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sábado, 30 de abril de 2011

De Bilbao y del Athletic tendrian que ser

Gontzal Gabín y Antonio Rey fueron dos integrantes mas de la marabunta rojiblanca que se desplazó a Valencia con motivo de la final de la Copa Del Rey que disputó nuestro querido Athletic contra el F.C. Barcelona en 2009.

Esto no seria noticia si no fuese por el medio de transporte elegido para realizar el viaje, un isocarro "tuneado" con los colores zurigorris.
Para quien no lo sepa un isocarro es el abuelo de los actuales coches con motor de motocicleta. Esto supone, entre otras cosas, que la velocidad punta que alcanza el "bolido" es de 56 km/h lo que les impedía a nuestros protagonistas utilizar autopistas o autovías teniendo que realizar los casi 600 km que separan el Botxo de la capital del Turia por carreteras nacionales.
Para llegar a tiempo tuvieron que salir de Bilbao con ocho días de antelación.

Isocarro utilizado por nuestros dos protagonistas
El viaje no estuvo exento de percances y anécdotas.
Una avería por poco les dejó fuera de juego y gracias a un mecánico del pueblo de Otxandio, (fronterizo entre Bizkaia y Araba), pudieron reanudar la marcha.
La gente se quedaba sorprendida a su paso, tal era la expectación que hasta la benemérita se hacia fotos con nuestros protagonistas.
Otra situación curiosa se produjo una vez que llegaron a Valencia. Había que encontrar un lugar seguro donde aparcar el isocarro para evitar que sufriese algún percance mientras disfrutaban del partido. Y lo encontraron, vaya que si lo encontraron. Consiguieron aparcarlo en el parking donde estaban los vehículos de las fuerzas de seguridad que cubrían el evento, casi nada.

El único pero de esta gran aventura fué el no poder traer la Copa, pero lo que no se puede negar es que tanto Gontzal como Antonio tienen una buena historia para contar a quien la quiera escuchar.

AUPA ATHLETIC!!!

jueves, 28 de abril de 2011

Mujeres del Athletic

"Todavía suena raro decir en casa que lo tuyo es driblar o de que, si tienes la regla, no puedes tomar nada porque das positivo"

Articulo publicado por Jon Uriarte en el diario El Correo (25/04/2011)

Jon Uriarte
Apoyada en el cristal miraba hacia la noche escondiendo una pesada lágrima. Era mujer y era portero. O portera, como ella proclamaba. Sus compañeras reían y se abrazaban tras vencer sobre el verde a un equipo portugués. Intentaba sumarse, pero no podía. El día anterior, un mal golpe le había roto el tobillo. Y con él, el alma entera. La gran oportunidad que le daba el fútbol, se le escapaba como un balón mojado entre los guantes. Por eso lloraba. Por rabia y por pena. La rabia de no vivir, en otros campos y autobuses, futuras penas. Fue en otra vida, trabajando en televisión, cuando la conocí. Pero la recuerdo como si fuera ayer. Este año, el Athletic femenino no jugará el play-off por el título de la Superliga. Por eso tiene más sentido este artículo. Aplaudir cuando todo sale bien, lo hacen hasta las focas. Demasiado simple.

Allá por 2003, elaboramos un documental dedicado a ellas. Eran campeonas de la Superliga y jugaban en Bilbao la previa de la UEFA Women's Cup, equivalente a la Champions masculina. Decidimos seguirlas una semana. No fue fácil. Esas televisiones que creen que poner a una mujer mona al frente de la sección de deportes es suficiente paridad miraron hacia otro lado al recibir el proyecto. «El fútbol femenino no interesa», nos decían con una sonrisa preñada de condescendencia. De nada sirvió que les recordáramos un San Mamés con 40.000 almas aplaudiéndolas, de populosos recibimientos o del auge de esta disciplina en Barcelona, Alicante o Madrid. Tras sentir en las narices el grosor de varias puertas, fue ETB quien nos las abrió. Pero tendríamos que hacerlo por la mitad de lo habitual. El motivo: no había presupuesto para programas especiales y, seguro lo adivinan, era arriesgado. Lo aceptamos. Sobre todo, por la disposición de las jugadoras y del entrenador.

