

- Sí. Entonces no había ni intermediarios ni nada. ¡Por no haber, no había ni padres, ja, ja! Recuerdo que, cuando fui a casa y dije que había fichado por el Getxo, mi padre se sorprendió. '¿Cómo que has fichado?' '¿Sin decirme nada?'

- Al menos, su padre le acompañaría cuando fichó por el Athletic.

- Tampoco. Le dije que iba a fichar y me preguntó si tenía que ir conmigo a Bertendona. Le dije que me daba igual porque yo tenía tanta ilusión que iba a firmar lo que me pusieran. Fui con Viguera, un directivo del Getxo.

- ¿Recuerda qué contrato firmó?

- Entonces había una ficha estándar por cinco años. Los dos primeros cobrabas 70.000 pesetas al año, más un sueldo creo que de 5.000, no estoy seguro. Luego, si pasabas la criba de los dos años, te fichaban por otros tres más a 125.000. Yo tuve suerte porque me subieron la ficha después del primer año.

Mareos y biodramina

- Fichó con 17 años. Aparte de jugar al fútbol, ¿estudiaba o trabajaba en algo?

- Estudiaba cultura general en una academia y solía trabajar con un tío mío, que era fontanero. Pero tampoco es que me matase.

- ¿No llegó a trabajar en la herrería familiar?

- No. Nunca.

- Usted ficha por un gran Athletic, por un equipo que venía de hacer doblete la temporada anterior. ¿Le costó adaptarse?

- No. Mi adaptación fue cómoda porque entraba en un equipo hecho que había sido campeón de Liga y Copa. El Athletic, además, es diferente en esto. La gente te admitía sin ningún problema. Entrabas y parecía que llevases allí toda la vida. Eso no significaba que no hubiese clases, ja, ja... Yo me mareaba mucho en el autobús y solía salir rápido para poder montarme el primero, pero según llegaban los veteranos me iban mandando para atrás. Venía Piru y me decía: '¿Tú qué haces aquí?'. 'Es que me mareo'. 'Nada. Para atrás'. Hice algunos viajes horrorosos, hasta que empecé a tomar biodraminas y me quedaba medio dormido.

- Cuando hablábamos de adaptación nos referíamos también al aspecto puramente deportivo. Entrar en un equipo como aquel entrañaba una gran dificultad. El nivel de exigencia era muy alto.

- En lo deportivo tampoco tuve problemas. Enseguida se dieron cuenta de que a mí no me hacía falta mucha ayuda. Sustituí a Markaida y encajé muy bien. Tengo un recuerdo muy bueno de José Luis Artetxe. Hacíamos el ala. Empezaron a decir que éramos los únicos que hacíamos el uno-dos, el toque-desmarque y salida.

- Vamos, que no se puso nervioso por jugar con esos grandes futbolistas.

- Yo no he estado nervioso por jugar nunca. Por no jugar algunas veces, pero por jugar nunca. A mí jugar me encantaba.

- Eso es algo típico de los futbolistas de clase, de los que disfrutan con el balón. Los que sufren con él sí que llegan a pasarlo mal.

- Yo no he entendido nunca eso de la presión por jugar. Me lo tomo a cachondeo. ¡Qué presión ni qué leches! Cuando me silbaban, yo me crecía.

- ¿Cómo era el equipo de los once aldeanos?

- Era un gran equipo, con futbolistas extraordinarios como Garay, Maguregui, Artetxe o Gainza. Qué vamos a decir de Piru. Con 36 años todavía se iba de cualquiera en el uno contra uno, centraba, marcaba goles... Carmelo era muy bueno. El Chopo ha sido para mí el mejor del mundo, pero Carmelo era un gran portero. Orue y Canito eran defensas muy serios, y Mauri trabajaba mucho y se compenetraba muy bien con Maguregui. Markaida era un gran rematador. Yo les veía entrar a Markaida y a Uriarte de cabeza y me parecía que estaban locos. Uribe era un futbolista muy fino. Y el Chato (Arieta) daba miedo a los centrales. Tenía una fuerza y una casta impresionantes. Santamaría temblaba cuando tenía que jugar contra él. Pero lo mejor del equipo era otra cosa.

- ¿Cuál?

- Que todos éramos amigos. Aquello era otra historia. Otra forma de vivir el fútbol. Entrenábamos en San Mamés y luego íbamos a 'Los leones' a tomar un blanco o una cerveza y una banderilla. Pagábamos a escote y siempre salía ganando Mauri porque comía 40 banderillas y se tomaba 5 cervezas, y pagaba igual que todos. Y luego estaban los viajes. Nosotros salíamos el viernes y volvíamos el lunes a la noche. Imagínate el tiempo que teníamos para convivir. Y la amistad se nota mucho en un campo de fútbol.

Contra Di Stéfano

- No pudo debutar con mejor pie. Sólo llevaba jugados 8 partidos y pudo tomar parte en la final de Copa de 1958, uno de los grandes hitos de la historia del Athletic.

- Sí. Tuve esa suerte. Estuve a punto de debutar la temporada anterior, pero como no había cumplido los 18 años no me dejaron. Debuté contra el Zaragoza en la temporada 1957-58 y sí, mi noveno partido fue la final.

- Los días previos a aquel partido fueron muy movidos a cuenta de la designación del campo. ¿Estaban ustedes al tanto de lo que se cocía en los despachos?

- Estábamos al día completamente. Guzmán, el presidente de entonces, era un hombre muy carismático y familiar. Hablaba mucho con nosotros y fue el que nos dijo que la Federación quería que jugásemos en el Metropolitano, el campo del Atlético de Madrid. '¿Qué os parece?', nos preguntó. Y le dijimos que se quedaba pequeño para nuestra afición y que, si íbamos a ganarle al Madrid, mejor ganarle en su campo.

