Artículo publicado por Lorena González en el diario Marca el 10/12/2017
Dicen que cuando el perro ladra, el león no se voltea. El cáncer atacó a Yeray y él le pegó el rugido más fuerte que pudo imaginar. Lo ha devorado, pero a base de un año alejado del fútbol, de largas y numerosas sesiones de quimioterapia, una recaída y una reciente alta médica que le permite volver a vestirse de rojiblanco.
Yeray Álvarez (Barakaldo 24/01/1995) llegó al Athletic con 13 años, siendo uno de los pupilos de una de las mejores generaciones del club bilbaíno, la camada del 95. Tuvo que esperar hasta septiembre de 2015 para debutar con el primer equipo, e ilusionar a una afición que vio en él un central de garantía por muchos años. El 'Kuko' Ziganda, que le conoce desde los 16 años y en cuanto tuvo la oportunidad de ponerle en el filial, no se lo pensó. En Lezama había dudas sobre si debían dar continuidad a otros jugadores antes que a Yeray, pero el míster siempre confió en él.
En diciembre de 2016, esa proyección y media vida se detuvieron. Los médicos le detectaron un tumor en su testículo derecho. Yeray entraba así a formar parte de lista de José Francisco Molina, Lubo Penev o Jonás Gutiérrez, aunque está demostrado que no hay relación alguna entre la práctica del fútbol y la aparición de este tumor, únicamente que es frecuente en chicos jóvenes. Y los futbolistas, lo son.
El 22 de diciembre los médicos esperaban la confirmación del tumor. Fue Ernesto Valverde, hoy técnico del FC. Barcelona, el primero en saberlo. Él y Yeray decidieron no decírselo a los compañeros hasta que hubiese oficialidad. Ese día ya no jugó el partido de Copa ante el Racing, pero nadie podía imaginar el peor de los presagios. Ya en vísperas de Nochebuena, el presidente Josu Urrutia, junto al jefe de los servicios médicos del Athletic, dieron la noticia en una de esas ruedas de prensa que nadie quiere convocar.
Rápidamente Yeray se sometió a una orquiectomía (extirpación quirúrgica total o parcial de uno de los testículos). Fue rápido. El 19 de enero de 2017 recibía el alta y apenas tres semanas después, regresaba como titular a los terrenos de juego. Lo hizo por la puerta grande, en el Camp Nou. A pesar de la operación, mantuvo un gran nivel el resto de la temporada e incluso la Selección española de Lopetegui le seguía muy de cerca. El Athletic no tardó en renovar su contrato hasta 2022.
Pero el 13 de junio de 2017, mientras se encontraba concentrado con la sub- 21, llegaron los resultados de las últimas pruebas. Y otra vez una mala nueva: se le habia reproducido el tumor. Le fue diagnosticada una adenopatía (aumento o enfermedad de los ganglios, normalmente linfáticos), y la quimioterapia le esperaba, ahora sí, para ser su rival y compañera durante los tres meses más duros de su vida. "Tranquilos, que esta batalla la voy a ganar", escribía enseguida en su Instagram.
Yeray, hijo único, se refugió en la casa de sus padres, que se han mantenido siempre en un segundo plano, al margen de focos y de entrevistas. Cuando tuvo que volver de la concentración del Europeo para iniciar el tratamiento, los médicos del club y los que le trataron después le recibieron en el aeropuerto de Loiu, pero dejaron que el primero en hablar con el chico fuera el doctor Lekue, jefe de los servicios médicos del Athletic. Sus padres le saludaron cariñosos al aterrizar, pero mantuvieron esa compostura del norte que ayudaba a desdramatizar el momento. La primera charla familiar entre los tres, a solas, se dio minutos después, en el coche, de camino a casa. Esa tarde ninguno la olvidará.
Un año muy largo, donde lo peor han sido las horas infinitas en la clínica, el cansancio, las náuseas y todos los efectos de la quimio. La caída del pelo y la palidez se le hizo especialmente cuesta arriba, aunque entrar al vestuario y encontrarse a sus compañeros con el pelo rapado le devolvió la sonrisa que no ha vuelto a perder.
Bien arropado
Durante ese tiempo,Yeray también ha tenido y sentido muy cerca a Javi Arkotxa, delegado del Bilbao Athletic que pasó por una experiencia similar. Un tipo muy querido en Lezama por todos los futbolistas. De hecho, cuando no coincide el partido del filial, es habitual verle en el palco de jugadores. Arkotxa siempre ha tenido el móvil encendido para Yeray. A cualquier hora.
