Artículo publicado por Jordi Quixano en la revista Mediapunta el 30/10/2013
El niño que soñaba con la portería de San Mamés ya ha cumplido los 200 partidos, y acaba de recuperar el puesto bajo uno de los travesaños más pesados de la Liga.
Sensato, pausado y reflexivo, Gorka Iraizoz (Pamplona; 1981) responde con la cabeza y el corazón, siempre honesto,
como le enseñaron a vivir. Se abruma cuando toca y disfruta siempre de la portería del Athletic, su sueño hecho realidad y prolongado por el tiempo, toda vez que ya suma 203 partidos –el tercero que más en la historia del club, sólo por detrás de Iríbar (614) y Cedrún (402)– con la zamarra rojiblanca. O negra, en su caso. “Aunque ya casi ni elegimos el color porque dependemos de cómo viste el árbitro”, bromea el guardameta, que se esconde del ruido porque en su casa están haciendo obras. “Nunca se sabe lo que pasará en un futuro, pero sí que cuando acabe mi carrera me gustaría vivir en Bilbao”, admite. Pero por el momento exprime su “pequeño paso” en la historia de San Mamés.
Pregunta. ¿Se imaginó de niño ser el tercer portero del Athletic con más partidos en sus guantes?
Respuesta. Mi sueño era ese, desde luego. Recuerdo que mis padres me regalaron una batería y me duró cinco minutos. Resulta que no me dejaban jugar a fútbol en casa y, enfadado, le solté una patada a la batería. Siempre pensaba en jugar y ahora ocurre lo mismo. No sé, tal vez ahora no le doy la importancia que tiene a este número de partidos con el Athletic porque no me paro a pensarlo. Pero, desde luego, es un orgullo. Sobre todo porque todavía estoy viviendo mi sueño.
P. Y eso que usted es un portero de rebote…
R. Sí. De niño empecé como jugador, pero el portero se fue del equipo y mi tío Txusin, que era el entrenador, me pidió que me pusiera bajo los palos. Yo no tenía nada que objetar y creo que me ha ido muy bien por este camino…
P. Aunque los inicios fueron complicados, ¿no?
R. Es verdad que Mendilibar no me quiso en el Barakaldo y que en el Espanyol me costó jugar. Ha sido un camino duro y difícil, pero así es la vida y de todo se debe aprender. De hecho, cuando me fui del Espanyol, me marché con lágrimas porque estaba muy agradecido al club y a su gente. Lo disfruté mucho. Y a la buena gente nunca hay que olvidarla.
P. Tampoco allí olvidan la parada que le hizo a Nuno Gomes, en los cuartos de final de la UEFA ante el Benfica.
R. En mi carrera he acertado y fallado muchas veces. Pero esa parada me abrió las puertas del Espanyol, del Athletic y del fútbol. Aunque también es verdad que he hecho otras paradas para llegar a finales de Copa y… tocó el Barcelona. Y ya eso no se puede controlar.
P. ¿Jugar en el Athletic, en cualquier caso, le hizo madurar de golpe?
R. En cierto modo, sí. Pasé a un club que me quería como pieza importante en su proyecto. Y pagaron mucho dinero [unos cuatro millones] por mí, por lo que era una responsabilidad.
P. ¿Eso influye en el futbolista?
R. En mi caso, sí. Yo soy de pueblo y de una familia trabajadora. Mi padre llegaba a las 12 de la noche y se levantaba a la siete para trabajar y mantener a la familia. Para mí, si pagan dinero por tenerme, es una gran responsabilidad y por eso debo ir cada día a trabajar para hacerlo lo mejor que sé, esforzándome al máximo. Además, aquí sé que manos porque en Bilbao se vive el fútbol con intensidad.
P. ¿Eso también le ha quitado cierto anonimato?
R. Sí. El empuje y esa presión que ejerce el aficionado se da 24 horas al día por la ilusión que tiene. Todos te conocen y quieren animarte, ayudarte en cierta manera, darte su opinión. Recuerdo que en Barcelona los jugadores del Espanyol vivíamos a la sombra de los del Barça. Aquí todos son del Athletic y te hace ver que tienes el privilegio de, otra vez y pase lo que pase, seguir generando ilusión a esa gente.
P. Al principio todo le salió de maravilla, hasta el punto de que le compararon con Iríbar y Zubizarreta, ¿no?
R. Para mí son ídolos y referentes. Ángel [Iribar] siempre está a nuestro lado para tendernos una mano. Y Andoni es Andoni. Recuerdo que la primera vez que hablé con él apenas decía palabra… fue la mayor ilusión de mi vida. Es que yo de niño, en el parque, siempre me pedía ser Zubi. Pero por eso creo que las comparaciones nunca son buenas. Cada uno es de una época y tiene su momento, y alrededor hay muchos condicionantes que moldean a las personas. Pero por otro lado, me gusta que el Athletic respete tanto la historia. Somos una familia que vivimos de la historia y que la inculcamos a las nuevas generaciones. Así que dentro de unos años seremos nosotros los que estemos en boca de padres y abuelos. Esa es la magnitud del Athletic.
P. ¿Nota ahora, sin embargo, que juega bajo la lupa y la crítica de San Mamés?
R. Es un estadio muy exigente. Y la portería del Athletic tiene una historia muy grande y así de grande tiene que ser el rendimiento del portero en ella. Eso es lo que el socio quiere. Y en mi posición existió, existe y existirá esa presión.
P. ¿Por qué nunca ha respondido a las críticas?
R. Porque no me toca. No soy quien para hacer eso. Respeto todos los puntos de vista, sé cómo me siento y cómo debo trabajar. Hay cosas que no se pueden controlar.
P. ¿Tampoco los penaltis?
R. ¡Eh! El año pasado paré dos… Bueno, la verdad es que hay porteros especialistas en los penaltis. Yo no… No es que haya estado muy afortunado en esa suerte durante mi carrera.
P. ¿Le gastaban bromas en el vestuario?
R. No. No. Más que nada porque parece que en los penaltis ni los porteros paramos ni los que chutan la meten… Es como un gafe que hay. Una anécdota.
P. ¿Quedó también en anécdota la grave lesión que le produjo a Filipe Luis en 2007?
R. Eso fue un mal trago para mi carrera y mi persona, además de para él, por supuesto. No quieres hacer daño y son circunstancias que no controlas. Por fortuna, al final acabó en una nueva amistad.