Translate

viernes, 29 de abril de 2016

Los récords de Zarra

Artículo publicado por Emmanuel Ramiro en www.kaisermagazine.com el 27/11/2014

Hay gestas que no se superan. Ni siquiera se igualan. La ecuación es simple: no hay fórmula que descifre el valor de los pioneros. Ese es el lugar que ha ocupado desde hace más de seis décadas Telmo Zarraonandia Montoya. Un delantero al que se le caían los goles del bolsillo y cuyo recuerdo hemos desempolvado estos días en las que las bases de datos y los libros de historia reclaman una actualización.

Hablar de goles a Zarra (o a Messi) tuvo que ser algo similar a debatir de la lluvia con Noé. Una forma muy simple de esbozar y limitar su figura. Porque los goleadores esconden algo más que un par de cañones por piernas, algunos llegaron a ser la mejor cabeza de Europa tras Churchill, y ese símil viendo el nivel de los políticos contemporáneos resulta hoy irrepetible. Gracias a la testa hizo buena carrera Zarra, no solo por los goles que con ella consiguió, sino por lo bien amueblada que la tenía en un fútbol que transitaba del amateurismo a un incipiente deporte de masas. En una familia de 10 hermanos, cinco de ellos fueron varones y cuatro se hicieron futbolistas. Ninguno de ellos alcanzó la fama y los éxitos de Telmito el miedoso, como se le conocía en el barrio de Ansúa en Erandio donde creció. Aunque uno de esos récords lleve la firma familiar de los Zarraonandia Montoya. Si Telmo fue seis veces máximo goleador de la Liga, su hermano Tomás, portero del Arenas de Getxo consiguió en la temporada 30/31 ser el portero menos goleado. Pichichi, uno y Zamora, el otro, en años diferentes, eso sí. Algo que ninguna familia ha vuelto a repetir.


Son algunos de los hitos que magistralmente ha destapado Lartaun de Azurmendi en este magnífico post publicado en Perarnau Magazine. Pero hay más. Hay un homenaje en el Bernabéu del que no puede presumir ningún rival que no haya vestido nunca la zamarra blanca. Ocurrió el 29 de abril de 1954, cuando se acercaba su ocaso y la titularidad había dejado de ser su fiel compañera de los domingos. Todos los clubes contribuyeron con sus mejores hombres y al coliseo merengue saltaron los Di Stéfano, Gaínza, Biosca, Kubala, César, Basora, Puchades, Eizaguirre, Venancio, Wilkes… toda una constelación de estrellas que nos habla del respeto de otra época, de los tiempos en que el fútbol era más juego que negocio. Ya entonces la política ponía sus ojos en el balompié y el General Moscardó, delegado nacional de Deportes, redactó en noviembre de 1953 un oficio a la Federación para que se le organizara dicho homenaje.

En el terreno de juego un killer del área como él, dejó también otros momentos inolvidables, por lo generoso, por lo antinatural de su puesto, donde el egoísmo es la mayor de las virtudes. La clase personal de Zarra pudo observarse en varios campos de España. En Málaga mandó un balón al limbo cuando su Athletic empataba a dos con los malagueños. En el salto previo había saltado con Arnau, defensa del equipo boquerón que tras caer mal se lesionó. El delantero se dio cuenta de la situación y a pesar de estar solo frente al portero se olvidó del gol. Aquello le valió al ariete vasco la insignia de oro y brillantes de la entidad andaluza. No sería el último. La escena se repitió en Riazor, cuando el central deportivista Enrique Ponte cayó desplomado tras chocar bruscamente contra Telmo. El balón volvió a quedar en segundo plano a pesar de estar al borde del área y corrió en auxilio del rival. El público gallego aplaudió la nobleza del delantero y la entidad blanquiazul le condecoró al día siguiente con el botafumeiro de plata como reconocimiento a su gesto. Esos reconocimientos no se los superará nadie.

Quizá en un guiño a su generosidad y a su figura inmensa, el diario Marca instauró un premio en su honor. Fue tras su muerte en febrero de 2006. Desde ese año el mejor goleador nacional en el Campeonato Nacional de Liga es condecorado con el Premio Zarra. Un premio que honra la memoria de un jugador cuya gran habilidad estaba en los pies, de regate fino y adelantado a su tiempo, aunque haya pasado a la historia como un gran rematador de cabeza.

Son pocos los que pueden presumir de tener un trofeo con su nombre, algún que otro coetáneo de su época, de ese fútbol de otro tiempo, de ese juego que ya no volverá. Conociendo su personalidad y su carácter dentro del terreno de juego podría sorprender a algunos que un jugador de esta altura ética y moral hubiera sido expulsado en alguna ocasión. Pues lo fue, aunque claro, de manera injusta:

Aquello supuso el mayor disgusto de su carrera deportiva. Corría el minuto 86 y su equipo se quedaba con uno menos por una broma mal entendida. Fue la primera y única vez que vio una cartulina roja, aunque afortunadamente su equipo terminó imponiéndose al Valencia (3-2) y levantando una nueva Copa.

