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martes, 25 de octubre de 2011

Los Inolvidables: Dani

Los periodistas Jon Agiriano y Miguel González San Martín han reunido bajo el titulo 'Los Inolvidables' un conjunto de entrevistas a jugadores historicos del Athletic Club.

«La esencia del fútbol está dentro del área»

«Fui un futbolista muy afortunado. Me tocó jugar en dos de los mejores equipos de la historia del Athletic»

Daniel Ruiz Bazán
20 de febrero de 2011

JON AGIRIANO / MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN

Llega a la explanada del Guggenheim y nos silba desde el coche. Justo en ese instante, como por arte de magia, queda libre una de las pocas plazas de OTA que hay enfrente. Es la potra del goleador. Dani se pasó su carrera de futbolista llegando a los sitios un instante antes de que lo hiciera el balón, adelantándose a defensas lentos o despistados, pero no sólo a esos sino también a los que conocían bien su oficio. Él, como esos ajedrecistas que pueden jugar veinte partidas simultáneas y saben dónde están las piezas en cada una de ellas, siempre tuvo en la cabeza de manera instantánea la cartografía del rectángulo de juego, así como el reparto poblacional dentro del área. Por eso llegaba antes. Sus principales virtudes fueron la anticipación y la intuición. Pocos ha habido más listos que él.

Dani no es alto. En alguna entrevista antigua reconoce que le hubiera gustado serlo más. Bueno, nunca se sabe, tal vez eso le hubiera quitado elasticidad o viveza. Tampoco era alto Gerd 'Torpedo' Müller, con el que tanto se le comparó y con el que comparte una peña. Desde luego, su escasa estatura no le impidió ser un fenomenal rematador de cabeza y convertirse en el tercer goleador de la historia del Athletic después de Zarra y Bata. Sale a casi un gol cada dos partidos, 199/402. Y eso que no jugaba de delantero centro, sino de extremo derecha, y que no debutó en el Athletic hasta los 23 años.

A Dani le gustan los coches y las motos. Casi sin darse cuenta, pero también sin poderlo evitar, conduce teniendo siempre una alternativa para el supuesto de que otros conductores pudieran equivocarse. Lo hizo siempre en el fútbol. En un partido contra el Real Madrid vio venir un centro de Goikoetxea e intuyó que, si se apartaba de la trayectoria, Miguel Ángel, el portero, chocaría con Bonet, el central. Así fue. El balón le llegó franco y marcó un gol decisivo: el Athletic fue campeón de Liga esa temporada empatado a puntos con el Madrid.

- Nació usted en Sopuerta, 'el Valle del Sosiego'. Y en cambio siempre fue un torbellino.

- Sí, siempre he sido muy nervioso y me temo que siempre lo seré. Nací en Sopuerta, pero a los dos o tres años nos fuimos a Sodupe. Así que soy de los dos sitios, aunque ahora vivo en Orozko.

- Empieza usted en el fútbol cuando, a los 14 años, va de espectador a un partido del Sodupe juvenil.

- Sí, el entrenador, Botella, ya me había visto jugar, y al verse en apuros (aquel día sólo le habían venido nueve jugadores), me fichó allí mismo.

- Pero usted jugaba al fútbol desde muy niño.

- Sí, sí. Yo iba a todos lados con el balón debajo del brazo. En las clases preparaba las alineaciones para el partido del recreo. Los tiempos eran diferentes. Sólo teníamos balones y bicis.

Una noticia en 'Hierro'

- ¿Cómo llegó al Athletic?

- Había un aficionado del Sodupe, Rozas, que tenía asuntos en Zaragoza. No sé cómo se las arregló, pero consiguió que apareciera en el 'Hierro' que el Zaragoza quería fichar a un juvenil del Sodupe. A los dos días me llamaron del Athletic. Quedamos en un restaurante de Bilbao. Fuimos cuatro. Por el Athletic estaba Venancio, por el Sodupe, Javi Petróleo, y luego mi padre y yo. Venancio, en un momento en que yo no estaba, les dijo que me fichaban por fichar, pero que no iba a jugar en el Athletic en la vida, ja, ja.

- ¿Qué sintió, qué le dijeron en casa?

