Artículo publicado por Arkaitz Aramendia en el diario Deia el 04/01/2014
Los recuerdos de José Ángel Iribar, así como los de Zamora y Satrustegi, presentes también en el emotivo derbi de la reivindicación de la ikurriña en diciembre de 1976, rescatan un pasaje inolvidable
Han pasado 37 años desde que la ikurriña renovó sus castigadas energías en Atotxa, hogar de la Real Sociedad en un tiempo que pertenece ya a un carismático pasado. Mañana, de hecho, se habrán cumplido 37 años y un mes exacto desde que los corazones de innumerables vascos y vascas se encogieron como consecuencia de una iniciativa que se convirtió en símbolo de la lucha por la libertad.
El fútbol, capaz de generar todo tipo de emociones y sensaciones, se convirtió en la excusa perfecta para dar vuelo a un acto tan audaz como peligroso. Ninguno de los involucrados sabía a ciencia cierta en qué depararía tamaña reivindicación pública, pero el paso al frente resultó unánime en los vestuarios de Real y Athletic, hermanados entonces por un objetivo común: defender más allá del ámbito privado la libertad de posar con una ikurriña cuya legalidad, a pesar de la reciente muerte de Francisco Franco, aún no se había establecido. El acto, inolvidable por su fondo y forma, tuvo lugar en la tarde del 5 de diciembre de 1976, en los minutos previos a un derbi en el que la Real se impuso con un contundente 5-0 al Athletic.
Pero aquel partido no estaba destinado a pasar a los anales de la historia por lo que sucediese durante los noventa minutos de juego, sino por lo acontecido durante la salida de los jugadores al terreno de juego. Fue entonces, presos de un temor contrarrestado por la ilusión de reivindicar y defender el sentimiento por lo propio, cuando los jugadores de uno y otro equipo escoltaron a José Ángel Iribar e Inaxio Kortabarria, capitanes y portadores de una ikurriña deseosa de ver la luz. "Fue un momento muy emocionante", recuerda El Txopo, instantes antes de añadir que "yo, personalmente, lo viví con una mezcla de sensaciones porque no sabíamos en qué podría deparar aquello, pero queríamos hacerlo y por fortuna todo salió bien. Me quedo también con que en cuanto nos lo propusieron, los jugadores del Athletic lo aprobamos por unanimidad".
El impulsor del plan
Y es que la idea de desafiar el ingrato orden establecido alcanzó al vestuario rojiblanco después de que hiciese lo propio con el de la Real, equipo en el que militaba el impulsor de la reivindicación: Josean de la Hoz Uranga. Fue él, txuri-urdin entre 1972 y 1978, pero fuera de la convocatoria para aquel histórico derbi, quien dio vida a una idea que se gestó gracias a la colaboración de su hermana, que aceptó ser la encargada de coser en secreto la ikurriña.
De la Hoz cuidó con mimo su propósito antes de ponerlo en conocimiento de Iribar y Kortabarria en Atotxa, lugar hasta el que transportó, oculta en el interior de su coche, una ikurriña que no vio la Policía Nacional en el control al que fue sometido en mitad de la A-8. "Me tocó parar y registraron el coche de arriba abajo, pero no la encontraron. Nosotros también éramos el pueblo y teníamos que hacer algo para reivindicar los derechos del pueblo vasco", manifestaba De la Hoz en una entrevista concedida a Noticias de Gipuzkoa en 2010.
Iribar, cuyos recuerdos jamás le abandonarán, confiesa que para Kortabarria y él supuso "una gran responsabilidad" dar la puntilla deseada al plan de De la Hoz, pues "sabíamos que nos jugábamos mucho y acabó siendo un día memorable para todos nosotros". Además, el propio Iribar reconoce que se le pusieron "los pelos de punta" durante la salida al terreno de juego, experimentando una serie de emociones "que nunca olvidaré".
Los realistas Jesús María Zamora y Satrustegi, goleadores en aquel derbi, también recuerdan con emoción todo lo acontecido en los minutos previos al comienzo del partido. "Yo estaba en la mili en aquella época y tuve ese miedo de no saber bien en lo que me podía estar metiendo, pero al igual que el resto de mis compañeros, también voté a favor de la iniciativa", confiesa Zamora, mientras que Satrustegi, autor de dos de los cinco goles que la Real endosó entonces al Athletic, subraya que fue un día "grandioso".
"Yo siempre salía el último al campo, pero ese día no quise quedarme tan atrás y no salí en primera posición porque ese lugar correspondía a los capitanes, así que logré alcanzar la tercera posición en la fila. Fue muy emocionante la salida al campo, porque todos queríamos poner nuestro granito de arena, aun sabiendo que podíamos ir esposados a la cárcel", añade con síntomas de emoción el propio Satrustegi, a quien no se le ha olvidado cómo Gaztelu, homenajeado por la Real antes del envite, rompió a llorar al término del partido por las profundas emociones que se vivieron en Atotxa.
Un símbolo fructífero
No en vano, la exhibición de la ikurriña bajo la protección de Iribar y Kortabarria se convirtió en un símbolo de lucha y reivindicación que perdurará en la memoria de quienes lo presenciaron in situ, así como de quienes sin estar presentes, han visto, escuchado o leído acerca de lo sucedido aquel 5 de diciembre.
Una época en la que se estaban dando los primeros pasos para derrocar el régimen franquista y en la que los jugadores de Real y Athletic, unidos, optaron por arriesgar su condición de futbolistas, valiéndose de la relevancia social de un deporte tan seguido como el fútbol. "Tampoco sabíamos cómo iba a responder el público, pero el apoyo que recibimos fue grandísimo y con la perspectiva que da el paso del tiempo creo que sirvió para adelantar todo el proceso", señala Iribar. Una percepción que es secundada por Zamora y Satrustegi, quien recuerda aquel día como "uno de los más grandes que viví como futbolista profesional".
Diez días después de la disputa de aquel derbi, la Ley para la Reforma Política fue aprobada en referéndum, entrando en vigor el 4 de enero de 1977. Y el 19 del mismo mes, solo unos días después de la reivindicación llevada a cabo en Atotxa, llegó la ansiada legalización de la ikurriña, liberada así de su triste cautiverio.