Artículo publicado en el número 39 de la revista Athletic Club (Septiembre 2013)
Javier Antón (Actor)
Siempre he presumido de tener memoria sensorial. Un olor, una imagen, un pequeño flash, me pueden hacer retroceder en el tiempo. Aun así, no recuerdo la primera vez que probé el chocolate, o la primera vez que vi amanecer. Lo que nunca olvidaré, es el primer partido que fui a ver jugar al Athletic en La Catedral.
Yo tendría siete u ocho años y aquella tarde mi amama me vistió de domingo, intentó peinarme sin éxito y junto con mi aitite, nos encaminamos hacia el tren a eso de las cuatro de la tarde para cubrir el trayecto entre Santurtzi y Bilbao (que duda cabe que por toda la orilla y luciendo la pantorrilla). En el vagón ya se podía percibir el ambiente que iba a reinar en las gradas. Ambiente de partido, ambiente de fútbol. ¡¡¡¡¡¡¡Athletiiiiiiiiiiic!!!!!!!, Eup!!!!!, cantaban a mi alrededor.
Ya en los aledaños, amama me cogió fuerte de la mano y tras unas cuantas escaleras y un par de puertas arribamos por fin a nuestros asientos que estaban en preferencia. No sé cuánto se gastó mi aitite pero me hizo el "Regalo" de los regalos. El verde del césped, la dimensión de la grada, el ruido atronador. Todas estas sensaciones confluyeron cuando sonó el himno y los jugadores saltaron al campo. Aurrera mutilok.
El partido, que empezó a las cinco (bendito horario), no fue brillante ni vistoso. Hacía bochorno y un poco de viento sur, algo que no nos gusta en Bilbao. El equipo oponente era el Logroñés que lejos de ser un cabeza de cartel, bregaba con bravura. No hubo muchas ocasiones, ni goles por doquier, ni siquiera jugadas trenzadas con brillantez, Daba igual, porque durante noventa minutos fui el niño con un bocata de jamón entre las manos más feliz del mundo. Bueno, quizás un pelín más si cabe cuando Andoni Lakabeg batió al portero visitante por bajo por libre directo faltando diez minutos para el pitido final. Un domingo cualquiera... en San Mamés.
Eskerrik asko, aitite ta amama.