Acostumbrado a las estrellas que orinan de pie, parece que colonia, sorprendían trato y circunstancias. La delantero centro se levantaba a las cuatro de la mañana. Hasta las ocho limpiaba una cafetería y después cuidaba a un niño. A la una regresaba a casa para ocuparse de lo suyo y lo de su marido, un camionero al que apenas veía. Por las tardes, entrenaba. La defensa central trabajaba como jardinera municipal. Curioso. En ese césped, sin público, era donde se ganaba los euros. La lateral derecho despachaba en la tienda de deportes familiar y la que tapaba la izquierda era profesora. Y así todas. Quien no trabajaba, hincaba codos para labrarse el futuro que les negaba el balón. Porque esto no era Alemania, ni Estados Unidos, donde una mujer podía ser futbolista y vivir de ello.

Visto el panorama, esperábamos recibir quejas y lamentos. Todo lo contrario. Nos hablaron de sus ilusiones, de lo difícil que es tener pareja en una vida sin respiraderos, de que todavía suena raro decir en casa que lo tuyo es driblar o de que, si tienes la regla, no puedes tomar nada porque das positivo. Pero, sobre todo, nos abrieron sus vidas. Compartimos la liturgia del vestuario, el sabor de las victorias, los viajes tras la derrota y sus quimeras deportivas. Jamás antes ni después he visto, en los ojos de un deportista, aquella mirada. Miento. Dos veces. En Somarriba y Pasaban. Dos mujeres. Quizá por eso el programa fue un éxito. Tanto, que volvieron a emitirlo. Recibimos una felicitación de la cadena y poco más. Daba igual. Nos bastaba con el agradecimiento de unas mujeres que fueron capaces de mostrarnos cómo era el fútbol antes de vender su alma. Equipo, trabajo, autobuses, barro, humildad, incertidumbre, valores.

He omitido nombres y entremezclado oficios porque no sé qué fue de ellas o si querrán asomar por estas líneas después de tanto tiempo. Pero quiero darles las gracias por demostrarnos lo que es ser ellas en un mundo de ellos. Sin misterios ni ministerios. Con la verdad. Como la que llevaban aquellas lágrimas. Las de alegría de las jugadoras y las de rabia de la portera. En ellas vi reflejado, juntos y como nunca, el orgullo de unas mujeres y el escudo del Athletic.

sábado, 23 de abril de 2011

El Derbi desde otro punto de vista

Tira cómica publicada por Argote en el diario Deia (22/04/2011)

"Sacar la ikurriña fue una decisión unánime"

Dos leyendas del Athletic y la Real Sociedad rememoran la decisión de sacar la bandera vasca en el derbi disputado en Atocha en diciembre de 1976 y repasan la evolución del fútbol desde sus épocas de jugadores a la actualidad antes del encuentro de este sábado

Momento en el que Iribar y Kortabarria saltan a Atotxa portando la ikurriña
Articulo publicado en el diario El País por E. RODRIGÁLVAREZ - Bilbao - 22/04/2011

Aún, a sus 68 años, se le ilumina la sonrisa cuando señala una pared en un soportal del malecón de la playa de Zarautz, bajo una plaza que otea el mar. "Aquí estaban los vestuarios donde nos cambiábamos para jugar al fútbol en la playa", dice José Ángel Iribar, que en ese arenal estrenó su colección de paradas. Arriba, una plaza bancada "antes estaba llena de tamarindos y las porterías se establecían entre dos árboles". Ahí nació su leyenda. La de Roberto López Ufarte, siguiente generación, pero en la Real Sociedad, también surgió en los torneos de la playa de La Concha, en San Sebastián, aunque había nacido en Fez (Marruecos). Ambos se citan en la playa en un día soleado, casi extraño. Han pasado casi 35 años de cuando Athletic y Real Sociedad sacaron la ikurriña en el derbi disputado en Atocha, portada por Iribar y Kortabarria, que acabó siendo legalizada el 17 de enero de 1977.

José Ángel Iribar y Roberto López Ufarte paseando por la playa de Zarauz
López Ufarte. La pena ha sido no haberle metido nunca un gol a Iribar en los cinco años en los que hemos coincidido.

Iribar. Yo creo que no ha sido así.

L. U. En esa época yo era más asistente que goleador. Y no recuerdo haberle metido nunca un gol. Es más, el día de la ikurriña famosa, que ganamos 5-0 y que Satrústegi marcó un gol de cabeza desde fuera del área tampoco marqué.

