Artículo publicado por Arkaitz Aramendia en el diario Deia el 05/02/2017
DEIA, en su gala anual del deporte, rendirá homenaje el miércoles a la inolvidable generación de rojiblancos del 77, subcampeones de UEFA y Copa. “Éramos un gran equipo”, recuerda el exentrenador Koldo Agirre
Una sonrisa de oreja a oreja e innumerables recuerdos bañados en oro, empañados solo por las lágrimas derramadas en las aciagas finales correspondientes a la UEFA y a la Copa. Eso es lo que viene a la mente de todos los athleticzales que pudieron disfrutar de la inolvidable generación del 77. Aquella temporada, la 1976-77, emergió con fuerza una fabulosa hornada de leones a los que DEIA, en el cuadragésimo aniversario de su inolvidable puesta en escena, homenajeará el miércoles en la gala deportiva anual del periódico, que tendrá lugar en el Palacio Euskalduna a partir de las 20.00 horas. Se espera que acudan a la cita un buen puñado de tan legendarios futbolistas, a quienes solo les faltó un título en el citado curso de ensueño.
Dirigidos por Koldo Agirre desde el banquillo, jugadores de la talla de Iribar, Rojo, Dani, Goikoetxea, Irureta, Carlos, Churruca, Villar y Alexanco, entre otros, deleitaron a los aficionados con un fútbol espectáculo no exento de garra, coraje, compromiso y lealtad hacia unos colores. “Éramos un gran equipo, con más talento arriba que atrás, pero las carencias que podíamos tener las suplíamos gracias a las ganas que le ponían todos los jugadores”, subraya a DEIA, cuarenta años después, Agirre, timonel de la nave bilbaina en una campaña que permanecerá de por vida en la retina de la hinchada rojiblanca. Fue un año en el que las grandes emociones se sucedieron una tras otra, gracias al buen hacer de unos hombres convencidos de que el cielo, la gloria, estaba al alcance de la mano.
El tercer puesto en la clasificación liguera no empañó el largo y laborioso camino recorrido en Europa y Copa, torneos en los que Juventus y Betis ejercieron como verdugos. El conjunto andaluz, con Rafa Iriondo al mando de las operaciones, necesitó un gol en el minuto 116 para enviar la final a una interminable tanda de penaltis que requirió de veinte lanzamientos desde el punto fatídico. Fue ahí, desde los once metros, donde José Ángel Iribar, que reivindicó aquella campaña la ikurriña junto con el txuriurdin Kortabarria, erró el último lanzamiento para lamento de una afición entregada a su gigantesca figura. Las muestras de cariño y admiración fueron unánimes hacia un equipo que cinco semanas antes, en otra batalla futbolística de enormes dimensiones, había caído a manos de la poderosa Juventus en la lucha final por el título de la Copa de la UEFA. El poderoso equipo italiano, que contaba en sus filas con “buena parte de la selección de Italia”, tal como resalta Agirre, que recuerda como si fuera ayer los entresijos de una final a doble partido en la que el Athletic se vio abocado a hincar la rodilla por el valor doble de los goles fuera de casa.
La temporada, así pues, tocó a su fin con dos decepciones que no evitaron que aquella ilustre generación de futbolistas pasara a la historia del club con Agirre como entrenador. Cabe recordar, a modo de anécdota, que el extécnico vizcaino, que dirigía al Bilbao Athletic, aterrizó en el banquillo local de San Mamés en el verano de 1976 siendo el séptimo entrenador que sondeó la junta directiva que presidía José Antonio Egidazu para sustituir en el cargo a Iriondo. El bautizo de Agirre en la elite resultó imperial, con dos finales disputadas y un puesto de bronce en liga. “¡La habríamos ganado si no hubiéramos estado tan centrados en la UEFA, como era normal!”, advierte el de Sondika, quien a sus 77 años de edad no ha olvidado el gen talentoso, así como competitivo que desprendía aquella hornada de jugadores a la que tuvo a sus órdenes.
Churruca, fichaje récord
La temporada, que comenzó con un tono gris, fue mejorando desde la óptica rojiblanca a medida que se sucedieron los partidos. Agirre, que resaltó pocos días después de llegar al banquillo del primer equipo del Athletic la importancia de mejorar la delantera, agradeció de manera notoria la incorporación de Churruca, que se convirtió en un fichaje récord en la aún corta historia de fichajes rojiblancos. El club, no en vano, tuvo que abonar al Sporting 35 millones en efectivo por sus servicios, asegurar otros tres por un amistoso del cuadro gijonés en San Mamés, conseguir para los asturianos el traspaso del realista Araquistain -estaba valorado en nueve millones- y ceder a Núñez por dos temporadas.
En total, la operación para que Churruca ejerciera como león superó los 50 millones de las antiguas pesetas, pero la inversión mereció la pena. “El Athletic tiene la segunda mejor plantilla de España”, destacó aquella temporada Pavic, entonces entrenador del Málaga, cuya opinión no resultó baladí. Solo faltó a los leones dar la puntilla final, aunque su huella, cuatro décadas después, permanece intacta al tratarse de una camada de leones para el recuerdo.