- Les ilusionaba el desafío ante los campeones de Europa.

- Claro. Además, estábamos convencidos de que les íbamos a ganar.

- ¿Y de dónde surgía ese convencimiento? En la Liga habían quedado sextos, muy lejos de un Real Madrid que, además, era campeón de Europa.

- Sí, es verdad. En la Liga habíamos estado regularcillos, pero teníamos confianza porque contra el Madrid solíamos jugar bien. En Madrid hacíamos buenos partidos y la gente nos trataba muy bien, no como ahora, que nuestros peñistas no pueden ni ir al Bernabéu.

- ¿Qué recuerda del partido?

- Recuerdo que yo estaba muy tranquilo, pero como era el jovencito del equipo, el presidente y los directivos pensaban que tenían que tranquilizarme y no paraban de entrar al vestuario para decirme que no estuviera nervioso. Y de tanto decírmelo me empezaron a poner nervioso. De hecho, tuve que decirle al míster que no les dejase entrar. Luego, al saltar al campo, lo que te impresiona es la afición del Athletic. Ves toda esa gente, todas esas banderas, y piensas que no les puedes defraudar. Piensas mucho más en ellos que en ti mismo.

- Al final, se proclamaron campeones con una cierta comodidad.

- Sí. El partido lo ganamos bastante fácil, la verdad. Metimos el primer gol pronto y luego manejamos bien el partido. Tan bien lo manejamos que, al final del partido, Di Stéfano tiró las botas y rompió un cuadro, del cabreo que se llevó.

- Le marcaron bien.

-Sí. Yo por delante y Etura por detrás. Recuerdo que Di Stéfano me viene en un momento del partido y me dice: 'Pibe, deja de marcarme, que tú juegas bien al fútbol'.

- ¿Cómo fue la celebración?

- Pues yo era el juguete de todos, el chavalito, y todo el mundo me felicitaba. Estábamos en el hotel Nacional, en Atocha. Disfruté como un enano.

- Aquella vez sí le acompañaría su padre.

- Estuvo en el hotel, sí, pero no pudo quedarse a la cena porque había venido en un camión con banco corrido y tenía que regresar a Bilbao. Pero me hizo ilusión que estuviera allí. Y eso que mi padre era un hombre de pocas palabras y muy exigente. Nunca me dijo que había jugado bien. A los jugadores nos daban entonces en San Mamés dos palcos en la esquinita y dos preferencias de pie en la tribuna Norte. Y mi padre nunca iba al palco. Prefería la Preferencia y allí escuchaba todo lo que decían de mí, que si era un cabrón, que si era un vago... Luego, volvía a casa y me decía que me habían puesto a parir.

- Hombre, alguna vez también le diría que le habían puesto bien.

- No, no. Era una cosa exagerada. Volvía contento de un partido después de haber marcado un par de goles, por ejemplo, y me decía que no había hecho nada. A veces, me hizo hasta llorar.

- ¿Cómo le influyó tener un padre con ese carácter?

- Creo que para bien. Siendo coordinador de Lezama traté con muchos padres. Casi todos eran muy buena gente, la verdad, pero algunos perjudicaban mucho a los críos porque les valoraban muy por encima de lo que eran. Ahora bien, ni tanto ni tan calvo. Mi padre se pasaba un poco.

La peor experiencia

- Otra persona muy importante en su vida fue su hermano Iñaki.

- Así es. Murió de leucemia cuando yo tenía 29 años. Era el pequeño. Había fichado por el Real Madrid y estaba empezando a jugar los partidos de entre semana. Creo que hubiese acabado jugando en el Madrid. Por entonces estaban de porteros Bentacourt y Araquistain. Soy muy amigos de los dos y siempre me dicen que Iñaki les hubiera quitado el puesto.

- ¿Cómo vivió su enfermedad y su muerte?

- Para mí fue un trauma tremendo. Yo a mi hermano le daba todo. Le compré el coche sabiendo que se iba a morir. Fue terrible. Cuando le hacían las transfusiones revivía y quería volver a jugar. El hematólogo me decía que no le dejase, que no podía, que si se pegaba un golpe podía ser muy peligroso. Tuvo que dejarlo. A mí aquel sufrimiento me quitó años de vida como futbolista.

- Cuando murió ya se había ido usted al Sabadell.

- Sí. Ronnie Allen quiso que siguiese, pero me fui al Sabadell para olvidarme del tema. Quería marcharme, estar apartado, sobre todo para no tener que estar mintiéndole a mi madre todos los días. Porque yo era el único que sabía la verdad.

- Uno de sus momentos más recordados como jugador fue la eliminatoria de UEFA de 1967 con el Liverpool, la del cara y cruz. ¿Le impresionó Anfield?

- No. Ellos fueron una afición exquisita, que no dejó de cantar y animar. Los que me impresionaron fueron los jugadores del Liverpool, que no nos dejaron pasar del centro del campo. Bueno, pasamos una vez y marcó Argoitia. El Chopo estuvo fenomenal. Hicimos lo que pudimos y aguantamos hasta el final de la prórroga.

- ¿Cómo fue lo de la moneda?

- Dicen que tuve mucha suerte, pero no es verdad porque yo no pedí nada. Ellos pidieron todo. Había una moneda que era roja por un lado y azul por el otro. Como yo no sabía inglés, tuvo que venir don Javier Prado. El árbitro tiró la moneda y salió azul. Nosotros habíamos pedido rojo, así que pensé que ya la habíamos jodido. Pero no. La primera moneda se tiró para ver quién elegía color. Ellos eligieron el rojo porque vestían así y salió azul. Pegué un bote de alegría y salí corriendo.