Uno de los ídolos del central fue Rafa Alkorta, su homólogo durante años, recuerda en Primera Plana una curiosa anécdota: "Recuerdo el día que le conocí, fue justo el día antes de que se diese la noticia de que tenía un tumor. Él estaba con otros jugadores por Bilbao, me acerqué a él y le di mi enhorabuena por lo bien que estaba jugando. En ese momento me dio la impresión de que no me reconoció, aunque quizás fue porque es bastante tímido. Seguro que alguno de sus compañeros le dijo quién era yo, ja ja ja. Creo que es que no pensó que me fuese a acercar yo, pero la verdad es que a mí me hacía ilusión conocerle. Sé que lo que le ha tocado vivir, le va a afectar para bien, le va a hacer mejor, seguro. Tiene fuerza y personalidad y una cosa muy buena como defensa, y es que se equivoca muy poco en el juego. Eso es muy importante para un central y tan joven".
Hasta aquel mes de diciembre, Yeray era un joven introvertido con sus emociones. Sin embargo, durante la enfermedad, el abrirse a los demás y hablar con personas que estaban pasando por lo mismo, se convirtió en otra de sus terapias. También todos los mensajes que ha recibido, incluidos los de gente anónima y los apoyos en redes sociales. No se ha considerado nunca una víctima, sino uno más entre los miles de afectados por el 'monstruo'. Yeray no le ha tenido miedo al cáncer, sólo respeto. Y en ocasiones, lo ha sentido como su mejor aliado para madurar. Ya no es el chico de antes, es aún mejor, más consciente de la vida, que casi le cuesta, así que el disfrutar mucho más de cada momento está entre sus nuevas prioridades. Ahora valora otras cosas, como que el agua no le sepa rara o comer cualquier cosa sin tener ganas de vomitar.
En estos meses, en silencio y alejado de los micrófonos, su novia Eneritz tampoco se ha separado de su lado. Yeray ha comprobado cuál es el verdadero amor y quiénes son los grandes amigos: los Álvaro, Kevin, Koldo... la mayoría de su 'cuadrilla' de Barakaldo, los de siempre. Con ellos ha pasado las tardes arransando series y Netflix entero, se ha escapado a su pueblo, Gaztelugatxe, se ha relajado en algún spa de Cantabria y hasta se ha divertido en el descenso del Sella. Sin embargo, la mayoría del tiempo lo ha pasado durmiendo, agotado por el severo y agresivo tratamiento. El corto paso por la selección sub-21 también le ha ofrecido amigos con los que puede contar. Mantiene contacto con muchos de los que iba a haber jugado aquel Europeo. Sus compañeros de equipo, y en especial Iñaki Williams, han estado muy pendientes de él, aunque prefirieron mantener cierta distancia cuando Yeray estaba en su peor momento. No querían transmitirle ansiedad. Sabían diariamente de él, pero no han querido llamarle constantemente. En cuanto regresó al vestuario, ni él ni nadie tuvo la sensación de que se hubiese ido nunca.
A finales del pasado mes de agosto, la vida le tenía preparada otro duro golpe. Su abuela también sufría cáncer, y juntos se acompañaron en la enfermedad. La muerte le llegó a ella. Fue justo cuando Yeray finiquitaba la quimioterapia. Se fue tranquila, sabiendo que su nieto iba a estar bien, feliz de volver a pisar el césped de Lezama. Esa imagen tan deseada para los fotógrafos que cubren a diario los entrenamientos del Kuko Ziganda, y que todas las redacciones estábamos esperando recibir. El 27 de noviembre de 2017, tras dos meses de readaptación, el cuerpo médico del club vasco confirmaba que se encontraba disponible para volver a jugar. Porque del cáncer se sale y él nunca dudó de ello, siempre estuvo más que seguro de que todavía le queda mucho que demostrar y hacer en el fútbol. En el Athletic, su pasión, en la Catedral, donde no ha dejado de acudir siempre que el cuerpo se lo ha permitido. Cuando no, lo contemplaba desde la ventana de la clínica de Zorrozaure, que curiosamente tiene vistas a San Mamés. Es ahí donde esperan con ansias volver a ovacionar a su león más valiente. En las Navidades del 2016, el cáncer golpeó a su puerta. En las de este año Yeray, curado, brindará por todo lo bueno que está por venir. De regalo, el fútbol: la vida.