- Fichar por el Athletic era para mí lo más lejos que podía llegar en la vida. Yo trabajaba en el Banco Guipuzcoano, en un puesto estupendo para un chaval joven, pero cuando empecé a jugar en el Bilbao Athletic le dije a mi padre que tenía que dejar el banco si quería dedicarme al fútbol. Mi padre dijo: 'De acuerdo'. Luego, levantó así el dedo y dijo: 'Pero te vas a dedicar, ¿eh?', como diciéndome que lo tomara muy en serio.

- ¿Su padre era aficionado al fútbol?

- A él le gustaba más la pelota a mano. Había jugado mucho. Luego sí, se aficionó al fútbol porque estaba yo. Una vez fue desde Bilbao hasta Cádiz en un '850', sin saberlo yo, hasta que oí desde la grada su silbido de siempre.

- Su padre era guardia civil.

-Sí. Mi padre nació en un pueblo de La Rioja. Eran los años cuarenta y se apuntó a la Guardia Civil porque le pagaban 200 pesetas al mes, que un aldeano no ganaba ni loco trabajando la tierra.

- ¿Lo pasó mal en aquellos años en los que ETA asesinó a tantos guardias civiles?

- La verdad es que nosotros no tuvimos un problema en la vida. Fuimos muy afortunados. Mi padre ha sido siempre un hombre superquerido en el pueblo. Un fenómeno. Todavía vive. Tiene 96 años.

- Hubo una leyenda urbana sobre que usted se enfrentó a un compañero en el vestuario a cuenta de una descalificación genérica de los guardias civiles.

- Lo publicó 'Don Balón', sin firma, en una sección que se llamaba 'Balonazos'. Decía que me había enfrentado a Iribar. Nada más lejos de la verdad. Sencillamente nunca sucedió, es mentira, se lo inventaron. No sabéis lo que Iribar ha querido siempre a mi padre.

Las cesiones

- A usted le costó mucho llegar al primer equipo. No fue el suyo un salto fácil.

- No. Todo lo contrario. Terminé la temporada en el Sodupe, luego estuve en el Villosa, el Getxo, el Bilbao Athletic y dos años en el Barakaldo. El Barakaldo era entonces el segundo equipo de Vizcaya. Había aficionados que un domingo iban a San Mamés y el otro a Lasesarre.

- La Segunda era entonces muy dura.

- Había buenos equipos, con jugadores jóvenes y otros que venían de vuelta. Recuerdo que el Hércules tenía en la defensa a Eladio, Santamaría y Pachón.

- ¿Eladio, el del Barcelona, aquel zurdo grande que levantaba mucho el pie?

- Sí. Me dio una patada en la mandíbula que me dejó tres días sin comer.

- Se le haría muy largo el camino de vuelta al Athletic.

- No volví hasta los 23 años. En la primera temporada del Barakaldo había metido 18 goles y Ronnie Allen vino a verme. Metí un gol de tijereta, creo que el único de mi vida, pero no me llamó. Los entrenadores del Athletic me conocían porque los cedidos hacíamos las pretemporadas con ellos. En la segunda cesión me vine un poco abajo. No hice tantos goles, trece o catorce, pero en la temporada siguiente ya me quedé. Yo creo que me vino bien jugar en Segunda. Llegué al Athletic con muchas batallas. Recibí bastante leña, pero aprendí a defenderme.

- Ya casi al final de su carrera se lesionó en un choque con Camacho, otro lateral duro.

- Me lesioné yo solo. Hice un giro y se me quedaron clavados los tacos en el suelo. Fue en el Teresa Herrera, entre la primera y segunda Liga que ganamos, y estuve varios meses sin jugar. Camacho ni me tocó. Un lateral que tenía conmigo un pique especial era San José, el del Sevilla. Aquel hombre se volvía loco conmigo, no callaba, me daba codazos, patadas...

- ¿Cómo fueron los comienzos en el Athletic?

- Cuando llegué estaba Lasa, que había venido fichado del Granada. Solía salir él de titular y luego Iriondo, en el segundo tiempo, me sacaba veinte o veinticinco minutos. Hubo siete u ocho veces en las que cada vez que salía metía un gol. Entonces Iriondo probó a Lasa de lateral y a mí de extremo. Y así seguimos.

- Al principio, efectivamente, jugaba a ratos, pero aún así acabó convirtiéndose en el tercer goleador en la historia del club. ¿Cómo es un goleador?

