Fuente: Leyendas del deporte vizcaíno. (1995) Autor: Jon Rivas Albizu
Manolo Sarabia no puede contener las lágrimas tras conocer que el Athletic
es campeón de Liga 82-83 (Foto: Angel Ruíz de Azua "Deia")
Las lágrimas de Manolo eran justificadas. El gallartino no pudo articular palabra cuando se acercaron los micrófonos de las emisoras de radio sedientas de declaraciones de los campeones. Estaban alli por si acaso, porque nadie creía en realidad que el Athletic fuera a ganar en Las Palmas, o que el Real Madrid perdiera en Valencia, o ambas cosas a la vez. En principio, las grandes cadenas tenían previsto un discreto despliegue, para buscar palabras lastimeras como "otra vez será" o, "es una pena que el Real Madrid haya sido tan superior al Valencia". Querían lágrimas, pero de desazón, y se las encontraron de alegría, principalmente en el rostro de Manolo Sarabia. Sólo entre los aficionados rojiblancos brillaba la llamita de la esperanza en el tropiezo del Real Madrid, que la victoria rojiblanca se daba por hecha. La directiva presidida por Aurtenetxe también confiaba. Es por ello que desplazó a Las Palmas a toda la plantilla. No quería que nadie se quedara en Bilbao celebrando el título en solitario. No faltaron ni las mujeres de los jugadores.
El comienzo fue descorazonador porque el gol de Miguel De Andrés en propia meta puso las cosas cuesta arriba. Pero no tardó en llegar una reacción fulminante del Athletic que en pocos minutos dio la vuelta al marcador. La inició Manolo Sarabia y la prosiguió Dani. Además, el tanto del capitán rojiblanco coincidió con el de Tendillo en el Luis Casanova, que hacía campeón al Athletic. Eran poco más de las seis de la tarde y comenzaba a cantarse el alirón, de manera tímida en las gradas repletas de bilbainos. No era cuestión tampoco de hacerlo antes de tiempo puesto que restaba una angustiosa hora de juego, tanto en Las Palmas como en el lejano escenario del estadio de Mestalla.
Pero llegó el alirón, con suspense porque algún gracioso cantó el empate del Madrid que sólo en su imaginación se había producido. El Athletic había redondeado su cuenta con tres goles más en la segunda parte y le quedaba esperar a que Koldo Agirre cumpliera su promesa de ganar al Madrid y salvar al Valencia. Lo hizo y, aunque desde lejos, ganó un título para su club de siempre que se le había negado por dos veces consecutivas desde el propio banquillo rojiblanco.
En el momento del pitido final en el Luis Casanova, 22 jugadores, los del Bilbao Athletic y el Barakaldo, aguardaban en el césped de San Mamés la gran noticia, de la misma manera que diez mil espectadores los cuales, desde las gradas, habían presenciado el partido, más atentos al transistor que a lo que ocurría sobre el terreno. San Mamés se convirtió en una fiesta cuando el marcador electrónico anunció el título. Se celebraba con la misma intensidad que en el estadio Insular, donde Manolo Sarabia no pudo reprimir el llanto. "Parezco la Virgen de los Dolores" comentaría después al ver la fotografía que inmortalizó su alegría. No era para menos. Sarabia estaba triunfando en un equipo que siempre había sido el suyo. Cumplía con creces la promesa que un día le hizo a su hermano, Lázaro, rechazado cuando estaba a punto de firmar, por haber nacido en Jaén: "Yo si jugaré en el Athletic, he nacido aquí y no me pueden decir que no".
Y vaya que sí llegó. Empezó a jugar al fútbol en el San Pedro, allá en el campo de Simondrogas, pero pronto pasó a formar parte de la familia rojiblanca. Destacó en los juveniles por su excelente técnica y visión de juego, y por lo delgado que estaba. En verano, el club le enviaba a La Rioja para oxigenarse y comer chuletas. Para fortalecer aquel cuerpo que parecía tan fragil pero del que salía un fútbol exquisito. Con Koldo Agirre en el banquillo y todavía en edad juvenil, debutó en el primer equipo. Luego con Senekowistch no tuvo tantas oportunidades y fue con Javier Clemente con quien regresó al equipo de manera definitiva. Esas lágrimas al borde del terreno de juego del estadio Insular representaban la satisfacción por haber llegado a la meta, a una de las metas ya que no sería la última. Luego hubo otra Liga, una Copa, partidos con la selección, algunos de ellos inolvidables, como aquel del 12-1 a Malta en el que Manolo fue protagonista con un gol, o como la semifinal de la Eurocopa contra Dinamarca en el que fue el ejecutor del último penalty en la tanda tras la prórroga, que clasificó a España para la final del Parque de los Príncipes.
También llegaron las amarguras y quizás nuevas lágrimas, esta vez de dolor, durante el contencioso al que llegó con el técnico que le había conducido desde el banquillo al éxito y que otra vez quería relegarle a la suplencia. Y ese exilio forzoso a Logroño, un par de años después de la agria polémica con Clemente, con el que dejó de hablarse definitivamente. En Las Gaunas destiló sus últimas gotas de sabiduría futbolística. Los rojiblancos riojanos se quedaron prendados de sus excelencias y quisieron conservarlas un año más, pero Sarabia prefirió volver a su tierra. Aquí, al poco, encontró un huequito en Lezama, su casa. No pierde la esperanza de que algún día sus enseñanzas sirvan para que algún chaval al que él ha preparado, salte a San Mamés y encandile al público con sus fantasías sobre el césped. Pero será difícil. El fútbol de seda de Sarabia, como las lágrimas, salen de dentro. No es algo que se pueda aprender en un libro o en una pizarra.
Manuel Sarabia López
Nació en Gallarta el 9 de enero de 1957. Comenzó a jugar al fútbol en el San Pedro de Sestao, en categoría infantil. Pronto firmó por el Athletic, que además de pagar una cantidad de dinero se comprometió a pagar sus estudios. En juveniles fue internacional y cuando cumplió 19 años fue cedido al Barakaldo. De allí regresó al Athletic, donde comenzó a jugar esporádicamente con Koldo Agirre como entrenador. Con la llegada de Helmut Senekowitsch apenas pudo demostrar sus cualidades. Fue Javier Clemente el que le llevó de nuevo al equipo titular. Ganó dos Ligas, la 82-83 y la 83-84. Esta última temporada, además, ganó la Copa del Rey y la Supercopa. A finales de 1985 se produjo un grave conflicto con Clemente que desembocó en la destitución del técnico y una sanción para el jugador. Sarabia volvió a ser titular en el Athletic con Iribar en el banquillo y también con Howard Kendall. Sin embargo, la campaña 87-88 fue su última temporada en el club rojiblanco, que abandonó para fichar por el Logroñés. En este club jugó dos temporadas hasta su retirada. En 1992 volvió a Lezama y se incorporó a la plantilla de técnicos del Athletic.