- ¿Y cómo fue su famosa bronca con Piru y su apartamiento del equipo?

- Una bobada que no merece la pena recordar. Fue un tema desagradable para mí. Fue por defender a Fidel Uriarte. ..

- Mejor recordar sus cuatro goles a Carmelo, en un partido contra el Espanyol.

- Sí, ja, ja. Lo mejor fue que, al final del partido, fui a darle un beso a Andoni, que entonces era muy pequeñito. Estaba enfadado. Y me dijo: 'Tío, no te doy un beso, que le has metido cuatro goles a aita'.

«Creo que el Athletic no ha jugado nunca mejor que aquel año de la UEFA»

- Su carrera comienza con un éxito tremendo y termina con otro, la Copa de 1969. Entre medio, sin embargo, se vivieron años grises de transición.

- Sí. Fuera de casa era mejor ni vernos. Éramos un desastre. Menos mal que no había televisión, ja, ja.

- ¿Llegó a sentirse frustrado?

- Nunca. Yo sabía que estaba en un equipo en el que había transiciones y que me había tocado una de ellas. Y tenía que asumirlo. Hombre, alguna vez te cansabas. Una vez me pusieron una multa porque, después de un pelotazo que pretendía pasar por un centro, y que me pasó por encima, hice el gesto de que le disparaba al balón con una escopeta. ¡Plato!

- Ahora se hincharía a disparar.

- Ja, ja. Yo, de todas formas, era feliz en el Athletic. El Real Madrid, de hecho, me quiso fichar un par de veces, pero nunca pensé en irme. Eso sí, me venía muy bien que el Madrid se interesase por mí porque cada vez que lo hacía me subían la ficha un 10%, ja, ja.

-El equipo se renovó casi por completo y a usted le tocó el papel de veterano. ¿Ejerció de ello?

- Sí. Yo siempre fui muy paternal con los que iban entrando en el equipo. Les acogía con cariño y les transmitía los consejos que yo había recibido. Esta última obligación para mí era fundamental. Por eso siempre he tenido muy buenos amigos en el equipo.

- Habla de consejos. ¿Qué consejos?

- Los que antes me habían dado a mí. Que jugar en el Athletic es un privilegio, que esta camiseta te obliga a defender unos valores y que tienes que darlo todo para corresponder a la afición.

-¿Le costó dejar el fútbol?

-No me dio tiempo a pensar porque seguido me casé. Vine de Sabadell, me casé y empecé a entrenar al Erandio, luego al Villosa, al Alavés en Tercera División... Hasta que entré en Lezama a entrenar a chavalitos.

-¿Tenía vocación?

- Sí. Ya de jugador era medio entrenador por mi forma de ver el fútbol.

- Tenemos entendido, sin embargo, que su mujer se sorprendió cuando le ofrecieron entrenar al Athletic.

- Sí, ja, ja. Cuando le dije que iba a firmar me preguntó si iba a entrenar al equipo yo solo. No confiaba mucho, la verdad.

- ¿Se sintió muy responsabilizado al coger al equipo?

- No. La verdad es que tenía mucha seguridad en mí mismo. Sabía que lo podía hacer bien. Había buenos futbolistas y vino otro, Churruca, que redondeó el equipo. Le dio empaque. Me costó convencer a Eguidazu, porque eran 50 millones, pero lo amortizamos en un año.

-En el fútbol valen los títulos, pero también los buenos recuerdos. Su Athletic no ganó la UEFA, pero ha quedado en la memoria de todos los aficionados.

- Me lo dice mucha gente y creo que es verdad. Fue un gran equipo que jugó muy bien al fútbol. Creo que el Athletic nunca ha jugado mejor que aquel año.

- No estaría mal que aquel fútbol fuese el modelo que intente aplicarse en el Athletic, del primer equipo al último de Lezama. Que esa sea la aspiración.

- Es difícil. De hecho, yo no he visto nunca jugar al Athletic así.

- Usted tenía muy claro el estilo de juego.

- Como siempre me gustó jugar bien, siempre entrené para que mis equipos jugaran bien. Del Athletic fui al Hércules. Estuve tres años y me fichó el Valencia por cómo jugaba aquel Hércules. Y eso que éramos un equipo mediocre y para salvarnos tuvimos que hacer virguerías. La intención de jugar bien la tuve desde el principio. El Villosa jugaba de maravilla. Aquí le metimos cinco al Bilbao Athletic.

Cuatro momentos estelares

- Se hace obligatorio recordar algunos de los grandes momentos que vivió en los banquillos. El penalti de Madariaga en San Siro, por ejemplo.

- Veníamos de perder en Atotxa por 5-0. Llegamos a Milán e hicimos una primera parte bastante buena. Llegamos al descanso 0-0 y con el 4-1 de la ida todo parecía solucionado. Pero llegó el desastre. Se pusieron 3-0, lo que nos dejaba eliminados. Y a falta de cinco minutos para el final le hicieron el penalti a Rojo. Yo estaba blanco. Guillermo Perdiguero me dijo después que nunca me había visto tan jodido. Y era verdad. Recuerdo que Dani, que estaba en el banquillo, se ofreció a tirar el penalti y le dije que no, que si le sacaba y fallaba nos mandaban a los dos a Siberia. Lo tiró Madariaga.

- ¡Y con la izquierda!

- Nos asustamos un poco, pero la verdad es que le pegó una buena castaña por la escuadra.

- ¿Qué recuerda de la final de la UEFA?