Fue ese el torneo fetiche del Athletic y de Telmo. El delantero rojiblanco como capitán del equipo era el encargado de levantar la Copa (entonces del Generalísimo) y cuenta la leyenda que en cierta ocasión Franco se despidió de él en pleno palco con un clarividente: “Nos vemos el año que viene”. En ese torneo encontramos también otro de los récords de Zarra. Sus 81 goles en el torneo del KO resultan hoy una cima inalcanzable para cualquiera, a pesar de las innumerables rondas previas. Los devorarecords de hoy miran con cierta desidia y desapego a la Copa, un torneo que ha perdido la magia que tuvo, sobre todo, para los grandes equipos.

No entendía Zarra de torneos menores. El ariete vasco no regalaba nada en los amistosos. Ni siquiera aunque los que estuvieran en frente fueran sus propios compañeros. Eso sucedió en Ceuta, donde Telmo había realizado el servicio militar y su Athletic disputaría por suelo africano un mini gira. Allí jugó contra el Automovilismo Tetuán y los rojiblancos se impusieron por 1-3. Zarra hizo tres goles, dos para el Athletic y el gol del honor del Tetuán, ya que el ariete jugó una parte con cada equipo. La historia era de sobra conocida para el delantero que no perdonó ni uno solo de sus debuts. Y es que Zarra marcó en su estreno en Liga, en Copa, en la Copa Eva Duarte (antigua Supercopa), en su primer partido oficial con la Selección y en su estreno en un Mundial. Récords y gestas que perdurarán en el tiempo por mucho que le hayan bajado un escalón entre los goleadores de nuestro fútbol.

Mikel San José

Artículo publicado por Aitor Elizegi en su blog 'Licencia para aliñar' el 28/04/2016


Jueves , 28 de abril del 2016 , algo en la forma de entender el fútbol en Bilbao esta cambiando, por supuesto cada uno puede poner a diestra o siniestra estos detalles en su balanza.

A pocos días de poner en juego en San Mamés , contra un rival directo, la pretemporada y la disputa directa de los turnos nobles de la UEFA Europa Leage que da ocupar el quinto puesto de una temporada eterna, Mikel San José renueva su contrato con el Athletic y la noticia aparece en la cuarta página de la sección de deportes de un diario bizkaino tras un pormenorizado estudio sobre las posibilidades de negocio de la venta de alcohol en recintos deportivos y zonas VIP e interpretaciones a la carta de la nueva ley …, sin más .

Cosas de futbol y los calculadores de cláusulas de rescisión.

Una torre de buena persona, con Erasmus precoz en el Liverpool , probablemente una de las figuras del próximo Europeo de Francia, un tipo capaz de jugar de recogepelotas y meter un gol en el mismo partido, firme, pleno y maduro al micrófono, encogido de hombros pero abierto de corazón y saber estar en el verde y en el asfalto , comprometido con el Club rojiblanco en las formas y en los fondos , un tráiler de futbolista , con uno de los mejores ” segundo palo ” de las primeras divisiones del continente , que no tendría precio para el Athletic si jugara en el City : termina con una cláusula de 40 millones de euros . Queda claro que se me queda grande la interpretación de la escala salarial en el futbol actual y me temo en el Club de Ibaigane , pero dicho tope me resulta muy apetecible para esos fondos de inversión que les importa poco la carrera de este tipo de deportistas, el futbol base y la madre que parió al Athletic Club de Bilbao , tiburones a los que la UEFA (que debería defender el futuro de clubs como el nuestro ) no para los pies y ven en jugadores como Mikel una rentabilidad segura.

Seguro que el “auditor de riesgos ” valora que este chaval es del Athletic hasta los cartílagos y suma esa variable al clausulado.

Supongo que dejaremos las portadas que se merece este futbolista para mas adelante.

Portadas en las que todos esperamos que “Sanjoburuz” siga años vestido de rojo y blanco .

lunes, 25 de abril de 2016

Lágrimas

Anuncio por el 70 aniversario de La Quiniela.

Breve pero intenso...pelos como escarpias


Premio “One Club Man Award”: Paolo Maldini

Fuente: www.athletic-club.eus

El Athletic Club ha decidido otorgar el segundo premio “One Club Man Award”, como reconocimiento a aquellos jugadores que, fuera del Athletic Club, han desarrollado la totalidad de su carrera deportiva en un mismo club, a Paolo Maldini, quien fuera jugador del AC Milan italiano desde la temporada 1984/85 a la 2008/09.

