(Artículo publicado por Jon Uriarte en el diario El Correo el 13/06/13)
"Para lo bueno, pero especialmente para lo malo, protege saber que aunque pase el tiempo, lo que suceda será parecido a lo previsto". La frase se refiere al Athletic y se la regaló Marcelo Bielsa a un servidor. Fue hace dos años y por motivos que no vienen al caso, pero definen lo que está pasando. Imaginar que el rosarino sería un entrenador diferente a todos era previsible. Que le despidieran así, no. Porque hasta sus mayores detractores están de acuerdo en que no es 'gure estiloa'. Jamás oculté mi admiración y respeto por Bielsa. Soy de los que le han perdonado y justificado lo que nunca antes a otros. Quizá por que lo sucedido fue más de lo previsto. El orgullo siempre lo tuvimos. Y la épica. Pero con Bielsa logramos algo más. Un juego que nos hacía diferentes a todos. Y diferente es el apellido del Athletic. Para lo bueno y para lo malo.
He visto a Iribar sacar con la mano hasta medio campo, a Rojo conducir el balón con elegancia, a Argote centrar como si tuviera un palo de golf, a Goiko rematar con el alma, a Dani ratonear como nadie, a Sarabia driblar a todo un Real Madrid. Vi debutar a Zubi, a Guerrero y a un tal Urrutia. Disfruté del segundo puesto del 98 y del éxtasis frente al Sevilla la noche del rabo. Contemplé la primera derrota en años del Milan de Capello, el empate ante Brasil en el centenario y despedirse a Carlos, a Irureta y a Uriarte. Podría seguir. Porque siempre fuimos grandes. Y seguiremos siéndolo. Pero sólo hasta el hoy alcanza el horizonte de lo conocido. Más allá, es futuro.
Por eso lo vivido con Bielsa, digan lo que digan, ocupará una página importante de nuestra historia. Con él hemos compartido dos temporadas extrañas. La segunda nos ha hecho más humanos. La primera más mito. Y en el Athletic, el mito es gasolina. De ahí que uno sienta el deber de escribir estas líneas a don Marcelo. Siempre le llamé así. Bien lo sabe su asistente Diego Reyes. O Bonini, a quien telefoneó su hijo la noche que eliminamos al Manchester para decirle "¡Viejo, no son conscientes de lo que están haciendo!". El mundo volvió a mirarnos como antaño y como nunca. Uno tiene espuelas como para saber que el fútbol no acaba en Mister Pentland, Koldo Aguirre, Clemente, Caparros o Bielsa. Pero he preguntado a los fútbolistas que lograron títulos y dicen que jamás jugamos como la temporada 2011-2012. Y el octogenario vecino de asiento, que tengo a mi espalda, asegura que tampoco ha visto nunca jugar al Athletic como el año pasado. Por eso el 'don'.
Don Marcelo, sé que me lee. Nos lee a todos. Como el que toma jarabe porque no hay otra. No hemos trabajado juntos, ni me ha entrenado. Así que no he sufrido su carácter, ni usted el mío. Por lo que el bagaje es sólo deportivo y afectivo. Por eso deseo que este adiós sea parcial. Que la persona se vaya, pero el legado permanezca. Valverde parece un cambio natural. Ama el balón y lo mima. De él hablaremos otro día. Hoy toca Bielsa. Espero que disfrute estudiando el balón. Pero que le robe tiempo para regresar, pasear por Zugazarte, caminar por Bilbao con las gafas colgando y recorrer los montes buscando el caserío que ansió.
Porque eso no será fútbol, pero es lo que hace que el Athletic sea diferente y que "lo que suceda sea parecido a lo previsto". Para lo bueno y para lo malo. Su mujer le dijo que le gustaría ser vasca, "porque acá no se van de boca". Quizá sea asi. Somos pueblo de pocas palabras. Siempre suelo recordar que agur no significa adiós. Es saludo, tanto de bienvenida como de despedida. Quizá porque no sabemos despedirnos. O no queremos hacerlo. Señor Bielsa, fue un honor acompañarle en busca de utopías. No llegamos, pero mereció la pena. Agur don Marcelo. Espero llegar a viejo y poder contar que le conocí. Y que, digan lo que digan, a lo loco se vive mejor. O, al menos, se vive diferente.