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miércoles, 21 de octubre de 2020

Antonio Arco: “Dibujábamos un campo con tiza en la calle y el mundo era nuestro”

Entrevista publicado por Arnau Segura en panenka.org el 21/10/2020

"Ahora los niños tienen más facilidades. Nosotros teníamos la pureza y la libertad", rememora el cantante, justo antes de iniciar la gira de presentación de '100 veces'
Fotografía cedida por Antonio Arco.

“La música y el fútbol son dos cosas muy sentimentales, efusivas. Despiertan experiencias que llegan al corazón, que salen del corazón. Y son dos idiomas que se hablan en todos los sitios, universales y globales”, afirma Antonio Arco (Loja, Granada; 1976), justo la misma semana en la que empezará la gira de presentación de 100 veces (2020); su tercer trabajo en solitario tras Uno (2016) y Abril (2018). El que fuera cantante y compositor de los desaparecidos El Puchero del Hortelano descubre su amor por el Athletic Club y su romántica relación con el fútbol; reviviendo aquellas tardes de niño junto a un balón, en las calles de Huétor Tájar, y aquellas noches de universitario sin pegar ojo, con el PC Fútbol como inseparable compañero de habitación.

¿Qué es el fútbol para ti hoy?

Estoy muy desilusionado, desencantado, con el fútbol, la verdad. Sigo al Athletic, porque me gusta saber cómo le va a mi equipo, pero poco más. Lo sigo muchísimo menos que antes. Es inevitable separar el fútbol de la política, del negocio, pero desgraciadamente ya no es lo que era hace unos años. El negocio lo ensucia todo, y también ha pervertido el fútbol. A mí lo que me interesa es la ilusión, la fuerza y todos los valores que transmite este juego, y no el negocio. Hoy lees más titulares y noticias en la prensa deportiva y en la prensa general sobre millones, denuncias y polémicas, en definitiva, que sobre el propio juego, que además se ha impregnado de la crispación, de la agresividad y de la polarización que caracterizan la clase política y la sociedad. El fútbol también se nos ha hecho mayor. Y desgraciadamente ya no es lo que era hace unos años. Siendo un romántico, cada día, cada año, cuesta más seguir enganchado al fútbol.

¿Y qué era el fútbol para ti en la infancia?

Era la sensación de jugar libre. De jugar libre en la calle, con sudaderas o botellas llenas de tierra como porterías móviles, que quitábamos y poníamos cuando pasaban coches. Cogíamos tiza y dibujábamos el campo en la calle. Los vecinos incluso bajaban a quitar los coches para que pudiéramos jugar, aunque, visto con la perspectiva del tiempo, supongo que lo hacían por el miedo, fundamentado, a que les reventáramos los retrovisores. Aquello era un lujo. Aquello era la pureza del fútbol, y eso es lo que hoy se está perdiendo. Hoy nuestros hijos e hijas tienen muchísimas más oportunidades, facilidades e instalaciones, y las ligas escolares están tan bien organizadas que casi parecen profesionales. Y cada niño tiene su equipación, como si fuera un jugador de Primera División. Nosotros no teníamos nada de eso. Pero nosotros teníamos la pureza, la ilusión, la libertad. El mundo era nuestro.

Hace un tiempo, leí una entrevista preciosa en la que Bruce Springsteen decía que nos pasamos toda la vida adulta intentando volver a sentir lo que sentíamos cuando éramos niños. Porque, por dura que haya sido la infancia, el niño que fuimos y que seguimos teniendo dentro nunca muere del todo. El paso del tiempo lo va silenciando, pero el fútbol, te guste más o te guste menos, es una de esas cosas que lo hace resurgir. Todos le hemos dado una patada a un balón y hemos soñado con que entraba. Todos nos sentimos más niños, más libres, con una pelota cerca, y por esto nos emocionan tanto esos momentos, esos instantes, fugaces en los que estás en la playa y de repente te llega un balón de unos niños que están jugando al lado y tú tienes que devolvérselo.

Del Athletic, pese a haber nacido a 830 kilómetros de San Mamés. ¿Por qué?

Puede parecer raro, pero en Huétor Tájar, donde crecí, siempre ha habido mucha gente del Athletic, y esto ha ido pasando de padres a hijos. Me parece maravilloso. Precioso. Romántico. Mis padres no eran futboleros, y me hice del Athletic por el mismo motivo por el que me entregué al fútbol: por mis amigos, y sobre todo por mi amigo Guzmán. Nos seducía, nos fascinaba, el romanticismo de la filosofía del Athletic. Su carácter siempre luchador. Su innegociable apoyo a la cantera, con Julen y Etxebarria como grandes referentes. Y además escuchábamos muchos grupos vascos, como Kortatu. El Athletic siempre tuvo, siempre ha tenido, un toque más romántico, más puro, y por esto siempre me ha gustado tanto. Ahora, de hecho, Garitano está siendo criticado porque se está perdiendo esa chispa. Porque se está perdiendo el romanticismo del fútbol agresivo, de la garra, de la ambición y de la ilusión que ha caracterizado siempre al Athletic. El juego conservador no gusta en San Mamés. Pero, conectando con uno de mis lemas vitales, si algo bonito tiene el fútbol es que uno puede resurgir de sus cenizas cuando ya le dieron por muerto, como cantábamos con El Puchero del Hortelano en Ave Fénix. Esta es una de las cosas más maravillosas, más hermosas, del fútbol, para mí: la oportunidad que da para resurgir después de haber sido hundido, de haber sido desterrado, de haber caído. La oportunidad que da para cambiar las lágrimas de tristeza por lágrimas de felicidad.

¿Cuáles son el peor y el mejor momento futbolísticos de tu vida?

El peor es, sin duda, el codazo de Tassotti a Luis Enrique. Recuerdo que estábamos viendo el partido justo antes de actuar en un festival a primera hora de la tarde, y que esa acción me llenó de rabia. El enfado nos duró semanas. El mejor es, también sin duda, el gol de Iniesta en el Mundial de Sudáfrica. Fue un momento inolvidable para la inmensa mayoría de españoles. Recuerdo que lo viví en casa de mis suegros, flipando. El Mundial es lo máximo, aunque no te guste el fútbol. Siempre recordaremos dónde vimos, dónde vivimos, cada final. Recuerdo que en el Mundial del codazo a Luis Enrique la final fue un Brasil-Italia, y me pilló en medio de una excursión de una semana a Sierra Nevada que hicimos con unos amigos. Fuimos subiendo, casi hasta el Mulhacén, para poder escucharlo con un transistor. Así lo vivimos, con una radio y con unas fogatitas. Siempre va a ser el Mundial que viví con mis amigos en la sierra. El fútbol, y sobre todo los Mundiales, te da momentos que te acompañan toda la vida, que son tuyos para siempre, y esa es la mejor parte de este deporte: la social. Los partidillos que ahora juego con mi hijo nos acompañarán toda la vida, tanto a mi como a él.