Maldini recibirá el premio el domingo 1 de mayo en el descanso del partido entre el Athletic Club y el Real Club Celta.

Homenaje a Kepa Lejarraga por parte de ICHH

Durante el descanso del partido que enfrentó al Athletic Club frente al Atlético de Madrid el pasado miércoles, la Iñigo Cabacas Herri Harmaila homenajeó al boxeador Kepa Lejarraga por su campeonato internacional welter de la WBA.

Desde aquí nos unimos al homenaje y le deseamos el mayor de los éxitos.


Kepa Lejarraga es seguidor del equipo zurigorri
(Fuente: https://animazioharmaila.wordpress.com/)

Resumen Jor. 35ª: Levante UD - Athletic Club

Fuente: www.athletic-club.eus

martes, 19 de abril de 2016

Aduriz en un mundo de locos

Artículo publicado por Felipe Olcina Anaya en www.spherasports.com el 03/03/2016

Mamá me marcho tengo cosas que hacer así de escueto y directo fue Marcelo Bielsa, dispuesto a descubrir mundo, como aquel que baja a por tabaco, que no coge ni llaves, ni chaqueta, un loco lleva tres monedas en el bolsillo y una mente repleta de ideas. Años más tarde después de embarcarse en esa nueva aventura, de muchos kilómetros recorridos con su Fiat 147, de muchos jugadores vistos y muchas noches sobreviviendo con el café a esquemas y formaciones inventadas se topó con el Athletic y San Mamés.


Marcelo enamoró a los vascos con eso lo digo todo. Los comienzos fueron difíciles, los jugadores no se acostumbraban a las ideas del loco y los resultados tardaron en llegar. Fueron dos años, nunca fueron más por el desgaste que supone pero en Bilbao disfrutaron de él y los suyos, vieron otro Bilbao, uno más vistoso, más guerrero y en el recuerdo aquella Europa League. Las victorias en Manchester y en Gelsenkirchen o la remontada en la Catedral frente al Sporting de Lisboa antes de llegar a la final, 35 años después. Europa estaba atónita ante un Athletic que deslumbraba.

En el verano de 2012 y último año al servicio del club, llegó Aduriz. Su vuelta a Bilbao, equipo que le vio a nacer era todo un reto para él. El entrenador a primeras, no opinaba igual. “Nunca hice una solicitud de jugadores, señalé las posiciones que se debían reforzar, que no son las de Aduriz e Isma” Tiempo más tarde, Aduriz era titular. Le había ganado la partida a Fernando Llorente y en Marzo, meses más tardes de dichas declaraciones la situación era totalmente inversa. Aduriz en punta acumulaba ocho partidos sin encontrar gol y Bielsa respondía así: “Por supuesto que la razón de ser de Aduriz en el equipo, según su propia observación, es el gol, pero desde mi óptica nos ofrece un sinfín de cosas más que son muy útiles aunque no convierta. Si convierte, muchísimo mejor”.

Justo hace 3 años de aquellas declaraciones. Aduriz tenía 32 años y parecía mas viejo de la frescura que respira a día de hoy. Fue uno de los pocos, puede estar orgulloso. Uno de los pocos vascos que no se enamoró de Bielsa sino el loco de él. Con 35 años es el máximo goleador nacional, 30 goles entre todas las competiciones: 17 en la Liga, 7 en la Europa League, 2 en la Copa del Rey y 4 en la Supercopa. Los mismos que Leo Messi. Lo que dijo Bielsa añádele gol, una brutalidad. Aduriz hace gol y juega. El Athletic lo nota, es el factor diferencial. Valverde lo ha comentado en rueda de prensa recientemente: “Nos sorprende partido a partido. Siempre pensamos que con 35 años en algún momento tendrá que dar un bajón, pero lo mejor es que no termine nunca esta temporada porque está increíble. Lo que he visto este año no lo había visto nunca en un jugador de campo. Se me acaban los adjetivos”

Un toque, un desmarque, todo lo hace bien. El jugador es consciente de la edad, se regula cada partido. En Mestalla fue suplente pero le sobraron minutos para apuntalar el balón en la red. Hace pocos días de su genialidad en Marsella, tierra del loco Bielsa. Aduriz también la conquisto con un misil lejano. Todo esto y tres hat tricks para igualar a Leo Messi en el mejor momento de su carrera, con 35 años y dosificando su cuerpo. ¿Estamos locos?

