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martes, 4 de marzo de 2025
Telmo Zarra. Goles para la historia rojiblanca
Entrevista publicada en el número 31 de la publicación Athletic Club en 1985
El 20 de enero del año 21 nacia en Asua quien con el pasar de los años se convertiría en el jugador más carismático y admirado de la dilatada historia del Athletic. Pedro Telmo Zarraonaindia Montoya era el séptimo de diez hermanos de una familia de ferroviarios, que dio sus primeras patadas a un balón en el pórtico de la iglesia, en la Carretera de Asúa o en los terrenos que hoy ocupan las pistas del aeropuerto de Sondika.
Telmito, como le llamaban todos en su pueblo, o el «rubio», por lo moreno que era desde pequeño, comenzó pronto a soñar con llegar muy lejos en el fútbol. Quizás parte de culpa la tuvieran sus hermanos Tomás, que jugaba de portero, y Domingo, que lo hacia de extremo izquierdo. Ambos militaron en el Arenas y fueron durante varios años el espejo preferido de Telmito.
Miedoso y listo
Hay dos aspectos casi desconocidos en el perfil de Telmo Zarra, considerado tradicionalmente como un jugador valiente y aguerrido, que siempre daba la cara y, a la vez, un poco torpe con el balón en los pies, aunque excelente rematador.
«Creo que hay mucha gente que no me conoce. Desde pequeño he sido un miedoso tremendo. Miedo a la oscuridad, a lo desconocido, a que me hicieran daño en el campo. Lo que pasa es que he sabido disimularlo. Mira, cuando buscaba un balón y sabia que podía recibir «leña», entonces procuraba no llegar. En cuanto a lo de torpe, otro error. Lo que pasa es que era suficientemente listo para saber que había otros jugadores encargados de driblar. Siempre he sido consciente de mis propias limitaciones. Por ejemplo, cuando empece a jugar no tenía ni idea de darle de cabeza incluso me agachaba para que el balón no me diese».
Un guardafrenos goleador
El Potoberexe fue el primer equipo «serio» de este muchacho que ayudaba a su padre (jefe de estación) como guardafrenos, vendedor de billetes e, incluso, de interventor. Su hermano Tomás le arregla el fichaje por el Erandio, equipo en el que coincidieron, antes de dar el definitivo salto al Athletic.
Una actuación de Zarra fue el detonante de la contratación por el equipo rojiblanco. «En junio del 40 nos enfrentamos en San Mamés las selecciones de Guipúzcoa y Vizcaya Ganamos los vizcaínos por nueve goles a uno. Tres los marcó Gorostiza y los otros seis los hice yo». Aquello fue determinante. El Athletic se interesa por Zarra y consigue su ficha por 4.000 pesetas anuales y 400 de sueldo. El gran sueño de Telmín empieza a hacerse realidad.
Chupando banquillo
No todo fue un camino de rosas para este jugador que todos señalaron en su día como prototipo de la raza. La gran ilusión de su vida era jugar al fútbol, marcar goles. Y si era en el Athletic, mejor. Con su fichaje por los rojiblancos entreabrió una puerta, pero Telmo tuvo que seguir trabajando fuerte, muy duro para llegar arriba y convencer a todos
«Al principio tuve que chupar banquillo, como casi todos los que empiezan. Además, yo tenía delante a Unamuno que era mucho jugador. El debut con el Athletic me llegó en Santander, en un amistoso contra el Racing, en junio del 41. Luego fui alternándome en el puesto con Unamuno, pero llegó el momento de ir a la mili, nada menos que a Africa».
Seis veces «Pichichi»
Nadie ha interpretado como Zarra la cálida música del gol. Aquel delantero que nació para el fútbol a escasos metros de las vías del tren ostenta todos los récords en cuanto a goles. Seis veces máximo goleador del Campeonato de Liga, con cifras que hoy son impensables. Por ejemplo, en la temporada 50-51, Zarra hizo la friolera de 38 goles en los 30 partidos de competición.