I. Pero creo que diste tres asistencias como mínimo. Este era el pequeño diablo. Yo insisto en que me has hecho algún gol. Pero bueno, si tú lo dices...

L. U. No, creo que me acordaría aunque tengo una memoria fatal. Creo que me acordaría porque en nuestra época para nosotros Iribar era el portero de todos los tiempos, y por eso pensabas que si marcabas un gol a Iribar igual pasabas a la historia solo por eso, pero yo no he pasado a la historia por eso. Ni siquiera le marqué de penalti, y eso que los tiradores oficiales éramos Kortabarria y yo. También es verdad que eran mis inicios.

I. Porque tú llegaste en...

L. U. En 1975, con la muerte de Franco.

I. Para entonces yo ya llevaba 13 años.

L. U. ¿Tú cuantos años has estado en el Athletic de jugador?

I. Dieciocho, incluyendo la primera temporada que estaba Carmelo de portero, en que jugué muy poco hasta que cogí el puesto, y la última en la que, por lesión, jugué solo la primera vuelta. Lumbalgias, ciáticas, eso me retiró a mí.

L. U. Yo estuve 12 años en la Real, pero en total han sido 25 años entre jugador y técnico.

I. Cuando empezasteis vosotros yo sí notaba que venía otra generación en la Real Sociedad por la forma de jugar.

L. U. Nos juntamos una generación de nivel. Yo era el más joven. Los veteranos nos enseñaban los valores de la Real Sociedad. Ahí se gestó el equipo campeón.

I. Nosotros también estábamos ahí, reforzando el equipo con gente que venía de otros clubes, Lasa, Zabalza, Churruca. Y entonces comenzó todo.

L. U. Y eso que nosotros cuando mejor jugamos fue cuando perdimos la Liga en Sevilla.

P. Pero antes sucedió el acto histórico de la salida de la ikurriña en Atocha, el 5 de diciembre de 1976.

I. Nosotros nos enteramos cuando llegamos al campo, una hora y cuarto antes o una hora y media. Nos lo propusieron los jugadores de la Real. Kortabarria vino al vestuario y nos dijeron: "Oye, queremos hablar con vosotros. Hay esta posibilidad, ¿qué os parece? Es un momento muy bueno".

L. U. El llevarlo en sigilo fue el éxito de la operación.

I. Ellos ya lo tenían hablado y madurado.

L. U. No creas. La mayoría no sabíamos los detalles de la operación. Sabíamos que iba a pasar algo, que íbamos a hacer algo.

I. Yo lo que dije a Inaxio es que tenía que ser una decisión consensuada, es decir, que todo el mundo estuviera de acuerdo. Nosotros, los capitanes, nos pusimos de acuerdo, pero yo dije: "Oye, hay que ver lo que dicen los que se han quedado en el vestuario". Y pedimos un poco de tiempo para eso.

L. U. Todo el mundo aceptó de buen grado. No hay que olvidar que en esos tiempos éramos todos jugadores de cantera. El Athletic lo sigue siendo. No había ningún extranjero. Yo me había criado en el País Vasco. Era de casa también.

I. Eso nos unió mucho al tomar la decisión.

L. U. Además, estaba claro que lo teníamos que hacer entre nosotros, no uno de nosotros jugando contra el Valencia o el Madrid.

I. Nosotros fuera del campo teníamos muy buena relación entre todos. Los partidos eran a cara de perro, pero luego, fuera del terreno de juego, manteníamos buenas relaciones de grupo y personales.

L. U. Y fue así durante mucho tiempo. Yo recuerdo haber tenido cenas y comidas con los jugadores del Athletic y luego en el campo tener unas batallas tremendas, con Urkiaga sin ir más lejos.

I. Ahora es diferente. La Real tiene su forma de funcionar. La mitad del equipo no es de la cantera.

L. U. Ahora todo está más profesionalizado, cada cual defiende los suyo y te olvidas ya de esos valores.

I. Si alguno en el vestuario hubiera dicho que no, por la razón que fuera, no hubiéramos sacado la ikurriña. La condición era que fuera asumido absolutamente por todos. Si hay uno que no está de acuerdo pues no se hace, dijimos entonces.

