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jueves, 21 de mayo de 2020

Eterno

Artículo publicado por Jon Rivas en su blog "El Aldeano Número 12" el 20/05/2020


Aritz Aduriz celebra su último gol con la camiseta del Athletic.
IMAGEN ATHLETIC CLUB

Todos los seguidores del Athletic, en Bilbao y las afueras, que son muy extensas, comenzaron a fantasear, nada más terminar el partido de semifinales de la Copa contra el Granada, con un gol de Aritz Aduriz en la final de Sevilla. Los más perversos pensaban, además, que el último minuto era el instante perfecto para conseguirlo. El antecedente del primer tanto de la temporada contra el FC Barcelona era suficiente como para alimentar sueños húmedos en cualquier athleticzale. Además, el conjunto rojiblanco se estaba especializando en finales agónicos, épicos o cualquier adjetivo esdrújulo que se pueda aplicar a las eliminatorias que sirvieron para llegar a la Final.

Con ese sueño, durante unos cuantos días, esos miles de fieles saturaron las páginas web de hoteles y medios de transporte para tener la posibilidad de presenciar en vivo ese final de la final que soñaban, aunque luego la realidad seguramente habría sido distinta. Conozco quien apalabró poder plantar su tienda de campaña en una finca particular, pues hasta los cámpings empezaban a cobrar tarifas de escándalo. Pero llegó el coronavirus y se apagó la luz. Quienes pensaban incluso que Aduriz debería permanecer entre algodones en la Liga para dar el do de pecho en la final de Copa, se comenzaron a desencantar cuando las fechas se iban aplazando y la Final quedaba colgada sin horizonte cercano. Desesperados entonces, los seguidores del Athletic, que por añadidura tienen a Aduriz en un pedestal, comenzaron a pensar en fórmulas imaginativas para alargar ese final que el futbolista de 39 años había diseñado para junio, justo al terminar la competición.

Nadie sabía qué podía pasar. Ni siquiera desde el club estaban seguros. Conocían las limitaciones del jugador, el estado de su cadera, pero decidieron respetar los tiempos del jugador. Su decisión. Y ya la ha tomado. Sabe que no puede seguir, que peligra incluso su vida normal si no se opera rápido de la cadera. La suya ha sido una decisión difícil, pero lógica. Uno no deja el fútbol, dice él, sino que es el fútbol el que te deja, y eso ha pasado.

Así que llega el momento del Aduriz eterno. Hasta hoy, todos sabíamos que tenía fecha de caducidad, pese a que soñábamos con que no fuera así. A los que tenemos más edad nos ha ocurrido muchas veces. Para mí, primero fue con Iribar. Cuando desperté para el fútbol Iribar ya estaba allí; cuando entré en la Universidad, Iribar seguía allí. Parecía eterno, pero, en realidad, la eternidad le llegó el día de su retirada. Pasó de ser un portero grandioso a una leyenda, afortunadamente, todavía viva. Con otros jugadores sucedió lo mismo.

Ahora le toca a Aduriz, que parecía indestructible hace unos años, y que con su retirada pasa a ser eterno, porque siempre estará en nuestros recuerdos; en el de los que peinamos canas, y en el de los más jóvenes que acuden a San Mamés. Porque ellos les contarán a sus hijos, o a sus nietos, que le vieron marcar cinco goles en un partido de la Europa League; que se quedaron con la boca abierta cuando conectó aquella volea del Vélodrome de Marsella, o lloraron de alegría después de su hat-trick contra el Barça en la Supercopa; que corrieron desde la grada la misma carrera que Aritz para adelantarse al portero y al central del Nápoles; que cambiaron la letra del I love you baby de Frank Sinatra por el «Aritz Aduriz, la, la, la lá…». O, simplemente, les dirán: «Yo vi jugar a Aduriz».

Por eso Aritz Aduriz Zubeldia es ya eterno. Ahora sólo nos falta atravesar el desierto, con paciencia, para encontrar a su sucesor, que lo habrá. Como lo tuvo Llorente en el propio Aritz, como lo tuvo Urzaiz en Llorente. Como lo tuvieron todos los jugadores del Athletic desde que el balón empezó a rodar en las campas de Lamiako. Pero aunque llegue ese sucesor, nadie de quienes vimos jugar a Aduriz olvidaremos nunca su compromiso, que es, tal vez, el legado más grande que deja.