Artículo publicado por el arquitecto Iñaki Uriarte en el diario Deia el 25/04/13
Hace casi un siglo, el 21 de agosto de 1913, se inauguró el campo de football, del Athletic Club de Bilbao, un terreno de juego perimetralmente vallado con una tribuna de madera proyectada por el insigne arquitecto Manuel María Smith. Situado en las afueras de una villa que empezaba a expandirse desde su centro histórico hacia el otro lado de la ría por la anteiglesia de Abando, junto al edificio de la Santa Casa de Misericordia (1871) y el hospital de Basurto (1908).
Posteriormente, en 1924, ya se ampliaron dos laterales y se hizo una primera grada, la de Capuchinos. En 1953, se construyó la tribuna principal con su amplia cubierta soportada por el gran arco, poco después, en 1961, la tribuna norte de Misericordia; y en 1972 la tribuna este, que permanecerá en la última remodelación de 1982 para el Campeonato Mundial de Fútbol ya con una capacidad de 46.000 espectadores. Actualmente, solo alguna institución culta y sensible podría evitar la tragedia cultural e identitaria que supone la destrucción del arco de la tribuna de San Mamés.
En 1950, en plena dictadura, el club entonces Atlético de Bilbao, siendo presidente Enrique Guzmán, convocó acertadamente un concurso de ampliación y reforma de San Mamés. Resultó ganador el equipo formado por los destacados arquitectos: José Antonio Domínguez Salazar, Ricardo Magdalena Gayán, Carlos de Miguel González y el prestigioso ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Carlos Fernández Casado, artífice del cálculo estructural.
Los autores del proyecto (1951) plantearon que la tribuna fuese el elemento fundamental del conjunto, de modo que dominara y definiese la arquitectura del futuro campo evitando lógicamente los pilares de apoyo intermedios. Pretendieron algo funcional, audaz y original: construir la cubierta como una superficie cilíndrica organizada en losas curvas de hormigón armado apoyadas en arcos del mismo tipo y que sería la más grande del mundo en aquella época. Pero la situación económica de la todavía posguerra aportó la sensatez necesaria para reflexionar y volver a la solución inicialmente descartada: una estructura metálica.
La obra se inició el 23 de enero de 1952 e incluso en su transcurso se modificaron algunos aspectos importantes, muestra de la capacidad técnica y compresiva de sus autores y las empresas participantes. Era la primera vez que se empleaba la tipología de arco o bowstring en una estructura deportiva. En su realización, con difíciles condiciones de todo tipo, desde meteorológicas hasta de medios auxiliares, intervinieron empresas vascas: desde el acero suministrado por Altos Hornos de Vizcaya a la S. A. Basconia de Basauri, que hizo la estructura metálica cuya instalación realizó la Sociedad Ibérica de Montajes Metálicos S. L. de Bilbao y la constructora Isidro Castellanos S.A., que acometió el resto de la obra.
El resultado fue excelente, demostrando experiencia y técnicas sobresalientes, especialmente en el caso de los soldadores por la dificultad de su trabajo y en el de una ejecución del hormigón armado muy esmerada por lo que se abujardó en la fachada principal como acabado definitivo. El complejísimo montaje se completó el 13 de marzo de 1953 y la tribuna, con todas sus localidades, se ocupó el 12 de abril, en el partido del entonces Atlético contra el Oviedo (3-3), aunque la inauguración oficial se hizo el 8 de noviembre con un extraño encuentro entre dos selecciones extranjeras: Suecia y España. San Mamés surgió con el don de la belleza.
Dada la proeza tecnológica de esta genial estructura es necesario describirla con la máxima precisión. Esencialmente está constituida por elementos metálicos soldados construidos con almas y platabandas de 8, 10 y 12 mm., además de los perfiles convencionales. Aunque habitualmente se referencia figurativamente como el arco de la tribuna de San Mamés, en realidad se trata de dos enormes arcos atirantados paralelos de 115 metros de longitud, separados 6,60 metros y arriostrados entre sí por cruces de San Andrés de 578 x 180 mm. apoyados en sus extremos, con articulación fija en uno y de libre deslizamiento el otro. El canto de cada uno es constante, 1,74 m. y 0, 50 m. de base, y en su centro alcanzan una altura de 16,28 m. sobre la base de los tirantes horizontales.