L. U. En la Real fue igual. Pero también debe ser verdad que ahí se inició eso que me suele decir Dani, de que cada vez que hay un festejo, en este caso la ikurriña, siempre gana la Real. Este fue el inicio de ese maleficio. Está claro que la ikurriña estaba a punto de legalizarse, pero el nuestro era un pasito que había que dar tarde o temprano.

I. Yo creo que fue un paso importante que ayudó mucho a la legalización final de la ikurriña. Primero fue permitida, y luego legalizada. En cualquier caso, en aquel momento de la decisión pensábamos: "¿Y que puede pasar aquí?".

L. U. Pero parecía imposible que nos pudieran hacer algo a dos equipos de fútbol de cierto renombre y que éramos correctos en el campo.

I. Fue un paso importante incuso para los que estaban en la labor de aceptar esa legalización. De decidirla. Fue como el impulso final.

L. U. Si, porque se vio que no pasaba nada. Los grises no han disparado...

I. Lo cierto es que para mí ha sido el derbi que ha dejado mejor recuerdo en mi memoria futbolística. Y eso que perdimos 5-0.

L. U. Para mí también. Si tengo que elegir uno de los derbis vascos, me quedo con ese por todo lo que significó, por el ambiente... Y por el resultado, ¡ja, ja, ja!

Pero el fútbol siguió, por poco tiempo, para José Ángel Iribar, acosado por los dolores de espalda, y por más para López Ufarte, que llegó a ser campeón con la Real dos años consecutivos y luego, en el Betis y en el Atlético, antes de reintegrarse al cuerpo técnico de la Real [ahora es director deportivo del Real Unión].

L. U. El futbolista ahora es más profesional, quizás porque hay más tele, más audiencia. No obstante, creo que ahora los jugadores son mejores, pero les faltan a lo mejor valores importantes en el fútbol. Yo recuerdo que acababa el domingo un partido y el lunes estaba ya pensando, quizás por mi condición de jugador pequeño, aparentemente frágil, cómo me las ingeniaba para sacar las habichuelas. Así que el lunes ya pensaba: a ver quién me toca, el Carrete de turno, Urkiaga... Ahora se pone todo en bandeja. Toma vídeos... y a veces no ven ni el vídeo.

I. Antes éramos mejores en eso, en que teníamos más iniciativa para hacer las cosas. Ahora el jugador se acomoda más a que le digan lo que hay que hacer. Pero cada uno es diferente. También es cierto que ahora se trabaja mucho más tácticamente, cosa que antes no se hacía tanto. Antes, el equipo casi se autoorganizaba, no mirábamos tanto al banquillo para saber si lo estabas haciendo bien o mal.

L. U. Ahora los marcajes en zona son más difíciles de superar, porque superas a uno y ya tienes a otro encima, y a otro. Antes te quitabas a uno de en medio y casi casi llegabas hasta la portería, exagerando un poco.

I. Bueno, eso lo hacías tú, no creas que lo hacían todos.

L. U. Tampoco a ti te metía goles cualquiera. Y ese saque con la mano era muy precursor.

Y la conversación sigue y sigue, mientras Iribar muestra la casa de su niñez en Zarautz a 20 metros de la playa y el pequeño diablo sortea los coches para llegar a Irún.

sábado, 9 de abril de 2011

Un animal llamado 'hide-behind'

Artículo publicado en el diario Deia el 9 de abril de 2011

Kirmen Uribe, Escritor. Premio Nacional de Narrativa en 2009

Kirmen Uribe
Ir a ver un partido contra el Real Madrid forma parte de la educación sentimental de cualquier vizcaíno. Uno recuerda muy bien la primera vez que fue a ver aquel partido, expectante y nervioso, de la mano de su padre. Es algo que se queda grabado para siempre en la memoria. Y guarda aquella primera bufanda que su padre le compró para ese envite con cariño. Aunque ahora la reconozca antigua y pequeña. Ir a ese partido ha sido para nosotros todo un proceso de aprendizaje, un viaje iniciático, donde descubríamos las primeras verdades de la vida. La lección que se aprendía en el Athletic-Real Madrid era que había que luchar en la vida, que no siempre ganaba el equipo poderoso, que siempre hay una oportunidad para la gente humilde, aunque para ello haya que esforzarse y actuar de manera inteligente. Si se pierde, el disgusto no era tan grande. Al fin y al cabo, el equipo contrario es de los mejores del mundo. Pero si se gana, eso sí que no se olvida nunca. La alegría dura toda la temporada.