- Cuando nos metieron el 0-1 pensé que la cosa estaba muy jodida. Los italianos son muy tramposos y saben perder el tiempo muy bien. Y el árbitro, Linemayer, pitaba su último partido. Estaba comprado, seguro. Estoy convencido. Años después me encontré con él. Yo había ido con mi mujer y mis hijas a celebrar mi cumpleaños en el 'Rogelio' y, de repente, veo a Linemayer en un reservado. Estaba con Manolo Morán y con el presidente del Colegio de Árbitros. A este le tengo que decir algo, pienso. Se lo digo a mi mujer y me dice que estoy loco. Voy, me lo presenta Manolo Morán y le digo que había entrado para decirle que era un carota y que nos robó el partido. Morán se quería meter debajo de la mesa. Me desahogué bien. La verdad es que nos jodió. Dejó sin pitar un penalti clarísimo a Churruca y nos rompió el ritmo todo el partido.

- Peor fue la final contra el Betis.

- Fue distinto, sí. Yo cuando llegamos a los penaltis sabía que íbamos a perder. Se lo dije a Rafa (Iriondo). Con el culo que tú tienes, ganas seguro, le dije. Y así fue. Dani, que no fallaba nunca, tuvo que fallar allí. De todas formas, siempre he pensado que mucha culpa la tuve yo. Creo que les metí demasiada presión a los jugadores. ¡Tenía tantas ganas de ganar! Les jodí vivos. Porque la verdad es que ese día no jugamos bien.

- Su gran éxito, curiosamente, llegó de forma indirecta: salvando al Valencia tras ganar al Madrid dio el título de Liga al Athletic.

- Es verdad. En el Valencia nos jugábamos la vida y necesitábamos ganar, pero Manolo Mestre, que sabía cómo era yo, me iba dando los resultados del Athletic en Las Palmas. Los últimos minutos fueron tremendos. El famoso remate de cabeza de Santillana al lateral de la red no lo vi porque estaba rodeado de fotógrafos. Al acabar me llevaron a hombros hasta el hotel. Luego fui con mis amigos de Bilbao al restaurante de uno de mi pueblo. Empezamos las canturriadas y, de repente, entró el presidente del Valencia. Me preguntó por quién cantaba y le dije que primero por el Athletic y luego por el Valencia.

domingo, 16 de octubre de 2011

El Athletic Club y la publicidad

No solo cuatro privilegiados engominados y con cuerpos esculturales tienen derecho a salir en campañas publicitarias, nuestros chicos también sirven para vender cosas y lo hacen incluso con más gracia (fijarse en la cara de Muniain).

viernes, 14 de octubre de 2011

Poster oficial temporada 2011-12

Poster oficial del Athletic Club (Temporada 2011-12)
Para todo aquel que quiera descargarlo solo tiene que seguir el siguiente enlace que le llevará a la página oficial del Athletic Club:

**ENLACE**

Fuente: www.athletic-club.net

jueves, 13 de octubre de 2011

Jesús Garay (II)

Las excelentes cualidades del nuevo defensa central del Athletic llamaron pronto la atención de los entendidos. Era más que previsible una llamada del seleccionador nacional.
Su debut como jugador internacional tuvo lugar en marzo de 1953. Lo hizo ante el combinado belga en el viejo campo de Las Corts. Así, totalizó treinta encuentros entre amistosos y los de carácter oficial.
Participó, ya bien rebasada la treintena, en el Campeonato Mundial de Fútbol celebrado en Chile durante el verano de 1962. Formaría parte de ese modo de la que, al menos sobre el papel de la teoría, era la mejor selección española de todos los tiempos. Ahí estaban nombres tan sonoros como Kubala y Di Stéfano, casi nada.
No obstante, la actuación de la selección de España (a pesar de contar con la ayuda de esas dos figuras ya nacionalizadas) resultó de lo más decepcionante que pueda uno imaginarse. Todas las ilusiones forjadas alrededor del "superequipo" se derrumbaron cual castillo de naipes.

Jesús Garay con la camiseta del F.C. Barcelona
El Athletic siempre había tenido por norma no traspasar a ningún jugador que se hallara en la cúspide de su carrera deportiva. Pero había que sanear la economía rojiblanca, y afrontar obras de importancia capital en la llamada "Catedral" del fútbol español.
Fue ante la temporada 1960-61 cuando Javier Prado Urquijo (presidente de los "leones") acordó un historico traspaso con los tenaces directivos del F.C. Barcelona. Así se iría para siempre del Athletic como jugador su extraordinario defensa central, tras tres años y medio de arduas negociaciones. El montante quedó cifrado en cinco millones y medio de pesetas (33000€), muy importante para la época.
En esa llamativa operación, que en sí dividió a la afición rojiblanca, entró también Gonzalo Díaz Beitia. El propio Garay aclaró al respecto:
- Yo no quería marcharme de ninguna manera. Estaba proyectando poner una tienda de deportes, estaba en casa, pero... Las gestiones las llevó mi hermano José. En lo económico salí ganando mucho. En el Athletic estaba por 225.000 (1650€) pesetas al año. El Barça me ofreció un millón (6000€) por temporada. Creo que le pedia al Athletic un contrato por cinco temporadas a 350000 (2142€). No aceptaron y me marché.
Durante 1957 se había levantado en San Mamés la nueva tribuna de Fondo Sur, la cual se iría amortizando poco a poco, siempre en la medida en que era finalizada la principal, la del espectacular arco que (desde marzo de 1953) define mejor que nada al estadio del Athletic.
El traspaso del gran defensa al Barça supuso una buena inyección económica, y de esta forma se pudo levantar en 1961-62 la tribuna del Fondo Norte. Los buenos aficionados de la época recordarán que durante años sería denominada "La Tribuna de Garay".

