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lunes, 12 de febrero de 2024

Aquel gol en Maracaná

Fuente: Leyendas del deporte vizcaíno. (1995) Autor: Jon Rivas Albizu

En la actualidad, el estadio de Maracaná se encuentra situado casi en el centro geométrico de esa ciudad alargada y sinuosa que es Rio de Janeiro, equidistante de las coloristas playas de Ipanema y Copacabana o los elegantes muelles del Club de Regatas de Flamengo y el centro comercial de la ciudad carioca. Está rodeado de una extensa zona deportiva y con los edificios de viviendas muy cerca. Unos centenares de metros más allá se inicia la avenida artificial, construída hace un par de décadas y que se conoce como el Sambódromo, donde se celebra todos los años el acto principal de los carnavales de Río, el desfile de las escuelas de Samba.

Una magnífica zona arbolada cubre, además, los alrededores del coliseo. Si algún turista se acerca a una hora adecuada podrá sacar la entrada y subir en el ascensor que, desde la recepción del estadio, conduce hasta la grada cercana al palco de autoridades. Allí, un veterano empleado que, según cuenta, comenzó trabajando en las obras de construcción y se quedó para siempre, narra a cambio de algunos cruzeiros la amargura de todo Brasil cuando Ghiggia sorprendió a la selección canarinha batiendo a Barboza a falta de once minutos para que acabase el Mundial celebrado en su país.

Cuando el autobús que trasladaba a los jugadores de la selección española se acercaba el domingo 2 de julio de ese ya lejano año 1950, al recién estrenado estadio, la mole de piedra se elevaba majestuosa y amenazanate en medio de un erial. Todavía no se habían levantado ninguna clase de edificios junto al emblema del Mundial brasileño. Intimidaba aún a los pupilos de Guillermo Eizaguirre y Benito Díaz pese a que algunos días antes ya habían jugado allí frente a Chile. Ahora lo tenían que hacer contra Inglaterra que, después de perder frente a Estados Unidos en su debut, necesitaba imperiosamente la victoria. A España, sin embargo, le valía el empate ya que previamente ganó en Curitiba al equipo norteamericano y hacía cuatro días a la selección chilena por dos a cero.

La expedición llegó a las puertas del estadio y los jugadores se dirigieron a los vestuarios. Unos minutos antes de cambiarse inspeccionaron una vez más el terreno de juego. "Impresionante" fue la opinión general. En las gradas ya se notaba una cierta animación, menor, eso sí, que cuando era Brasil uno de los conjuntos contendientes.

Zarra se vistió junto a su amigo Panizo. Todavía recordaba el delantero centro aquel día en que llegó al vestuario del Athletic por primera vez, poco después de ser fichado del Erandio, y buscó el rincón del que sería su compañero de linea para imitarle cuando se ataba las botas. Zarra no sabía como hacerlo cuando llegó al conjunto rojiblanco.

Las instrucciones de Benito Díaz fueron claras: aguantar. A España le sobraba con un empate para estar entre los mejores del campeonato y no era cuestión de echarlo todo por la borda jugando un ataque alocado. Benito Díaz ya era famoso por sus planteamientos conservadores y en esta oportunidad fue fiel a su fama. Temían los jugadores de la selección española, además, el campo húmedo producto de la lluvia que había caido por la mañana y el aguacero de la noche anterior. Era una tarde nublada la de aquel domingo y podía volver a llover. Y, como no, se esperaba la reacción enrabietada de los ingleses para mejorar su marcha en el campeonato y las feroces acometidas de los extremos Finney y Stanley Mathews.

Zarra y los otros diez saltaron al campo. En Maracaná "sólo" había media entrada, alrededor de cien mil espectadores, que no es poco. Comenzó el partido y la táctica conservadora del equipo español no significó, en ningún momento, que renunciara al ataque. Los medios volantes, eso sí, jugaban un poco más retrasados, pero las alternativas eran constantes sobre las porterías de Williams y Ramallets. Milburn y Mortensen eran una pesadilla pero Puchades se multiplicaba. No pudo el valenciano, pese a ello, evitar el gol inglés en el minuto 14. Menos mal que un juez de línea levantó su banderín y el italiano Galeati anuló el tanto.

Telmo Zarraonaindia, mientras, seguía bregando en su zona con los rocosos defensas ingleses y presenció desde cerca la lesión de Panizo, cuando languidecía el primer tiempo. El interior rojiblanco fue derribado por Hughes cuando se disponía a disparar a puerta en lo que dio la sensación de ser un claro penalty que no fue señalado. Panizo continuó en el campo con los ligamentos de la rodilla dañados y dos inyecciones de novocaína en el muslo. Gainza también apareció tras el descanso con la pierna vendada para aminorar el efecto de la distensión que sufría. Todo un cuadro.
El famoso gol a Inglaterra de Telmo Zarra,
en la imagen, batiendo a Williams en Maracaná

Pero las adversidades no fueron obstáculo para que el equipo se olvidara de las instrucciones del Tio Benito. Poco después de saltar al campo tras la pausa, Gabriel Alonso recibió el balón de Ramallets. Dejo atrás su posición defensiva, supero la de Basora e hizo oidos sordos a los gritos de su entrenador para que cediera el balón a otro compañero con mas capacidad ofensiva. Sin embargo siguió por la derecha y centró al area, Gainza, que llegaba desde atrás, tocó ligeramente y Zarra, a botepronto y casi con la espinilla, desvió a la red ante la presencia de Williams. Luego llegó la voz de Matias Prats para magnificar el gol y el presidente de la Federación Española, Armando Muñoz Calero con esa frase que quedo para la historia: "Hemos derrotado a la pérfida Albion". Pero Zarra fue ajeno a todo el montaje. El siguió como su apellido "viejo, bueno y grande", marcando goles para el Athletic y recibiendo el cariño de todos los públicos en las ciudades que visitaba el Athletic, El gol de Maracana, sin embargo, siempre tendrá un lugar en la memoria de Telmo y sin duda, también una sonrisa socarrona al recordar lo que significo.

Telmo Zarraonaindia Montoya
Nació en Asua el 30 de enero de 1921. Se crió en una familia de diez hermanos en Mungia y comenzó a jugar al fútbol en el equipo de su pueblo. Después, en el Pitaberetxe y el Erandio, antes de recalar en el Athletic, en la temporada 1940-41. En el club rojiblanco obtuvo un título de Liga (temporada 1942-43) y cuatro de Copa (1943, 1944, 1945 y 1950). Con la selección española intervino en 20 partidos, debutando en Lisboa el 11 de marzo de 1945 frente a Portugal. Como goleador consiguió seis veces el título de máximo realizador de la Liga, en 1944-45, 1945-46, 1946-47, 1949-50, 1950-51 y 1952-53. Su máximo logro fue de 38 goles en 30 partidos en la temporada 50-51. Después de abandonar el Athletic jugó, de forma desinteresada, en el Indauchu y el Barakaldo. Luego se dedicó a sus negocios, centrados en un establecimiento de deportes en Bilbao.