A mí me tocó asistir con mi padre a aquellos míticos duelos de los primeros ochenta. En Liga y en Copa. Era la época de las dos Ligas y el doblete con ese equipo cuya alineación me sé de corrido: Zubizarreta, Urkiaga, Liceranzu. Goikoetxea, Núñez, Gallego, De Andrés, Urtubi, Dani, Sarabia y Argote. Me sé muy pocas cosas de memoria, pero ésa sí. Qué buenos eran. Uno podía cambiar de ídolo cada semana. Algunos días querías ser tan ágil como Zubi, otros tan fuerte como Goiko, y otros tan elegante como Argote o tan genial como Sarabia.

A mi padre era el partido que más le gustaba, con diferencia. Jugar contra el Real Madrid era, para él, el partido del año. Sin duda. Aunque pasaba la mayor parte de su vida en alta mar, pudimos llegar a ver juntos algunos partidos contra el Madrid. En Bilbao y en el Santiago Bernabéu, donde nos acogían muy bien. Íbamos media familia. Entonces no se escuchaban los gritos que ahora suenan en los fondos. El Athletic era un equipo muy respetado allí. Amigos escritores merengues me han confesado que al Athletic se le aplaudía cuando salía al campo en el Bernabéu. Era un grande.

El Real Madrid era el equipo de muchos marineros del barco de mi padre. Eran trabajadores que habían venido en los sesenta a trabajar en los puertos vascos, gallegos, extremeños, andaluces. Apostaban todo su jornal por el equipo blanco cuando estaban faenando y escuchaban los partidos por la radio. Eso, si había buena mar. Si no, no había posibilidad de oír la radio. Tenían que esperar a llamar a casa para saber el resultado. Casi siempre ganaban los marineros. Menos en los años de las dos Ligas. En esas, mi padre se puso las botas. Incluso a su tripulación la llamaban en el puerto "el Real Madrid", porque eran marinos aguerridos y buenos pescadores, que no dejaban de trabajar hasta lograr una buena marea. Un buen equipo, vamos. Antes de salir a la mar, quedaban para hacer la ronda en el pueblo, y tras tres o cuatro copas se iban todos juntos a embarcar. Se llevaban muy bien, aunque a la hora de echar la red no había bromas.

Eran otros tiempos. En todos los sentidos. En aquella época no existía todo el merchandising que ahora rodea a los equipos de fútbol. La televisión no tenía tanto poder. Los partidos televisados del Athletic eran de ciento en viento. Recuerdo que, entonces, las camisetas de nuestro equipo se pasaban de hermano mayor a hermano menor; no se compraban así como así, uno por temporada. Duraban toda la infancia. A mí, como era el menor de cuatro hermanos, me tocó vestir una camiseta cuyas rayas rojas ya se habían vuelto rosadas de tanto uso. Pero me daba igual, la ilusión era la misma. No se daba mucha importancia a estas cuestiones estéticas.

Y hablando de estética, si ha habido un equipo estético ése ha sido el Real Madrid. Aunque querías que tu equipo ganase, mirabas con mucho respeto y admiración al equipo contrario. Sabías que jugaban bien y eran buenos. Eran elegantes. Recuerdo que sufría mucho cuando atacaban. Me retorcía en mi asiento. En realidad, sufría todo el público. Eran veloces y se acercaban a la portería como serpientes, uno por banda, driblando a todo el que tenían por delante. Me acuerdo que lo pasé mal con Juanito, y después con Hugo Sánchez y, cómo no, con Raúl y Ronaldo. Menos mal que los nuestros también jugaban y tenían sus opciones. Y hasta nos daban alegrías. Porque no hay nada como meterle un gol al Madrid. Todo el estadio salta y grita al unísono. Y así salté y me emocioné con los goles de Goikoetxea y de Julio Salinas en mi niñez, y con los de Urzaiz y Del Horno, más recientemente.