Él que parece que lo está es el seleccionador nacional. Con estos números no importa la edad y más bien sí una oportunidad. Ya le llegan las voces, las recientes declaraciones del seleccionador confirman los deseos del pueblo. “Si todos nos dicen Aduriz, Aduriz, no vamos a ser los más listos nosotros”. Ahora solo queda verlo en lista de cara a la Eurocopa y entonces lo podremos decir, un loco más en la lista. Uno más acabó enamorado de los años, la cabeza y los goles de Aritz Aduriz.

lunes, 18 de abril de 2016

Aitite, el Athletic Club

Artículo publicado por Galder Reguera en el nº 8 de la revista Panenka (Mayo 2012)

Aitite nació el 7 de junio de 1925. Aitite es abuelo en euskera. Podría dar su nombre, pero no es necesario. Os basta con saber que era mi aitite.


Ilustración Paloma Martínez

Aitite nunca fue un niño. No es una metáfora, es la realidad. Cuando tenía once años quedó huérfano de padre y tuvo que ponerse a trabajar para mantener a sus cinco hermanitos pequeños. Guardo en casa la fotocopia de una carta por él firmada en la que ruega un aumento de sueldo al Alcalde de Basauri (“Dios salve a España y guarde de Usted muchos años”), porque con su jornal de dos pesetas como Auxiliar de Ordenanza no le da para mantener a su familia. La carta está fechada el 8 de febrero de 1938, ‘II Año Triunfal’.

Aitite nunca fue mayor. Tampoco es una metáfora, por desgracia. Murió en septiembre de 1990, con apenas sesenta y cinco años cumplidos. No le dio tiempo a jubilarse. Quizá nunca lo habría hecho (decía que el trabajo es un hábito y que los hábitos no se dejan así como así), pero sé que quería dedicar al menos más tiempo a su bodega en Haro (el sueño de una vida) que al resto de negocios que, poco a poco, fue creando con el pasar de los años para que hermanos e hijos, amigos y nietos no pasaran las penurias que él sufrió.

aititeAitite no pudo hacer balance, pero lo hago yo: como tantos otros hijos de la guerra, la suya fue una vida de esfuerzo, privaciones y trabajo, y trabajo, y esfuerzo, y privaciones, sin apenas recompensas. Había algo, sin embargo, que le hacía profundamente feliz, que en cierto sentido le regalaba la infancia que no tuvo: el Athletic Club. No digo el fútbol, porque no era el fútbol lo que apasionaba a aitite. Lo que le hacía perder la cabeza, en el mejor sentido de la expresión, era el Athletic.

Algunos recuerdos puntuales que ilustran esta pasión: la final de Copa del año 1984, a la que nos llevó a toda la familia en un día que se mostró exultante como nunca le había visto; las comidas familiares que terminaban con canciones rojiblancas que los niños aprendíamos de memoria; el himno a tope en el coche acompasando el movimiento de las banderas que nos permitía sacar por la ventana cuando subíamos Artxanda camino al estadio; y, sobre todo, la pasión con la que hablaba de su único ídolo, y a la vez íntimo amigo y primo carnal, quien cumplió el sueño de todo niño (también del niño que aitite no fue) y jugó en el Athletic. Quizá le conozcáis, era un tal Piru Gainza.

Con respecto a aitite, mi mayor temor siempre ha sido olvidarle. Me aterra que el paso del tiempo entierre los pocos recuerdos que de él tengo bajo el paso de nuevas vivencias. Un ejemplo: hace ya años, seducido por los recuerdos cargados de felicidad que en mí provocaba cada vez que la apreciaba, decidí empezar a usar la misma marca de colonia que él llevaba. Las primeras veces, cuando salía de la ducha y pulverizaba el perfume sobre mí, a mi mente acudía el vívido recuerdo de los abrazos que con toda la fuerza de mi ser le daba cada vez que le veía, el olor de su cuello al que me aferraba cuando me llevaba ‘aúpas’, su presencia, tan inmensa, tan tranquilizadora. Pero después, a fuerza de vestir mi rutina con esa fragancia, dejó de funcionar el condicionamiento proustiano y, poco a poco, los recuerdos fueron haciéndose cada vez más difusos, hasta que un día dejaron ya de responder a la invocación del aroma. Hoy mi colonia es sólo la mía.

Siempre he temido olvidarle, sí. Pero también traicionar su memoria. Ser alguien distinto a quien él pudo haber soñado que yo sería, elegir caminos en la vida que a él le hubieran disgustado.

Pero os contaré algo. De alguna manera, estos miedos han desaparecido. Gracias a una revelación acontecida, dónde si no, en el lugar donde acontecen los sueños: San Mamés.