- Un goleador tiene algo innato, y luego mejora con el entrenamiento. Yo de juvenil acababa el entrenamiento y me quedaba, ya sin luz, a tirar a gol igual doscientas veces. En el Villosa me entrenó el mítico Martín Susilla. Él veía que me faltaba remate de cabeza. Al acabar los entrenamientos, en un campo de arena, nos dejaba al portero y a mí. Y centraba desde los dos extremos, unas ciento cincuenta veces por cada lado. Yo entraba a la caseta con la cabeza como un tambor y toda la frente rozada. Lo hacíamos dos o tres días por semana. Y al final, perfeccionabas, claro. Ahora bien, para el gol se tiene algo innato y yo creo que lo he tenido.

- Es intuición pero también es concentración.

- Y frialdad. A veces te pones nervioso, como en el penalti que no metí en la final contra el Betis. Yo habré metido el noventa por ciento de los penaltis, pero en aquel lanzamiento me pudo la responsabilidad. Y mira que me lo han recordado. Una vez entré a un restaurante en Zahara de los Atunes y el camarero se me queda mirando y me dice: 'Igual no se acuerda usted de un penalti que falló en la final contra el Betis'. ¡Pero si me he pasado la vida recordándolo! Más que una 'paradinha' me salió una 'cagadinha'. Pero en el juego normal, dentro del área yo era muy tranquilo.

- Usted era un hombre de área.

- La esencia del fútbol está dentro del área. Hay jugadores que tienen mucha calidad pero que al llegar al área se apuran.

- ¿Cómo era su remate de cabeza?

- Hay diferentes maneras de hacerlo. Hay quien va al choque en el salto, como Fidel Uriarte. Yo me anticipaba, les ganaba en el salto porque llegaba antes. Es muy importante no tener miedo. Y saber defenderse, porque en el área te dan, te empujan&hellip

Experiencias

-Por cierto, ¿no le quedó la espina de haberse quedado a un solo gol del 200?

-La verdad es que no porque, cuando me retiré, no tenía ni idea de los goles que llevaba. Lo de los 199 goles se lo escuché a José Mari Arrate en un discurso. No tenía ni idea.

- Usted fue un gran jugador, y además tuvo la suerte de estar en dos de los grandes equipos del Athletic, el de Koldo Aguirre y el de Clemente de las dos Ligas y la Copa.

- Fueron dos experiencias extraordinarias. Iribar, que ha sido el futbolista más grande del Athletic, no ganó ninguna Liga. Yo fui un futbolista muy afortunado. Me tocó jugar en dos de los mejores equipos de la historia del Athletic. El primero tenía mucha calidad. Y luego vino el equipo campeón, del que fui capitán.

- ¿Tuvo alguna ocasión para irse y fichar por otro equipo? En su día se habló del Barcelona.

- Fue en la época de Beti Duñabeitia. Dijo, y tengo el recorte en casa, que si me vendía le quemaban la General. Entonces había el derecho de retención y, además, yo no me quería ir. Al final, ficharon a Alexanco.

- ¿Cómo fue la temporada de la primera Liga? ¿Cuándo pensaron que el título estaba al alcance?

- Tan importante como nuestro trabajo en el campo fue el trabajo psicológico de Clemente. No permitía que nos lo creyéramos. Pasada media Liga, ya vimos que podía ser, aunque fuera muy difícil. Pero no nos lo creímos hasta el final. Y tampoco del todo. La noche en que fuimos campeones vimos juntos los resúmenes de los partidos y, en el famoso remate de Santillana contra el lateral de la red de la portería del Valencia, nos dimos un susto, como si el Madrid todavía pudiera empatar.

- ¿Le sorprendió Javier Clemente? Era casi de la edad de los futbolistas y sólo había entrenado al Basconia. Nadie podía esperar que hiciera algo tan grande.

- Me sorprendió el aplomo que tenía. Supo hacer un buen grupo. Fue listo en el sentido de hacerse amigo de los jugadores.

- Y al año siguiente, no sólo la Liga. También la Copa, el doblete.

- Estuve varios meses lesionado, pero luego ayudé en lo que pude. El éxito del primer año nos dio confianza. Éramos un equipo modesto, en el sentido de no creernos nunca que íbamos a ganar de calle.

- ¿Cómo vivió su retirada?

- Mal. Tan mal como ahora la retirada del club. Tenía casi 36 años, pero me sentía con fuerza para seguir, aunque lógicamente no era así.

- ¿Quién se lo dijo?

- Javi Clemente. Todavía hoy me toma el pelo con eso.

