Artículo publicado por Arkaitz Aramendia en el diario Deia el 11/03/13
Ramón Cayuela, catalán y fiel seguidor rojiblanco, vio su primer partido en 'La Catedral' junto a su hijo y su nieto
Muchos aficionados han organizado visitas antes de su inminente derribo
Hace un cuarto de siglo, en una mañana sin fútbol, sin rastro del frenesí de la pelota, un directivo del Athletic abrió las puertas de San Mamés para dar paso a un sueño en rojo y blanco. Hizo posible que una persona pisara el interior del santuario rojiblanco y pudiera cumplir el objetivo de respirar en su interior por primera vez. El protagonista de aquel cuento con continuidad en el presente, el ejemplo de cuantos sentimientos ha provocado y continúa provocando la vieja Catedral tanto dentro como fuera de Euskadi, responde al nombre de Ramón Cayuela, un catalán con corazón rojiblanco desde que su padre le traspasara una inagotable pasión por el club de Ibaigane.
Nacido en 1947 en Manresa, donde aún hace su vida alejado del palpitar diario de su querido Athletic, Ramón fue testigo ayer de cómo la vida acostumbra a dar segundas oportunidades. Una nueva oportunidad de pisar San Mamés que permanecerá guardada de por vida en su memoria. Y es que, acompañado de su hijo Dani, de 35 años de edad, y de su nieto de tan solo 7 años -también llamado Dani-, simpatizantes ambos del Barcelona, pero con un espacio guardado dentro de ellos para el Athletic, Ramón vio cumplido su gran objetivo de ver un partido en San Mamés antes de su inminente derribo. "Han pasado 25 años desde que estando de viaje en Bilbao, en un bar cercano al campo, comenté que venía de Catalunya y que me hacía muchísima ilusión poder entrar al campo; alguien me dijo que esperara, vino un directivo, y me permitió verlo por dentro, fue una sensación muy bonita, pero lo de hoy ha sido increíble", confesaba el propio Ramón tras la agónica victoria de los pupilos de Marcelo Bielsa ante el Valencia.
Un envite que supuso más que un mero partido para el veterano de los Cayuela, quien admitía minutos antes del inicio del encuentro que la noche del sábado tampoco había sido una más. "Me ha costado un poco poder dormir debido a la emoción y para las 7.30 horas ya estaba despierto; llegamos ayer -por el sábado- por la noche a Bilbao y menos mal que ya falta poco para entrar", subrayaba Ramón con una inalterable sonrisa dibujada en el rostro y un único objetivo en el horizonte: volver a pisar La Catedral y ser partícipe del verdadero ambiente que se respira en San Mamés cuando hay un partido de por medio. Y la larga espera mereció la pena. Después de conformarse con visitar las instalaciones de Lezama en tres viajes anteriores, todos en época de vacaciones, Ramón ingresó en el campo. No lo hizo por la misma puerta que sus dos acompañantes de lujo al no haber conseguido tres entradas con asientos unidos, pero eso no iba a resultar ningún impedimento para disfrutar de la ocasión, para poner en funcionamiento los cinco sentidos y sentirse, por fin, uno más entre la fiel afición de San Mamés.
Gol y lágrimas
Con las apacibles condiciones climatológicas como aliadas, y con una Catedral rejuvenecida y hambrienta de puntos debido a la hora del envite y de la relevancia del choque frente a los de Ernesto Valverde, el devenir del partido no fue sino la culminación del sueño, del día y la experiencia perfecta. Si antes de acceder al campo, tanto Ramón como su hijo hacían referencia al "diferente" aroma que transmite San Mamés, tras la finalización del encuentro las impresiones no pudieron ser mejores para aquel señor que 25 años atrás tan solo pudo mirar al césped e imaginar cómo sería vivir in situ un partido en tamaño recinto deportivo.
"Ha sido algo único", resumía Ramón, preso de la emoción y de la intensidad con la que toda la parroquia bilbaina había vivido el partido, antes de recalcar y ampliar sus "inmejorables" sensaciones. "Lo que transmite San Mamés no se puede comparar con el Camp Nou ni con ningún otro estadio, prácticamente; el sentimiento que hay aquí y lo que se vive en este campo es algo único, hay que estar dentro para poder entenderlo y, por suerte, he podido disfrutar de él antes de que lo derriben", apuntaba Ramón, emocionado aún por el gol de Iker Muniain, con el que reconocía que había dejado correr algunas lágrimas. "Hemos tenido que sufrir mucho para ganar, pero ha merecido la pena; cuando ha marcado Muniain ha habido gente que se ha puesto a llorar y a mí también se me ha escapado alguna lágrima que otra".
Una espontánea reacción como consecuencia del cúmulo de emociones vividas antes de volver a coger la carretera y poner rumbo a su Manresa natal junto con su hijo y su nieto, que al igual que sucede con otros aficionados del Athletic que están aprovechando para despedirse de La Catedral antes de que desaparezca, colmaron de alegría a Ramón, de apellido Cayuela, y dueño de un sueño que asoma cumplido desde el viaje de ayer al corazón de San Mamés.