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martes, 18 de febrero de 2025

Isaac Oceja, genio y figura

Entrevista publicada en el número 28 de la publicación Athletic Club en 1985
(Foto: Athletic Club)

En el Athlétic también ha habido historias agridulces, momentos ácidos, personajes controvertidos, hechos polémicos... Cualquier colectivo es susceptible de vivirlos y el Athletic no iba a ser menos. Quizás por eso mismo Isaac Oceja merece estar como el primero en este relato de lo que ha sido el Club rojiblanco desde sus comienzos hasta nuestros días Isaac Oceja, genio y figura de un jugador indiscutible en las alineaciones de su época, intemacional en cuatro ocasiones, defensa izquierdo de excepcionales aptitudes y galana planta.

Quince temporadas intensas como rojiblanco con el largo paréntesis de casi un año inactivo como resultado de una grave lesión. Siete temporadas como capitán hasta que la directiva le sustituyó como tal dos años antes de su retirada por algo que él mismo nos explicará. Duras negociaciones con el Club para defender lo que él consideraba sus legítimos derechos. Ambicionado por el Barcelona, club que estaba dispuesto a pagar el oro y el moro por sus servicios, sin que el Athletic accediera a su traspaso, Isaac Oceja, todo un carácter que todavía hoy perdura, sin ningún resentimiento hacia las personas, pero sí con el dolor de no haberse sentido nunca comprendido ni pagado moralmente por aquellas quince temporadas siempre con la cara por delante.

Zurdo por su voluntad

Isaac Oceja, el último lateral zurdo, zurdo, según muchísimios técnicos hasta la llegada de Luis de la Fuete al equipo. Porque ni Núñez, ni Escalza, ni Aranguren, ni... Ninguno ha sido zurdo, zurdo.

«Y yo tampoco lo era -confiesa Oceja-. Voy a explican por qué. Yo trabajaba como peón de albañil a los quince años cuando en realidad me di cuenta de que el fútbol podría significar algo en mi vida. Por eso pensé que un buen jugador no podia depender solo de un pie, el derecho, si es que queria ser alguien. Por eso, al salir de trabajar, me iba a un campo con un balón y me calzaba una bota en el pie izquierdo y una alpargata en el derecho. Y lo conseguí. Y no sólo fui ambidiestro. Acabé por jugar mejor con la zurda que con la derecha».

Rojiblanco a la cántabra

¿Comienza o no por ser curiosa e interesante la historia de Isaac Oceja? Otro dato reseñable en su vida como rojiblanco es su lugar de nacimiento, porque él, como algunos otros, también fue excepción en el Athlétic por ver la luz primera fuera de Euskadi, aunque bien cerca, por cierto. Isaac Oceja Oceja nació en Escalante (Santander) en 29 de mayo de 1915, pero pronto, muy pronto, vino a vivir a Durango donde llegó a los cinco años. Su madre era viuda y en Durango vivían unos primos suyos que no tenían descendencia, así es que formaron entre todos una gran familia. Pero Oceja no se considera un caso único, ni mucho menos.

«En el Athletic ha llegado a jugar gente nacida fuera, Anatol, Tamayo u Ortúzar. Yo, al fin y al cabo, nací mucho más cerca y me considero, además, durangués por los cuatro costados, donde llevo residiendo 65 años».

Sustituto de Urquizu

Oceja dio sus primeros pasos futbolísticos, cómo no, en el Durango, de donde pasó a la Cultural. Y de allí, al Lemona, con el que fue campeón de Vizcaya. Más tarde también fue campeón provincial con el Basconia y, por fin, el Athletic. Isaac tenía entonces 19 años. Era el año 34.

«Fue un socio de pro durangués, don Emilio Baqué Delclaux, y un ojeador del Athletic, Máximo Royo, quienes vieron en mí posibilidades y me llevaron al equipo rojiblanco. Acababa de ser nombrado entrenador Caicedo que entraba a sustituir a Mr. Pentland, recién fichado por al Atlético de Madrid. Y yo llegaba para ocupar el puesto que hasta entonces había ocupado Juanito Uzquizu. Y ya no dejé de jugar en el Athletic hasta que me concedió la baja en el año 49»,

Estreno de campeón

Quince años con muchos recuerdos en las filas del Club. «Mi mejor temporada fue la primera. Quién es el que no quiere estrenarse como jugador en el Athletic y ganar la Liga... Y mi mejor partido, uno jugado en Chamartin ante el Real Madrid, en el que vencimos por 0-1. Tuve enfrente a un extremo llamado Alsúa y lo debi hacer tan bien que me sirvió como escaparate de cara a la internacionalidad, a la que accedi en el año 40».

La lesión más larga de su vida

Internacionalidad también con anécdota y un recuerdo triste.

