Merodio, capitán del Athletic, junto al trío arbitral y el capitán del equipo del
portaaviones 'Ocean', en el césped de San Mamés. / ARCHIVO ATHLETIC CLUB
En noviembre de 1957, la gente andaba preocupada por la perrita Laika. La Unión Soviética había lanzado al espacio una cápsula con el animal en su habitáculo, y había anunciado a bombo y platillo que estaba en condiciones de enviar un cohete a la Luna con viaje de regreso incluído, pero las noticias sobre Laika no eran optimistas. Mucho menos después de que Radio Moscú anunciara que la perra, instalada en la Sputnik II, estaba condenada a muerte «como un sacrificio a la ciencia». Item más: «Por muy tristes que nos sintamos, debemos pensar antes que nada en la tremenda contribución que está haciendo a la ciencia». Para alivio del pueblo soviético, la emisora estatal anunciaba también que «la perra Laika se encuentra a bordo del satélite, lo más cómodamente posible».
En esos días de guerra fría y discursos calientes de Franco, en los que los periódicos estaban obsesionados por las noticias que llegaban del otro lado del telón de acero, -Zukov, destituído-, titulaba La Gaceta del Norte, apareció por Bilbao un portaaviones de la marina de su graciosa majestad británica. El HSM Ocean era el primer barco de ese tipo que navegó por aguas del Abra. Es más, a las 9.15 horas del viernes 1 de noviembre, el buque, de la clase Colossus, se adentró por la Ría, y llevado con habilidad por las maniobras del práctico, Cecilio Alday, que movió con precisión las 18.000 toneladas del portaaviones y guió los movimientos de los remolcadores Ayala y Ariñ, pasó bajo el Puente Colgante y atracó en la dársena de Galdames, -donde permaneció cinco días-, mientras los marineros formaban en la cubierta y la banda de música del barco tocaba marchas militares.
Tenían ganas de estirar las piernas los marineros del Ocean, que llegaban desde Gibraltar tras cumplir una misión en el Canal de Suez, así que se pusieron en contacto con el Athletic para jugar un partido en San Mamés. Tenían mono de balón ya que en un portaaviones pese a tener una superficie, tal como indicaban los periódicos, de dos veces el terreno de juego rojiblanco, es difícil montar un partido sin riesgo de que el balón se pierda en el mar.
Así que esa misma tarde, un grupo de escogidos tripulantes del navío, de entre las mil personas que trabajaban a bordo, fueron rebajados de servicio para acudir con sus mejores galas deportivas a enfrentarse a los suplentes del Athletic. Los titulares habituales jugaban dos días más tarde en el recién inaugurado estadio Camp Nou del Fútbol Club Barcelona, «con un césped infame», tal como anunciaban los periódicos. Cayeron por 3-0 frente a los azulgrana.
Los suplentes jugaron un partido «interesante», según las crónicas. No sólo se alinearon los no habituales en el equipo rojiblanco, sino también algunas promesas del fútbol vizcaíno. El choque sirvió, sobre todo, para observar el estado de forma de Merodio, que salía de una lesión, y que jugó un partido excelente, además de oficiar de capitán del Athletic.
A las cuatro de la tarde de aquel 1 de noviembre, las gradas de San Mamés presentaban una buena entrada -como se puede observar parcialmente en la fotografía-, y los capitanes se intercambiaron regalos. Merodio entregó al marinero que ejercía como tal en el equipo del Ocean, un banderín conmemorativo de la visita; El británico, una metopa con el escudo del barco. «Lo mejor fue constatar la buena forma de Merodio, de Beitia y de Gorostiza, que fueron los elementos más destacados», apuntaban los periódicos, que llegaron a titular: «Por poco hunden al Ocean», después de los cinco goles de la primera parte y del que marcaron los rojiblancos en la segunda.
Sin embargo, lo mejor de aquella tarde fría fue la actuación de la banda de música del portaaviones, que deleitó a los aficionados con su música y sus movimientos por el césped. Ganó el Athletic 6-0 sin hacer demasiada sangre con los ingleses que llegaban de la guerra de Corea, y después, sus jugadores fueron invitados a la fiesta de gala que organizó el comandante del Ocean R68 a bordo del barco, y a la que también asistieron las autoridades «civiles y militares».
Los cinco días que pasaron los miembros de la marina británica en Bilbao fueron de lo más aprovechados, sobre todo para los más deportistas del barco, puesto que además del partido en San Mamés, jugaron otro de hockey en Jolaseta, donde fueron agasajados con un cóctel, y otro más de baloncesto en la cancha del colegio San Agustín de Las Arenas.
Para completar el cartel, los marineros amantes del boxeo tuvieron la oportunidad de presenciar una velada en los locales del Club Deportivo de Bilbao. Los tripulantes del barco del capitán Smallwood también pudieron acudir a un festival de pelota que en su honor se organizó en Santurtzi, y los católicos del buque, alrededor de 150, fueron a la misa que un sacerdote bilbaino, Antonio Uriarte, celebró en perfecto inglés. La mayoría de los feligreses debía tener algún pecadillo escondido, puesto que sólo tres se acercaron a comulgar: dos oficiales y un marinero. En fin: San Mamés ha visto pasar a centenares de equipos de diverso pelaje, pero sólo una vez pisaron su césped los futbolistas de un portaaviones.