Ocurrió una tarde de comienzos de la temporada pasada. Me dirigía al estadio junto a mi mujer. Era un domingo cualquiera. Recuerdo que ella estaba embarazada y que aquellos días apurábamos las noches hablando emocionados de cómo creíamos y querríamos que fuera nuestro esperado primer hijo, Oihan, quien pronto nacería. Serían las cinco menos poco, porque caminábamos deprisa, confundidos entre la marea rojiblanca de cada domingo. Al pasar junto al Miguel Ángel (es un bar), recordé un instante los días en que en ese mismo lugar aitite me presentaba a sus amigos como el futuro ’9′ del Athletic y cómo me orgullecía y sonrojaba al mismo tiempo escuchar aquello. Y en ese preciso momento aconteció lo mágico. De pronto, los que marchaban frente a nosotros se apartaron y se reveló la siguiente escena: un hombre caminaba con un niño de unos seis años a hombros. Ambos iban vestidos a juego, con la camiseta rojiblanca del Athletic. No vi sus caras, pero me hablaron sus espaldas. En la del niño lucía el número 8 y un nombre cualquiera. En la del hombre, el número 10, el número perfecto del jugador perfecto, brillaba bajo un arco escrito con la siguiente palabra escrita en mayúsculas: AITITE.

Confieso que me desbordó la emoción, porque comprendí de pronto que, de alguna manera, aitite, mi aitite, a quien tanto echaba de menos cada día, estaba allí los domingos, en San Mamés. Y lo estaba de varias maneras. Por supuesto, en cada abuelo (¡y padre, y madre!) como aquel, que llevaba al campo a su nieto, a quien narraba las gestas de Piru, Iribar, Panizo, Argoitia, Koldo Agirre, Dani, De Andrés, Larrazabal, Txetxu Rojo, Guerrero, Fidel Uriarte, Zarra, Urrutia, Argote, Sola, Gorostiza, Iriondo… mientras el niño atendía veneración, como yo había hecho tantas veces antes. Pero estaba también entre el público, con los jugadores, en el palco. Sí, lo estaba, pues comprendí que al igual que yo podía afirmar sin temor al anacronismo que nosotros habíamos vencido la Liga 69-70 o la copa de 1973, y entonces ni siquiera había nacido, podía decir sin equivocarme que si ganábamos o perdíamos ese partido que hoy se jugaba, mi aitite también lo haría, porque ganábamos o perdíamos nosotros.

Esa es la verdadera grandeza del Athletic Club: la manera en que, con el paso de los años, ha ido tejiendo una identidad que es tan fuerte que traspasa aquello que nos separa, incluida, sí, la muerte. Pensarás que exagero, pero no tanto. Piensa en qué tienen en común esas dos personas tan amadas por mí: mi aitite, nacido en 1925, que vivió la guerra, la posguerra y la dictadura, que jamás tocó un ordenador, un teléfono móvil, y mi hijo, venido en este mundo global en 2010. Te lo digo yo: el Athletic, que aún siendo muy distinto, en 1925 y hoy es también el mismo, al igual que tú siempre serás la misma persona por mucho que cambies.

Os cuento que desde esa tarde en San Mamés en que aquella camiseta me alegró la vista, soy más feliz. Sigo echando de menos a aitite, claro. No os imagináis hasta qué punto. Pero cada 15 días, en San Mamés, siento que estoy con él. Miro alrededor y le veo en cada rostro felizmente rojiblanco de este maravilloso 2012 y sé que le veré también el 9 y el 25 de mayo, cuando Gurpegi alce las copas al cielo en el que él vive. También sé, por supuesto, que muchos otros aitites, amamas, aitas, amas, hermanos y amigos estarán allí aunque alguna gente sin fe no pueda verlos. Entre ellos, Iñigo Cabacas, Karmelo Ortiz, Txetxu Lanza y todos aquellos, en fin, cuyo recuerdo luchamos por mantener.

Así, creo que gracias al Athletic he curado una herida, que aunque aún duele, al menos ya no sangra. Gracias a aitite pude ser un niño y gracias a él (y a otros como él, que sufrieron 40 años de humillaciones y nos legaron un país mejor) también podré ser mayor, ya que no he tenido que partirme el corazón por sobrevivir. Me digo que me haré mayor, pero algo no cambiará. El Athletic seguirá estando ahí y nosotros seguiremos yendo a San Mamés (a un nuevo estadio, sí, pero será San Mamés). Y entonces un día seré yo quien lleve a mi nieto sobre mis hombros, vestidos los dos con los mismos colores. Y fijaos bien en lo que os voy a decir: ese día mi colonia, esa que ahora es sólo mía, será para él la de aitite.

viernes, 15 de abril de 2016

Sevilla 5-Athletic 4. Épico y cruel adiós

Viñeta publicada por Asier y Javier en el blog del diario Deia "Athletic Risas Club" el 15/04/2016

Los leones se despidieron del sueño de ganar la Europa League pero con la cabeza muy alta y dando una lección de valentía y poderío ante un Sevilla reservón. Beñat, el mejor de la eliminatoria, falló en la tanda de penaltys. Valió la pena luchar por lo que vale la pena tener. Aupa Athletic!!!

