Artículo publicado por Julen Guerrero en el diario El Correo el 28//10/2017
Los días están siendo complicados y reina cierto pesimismo con la trayectoria del Athletic. El juego y las sensaciones que ha transmitido el equipo en Suecia, Leganés y Formentera, rivales en teoría inferiores, no son las que se esperaban. Equipo y afición confiaban en una reacción, que no se ha producido ni en términos de juego, ni de resultados. No ha podido ser. Sin embargo en las tres competiciones el Athletic continúa con posibilidades, y no es éste un club que se caracterice por bajar los brazos a las primeras de cambio. Por lo tanto seguimos vivos.
No quisiera hacer una lectura extrema de esta situación. Ni negativista, ni positivista. No es mi intención. Sí me gustaría aportar una mirada menos reactiva a la coyuntura actual de algunos elementos a considerar dentro y fuera del terreno de juego.
El flujo de jugadores hacia el primer equipo parece gozar de buena salud. Chavales jóvenes se están asentando, no sólo en la primera plantilla, sino en el equipo titular (Kepa, Unai Núñez, Córdoba), ofreciendo un buen nivel y ciertas garantías de futuro. Otros van apareciendo (Óscar Gil e Íñigo Muñoz), y es posible que poco a poco dispongan de más minutos. Está siendo una temporada con muchas incorporaciones de canteranos, lo que nos indica que puede estar habiendo un pequeño cambio generacional. Es la filosofía del Athletic. Filosofía que nos permite mantenernos vivos.
La renovación de la plantilla desde Lezama y con jugadores más jóvenes supone la introducción de nuevos elementos con los que jugar. Todo cambio produce resistencias y conlleva ajustes. Es un proceso por el que hay que pasar, con un coste cuyo pago se hace ineludible. Habrá cambios más traumáticos que otros (y puede que ese sea uno de los retos de Lezama, que cada vez lo sean menos), pero aún así el Athletic apostó hace ya mucho tiempo por esta política. Y no olvidemos que el cambio también se ha producido en el banquillo.
Los pobres resultados, y en general, los cambios, siempre generan incertidumbre, y más aún en un deporte con exigencia de frutos inmediatos. El Athletic tiene una masa social que vive como propia (y de qué manera) las derrotas, pero también la incorporación de jóvenes cachorros. Como entidad nos une el dolor por la trayectoria negativa del equipo, la satisfacción en las victorias, y la ilusión con la aparición de jóvenes canteranos, a los que adoptamos como hijos propios. Esta preocupación, por un lado, e ilusión, por otro, es el sentimiento Athletic, sentimiento que teje una red de unidad (que no de unicidad) y que, al tiempo, nos mantiene vivos.
Y en estas circunstancias, hoy se juega frente al líder. El Barça llega a San Mamés lleno de confianza y en un clima de tranquilidad. Quién lo diría apenas unos meses atrás, en los que el entorno culé parecía un auténtico polvorín. Quizá este hecho deba hacernos reflexionar. Pero, a pesar de esa confianza y tranquilidad, el Barcelona sabe que viene a San Mamés, y que, independientemente de cómo esté el Athletic, no le va a resultar fácil llevarse algún punto de Bilbao.
Me pongo en la piel del aficionado, y me pregunto qué es lo que espera del Athletic hoy. No sé si en este caso, el resultado está entre sus primeras preferencias. Es posible que recuperar ciertos matices característicos del Athletic, es lo que quieren ver. Porque saben que a través de ellos es posible que llegue la victoria.
Un equipo con el paso adelante, que apueste por un partido intenso. Que vaya a por las cosas y que no se limite a esperarlas. Que afronte los duelos, que sea continuo, que venda cara cada una de las parcelas del terreno de juego. Que no deje pensar al rival con balón y que sepa ser profundo con balón, a fin de generar un sentimiento de ahogo en el rival.
Por supuesto, estarán las lecturas de los momentos del partido, pero creo que el Athletic necesita un punto más de adrenalina en su juego, y algo más de riesgo en lo colectivo y en lo individual. Necesita medirse consigo mismo, buscando sus límites.
Probablemente, esto que desea el aficionado no difiera en exceso de aquello que quieren jugadores y cuerpo técnico. Esperemos que esos deseos estén presentes durante el juego sin olvidarnos de los miedos (que también existen). Poner a ambos, deseos y temores, en el lugar que les corresponden será todo un reto para equipo y afición. Nuestros deseos, nuestros miedos, nuestros valores son comunes y están en el ADN del club. Equipo y afición tienden a mimetizarse.