Artículo publicado por Julen Guerrero en el diario El Correo el 02//12/2017
Duros días los que nos tocan vivir. El fútbol es un deporte en el que afortunadamente (el miércoles, desafortunadamente), no siempre se cumplen los pronósticos. El Athletic ha sido eliminado de la Copa por el Formentera, un equipo de Segunda B que apenas cuenta con una población de doce mil habitantes. Y lo ha hecho además en casa, delante de su afición y ante un rival que no le valía el empate a cero para pasar. Hay veces que la explicación más simple y sencilla es la más cercana a la realidad: esta derrota es una consecuencia más de la irregular temporada que está padeciendo. Más que una sorpresa, es una confirmación.
Y eso que la tarde ya había comenzado con la eliminación de La Real Sociedad frente a otro Segunda B, el Lleida. Más dolorosa si cabe porque en el minuto 55 del encuentro tenía tres goles de ventaja en la eliminatoria, y acabaron por perderla. Todo un aviso a navegantes justo antes de comenzar el partido en San Mamés.
Pero ni incluso con estos precedentes consiguió el Athletic salir con el ritmo suficiente como para intentar sentenciar la eliminatoria lo antes posible. En estos casos, cada minuto que pasa y no consigues inclinar el marcador a tu favor es ir dando aire al rival de inferior categoría, que poco a poco se va creyendo capaz de dar el zarpazo. Unos crecen con el partido, otros van agonizando y mostrando sus inseguridades.
Ya lo comentamos en el artículo anterior: la última fase del partido (y más en una eliminatoria) tiene que ver con el manejo del marcador y la ansiedad que provoca. En esta ocasión no supieron jugarlo. El pasado domingo en Coruña, en una competición diferente, y después de adelantarse dos veces en el marcador, tampoco. No queda otra que aprender a base de golpes.
No es, por tanto, la derrota, ni siquiera la eliminación del Athletic lo que duele, sino más bien este continuo pesar, esta sensación de fragilidad que ofrece el equipo partido tras partido.
Y a todo esto, con las tremendas dudas que muestra el Athletic, con seis puntos conseguidos en liga de los treinta últimos en juego, con el asunto de Kepa sobre la mesa, con una sensación de pesimismo tremendo y con la herida abierta de la eliminación copera, aparece esta noche el Real Madrid. Serán pocos los que piensen que el Athletic puede ganar este partido con este panorama. Pero tal y como describo al principio de este artículo, «el fútbol es un deporte en el que afortunadamente no siempre se cumplen los pronósticos», por lo que si sirve para unos, también debe servir para otros.
Estoy convencido de que a medida que se vaya acercando la hora del encuentro irá creciendo la ilusión por el mismo. A grandes males, grandes remedios. Es posible que no encontremos un rival, hora y escenario tan adecuado para dar la vuelta a una situación tan incómoda, y como tal hay que afrontarla. Históricamente el Athletic se ha crecido ante las adversidades, y esta ocasión debe ser una más.
Este mal sueño se está alargando demasiado. El club, cuerpo técnico y los jugadores del Athletic siempre han mostrado compromiso y responsabilidad para salir de este tipo de situaciones. Es necesario despertar.