Tribuna Norte de San Mamés o popularmente conocida como Tribuna de Garay
El regreso a "La Catedral" con otra camiseta, tuvo para Jesús Garay una especial relevancia: - La primera vez que volví a San Mamés sentí una emoción tremenda, un no se qué; pero era un profesional que tenía que cumplir.

En 1966 y tras una temporada en el Málaga se retiró como deportista de élite.
Dejó atrás un imborrable recuerdo de majestuoso jugador, de categoría contrastada, siempre elegante. Con el inexorable declinar físico que marcan los años, Jesús Garay se enfrentaría a un nuevo reto que "solo" exigía experiencia y saber estar, como técnico y ojeador del Athletic. A principios de los años 90 confesaria con su habitual franqueza:
- Ahora me tengo que cuidar y voy poco a poco a San Mamés porque sufro mucho de verdad, pero "me hincho" de ver fútbol a pesar de ir poco a San Mamés. Veo a los chavales, alevines, juveniles y hasta partidos de Regional.
Finalmente, cabe destacar su autorizada opinión técnica acerca de excompañeros, antiguos rivales y jugadores posteriores, gente que ha estado en boca de todos los aficionados al balompié:
-Hombre, siempre te queda la impresión de los que a uno le parecieron fenómenos. Como Maguregui, "Piru" Gainza, Panizo... ¡Tantos del Athletic! Y luego Di Stéfano, Kubala, y aquel holandés, Wilkes, que fue un jugador sensacional, o Cruyff que para mí ha sido mejor que Maradona. Cruyff era potente y tenía aquel cambio de ritmo. A mí Maradona me ha parecido un gran jugador, pero físicamente pobre.

Jesús Garay falleció un mes después que su compañero "Piru", el 10 de febrero de 1995, en Bilbao, por culpa de una afección cardíaca. Tenia 64 años de edad.

(Fuente: Crónica del Athletic de Bilbao 1994 - 1995)

jueves, 6 de octubre de 2011

Jesús Garay (I)

Uno de los jugadores más elegantes en la historia rojiblanca

Jesús Garay Vecino vino a este mundo el 10 de septiembre de 1930, en el bilbaíno barrio de Begoña. Daría sus primeras patadas a un balón en La Campa del Muerto (o Campa Basarrate) en el no menos bilbaíno barrio de Santutxu.
Después, lo hizo más en serio en los equipos colegiales del Patronato y del Berriotxoa, en el puesto de extremo izquierdo.

Tras su primera campaña como federado, a los 16 años, su vida deportiva dió un vuelco que él mismo recordó a principios de los 90: -Me fichó el Begoña por dos temporadas, pero en la segunda me llamó ya el Athletic por mediación de los directivos Eguiluz y Darío Zavala. Me dieron mil pesetas (7€) de ficha y otras 250 (1,83€) de sueldo al mes. Era la campaña 1948-49.

Jesús Garay
Pero la entrada en el Club de los "leones" era todavía un sueño demasiado grande para aquel chaval zurdo que ya apuntaba muy buenas maneras. El Athletic estaba entonces plagado de figuras, con todos los puestos bien cubiertos. Según recordó nuestro protagonista: - Me cedieron al Erandio para la temporada 49-50. Jugué de medio. Estabamos allí Laskibar, Ojinaga, Garate II... Pero antes de terminar me reclamó también Josechu Iraragorri.

La diosa fortuna se alió con el joven begoñés, pues el Athletic se encontraba acuciado por una mala racha de lesiones. Poco después - recordaba Garay con cierto grado de nostalgia -, 1950-51, empiezo a entrar en las alineaciones como titular con Nando. Después de Iraragorri vino Antonio Barrios. Habiamos ganado la Copa del 50 al Valladolid, aquel 4-1 de Zarra, pero yo no jugué esa Final. Sí, Barrios empezó a renovar el equipo, no tenía más remedio.

Su presentación ante la parroquia de San Mamés se produjo el 8 de octubre de 1950, frente al Celta de Vigo, con veinte años recién cumplidos. Fue un día inolvidable para todos los seguidores rojiblancos, en un partido con ¡trece goles!, pues el Athletic ganó 9-4. Era el inicio de una magnifica carrera futbolistica para Jesús Garay, con diez temporadas completas como "león". En ese tiempo, lograría dentro de la Liga un total de siete tantos.

Garay se había presentado en el Athletic como un comodín de lujo. Sus inicios fueron en la posición de medio volante, pero actuó en varios puestos más ante su extraordinaria versatilidad y sentido de juego. Así, llegaría a jugar en prácticamente todos los puestos con la lógica excepción del de guardameta.
Mientras servía como suplente circunstancial a compañeros veteranos ya consagrados, Jesús Garay encontró por fin su habitat natural sobre el césped, en el centro de la defensa; de esa forma pudo desplegar lo mejor de sus virtudes balompédicas.

Destacó muy pronto por su exquisita elegancia, lejos del fútbol aguerrido que hasta entonces había transmitido fuertes emociones en el estadio de San Mamés. Por ello se ganaría enseguida la condición de insustituible en el inconsciente de las gradas.
Era un defensa central capaz de asombrar por la técnica y la limpieza con que luchaba en cada esférico. En ocasiones, hasta daba la falsa impresión de que deseaba ofrecer ventaja al contrario, para acto seguido arrebatarle con pasmosa facilidad el balón en una excelente exhibición de facultades.

Jesús Garay en acción
En las filas de los "leones" Garay ganó tres títulos de Copa participando en el juego como titular indiscutible: 1955, 1956 y 1958. También se apuntó la Liga de 1956.
Empezó junto a veteranos tan valiosos como Iriondo, Zarra, Panizo, Venancio, Gainza, etc, pero el Athletic se estaba renovando sin prisas cara a la nueva década con gente como Carmelo, Arieta, Orue, Artetxe y otros.