Al Madrid hay que saberle jugar. No vale el pelotazo. Los recursos de tardes de poca inspiración son inútiles para este partido. Cuenta Jorge Luis Borges en su Zoología fantástica que hay una leyenda que se cuenta en las montañas de EE.UU. sobre un animal muy extraño. Es un animal mítico, como las sirenas o las laminas. Se llama hide-behind y según los leñadores de Wisconsin y Minnesota uno nunca llega a verlo. Es un animal que está siempre detrás de ti, te sigue por todas partes en el bosque, cuando vas a buscar leña. Te vuelves pero por más rápido que seas el hide-behind es todavía más rápido y se ha desplazado detrás de ti. Nunca sabrás cómo es pero está siempre ahí. No sé si los pastores vascos que emigraron a las montañas de EE.UU. supieron de este animal. Seguro que sí. Lo único que sé es que al Madrid hay que jugarle como ese animal. Hay que estar siempre detrás de ellos, que se vuelvan y no nos vean, ser siempre mucho más veloces que ellos. Y ser visibles sólo cuando les metamos el gol y se junten todos los jugadores para abrazarse en una piña. Entonces sí, sí que seremos visibles. Más que nunca.

Mi padre me contaba en ese primer partido que fue su tío quien lo llevó la primera vez a San Mamés. Trabajaba en la Fundición Echevarría y le gustaba llevar a sus sobrinos al fútbol. Iban a la general. Y allí vio jugar a un delantero muy hábil que se apellidaba como él, Uribe. Mi padre ya no está entre nosotros. Ahora me toca ir a mí al partido con mi hijo. Pero cada vez que voy a San Mamés es como si estuviera allí. Es como si me siguiera por detrás. Incluso hay veces que miro hacia atrás para ver si lo veo. Pero desaparece, como los misteriosos animales de Wisconsin, que son demasiado veloces para verlos, aunque estén allí. Y siempre lo estarán, junto a todos nosotros.

sábado, 2 de abril de 2011

Filosofía del Athletic Club

En este artículo no vamos a descubrir el secreto del Santo Grial pero vamos a comprobar que la filosofía del Athletic Club no es tan estricta como lo era antes y que poco a poco va sufriendo cambios.

Vamos a ponernos en situación, mediados de la década de los 60, un chaval llamado Lázaro, delantero de gran clase, según le recuerdan los aficionados de la zona, se había formado futbolisticamente y destacado en el Gallarta, en categoría regional. Su talento no pasó desapercibido para los ojeadores del club rojiblanco así que le convocaron en la antigua sede de Bertendona para formalizar su ficha.

Pero al ir a rellenar la ficha, se dieron cuenta de que no había nacido aquí, sino en Torres (Jaén). Por aquel entonces el Athletic Club aplicaba a rajatabla su criterio respecto a que todos sus jugadores tenían que haber nacido en Euskadi. Los sueños de Lázaro se esfumaron y se volvió a casa desconsolado, casi llorando, porque, claro, la ilusión suya, como la de todos los chavales de aquí, era jugar en el Athletic y él, aunque nacido fuera, había vivido en Gallarta toda su vida.

Su hermano pequeño, de unos ocho años, al verle tan compungido fue donde él y le dijo: 'No te preocupes, Lázaro, que yo jugaré en el Athletic, porque he nacido aquí y a mí no me pueden decir que no'. Por eso, el llegar a jugar con el Athletic era para el pequeño Manuel como un compromiso sagrado, algo que tenía que conseguir como fuese.

Con 18 años entró en la disciplina del Athletic Club. Pasó dos temporadas en el Bilbao Athletic. La temporada 1977/78 fue cedido al Barakaldo CF. A su regreso al Athletic, permaneció en el primer equipo de forma ininterrumpida hasta 1988. Formó parte del histórico equipo bilbaíno que a comienzos de los años 1980 conquistaron dos ligas (1982/83 y 1983/84), una Copa del Rey (1983/84) y una Supercopa (1984/85). Durante su estancia de doce temporadas en el Athletic, Manuel disputó un total de 382 partidos y marcó 182 goles. Se trataba de un jugador extraordinario, con gran visión de juego y mucho talento por lo que se le considera uno de los mejores jugadores que ha vestido la zamarra del Athletic.

Por cierto, se nos olvidaba un pequeño detalle, el apellido de los hermanos Lázaro y Manuel después de los datos que acabamos de mencionar no puede ser otro que Sarabia.