Artículo publicado por Jon Uriarte en el diario El Correo el 25/12/2015
Francisco José Suárez, párroco de Santo Domingo de la Calzada, es un ferviente seguidor del Athletic
Deberíamos pintarles rayas rojas al gallo y a la gallina». Cuando lo cuenta, Francisco José Suárez rompe a carcajadas. En realidad no les tocaría una pluma. Porque son los protagonistas, con permiso del santo, de la riojana catedral de Santo Domingo de la Calzada. Pero ganas no le faltan. Es del Athletic desde niño. Y lo proclama. Esperen que no lo haga esta noche en la misa del Gallo. Porque este equipo es carne de parábola. Al fin y al cabo, tiene mucho de gallo y de gallina. «Por un lado su faceta de incubador de polluelos en Lezama y por otro ese gallo orgulloso que aparece, a veces, como en la Supercopa». Ahí queda eso. No lo mejora, con perdón, ni la Carta de San Pablo a los Corintios. Y lleva razón. El equilibrio entre ambas facetas nos lleva a cerrar un 2015 en el que hemos jugado dos finales y ganado un trofeo. Además son ya varios los años con el gallinero viviendo ilusionado y sin miedos. De ahí que este párroco sonría cuando le preguntan por el equipo del que se enamoró en Elorrio.
Paco, o el padre Francisco si lo prefieren formal, nació en el Duranguesado. Hasta allí se fueron sus riojanos padres buscando trabajo en la fundición. Y mientras la pareja asentaba su vida, llegaba él. Era el 17 de abril de 1963. «Vivíamos en la casa contigua a la de San Valentín de Berriotxoa». Quizá fuera un guiño de lo que le depararía el destino. Pero los años en Elorrio acabaron en enero del 70. Tiempo de regresar a La Rioja. «Tenía seis años y medio cuando llegué a Logroño y con doce entré en el seminario».
Arrancaba entonces un camino que nunca le impidió seguir la vida y milagros de su Athletic. A los 23, cuando empezaba de diácono, se proclamaba campeón de Liga. «Después me mandaron de cura a Autol, donde trabajamos con chavales sin familia y formamos a mucha gente». Vino a ser su Lezama, hasta que regresó a Logroño y al Obispado. Ya en 1999, poco después de terminar la etapa de Luis Fernández y el paso por Champions, era nombrado rector del Seminario de Logroño. Y en 2007, cuando casi nos vamos al infierno, se convertía en párroco de Santo Domingo. «La única catedral casi más bonita que San Mamés», añade con sorna. Y ya que hemos repasado su vida profesional, hablemos de la futbolística.
«Mi padrino me regaló un equipo del Athletic que me quedaba grande». En aquellos tiempos todo un lujo. Pero los años pasaron y le resultaba difícil ver los partidos. «Ten en cuenta que curas y futbolistas tenemos horarios parecidos». Pero hay excepciones. Como la final de Copa en Barcelona. Una cita con anécdota. «Mi compañero de asiento me pidió que rezara por los nuestros y cuando dejé de hacerlo, Messi metió el gol. Si lo sé no paro hasta el final». Cuentan que es hombre afable, pero serio cuando se trata de conseguir dinero para causas nobles. Y que tiene poco tiempo libre. Aunque querer es poder. «Fui al nuevo campo en obras y una vez terminado. Es precioso, pero el anterior era mágico».
Los colores
En este punto volvemos al ayer porque es párroco de una localidad frecuentada por jugadores como los Rojo, Iribar, Villar o los Arieta. Rojiblancos que saben de la presencia del gallo y la gallina en el interior de la catedral, evocadores del milagro del santo. De ahí el comentario con el que empezábamos sobre sus colores. «Bueno, el primer uniforme del Athletic era blanco, luego azul y blanco y después rojiblanco», recuerda con tino. Aunque añade otros dos. El negro Iribar y el verde Zubizarreta. «Jugaba de portero y mis ídolos fueron ellos». Mientras hablamos, el gallo canta como si hubiera marcado gol. «Los cambiamos cada 15 días». Pues éste parece que tiene ganas de dejar huella. Ojalá el Athletic haga lo mismo en 2016 y demostremos que para ser gallo y cantar triunfos hay que tener una buena gallina y muchos huevos.