Jesús Garay rememoraba al gran equipo de los años 50 con estas palabras: -Éramos buenos compañeros, pero sobre todo amigos. La verdad es que en este aspecto habíamos cogido la onda de los anteriores jugadores del equipo. Ahora las cosas se han disparado y ahí están las deudas de los clubes.

Dejó una huella imborrable en todos los equipos por donde pasó, tanto de excelente jugador como de hombre de bien. Fue, todos los aseguran, un auténtico caballero, dentro y fuera de los terrenos de juego. Siempre guardó un excelente recuerdo de sus entrenadores cuando vestía los colores del Athletic:
-Iraragorri fue más un padre que un entrenador para mí. Te decía "esto se hace así" y lo hacía. De Antonio Barrios aprendí una cosa importante, una disciplina de profesional. Daucik lo tengo por un hombre conocedor de las cosas pequeñas del fútbol, que son importantes. Conocía la psicología del jugador de tal modo que te convencía. Con Daucik fuimos un gran equipo muy compensando en todas las líneas, durante unos años.

Le dejaría un magnífico sabor de boca la Final de Copa ganada en 1958 frente al potente R. Madrid, de la mano ya de Baltasar Albéniz como técnico, que había sustituido al llegado de Checoslovaquia. Así, Garay formó parte de un conjunto que practicaba un inolvidable fútbol ofensivo. Como él mismo señalaría un día: -Nosotros nos preparábamos para ganar, siempre para ganar.

(Fuente: Crónica del Athletic de Bilbao 1994 - 1995)

domingo, 2 de octubre de 2011

Los Inolvidables: Iñaki Sáez

Los periodistas Jon Agiriano y Miguel González San Martín han reunido bajo el titulo 'Los Inolvidables' un conjunto de entrevistas a jugadores historicos del Athletic Club.

«Lo mío siempre ha sido aprender y enseñar»

«Ganar la Copa de 1969 cambió a nuestra generación. Empezamos a creer de verdad en nosotros»



15 de enero de 2011

JON AGIRIANO MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN

Iñaki Sáez está muy moreno. Siempre lo fue, por eso le pusieron 'Jaburu' como nombre de guerra, el nombre de un futbolista del Oporto más que moreno que había jugado tiempo atrás en San Mamés. Sus compañeros del Athletic le llamaron 'Indio' en alguna época, seguramente por lo mismo, por el color de su piel. Podría haber hecho en el cine de un jeque árabe refinado y hospitalario. Ahora está aún más moreno, si cabe, porque toma el sol en Tenerife, donde estira el verano cuatro meses más cada año. Ha interrumpido esta vez esa costumbre para acompañar a su hija, que ha venido con él desde Canarias para dar a luz en Bilbao.

-«Para que pueda jugar en el Athletic si sale futbolista»-, dice como de broma. Sus interlocutores sonríen, pero saben que no es ninguna broma, sino una razón más, y de peso, para que el niño sea bilbaíno.

Sáez mantiene la mirada un buen rato mientras habla, una mirada de ojeador, como si quisiera estar pronto seguro de poder relajarse y hablar con tranquilidad. Le gusta hablar, da la impresión de que se ha pasado la vida intentando hacerse entender. Nació en el mismo Bilbao, en la plaza del Bombero Etxaniz, y vivió siempre frente al campo de Garellano. Su padre trabajaba de engrasador de camiones en el Garaje San Mamés, catorce horas al día, hasta las diez de la noche. De niño, Sáez jugaba al fútbol en las calles sin apenas coches, en los solares de Basurto, en Capuchinos, en el campito de La Misericordia, en la Campa de los Ingleses, en Zorrozaurre, incluso en La Peña. Veía los partidos de aquel Indautxu bueno del que recita la alineación, el de Ríos, Pereda, Jones... A él le gustaba Pereda. Ya entonces iba al campo a disfrutar pero también a aprender.

-«La verdad es que lo mío siempre ha sido aprender y enseñar»-, confiesa.

Su padre empezó a llevarle al fútbol. La primera vez, a ver al Barakaldo. Luego, con los amigos, se hizo un asiduo del 'triangulillo', el famoso rincón que separaba en San Mamés la antigua general de la tribuna Norte. Allí veía los partidos y tiraba del pantalón a los jugadores que iban a sacar el córner. A José Luis Artetxe, por ejemplo, cuyo puesto heredaría años después. Sáez fichó por los juveniles del San Vicente con 15 años. La prueba fue un partidillo dos contra dos, en las traseras de la iglesia del barrio. A renglón seguido, le pusieron a firmar y le dieron la camiseta. Tuvo que esforzarse para compaginar el fútbol con los estudios.

- Era usted un buen estudiante.

- Es verdad. Fui premio de honor del Ayuntamiento. Me lo entregó el alcalde, Joaquín de Zuazagoitia, y siempre estudié con beca de la Caja Municipal. La beca tenía de bueno que te obligaba a esforzarte para no perderla. Dos veces por semana, tomaba el tren en Olabeaga, me bajaba en Lutxana y luego iba caminando hasta Landabeko, donde se entrenaba el San Vicente. Jugué dos partidos con los mayores, todavía en edad juvenil, y enseguida me fichó el Barakaldo.

- Les llamaría la atención su velocidad. Fue siempre su gran arma.