UEL 1/4 (Vuelta): Sevilla CF - Athletic Club

Fuente: www.athletic-club.eus


miércoles, 13 de abril de 2016

Y nosotros, ¿qué?

Artículo publicado por Santi Echevarría en el blog https://habitualdesanmames.wordpress.com el 12/04/2016

Tal vez no exista peor delito que traicionarse a uno mismo. Lo explicó muy bien, sin pretenderlo, Howard Kendall, al recordar una confidencia de Sammy Lee.

Y San Mamés era especial, sin ningún género de duda. Recuerdo que Sammy Lee se enfrentó al Athletic Club con el Liverpool y dijo que era el mejor estadio de fútbol en el que jamás había jugado. No hablamos de magníficos estadios como el Bernabéu o el Camp Nou. Hablamos de un ambiente, una atmósfera, de un verdadero campo de fútbol.

“A proper football ground!” coincidieron entusiasmados estos dos gentlemen del balompié británico. Mr. Lee recordando la eliminatoria de la Copa de Europa de 1983, y Mr. Kendall reviviendo aquellas lágrimas de 1989.

A proper football ground es lo que fue San Mamés, por lo menos hasta el jueves 26 de abril de 2012, última noche de liturgia en La Catedral hasta la fecha.

Y lo que tenemos ahora es un magnificent stadium con todos sus excelentes adelantos, sus confortables asientos, su megafonía estridente, sus suntuosos palcos vacíos, sus nosecuántas estrellas FIFA y sus LED que centellean colorines cuando marcamos un gol.

Pienso en todo este derroche de glamour, todavía aturdido por un conato de crisis de identidad tras el partido del jueves pasado contra el Sevilla.

A partir de las diez y cuarto de la noche se obró en el nuevo estadio un silencio luctuoso. Nos empataron el partido de forma cruel, de acuerdo, aquel gol fue una puñalada. Pero quedaban cuarenta minutos de football por delante. Cuarenta minutos de competición europea, tal vez los últimos del año en Bilbao.

Cuarenta minutos para partirse el alma y empujar al equipo a pasar la eliminatoria, como hicimos aquel inolvidable día de abril de 2012. El Sporting de Portugal también nos empató el partido en el minuto 43, pero les remontamos con otros dos goles antes del pitido final, en plena catarsis de fervor colectiva por cuanto significa para todos nosotros esa forma particular de entender el deporte y de entender la vida, expresada en el Athletic Club cada vez que el equipo salta al césped.

Pero los cuarenta minutos de indolencia del jueves pasado son realmente vergonzantes. No me refiero a los del equipo, sino a los nuestros: fuimos incapaces de apoyar a nuestro club cuando más lo necesitaba. Nadie ha explicado esto último mejor que Marcelo Bielsa:

"Yo vengo de un país muy “exitista” donde el apoyo y el festejo se multiplican cuando el equipo mejor juega. Siempre me admiró que San Mamés reconociera los momentos de debilidad de su propio equipo, y de que la mayor expresión de aliento fuera para… esa sensación de que te dan la mano para que no te caigas, para que no te ahogues. Una sensación que da mucha seguridad a quienes están compitiendo. Es el mensaje que más voy a recordar. Un estadio que es, no por sí mismo, sino por quiénes lo ocupan."

Se refería, por supuesto, al proper football ground y no al magnificent stadium.

¿Cómo le explicamos ahora a Marcelo lo que pasó el jueves en la grada?

Y nosotros, ¿qué?

Porque ahora parece que San Mamés sólo alza la voz para quejarse cuando llueve. Ahora, fíjate, pretendemos ver football en Bilbao sin mojarnos…


El 6 de marzo de 1949 ganamos 2-0 al Barcelona con goles de Zarra y Venancio

Pero lo cierto es que esa lluvia racheada entrando por ingenieros ha sido siempre una herramienta más de nuestro juego. Cómo olvidar, por ejemplo, aquel box to box contra el Barcelona (temp. 2011-12) en la tarde en que San Mamés consagró por fin su fe a la doctrina Bielsa.

Qué partido aquél, por citar sólo uno de tantos chaparrones en los que todos nos calamos hasta los huesos del mejor football y terminamos por la noche sin garganta de pura emoción. Y ahora parece que queremos renegar para siempre de uno de los rasgos más elementales de nuestra cancha y nuestro carácter.

Si somos precisamente hijos de la lluvia. Hijos del comercio victoriano, de la audacia del capital, de la mano de obra asfixiada, de la campa de los ingleses. Somos hijos de las minas y del hierro. Del Arriaga y del Carlton. De la industria pesada y del ferrocarril. Del siglo XIX. Hijos de la cultura del romanticismo. De la mugre de la ría, del astillero oxidado, de los humos de altos hornos. Somos hijos de ingenieros, de obreros, de navieros, de migrantes, de banqueros, de aldeanos, de villanos.