Desde ellos se suspende un amplio techo inclinado hacia la fachada del recinto. Este tablero de la cubierta, constituido con perfiles metálicos cada 6 metros en sección de doble T de 28 metros de ancho y canto variable de 350 a 1320 mm., se sustenta en tres apoyos: uno empotrado en los pilares de la fachada y dos en los largos tirantes longitudinales bajo los arcos, siendo el último tramo en voladizo de 7,40 m. Sobre ella, transversalmente están las correas, perfiles doble T de 10 cm. y el revestimiento inicialmente de uralita por el exterior y de tablero en el interior. Los tirantes son sostenidos cada 6 m. por las péndolas, las barras verticales de 40 mm que penden de los arcos. La racionalidad del cálculo se expresa a su vez en su sencillez geométrica.
El arco es la expresión final, formal y consecuentemente figurativa de una colosal estructura metálica minuciosa y austeramente calculada, excelentemente fabricada y brillantemente montada, propia de una ingeniería docta y refinada y paradigma de una cultura del hierro sobria y eficaz, por lo que el resultado era, y es, genuinamente espléndido, arquitectónicamente bello y paisajísticamente sublime.
Esta estructura, junto con el Puente de Bizkaia (1893) y el Muelle De Hierro (1887), son las grandes obras en hierro de Euskal Herria relativas únicamente al ámbito de Bilbao, referenciadas en importantes publicaciones técnicas internacionales. Sus dimensiones y forma le otorgan una elegancia que junto con el ascensor de Mallona, El tigre de Deustu y la grúa Carola constituyen destacados hitos celestiales del horizonte bilbaino.
El arco y Tribuna de San Mamés es un bien de interés cultural por su valor histórico, tecnológico, paisajístico y social que en el vigente Plan General de Bilbao de 1994 estaba catalogado como de Protección Especial Nivel A, el máximo, pero en la reunión de la Comisión de Patrimonio de Bilbao de 12 de mayo de 2006, aprobaron que se rebajara su grado al de Conservación Básica nivel D, lo que facilitaba su demolición.
Solamente intervino en defensa del arco Herria Aurrera, que presentó al acuerdo plenario del 25 de mayo de 2006 la siguiente alegación: "Mantener el actual nivel de protección (A) del Arco de San Mamés y de tener que proceder a su traslado al nuevo campo de fútbol se haga con todas las garantías de conservación de toda su estructura". Los colegios profesionales de arquitectos e ingenieros se mantuvieron en silencio. Los compromisarios de los socios no han dicho apenas nada, únicamente la Peña Deusto ha tenido la sensibilidad, dignidad, acierto y éxito no solo de reivindicar su permanencia sino incluso de organizar una recogida de firmas que ha llegado a unas 20.000.
En 1996, el alcalde Josu Ortuondo admitía la posibilidad de ampliar el campo en su propio emplazamiento y en marzo de dicho año el Athletic, siendo entonces presidente Jose Mª Arrate, por su cuenta y sin consenso municipal alguno -el Plan de Abandoibarra ya estaba desarrollándose- procedió a la presentación consecutiva, los días 7 y 11, con una enorme expectación mediática, de dos anteproyectos de nuevo campo encargados a los arquitectos Santiago Calatrava y Norman Foster en un emplazamiento junto al puente de Deusto. El 25 de febrero de dicho año, el entonces concejal de EA José Manuel Uribarri ya presentó la idea precursora de la actual situación: "Girar el campo 90º trasladando hacia atrás el arco".
En todo este proceso no ha existido debate, ni desde un ámbito urbanístico arquitectónico, ni patrimonial ni económico sobre este propósito, empezando en primer lugar por si era necesario un campo nuevo o se podía ampliar el actual. Se ha esperado al centenario del inicial para una obra nueva que no ha suscitado apenas críticas. Además, al margen del arco, es seguro que el nuevo campo hubiese sido mucho más acertado de haberse manejado otros proyectos, tanto por experiencia de los participantes como por un proyecto de ejecución resultante que recogiese aspectos interesantes y mejorables de los otros concurrentes. La arquitectura ha quedado relegada por su opresivo entorno. Es decir, una obra costosa para contener además de un terreno de juego y gradas todas las imposiciones que los socios de la empresa San Mames Barria exigen y los socios del club no reclaman.
En definitiva, ha sido una gran oportunidad desperdiciada para hacer ciudad habiendo construido en lugar adecuado considerando el dinero derrochado y la relevancia social de lo deportivo, una obra de gran calidad arquitectónica, que es algo más que funcional y espectacular, paisajística y simbólicamente interesante.
La desaparición por destrucción del arco de San Mamés o su emplazamiento compasivo en un sitio sin relación con el nuevo campo ni relevancia paisajística, además de una denuncia por la desidia de los responsables políticos en asuntos de cultura, es la demostración palpable de un pueblo sin autoestima identitaria, una frivolidad social, un rotundo fracaso colectivo, la renuncia a una de sus más destacadas e importantes creaciones, en definitiva una dolorosa derrota cultural.