- Sí. El fútbol depende en gran medida de las condiciones físicas de cada uno. Mi juego era tirar el balón para adelante y correr más que el rival. Hacía el uno contra uno desbordando por velocidad. El objetivo era llegar a la línea, centrar por delante del portero y confiar en que algún compañero anduviera listo al remate. Ahora se juega de otra manera. Si sólo tienes esa jugada te cierran enseguida. Hay que tener salidas por otros sitios, manejar las dos piernas, aprender otras cosas... Ahora los jugadores son mucho más completos que en nuestra época. Además de más técnicos, son más fuertes y rápidos, hacen pesas, van mucho al gimnasio...

- Y mucho más rápidos. La velocidad sigue siendo algo básico.

- Sí. Y no hablamos sólo de la velocidad corriendo. La clave del fútbol está en la velocidad de los gestos, lo mismo para controlar que para driblar, para frenarse en seco, para lo que sea. En esa velocidad está ya descontada la imaginación, la intuición, la inteligencia... A fin de cuentas, los gestos los ordena el cerebro.

- ¿Esos gestos pueden aprenderse?

- Claro. Mira, me acuerdo de una jugada que vi hacer a Gento III en un partido de selecciones regionales juveniles. Le pegó al balón, apenas un roce, con el exterior del pie. La pelota, como en los retrocesos del billar, salió hacia atrás, hacia el lugar que Gento ya buscaba, disparado, tras darse muy rápido la media vuelta. Estuve practicando mucho tiempo esa jugada, hasta dominarla.

- Usted centraba muy bien, con parábola.

- Sí, pero era una parábola que solía salirme rasa. No siempre la elevaba lo suficiente. Nunca centré como Txetxu, ja, ja.

- Sólo jugó un año en el Barakaldo, pero le cundió. Tuvo a Rafa Iriondo como entrenador.

- Iriondo me enseñó muchas cosas. Él había sido extremo derecha de los grandes. Quería enseñarme cuanto sabía, me daba todas las oportunidades. Tiraba las faltas. Me ponía un defensa en los entrenamientos y me enseñaba: sal por aquí, por allá... Me enseñó a golpear con el 'chanfle' (de rosca), a tirar los penaltis, las faltas por encima de la barrera. Me enseñó dos o tres jugadas que eran la base de mi repertorio junto con la velocidad. A correr y frenar. Yo fui su niño bonito.

Golpeos contra el muro

- ¿Cómo fue su fichaje por el Athletic?

- Un directivo del Athletic, Celaya, que era de esos directivos verdaderamente aficionados que veían mucho fútbol de regional y de juveniles, me vino a buscar. Entonces no había representantes ni historias. Fue a hablar al taller con mi padre y le dijo que estaban interesados en ficharme. Imagínate qué ilusión.

- Cuentan que se presentó en bici al primer entrenamiento de San Mamés.

- Sí, ja, ja. ¡Y con aquellas pinzas que se usaban para sujetar el pantalón! Ipiña me vio y me echó una bronca tremenda. Le debió de parecer muy poco serio.

- ¿Le imponía verse en el mismo equipo de futbolistas que hasta hacía bien poco eran sus ídolos?

- Un poco sí, evidentemente. Nunca me olvidaré de mi primera concentración. Estábamos en el hotel Carlton y a Fidel Uriarte y a mí, que éramos dos de los nuevos, nos tocó sentarnos en la mesa junto a Carmelo y a Canito. ¡Con lo que habían sido ellos! Nos pasamos la comida callados, escuchándoles... No nos atrevimos ni a probar el vino, por si nos decían algo.

- Su primer entrenador fue Ángel Zubieta, uno de los futbolistas del Athletic que se fue con el equipo de Euskadi durante la Guerra.

- Zubieta se interesó mucho por mí. Me enseñó a mejorar el golpeo, chutando con el exterior contra el murito de San Mamés después de los entrenamientos. Solía decirme que en el fútbol hay que hacer pases que se vean, que son los que se hacen con el interior, y otros que no se vean, con el exterior.

- ¿Cómo recuerda su debut?

- Tuve la suerte de que a Artetxe le pasaran al extremo izquierda y yo jugué en su puesto. Debuté un partido antes que Iribar, por eso fui luego capitán. Pronto llegaron Uriarte, Aranguren, Argoitia... El equipo llevaba cinco negativos y Zubieta cambió de golpe a cinco jugadores. Ganamos 1-2 en Córdoba y empezamos a tirar para arriba.

- Se refiere al Córdoba de Mingorance. Aquel equipo daba miedo.

- Eran duros, sí. Mingorance y Navarro. A mí me marcaba Navarro. Me dio una vez un buen pelotazo en la boca. Eran duros, sí.

- Comenzó su carrera como extremo, pero acabó triunfando como lateral. ¿Cómo fue ese paso?

- Lo mío fue un ejemplo de cómo interviene la suerte en todas las cosas. Yo llevaba cinco años en el Athletic. Me casaba el 13 de junio y la víspera jugábamos un amistoso en Irún contra el Barça. Dos días antes, un directivo me dijo que en la junta tenían dudas de si renovarme o no, y que iba a depender mucho de lo que hiciera en ese amistoso. En aquel Barcelona jugaba de lateral izquierdo Gracia, que iba a retirarse. Koldo Aguirre era amigo suyo de la selección y le comentó lo que me pasaba. 'Dile que no se preocupe', le dijo. Pues bien, hice el mejor primer tiempo de toda mi vida. Me iba por todos los lados. ¡Y recuerdo que Gracia me animaba! En el segundo tiempo le cambiaron, pero yo había dejado un gran sabor de boca y me renovaron. Me renovaron sí, pero no jugaba nada. Y, de repente, se lesionaron todos los laterales: Txutxi, Zugazaga, Senarriaga... Piru no sabía lo que hacer y Koldo, que era mi salvador, fue a donde él y le dijo: ¿Por qué no le pones al Indio de lateral? Me hizo una prueba un jueves por la noche en San Mamés. Tuve que marcarle a Txetxu Rojo, que era también muy amigo y se portó bien, ja, ja. El caso es que ese domingo jugué contra el Espanyol y, en los siete años siguientes, sólo me perdí cuatro partidos. Algunos entrenadores me decían a veces que marcaba por teléfono. La verdad es que no tenía condiciones especiales para el marcaje, pero las suplía con buena colocación. Y por velocidad no se me marchaba ninguno.