Ni la identidad del Athletic Club ni la de la ciudad de Bilbao pueden explicarse sin todo lo anterior.

O tal vez sí. Quizá las cosas hayan cambiado para siempre.

Porque nuestros hijos serán —si es que nosotros no lo somos ya— los hijos del Guggenheim y de los fosteritos. Hijos del Domine y de la alhóndiga de Stark. De los cruceros en Getxo y las estrellas michelín. De Calatrava y sus cositas. De la Gran Vía peatonal. Y está muy bien, muy bonito, pero ya es otra cosa. Nuevos iconos, se entiende, para nuevos tiempos y nuevos desempeños. El nuevo estadio sólo puede explicarse dentro de esta lógica de transformación de Bilbao y del Athletic Club.

Y de ahí nace ese conato de crisis de identidad tras el partido del jueves pasado, que me aturde mientras pienso todo esto.

Mientas echo mucho de menos el proper football ground que conocieron Howard Kendall y Sammy Lee en los ochenta.

No me entiendas mal. No pretendo encarnar a un nostálgico trasnochado. Somos hijos del tiempo que nos ha tocado vivir, y hemos de celebrarlo y pelear por nuestro ahora. No quiero volver al Bilbao oscuro, inundado y yonki del 83. Porque yo mismo, lo confieso, aplaudí el nuevo estadio, una vez estuvo terminado. “¡Campazo, eh!”, nos decíamos todos…

Pero superado ese deslumbramiento infantil de inaugurarlo, agotado ya ese placer intenso pero efímero de estrenar algo nuevo, cerrada ya esa boca abierta en aquella noche de verano frente al Nápoles, ya sólo me queda una amarga melancolía por aquel pasto verde de 1913 que aprendimos a amar desde cachorros, agarrados a la mano de aita o de papá, trepando la escalera de hormigón, y asomándonos con devoción verdadera a la hierba empapada de San Mamés.

Y queda también la conciencia dolorosa de que hemos sido nosotros mismos, en una borrachera de bilbainada, quienes hemos echado abajo nuestro proper football ground para levantar un magnificent stadium, que ahora somos incapaces de llenar. Ni siquiera en las noches de precepto.

Y queda la impresión de que, precisamente una institución que se fundamenta sobre criterios de identidad, se ha arrojado una durísima piedra contra su tejado más sensible.

Pero existe un resorte al que agarrarse para resucitar el espíritu de La Catedral: en Santa María de Lezama —esencia de lo que somos y seremos— los cachorros custodian ahora un pedazo de hierro viejo y encorvado, que aún nos evoca a todos el Athletic triunfante.

Ese arco a contraluz de las noches de football nos recuerda que todo es posible. Que lo hemos hecho y que lo estamos haciendo, que somos protagonistas del relato más delirante de la historia de los hombres que pateaban un balón: el de los once aldeanos en calzones disputándole una pelota de cuero a Di Stéfano y a Bobby Charlton, después a Cruyff y a Dino Zoff, más tarde a Schuster y a Maradona, y ahora a Wayne Rooney y a Lionel Messi, y en adelante los que estén por venir.

Porque somos hijos de una sensibilidad determinada para observar la naturaleza del deporte, magistralmente explicada por Álvaro Alonso cuando recuerda el campeonato de Wimbledon de 1921:

"En aquellos orígenes del deporte moderno, Inglaterra estaba entregando a la civilización una de sus mejores herencias: el fair play, esa secreta combinación de lucha y amistad. Para ellos la victoria era mucho más que un resultado favorable: era un modo elegante de estar en la cancha, de lograr ese resultado con medios proporcionados, de vencerse a uno mismo con honor. Y cuando esto sucedía, ambos rivales podían mirarse mutuamente con la victoria en los ojos; solo uno había “ganado”, pero los dos habían “vencido”, porque el deporte no es otra cosa que el viejo instinto de la lucha transformado en nuevo afán de superación."

Aquel verano de 1921, por supuesto, el Athletic Club fue campeón, al ganar por cuatro goles a uno en San Mamés frente al Atlético de Madrid.

Asterix contra los romanos. David contra Goliath. El Quijote y sus molinos. Llámalo como quieras. Pero no olvides la abismal diferencia que existe entre esos tres relatos y el nuestro.

Aquellos son ficticios. El nuestro es real.

Y tenemos el privilegio de reescribirlo en cada partido. De nosotros, de nuestro carácter, de nuestra identidad, depende todo.

Piensa en ello cuando vuelvas a San Mamés.

Imagina que el arco sigue ahí.

