San Mamés tiene entre sus innumerables "titulos" uno que sobre el papel puede no parecer de gran importancia, pero que a la hora de ver el balón correr sobre el césped es importantísimo, sobre todo en los campos de la ribera del Cantábrico: su más que cuidadísimo drenaje. El césped de La Catedral es uno de los que mejor absorbe el agua de lluvia de todos los estadios españoles y apenas se forma el incómodo barro que frena el balón y hace más pesado y duro el juego sobre él. Siempre, en la medida de lo posible, se ha cuidado este importante aspecto -fue uno de los primeros campos en los que el césped se cubrió con plásticos los días de pertinaz lluvia- y por eso no valen excusas: En San Mamés, quien no juega bien, no puede culpar al césped.
(Fuente: Athletic, orgullo de una afición)