Los dos títulos

- ¿Cuál es su mejor recuerdo como jugador?

- Fueron dos: fichar por el Athletic y los dos títulos de Copa.

- ¿Qué recuerda de aquellos partidos?

- La Copa se jugaba entonces después de la Liga. Y el Athletic solía terminar fuerte las temporadas. Marzo era siempre un mes malísimo para nosotros, pero luego renacíamos para la Copa. Lo grande de las finales es que se celebran en una ciudad que no es la tuya, pero a la que va la tuya entera. El ambiente es increíble. Te emociona. Es algo inolvidable. En la de 1973, además, me tocó recoger la Copa. Recuerdo que Villar se metió por debajo, me subió a hombros y me paseó por todo el campo. Lo que sería aquello que hasta me quitaron las botas.

- Lo que no pudo ganar fue la Liga y mira que la tuvieron cerca en la temporada 1969-70.

- Ganar la Copa del 69 cambió a nuestra generación. Empezamos a creer de verdad en nosotros. Entonces llegó Ronnie Allen con otros entrenamientos, con las famosas carreras por la playa de Sopelana, que nos hicieron coger mejor forma física. La verdad es que estábamos muy fuertes. Esa temporada sólo nos metieron tres goles en San Mamés. ¡Tres! Lo que nos faltó fue fuerza en los últimos cinco partidos. Nos vinimos abajo.

- Perdieron la Liga en Valencia.

- Bueno, sí, pero yo creo que la habíamos perdido antes en Atotxa, en aquel partido en el que expulsaron a Txetxu Rojo y a Antón Arieta.

- Un gran amigo suyo, José Ángel Iribar, cuando le preguntamos por su peor momento en el Athletic no lo dudó y se acordó de sus fiebres tifoideas. Usted no sufrió algo así, pero vio peligrar su carrera tras un accidente de moto.

- Sí. Yo estaba haciendo la mili en Zorroza. Entraba a las siete de la mañana e iba en moto con un amigo. En la curva de entrada a Zorroza nos caímos y dimos varias vueltas. No me pasó nada, pero al día siguiente no podía respirar. Sólo me entraba un hilito de aire. Me acojoné. Fui al médico y me dijo que sufría un neumotórax espontáneo. Es un aire entre la pleura y el pulmón. Te meten una aguja y te lo extraen, pero la herida tiene que cicatrizar. Lo malo es que a veces provoca pérdidas de capacidad pulmonar. El médico, de hecho, me dijo que lo tenía difícil para seguir jugando al fútbol. Se me cayó el alma a los pies. Fue entonces cuando puse la tienda, porque no sabía si iba a poder seguir jugando. Pero bueno, a los cuatro meses la herida se cerró y pude volver.

- Otro momento complicado fue su despedida del Athletic. En su caso, del Athletic y del fútbol. Sólo tenía 31 años y había jugado más de 30 partidos de Liga la temporada anterior.

- Fue duro porque no me lo esperaba. Me había ido de vacaciones y me llamó José Ignacio Zarza, el gerente. Me dijo que la junta había decidido no renovarme, pero que me ofrecían entrenar a uno de los juveniles. Yo tenía el título de entrenador, el primer y el segundo nivel. Maguregui me quería para el Racing, pero acepté la oferta. Y a las tres semanas ya se me había olvidado el disgusto.

- En su época, un futbolista bueno del Athletic, al retirarse, ponía un negocio, y luego le iba bien, mal o regular. El fútbol daba para eso. Ahora un jugador de calidad media en dos o tres temporadas se hace rico.

- Así es el fútbol. Mi primer contrato en el Athletic fue de 150.000 pesetas al año, más un sueldo de 5.000 pesetas al mes. Tres temporadas. Con el dinero del primer año di la entrada para un piso, que valía tres veces más. Hay un hecho curioso, que no se conoce, pero hicimos una medio huelga en el Athletic. Estaba de presidente don Félix Oraá, y le hicimos un plante porque éramos los que menos ganábamos de España. Iribar y Antón Arieta ganaban 425.000 pesetas, 390.000 Fidel Uriarte y Txetxu Rojo, y los demás 360.000. Tras ganar la Copa del 69 terminábamos contrato nueve titulares y nos plantamos un poco. Pedimos tres temporadas fijas a 700.000 y llegamos a un acuerdo, aunque con cantidades crecientes. Teníamos de media 26 años. Si nos retirábamos con 29, nos acercaríamos al millón, que entonces parecían palabras mayores. Lo cierto es que acabamos cobrando prácticamente todos por igual.

- Usted fue algo así como el delegado sindical. Para eso tenía estudios (dos cursos en la Escuela de Ingenieros).

- Bueno, fuimos a verle los nueve, y yo era el que hablaba. Tal vez porque tenía más labia y sabía llevarle bien a don Félix.

- ¿Se sigue viendo con sus compañeros de equipo?

- Claro que sí. Como mínimo nos vemos tres veces al año, en distintos txokos, y luego algunos quedamos de vez en cuando para jugar al golf... Somos grandes amigos. Cómo no vamos a serlo si vivimos juntos un mínimo de diez años, seguramente los más importantes de nuestras vidas.