- Después del que tuvo Txetxu Rojo, seguramente su partido de homenaje fue el más bonito que ha habido en San Mamés.

- No vino una selección, que no se podía, pero sí un combinado del fútbol español, Juanito, Santillana&hellip 35.000 personas en la grada, y mis hijos y yo en el césped.

- Ya en el tiempo de la lesión se vio que llevaría usted muy mal dejar el fútbol.

- Venía a verme a casa Miguel Gutiérrez. Había momentos en que me faltaba el aire, me ahogaba. Era la ansiedad. Miguel es una de esas personas que igual la gente no sabe lo mucho que han hecho por el Athletic. Se levantaba a las seis, me venía a buscar, me llevaba a la piscina del Deportivo, me ponía unas aletas especiales y estábamos hasta las nueve y media. Luego íbamos a Lezama. Al salir de Lezama, me cogía otra vez. Y por la tarde, otras dos horas en su consulta. Y todo eso, gratis.

- ¿Nunca se planteó entrenar?

- Había visto muchos líos con los entrenadores. Me propusieron ser asesor deportivo y estuve con Arrate, con Lamikiz, también fui directivo. He estado siempre vinculado al club, pero en otras funciones.

- Ahora ya no está, y da la impresión de que lo lleva con amargura.

-Me echaron hace dos años y me sentó muy mal la forma en que lo hicieron. El presidente no me trató como debía. Estaba en su derecho de echarme, pero hay que pensar el modo de hacerlo con una persona que lleva en el club cuarenta años. No me miró a la cara, me dijo que me tenía que ir y cuando le pregunté las razones dio un puñetazo sobre la mesa. Mucho tiempo después nos vimos una vez, nos dimos la mano y dijo que tendríamos que hablar. Hasta hoy. En unas declaraciones habló de que yo no debería quejarme del trato recibido en el Athletic. Yo del Athletic no puedo hacer más que alabanzas, se lo debo todo, mi situación, mi forma de vida, los amigos que tengo, todo. Yo no me quejo para nada del Athletic sino del modo en que me echaron.

El uno a uno del gran capitán de la gabarra

- Háblenos de la gabarra.

- Fue una idea extraordinaria. Lo de la gabarra nos sonaba por lo de la canción, pero no se había hecho nunca. Fue un modo muy vistoso de subir a Bilbao y de que nos viese mucha gente. Recuerdo que en el Marítimo, al pasar del muelle a la gabarra, había un espacio muy fácil de saltar, pero Guisasola, que estaba saludando, no lo vio y se cayó. Había muchas estacas rotas clavadas en el fondo. Menos mal que no pasó nada. El viaje fue apoteósico. La ría estaba llena de embarcaciones que pasaban bajo el cable de acero que unía el remolcador con la gabarra, había traineras, bicicletas de agua... Y en las orillas no había un hueco, todo lleno con tres y cuatro filas de personas. Y en el Ayuntamiento, ¡qué era aquello!

- ¿Quiénes eran los líderes del equipo?

- No había líderes. En el vestuario del Athletic siempre se ha respetado la veteranía. En el campo yo era el capitán. Luego estaban Goiko, Zubizarreta... pero siempre fuimos un equipo muy democrático. Cuando se produjo el lío entre Sarabia y Clemente, los jugadores propusimos que el asunto se resolviera dentro del club y se quedaran los dos. A mí me tocó llevar la propuesta, y mi papel no fue bien entendido por todos en la directiva. Yo era el capitán, pero me limitaba a lo que decían los compañeros.

- Zubizarreta.

- El mejor portero que he tenido después de Iribar. Completísimo. Muy sobrio. Veía perfectamente el juego y sacaba muy bien con la mano.

- Urkiaga.

- Buen marcador, con buena subida, rápido. Quizá los centros no eran su fuerte, pero fue un excelente defensa.

- Goikoetxea y Liceranzu.

- La mejor pareja de centrales que he visto en mi carrera. Serios, contundentes. Fueron fundamentales en la consecución de los títulos porque además marcaban goles. Goiko me daba pases estupendos. Me la ponía a media altura, en el pecho. Ahí la ventaja la tenía yo, no el defensa. Rocky era una roca. Tenía un resoplido que amedrentaba al rival, una pisada que desgarraba el campo cuando arrancaba.

- Núñez y De la Fuente.

- Luis subía más porque tenía una zurda bonita y centraba bien. Núñez era más marcador. Tenía más raza, mientras que Luis era más elegante.