«La anécdota pudo estar en aquel entrenamiento a las órdenes de Eduardo Teus, el seleccionador. En la segunda parte del partido de entrenamiento quiso cambiarme al lado derecho, pero yo no estaba muy conforme, me hice el lesionado y me retiré. El vio que no estaba a gusto y me preguntó el porqué. «Con el único que me entiendo bien es con Mieza». Fue lo único que hablamos. Al siguiente partido Mieza estaba a la derecha y yo a la izquierda. Y el recuerdo triste, sin duda, radica en la grave lesión de menisco que me produje en un España Francia jugado en Sevilla. Estuve ocho meses en tratamiento sin que nadie me diagnosticara de una manera exacta, hasta que me hablaron del doctor Moragas en Barcelona. Fui a su consulta acompañado por José Luis Bilbao «Bala negra» al que, tras la oportuna observación, sólo le dijo lo siguiente: «En quince días estarás jugando». Y no fallo ni en uno. Conmigo fue también claro. «Lo tuyo es menisco en estado muy avanzado. Estarás aquí un mes de tratamiento para tratar de evitar la operación». Al de un mes fui a entrenar a Las Corts con el Barcelona y al primer gesto extraño de la pierna sentí un «crack» terrible. Se me cayó el mundo encima. Adiós carrera. Pero al volver a la consulta el doctor me dijo: «Te voy a operar y volverás a jugar al fútbol. Y dile al Athletic que si no quedas bien, yo no cobro la operación. Y quedé perfectamente. Y volví a jugar al fútbol».

«Si lo anulo no salimos vivos»

De su relación con los árbitros también guarda algunos recuerdos.

«En un partido jugado en Alicante, un jugador canario, Tatono, remató delante de mis narices y las del árbitro con los puños a gol, y cuál no sería mi sorpresa cuando el colegiado lo consideró legal. Me fui como una bala a protestar y sólo obtuve esta respuesta: Oceja, si anulo el gol, no salimos vivos de aquí, ni vosotros, ni yo».

Oceja también tiene una definición para sí mismo y para su estilo de juego.

«Yo era un jugador duro, pero siempre me gustó exponer. La prueba está en que a lo largo de quince temporadas yo nunca lesioné a un sólo jugador y sin embargo me produje lesiones de las que muchos no pudieron recuperarse, como doble fractura de tibia y la lesión de menisco relatada, al margen de haberme abierto brechas en la cabeza y haberme roto la muñeca».

Un adiós amargo

...Y los recuerdos amargos. La trayectoria de mutuo enfrentamiento club-jugador tuvo su más fiel exponente a la hora del adiós definitivo a los colores rojiblancos.

«Fue el peor momento de mi vida deportiva. Me lo dijo Carmelo Goyenechea, que había sido compañero mio de equipo. Yo consideraba que podia seguir jugando y, sobre todo, que el Club podría tener un mejor comportamiento conmigo. Quince años partiendome la crisma, para qué...».

Cesado como capitán

Pero que fuera el peor momento no quiere decir que fuera el único. Por ejemplo, el momento en que le fue arrebatado el brazalete de capitán.

«La directiva interpretó mal un hecho acaecido en un partido jugado en San Mamés contra el Sevilla. Un gesto mio lo tomaron como alevosía hacia el portero Lezama, y no fue asi. En un momento determinado, Lezama, que tenía mucha costumbre de saltar por encima de su defensa para despejar balones, aunque nos hiciera daño a los compañeros, lo hizo esta vez aunque sólo consiguió dejar el balón muerto en el área, haciéndonos gol el Sevilla. Me volví y le dije «por qué no has pedido el balón». Y creyeron que le habia insultado. Y no volví a ser capitán.

Oferta del Barcelona

El frustado intento por parte del Barcelona para hacerse con sus servicios también cierra un capítulo particularmente amargo y decisivo en su carrera.

«Acababa de salir de una lesión de doble fractura de tibia y el Club no creía que podia rendir como antes. Por eso me ofreció la única salida de un contrato, según el cual, cada partido jugado cobraría 750 pesetas. De los 35 partidos jugados aquella temporada yo me alineé en ¡34!, y sólo dejé de jugar uno en señal de mi inconformismo. Justo el que era decisivo para ser o no campeones. Y perdimos. Y el Club nunca me lo perdonó. Pero es que llovía ya sobre mojado. En el Barcelona podría haber solucionado mi vida y hacerme millonario. En el 39 me ofrecia el club azulgrana 300.000 pesetas de ficha y 6.000 al mes de sueldo, ofreciéndome además un empleo como representante de tejidos en una empresa de un directivo por 35.000 pesetas al mes. Era el contrato de mi vida, y el Athletic no me dejó marchar».

Entrenador con honor

Lo más que llegó a cobrar como prima por una final ganada fueron mil pesetas. El Athletic en ese aspecto no era el Barcelona

A Oceja solo le queda el orgullo de haber vestido la camiseta que de niño siempre deseó vestir. Luego no hubo homenajes, a pesar de los quince años, e intentó enderezar sus pasos como entrenador. Pero también salió decepcionado. «Entrenando al Zaragoza, un directivo entró en el descanso de un partido que íbamos perdiendo en Tarrasa y gritó: «¡No os he dicho que vayáis por la izquierda, que el lateral está comprado!». Y como el honor no se compra ni se vende, asi se la dije. Muy clarito. Y ya no volví a entrenar más a ningún equipo, a pesar de que al Zaragoza le había ascendido el año anterior. Me dediqué solo al campo amateur».

La vida futbolistica nunca le dio la cara a Oceja.