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lunes, 17 de febrero de 2014

Gurpegui y el rugby

Artículo publicado por Jon Uriarte en el diario El Correo el 15/02/2014

Basta con pasar treinta segundos con él para comprobar que poca gente merece más respeto. De ahí que duela, de manera especial, el trato al central


Estaba acostumbrado a que la grada le insultara, le llamara de todo o le escupiera. Al fin y al cabo ese es el día a día de un futbolista. -Con lo que cobran...-dirá el original. Pero no solo sucede en Primera. El insulto no hace distinciones entre ligas o categorías. Aunque algunos son más diana que otros. Como Gurpegui. Y es curioso. Porque basta con pasar treinta segundos con él para comprobar que poca gente merece más respeto. Pura nobleza en pantalón corto. Se lo dice un servidor que ha conocido en ese y en otros gremios, incluido el propio, basura humana como para exportar. De ahí que duela, de manera especial, el trato al central.

Una cosa es que la grada recurra a insultos populares, otra que te llame yonki y otra aún peor, que lo hagan medios de comunicación, columnistas de periódicos y tertulianos ante cámaras y micrófonos. Ojo, no nos hemos caído de un guindo. Hace tiempo que me resbalan los insultos a mi tierra, a mi equipo o a mí mismo cuando me da por seguir al Athletic por esos mundos. -Hijo nunca te pegues con nadie porque te llamen hijo de tal. Ofende el que puede-. Es una máxima materna que antaño sonaba ñoña, pero que con el tiempo me ha venido bien. Además tenemos en casa nuestro puñado de cretinos y sabemos lo que es estar al otro lado. Pero que alguien te insulte en frío, horas después del partido y en un medio de comunicación, no hay madre que lo perdone. Cómo será la cosa que Gurpegui ha estallado. Y era la ocasión perfecta para hacer una reflexión general y entonar todos el mea culpa. Pero no va a poder ser. La comisión contra la violencia se ha pasado por el forro de la entrepierna de la legalidad la denuncia y, de paso, los valores que un día tuvo el fútbol y que poco a poco perdió. Algo que no sucedió, por ejemplo, con el rugby. De ahí que la sentencia de Antiviolencia sea la puntilla a un nuevo intento por recuperar la órbita de la decencia. Su nota no deja dudas.

"Esta presencia de la violencia deportiva en los medios de comunicación llega a empañar, cuando no a poner en duda o a contradecir, los valores intrínsecos del deporte como referente ético y de comportamientos". Que es como decir "lo siento chaval", a ritmo de Teresa Rabal. Y lo peor es que lo hace quien presuntamente vela porque no haya violencia, racismo, xenofobia o intolerancia en los campos de fútbol. Hay una cosa que está clara. Solo cumplimos las normas a base de multas o de educación. La primera se antoja complicada, porque todos no pueden pagar por unos pocos. Y la segunda hace tiempo que la perdimos. Por eso, me gustaría escribir unas líneas para Olaia, la hija de Gurpegui.

A tu aita le duele el alma que escuches lo que corean los necios. Esa fue la razón por la que presentó la denuncia. Y porque no tienen razón. Además, quienes dicen eso, nada cuentan del origen de aquella sentencia, de que fue el chivo espiatorio en un asunto de celos médicos y que hubo periodistas que quisieron hacer sangre sin importarles la verdad. Pero, aún así, tu padre la cumplió. Y volvió con la misma ilusión al deporte que le había traicionado. Por eso me gustaría que todas las Olaias del mundo y todos los de tu generación recuperarais lo que nosotros perdimos. El respeto y las formas en el fútbol. Resulta patético escuchar que comprar una entrada da derecho a insultar o que la crispación social justifica sacar los instintos más zafios. Porque el rugby nació a la par y ha vivido y vive mismos tiempos, idénticas crisis, las mismas tierras y los mismos barrios. Pero ellos guardan las formas y las liturgias. Como cuenta en su espléndido blog "El Rojo y el Blanco" el Manager General de Eurosport España y que también corta el bacalao en Holanda y Portugal, Luis Fuentes, en el rugby se sigue respetando el momento de concentración cuando el rival va a hacer una conversión. Clavadito al fútbol cuando chuta el contrario una falta o un penalti. Y no solo sucede en nuestra Liga. Lo que confirma que algo se torció.-El rugby también tiene su gentuza-apuntarán los negacionistas. Cierto. Pero pregunten dónde, cuándo y quiénes. Comprobarán que, en la mayoría de los casos, es gente que llega del fútbol o combina ambos espectáculos. Como si el balón redondo contagiara al ovalado. De ahí que las palabras de Antiviolencia sean un golpe bajo. Hoy es Gurpegui, ayer Giovanella, Eto´o, Piqué o Marcelo. Incluso Cristiano se lleva lo suyo. Unos buena gente, otros no tanto. Pero no son ellos, somos nosotros. Yo mismo me he descubierto coreando patéticos insultos. Negar que el fútbol está enfermo es la antesala de su defunción. Por eso, Olaia, en vuestras manos está cambiar el rumbo y mantenerlo vivo y digno. Si el rugby puede ¿por qué no el fútbol?