Fragmento extraído del libro 'La gran historia del deporte vasco'
Fue una época que exige ejercitar la memoria para no olvidar nombres tales como Bata, fichado del Baracaldo, Urquizu, Chirri, Blasco, Iraragorri, Unamuno, Lafuente y, sobre todo, Guillermo Gorostiza, "Bala roja".
El imparable revolucionario de los extremos. Verticalidad y dureza en el disparo eran características innatas de "Goros", cuando no sorprendía a las defensas con un "pase de la muerte". "A Gorostiza hay que jugarle muy adelantado, casi en el centro del campo. Si se espera junto a la meta, se lleva todas las de perder. Un descuido en mitad del terreno tiene todavía arreglo; pero al menor fallo que tengamos cerca de la portería ¡adiós! ya no tiene arreglo la cosa". Fueron palabras de Welter, un experto defensa del Barcelona, recogidas con maestría por Andoni Zubiaga. De 1930 a 1933, el Athletic ganó la Copa, además de hacerse con las Ligas de 1929-1930, 1930-1931, 1933-1934 y 1935-1936.
De obligada mención es la goleada que en 1931 los bilbaínos infligieron al Barcelona. Nada más y nada menos que 12 a 1. Qué duda cabe de que eran otros tiempos. Fueron años marcados por el regreso de Mister Pentland.
El genio del bombín ya había entrenado a "los leones" en la década pasada. Indudablemente, este inglés los convirtió en profesionales y les dió la sabiduría necesaría para comprender que las victorias requerían entrega, dedicación y hasta rotura de las almas y los cuerpos.
"Exigía que los interiores fueran hombres de grandes facultades. Teníamos, y esto quiere decir que el que no podía no servía, que bajar a defender un córner y salir disparados inmediatamente hacia la puerta contraria para rematar contra ella. Era un gran entrenador. El mejor que ha tenido el Athletic sin duda alguna".
Les pedía velocidad y precisión. Nada de jugadas alocadas. "Cuando un jugador pase el balón a un compañero, tiene que hacerlo con la seguridad que allá está, en aquel sitio, quien tiene que recibirlo".
Minucioso y exigente, llegó a enseñarles la manera correcta para atarse las botas y poder golpear más facíl el balón con el empeine.