- Gallego, Sola, Urtubi y De Andrés.

- De Andrés era muy elegante, pero, sobre todo, un buen cortador. Sola era uno de los hombres de calidad, peloteaba muy bien, técnicamente era muy bueno. Gallego se pasaba los noventa minutos al cien por cien. Y con calidad. Quizá ninguno fuimos estrellas, pero todos teníamos un nivel alto. Urtubi era igual de trabajador, potente e inteligente, le pegaba muy bien con la zurda y conectaba muy bien con Argote.

- Argote.

- Uno de los tres o cuatro mejores extremos de la historia del Athletic. Y mejor persona que jugador. Todo el mundo le recuerda por la técnica con la que paraba el balón, por su velocidad y, sobre todo, por sus centros. Movía el tobillo de tal manera que en situaciones límite la sacaba con potencia y efecto, que es lo bueno, porque si metes la cabeza, el balón sale como un obús.

- Sarabia.

- Era todo técnica. Un artista. Quizá físicamente no era tan fuerte, pero hacía cosas que no hacía nadie.

- Noriega.

- El prototipo de delantero incombustible, peleón, luchador, que buscaba y rebuscaba siempre. Fue muy importante.

Aquellos días en La Martona

- ¿Cómo recuerda su paso por la selección?

- Fue una experiencia extraordinaria. Es lo más lejos a lo que se puede llegar profesionalmente y es un orgullo representar a tu gente, sea con la selección española o con la de Euskadi. Estuve en el Mundial de Argentina y el Europeo de Italia, con Kubala.

- Hay que hablar de Argentina, de La Martona. ¡Aquello sí que fue mundial!

- Para hacer una película. Perdí hasta la alianza matrimonial.

-¿A qué se debió todo aquello?

-La Federación envió a alguien para que viese un lugar de concentración y el tío no pasó de Buenos Aires. Le enseñaron unas fotos muy bonitas y contrató La Martona, que era una urbanización a 80 kilómetros de Buenos Aires. Mientras el resto de las selecciones se quedaron en el Sheraton, el Ritz y otros grandes hoteles, a nosotros nos llevaron a La Pampa.

-Bonito lugar.

- Alrededor de La Martona no había nada, un pueblecito a tres kilómetros, con seis casas. A mí me tocó con Arconada. Las habitaciones eran gigantescas, unos 'bungalows' enormes, hechos para el verano. El problema es que era puro invierno y hacía un frío tremendo. Dormíamos vestidos. Arconada tuvo que mover la cama para que no le diera el viento. El teléfono era una centralita, la del pueblo. Pedías una conferencia a la mañana y te avisaba el guarda por la noche. Estuvimos fuera de ambiente, muy desplazados. Cada vez que nos movíamos nos ponían unos dispositivos policiales terribles. Fue un desastre. Y a Quini y a mí no nos mataron de milagro.

- ¿Cómo?

- Hablando un día con los policías que nos vigilaban, Quini les dijo que era cazador, y uno de ellos nos prometió llevarnos a pegar unos tiros al día siguiente. El tío vino con una escopeta, de esas de percutor que se echaba para atrás, y una pistola. Salimos de La Martona con ellos y a dos kilómetros nos pusimos a disparar a un bote. Pim, pam. Pim, pam. Yo con la pistola. De repente, veo una nube de polvo a lo lejos. Allí viene alguien, les digo a los polis. Tranquilo, que está todo controlado, nos dicen. Y seguimos, pim, pam. Y lo que llega es un 'pick-up' a toda hostia con cuatro tíos con petos antibalas y dos conduciendo. Cruzan el vehículo, saltan los cuatro como los hombres de Harrelson y nos gritan que tiremos las armas al suelo. Yo tiro de inmediato la pistola y Quini tira la escopeta, con la suerte de que no se disparó. Porque una de esas de percutor se podía haber disparado sin ningún problema. Y si se dispara esos tipos nos acribillan. No veas cómo trataton a los dos polis hasta que se dieron cuenta de que eran compañeros. El problema fue que, en el cambio de guardia, se les olvidó avisar de que íbamos a pegar unos tiros.

- En lo futbolístico la cosa tampoco fue muy bien, aunque usted marcó un gol.

- Sí. Me quedé con ganas de jugar más, pero la Prensa tenía mucha influencia entonces, y apostaba por Juanito. Jugué en el debut contra Austria, pero ya no volví a jugar.