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viernes, 5 de noviembre de 2010

Historias de la Copa (1945)

(Artículo publicado por Jon Agiriano en el diario El Correo, 6 de mayo de 2009)

La afrenta al héroe

Tarde o temprano, el fútbol siempre ofrece la oportunidad del desquite. Era algo que los jugadores del Valencia agradecían de corazón aquella tarde de junio de 1945. Desde la derrota en la anterior final, los chés llevaban un puñal clavado en el costado. Y allí estaban de nuevo, en el estadio de Montjuic, dispuestos a tomarse la revancha ante el mismo rival que les había herido un año antes. Era la hora de la venganza. Para el Athletic, la ocasión también era única. Después de perder sus opciones en la Liga durante una segunda vuelta muy irregular, los chicos de Urquizu afrontaban la oportunidad histórica de obtener su tercera Copa consecutiva y adjudicarse el trofeo en propiedad.

Juanito Urquizu trata de calmar a un Telmo Zarra desesperado por su expulsión
El partido no podía tener mejores ingredientes. Urquizu y Cubells, además, podían contar con sus mejores hombres con la única excepción de Oceja y Epi. Las dos delanteras impresionaban y la prensa especulaba sobre cuál serían las consecuencias de ese choque de trenes. No era para menos. Por un lado, Bertoli, Amadeo, Mundo, Igoa y Gorostiza. Por el otro, Iriondo, Panizo, Zarra, Gárate y Gainza. En la plantilla rojiblanca había ingresado esa temporada Venancio, que ha quedado en el recuerdo como el quinto hombre de aquella delantera mítica, pero ya se sabe que el imponente interior de Simondrogas tardó en asentarse como titular. No lo hizo hasta la campaña 1949-50. Gárate, luego Iraragorri, que volvió a vestirse de corto, y por último Emilio Aldecoa, un niño de la guerra formado en el Wolverhampton, le cerraron el paso hasta su explosión definitiva.

El Valencia salió muy fuerte en la final. Al abordaje. Ya en la primera jugada, segundos después de que Pedro Escartín pitara el comienzo, Mundo envió un balón rozando el larguero. El delantero vizcaíno estaba con el colmillo afilado. En el minuto 11, se plantó solo delante de Lezama y le batió por bajo. El Athletic reaccionó con casta, pero el equipo ché volvió a tomar la iniciativa. Fueron unos momentos delicados. Amadeo falló una ocasión clara tras un pase de Gorostiza y Lezama tuvo que lucirse para desviar un chutazo de Bertoli. Congestionado, Nando sufría por su banda. El 2-0 parecía cercano, pero aquel Athletic, incluso en sus momentos de mayor agobio, tenía una pegada de peso pesado. En el minuto 21, un centro de Iriondo llegó a la cabeza de Zarra, de la que salió propulsada hacia el lugar habitual, el fondo de la portería.

El empate animó a los rojiblancos. Cinco minutos después, Bertol escapó pitando de su área tras un córner y acertó a combinar con Panizo. 'La perdiz' oteó el horizonte y eligió la mejor opción. Era Iriondo, que corría por su banda. El balón le cayó medido y el guerniqués batió a Eizaguirre de tiro cruzado. Los leones habían salido de caza y el Valencia comenzó a sentirse muy mal. Sin embargo, un error de Mieza en un despeje lo aprovechó Mundo para meter otra vez a su equipo en el partido. Era el minuto 37.

La polémica

En la segunda mitad, el ritmo se desplomó. El desgaste de la temporada hizo mella en los jugadores y los dos equipos se dedicaron a nadar y guardar la ropa. El partido estaba al rojo vivo a siete minutos del final, cuando se produjo un hecho asombroso: Pedro Escartín, el árbitro más famoso de España, expulsó a Álvaro y a Zarra. Que el defensa valencianista viera el camino de los vestuarios entraba dentro de lo normal. Era un tipo duro que solía merodear con frecuencia por los extrarradios del reglamento. Durante la final, por ejemplo, había hecho una entrada de escalofrío a Gainza. Cómo sería la patada que un periodista indignado la calificó de «cainesca». Lo de Zarra, en cambio, no podía ser más sorprendente. Había algo de irreal en la escena, una inversión de papeles que resultaba inverosímil, como si al Capitán Trueno le sorprendieran abusando de unos pobres labriegos desarmados. Pero lo cierto es que sucedió. El caballero del gol tuvo que irse a la caseta, desolado.

¿Qué es lo que ocurrió? Lo cierto es que existen varias versiones contrapuestas de lo sucedido, por lo que se hace muy difícil saber a qué atenerse. Una de ellas es la que recogió el enviado especial de este periódico, Jesús de la Maza. Según su relato, con el partido metido en un puño, Zarra fue a presionar a Eizaguirre, que acababa de atajar un balón. Su acoso pareció excesivo a dos defensas del Valencia, que le empujaron y le tiraron al suelo. Una vez allí, Álvaro le pegó una patada en la boca. Viendo que sangraba, Zarra se levantó furioso y devolvió el golpe a su agresor, de modo que ambos terminaron en la calle.

Iriondo, en el descuento

Muy diferente es lo que ha quedado escrito en la historiografía rojiblanca más o menos oficial. En esta segunda versión de la jugada se asegura que, empujado por dos rivales, Zarra cayó encima del portero donostiarra y que Escartín, creyendo que lo había agredido, le expulsó. Y queda una tercera lectura, la que el propio protagonista hizo a quien esto firma en 1998. «Me despachó Escartín. Me había entrado muy duro Álvaro y fue él quien se lesionó. Entonces vino Gainza y me dijo: 'Telmo, písale a ése la cabeza'. Y yo riéndome, hice el amago de que le pisaba. Y nos despachó a los dos».

Sea como fuere, el caso es que el goleador rojiblanco tuvo que escuchar desde los vestuarios, donde lloraba de rabia, el clamor del tercer gol. El 3-2 llegó en el tiempo de descuento. Gainza avanzó por su carril y tiró a gol en busca de fortuna. La encontró. En lugar de un buen disparo, le salió un centro perfecto a Iriondo, que empujó el balón a la red. Ausente Oceja, Bertol recogió la Copa. Dos días después, durante el recibimiento al equipo, la multitud congregada debajo del Ayuntamiento obligó a Zarra a salir dos veces al balcón a saludar. Porque hay momentos en que también los héroes necesitan cariño.