Artículo publicado por Julen Guerrero en el diario El Correo el 05/05/2018
El Betis, equipo entrenado por Quique Setién, está realizando una excelente temporada, especialmente en esta segunda vuelta. Su atrevida propuesta, basada en el conocimiento y el convencimiento -dos palabras que deben ir inexorablemente unidas-, ha catapultado a equipo y jugadores como a ningún otro conjunto de la Liga. Su juego le ha llevado a Europa y, lo que es más importante, le ha acercado a su afición.
Basta con comparar su trayectoria con la del conjunto rojiblanco. En la jornada 17, el Athletic vencía al Betis en Sevilla y le igualaba en la clasificación con 21 puntos. 18 jornadas después, el Betis ha asegurado plaza europea y suma 59 puntos, 19 más que los rojiblancos. Su explosión en este tramo de la temporada ha sido enorme: 38 puntos por los 19 del Athletic.
Dudas que paralizan y dudas que generan movimiento
El Betis llegó al ecuador de la temporada mostrando algunas dudas. Aunque bien clasificado, la regularidad fue algo difícil de encontrar. A pesar de ello siguió creyendo en su estilo y mantuvo su forma de jugar que, aunque le costo algún que otro traspié importante, le hizo mejorar partido a partido. Cuando las dudas nos acechan de manera constante pueden llegar a paralizarnos si no hay por detrás un suelo de seguridad al que poder mirar. El Betis mostró convencimiento en sus principios cuando los resultados no llegaban y, aunque cambiaron cosas, como pasar a una defensa de tres, sus principios de juego permanecieron latentes. El cuestionamiento que genera la duda hace que el grupo siga vivo, en movimiento con lo que sucede, en sintonía con la vida. Si nos abruma, nos desconectamos de la vida -del juego- y nos paraliza.
Riesgo y apuesta
El Betis de Setién lleva en su ADN la manera que tiene el técnico de entender el juego. Además de otras cosas es espectáculo. Y en su manera de entender el espectáculo, la posesión es un elemento diferencial. Por eso su apuesta por el balón la defiende en todo momento. No renuncia a sacarlo jugado desde atrás. Hay una parte de riesgo en todas las decisiones que tomamos y su equipo ha decido naturalizar éste. Los jugadores asumen su idea de tener el balón en los pies y jugarlo para mantener la posesión hasta encontrar los espacios. Cuando uno quiere conservar algo intenta no mostrarlo demasiado, esconderlo, llevándolo a aquellas zonas en las que el otro no puede hacerse con él. Los fichajes realizados van en consonancia con este sentido del juego. Bartra es un claro ejemplo de ello. Por encima del poderío defensivo (que no es que le falte), hay jugadores con calidad con el balón en los pies en todas las posiciones del campo.
Mirar abajo
La irrupción de jóvenes canteranos siempre es motivo de satisfacción para un club. Los aficionados se identifican de manera especial con aquellos jugadores que salen de sus calles, y aunque siempre se corre el riesgo de la envidia con lo cercano no es menos cierto que la complicidad y el grado de pertenencia al club tiende a aumentar. Que se lo digan al Barcelona, que alcanzó sus mayores cotas de éxito como club -deportivo y social- cuando más canteranos había en el primer equipo. Esa potente comunión, club y aficionados, es difícil encontrar de otra manera.
Por otro lado, la decisión de subir a Loren ha correspondido al míster, que ha tenido la valentía de apostar por él a pesar de tener otras opciones con jugadores más experimentados y el joven jugador está respondiendo con creces. No obstante, aunque la aparición de los jóvenes es un mérito que casi siempre se atribuye al entrenador que lo recluta o a su último técnico, a menudo nos olvidamos de la cadena de técnicos que intervienen en este proceso. También están los captadores, sobre los que descansa la responsabilidad de elegir bien, y, aparte del presente, sepan escoger jugadores con futuro. Sin duda, el éxito debe atribuirse a toda la organización y no solo a quienes en última instancia se aprovechan del trabajo realizado por otros.