«Quizás no sea de modestos que lo diga yo, pero la verdad es que tenía mucha facilidad para rematar desde cualquier ángulo, en todas las posturas. Me gustaba buscar el balón, lo que después llamaron desmarcarse. Sobre todo si venía a media altura, como se lo pedía a Piru Gainza, a Iriondo y al resto de mis compañeros. Con la cabeza le imprimía una violencia tremenda al balón, marcando goles desde fuera del área».
Un quinto con enchufe
Cuando Telmo llegó a Ceuta aún no era el jugador laureado de después del Mundial del 50, en Río, pero su nombre sonaba con fuerza. Entrenaba con los quintos, jugaba algunos partidos y estaba rebajado de casi todos los servicios.
«Después de aquello vine a Zorroza, donde me ganaba un castigo cada día. En una ocasión me dejaron salir del calabozo para jugar un partido contra el Baracaldo. Marqué un par de goles y me volví al calabozo».
Su vuelta al Athletic marcó el comienzo de una era de triunfos y títulos. Cuatro veces campeón de Copa y una de Liga, formando casi siempre en aquella inolvidable delantera que hizo historia: Iriondo, Panizo, Zarra, Venancio y Gainza. «Nosotros y los demás. Teníamos un equipazo de impresión, que hacia fútbol y daba espectáculo».
Las finales no se olvidan nunca
Los recuerdos se agolpan en este joven de 64 años que jamás se niega a firmar un autógrafo o, incluso, a que le besen la frente aficionados foribundos que firmarían a ciegas aquel slogan que inundo las calles de Estocolmo con la llegada de Zarra en la expedición de la selección española «la mejor cabeza de Europa después de Churchill».
Las finales son su gran recuerdo. «Inolvidables todas. Y los recibimientos desde Miraflores Eso lo compensaba todo, porque te sentias más del Athletic que nunca». Especial significación tuvo aquella frente al Valladolid, que termino con victoria rojiblanca por cuatro goles a uno, con cuatro goles de Zarra. Otro récord más. O aquella contra el Valencia, en Montjuich, que ganó el Athletic por tres a dos y en la que Pedro Escartin expulsó a Zarra del campo. «Hace un par de años, todavia, le pregunté a don Pedro el motivo de la expulsión. No supo responderme. Nunca he sido jugador sucio o de broncas. No era mi estilo y tampoco me gustaba».
La Selección y las lesiones
Juanito Urkizu, mister Bagge, Barrios y Daucick fueron sus entrenadores en el Athletic. Tuvo más, en la selección, que no hizo sino confirmar extrafronteras la extraordinaria calidad de este ariete de leyenda.
«Jugué 20 partidos y marqué veinte goles. Entonces, por razones políticas había relaciones con pocos países y se jugaban pocos partidos. Debuté contra Portugal, aunque todo el mundo se quedó con el partido contra Inglaterra, en el Mundial de Río, cuando marqué el gol de la victoria. Hicimos un gran campeonato quedando cuartos».
En la cara opuesta, las pequeñas amarguras de una persona tremendamente humana y afable, sin rencor. Por ejemplo, ese homenaje pendiente en Bilbao, que el Club le negó en su día «porque ya se lo habían dado en Madrid». Más amargas fueron sus lesiones. Una de tobillo, en Asua. Rotura de peroné en Alicante. Fractura de muñeca en un entrenamiento, tratando de parar un disparo de Panizo. Cuatro o cinco costillas rotas y el recto...
«Aquello fue increíble. Estaba vestido de paisano en un pueblo de Valladolid, concretamente Villavaqueril. Me pidieron que tirara una serie de penalties. Al tercero resbalé un poco y me rompi el recto. Aquello me costó ocho meses con muletas».
Recuerdos con sabor a hiel que salpicaron la trayectoria y el historial de uno de los grandes monstruos de la historia del Athletic.