Y alienta a tu equipo.

sábado, 9 de abril de 2016

Hacia la creación de otro Athletic (1903)

Artículo publicado por Alfredo Relaño en el diario As el 09/04/2016

Primera final de Copa del Rey, que ya es tal, después del feliz experimento del año anterior, avalado por el alcalde de Madrid, Alberto Aguilera. Pero esta vez es el Rey el que dona la copa, y ya se puede llamar a la competición Campeonato de España. Los partidos se juegan de nuevo en el campo del Hipódromo (ahora ese espacio lo ocupan los Nuevos Ministerios), donde fueron los del año anterior, y a la final llegan el Madrid y el Athletic, que ya ha absorbido al Bilbao. Hay un ambiente formidable, con cinco mil espectadores, a veinticinco céntimos los de la primera fila y a diez céntimos los de las siguientes. El Madrid se adelanta con goles de Valdeterrazo y Neyra, y así se llega al descanso. Pero en la segunda mitad remonta el Athletic, con goles de Cazeaux, Montejo y, finalmente, de Sota. El juego es duro, sobre todo en la segunda mitad. Aquel día se produjo quizá el primer estallido de pasión futbolística. La mayor parte de la afición, claro, va con el Madrid e increpa a los «athleticos», a los que reprocha su dureza.

Tras el partido, un grupo de bilbaínos, la mayoría de ellos estudiantes en la Escuela de Minas de Ríos Rosas, regresan entre eufóricos e indignados. Eufóricos por el triunfo, indignados por los insultos que han escuchado contra el equipo de su tierra. Alguno de ellos está enrolado en alguno de los varios equipos de la capital, incluso en el Madrid, además del cual existen ya por entonces el Espanyol, el Moderno, el Iberia, el Hispania, el Moncloa, el Retiro ya hasta un Amicale, de estudiantes franceses. Después de un largo paseo se reúnen a cenar en la Sociedad Vasco-Navarra, donde surge la decisión de crear ellos su propio equipo, un equipo formado por los estudiantes vascos residentes en Madrid, que los había en suficiente número. Se decide pedirle al Athletic sus estatutos para redactar los del nuevo club a su imagen y semejanza.

Pero en los contactos con el Athletic surge otra idea: ¿por qué hacer un club nuevo? ¿Por qué no constituirse en una sucursal del Athletic en Madrid? Sería el mismo club, una misma ficha, y el jugador que viajara con frecuencia de una ciudad a otra podría alinearse, indistintamente, en el Athletic de una ciudad o en el de la otra. Así se hace, y tras una reunión celebrada el 25 de abril, y completada ya pasada la medianoche, se redacta una nota oficial que se envía a la prensa dando noticia de la creación de la nueva sociedad, «sucursal del Athletic Club existente en Bilbao». El 2 de mayo se juega el primer partido, entre miembros de la propia sociedad, en un solar contiguo al Retiro, en lo que hoy ocupa el Hospital del Niño Jesús, que fue el primer campo del Athletic en Madrid. Entre los jugadores había alguno procedente del Madrid (como Valdeterrazo, autor de uno de los goles de la final) y figuraba también Raimundo Moreno Aranzadi, el hermano mayor de Pichichi, que estudiaba en la capital.

En los periódicos se les solía citar como «Athletic Sucursal», o bien se hacía distingo entre Athletic (B) y Athletic (M), según se hablara del de Bilbao o del de Madrid, lo que dio pronto lugar a la broma de que se tradujera por Athletic Bueno o Athletic Malo. Con el tiempo, los lazos de dependencia del Athletic madrileño con Bilbao se fueron aflojando. El Athletic fue madrileñizándose, progresivamente ocupado por náufragos de la disolución de otros clubes de la ciudad, víctimas del profesionalismo que permitía que el más fuerte, el Madrid, se llevara sus mejores jugadores. Bajo el paraguas bilbaíno el Athletic resistió ese envite, y sobrevivió. En 1921 jugó su primera final, precisamente contra el propio Athletic de Bilbao. Y para 1923 rompió definitivamente los lazos con su progenitor.

jueves, 7 de abril de 2016

Telmo Zarra consigue un puesto en el Salón de la Fama

Fuente RFEF.es 07/04/2016


El delantero vasco se caracterizaba por su gran remate de cabeza. Fue elegido en 6 ocasiones Pichichi del Campeonato de liga y este 2016 ha conseguido una plaza en el Salón de la Fama de México
Telmo Zarra ha sido elegido para el Salón de la fama dentro del sector "decano". Dicho salón, que se encuentra en la Ciudad de Pachuca en México, es un museo que sirve para recordar y aprender sobre la historia del fútbol méxicano y del resto del mundo.

Todos los años se eligen 11 futbolistas de origen nacional e internacional ensalzando sus carreras deportivas. En estas votaciones se escogen 3 jugadores nacionales, 4 del resto del mundo, 3 como decanos y uno del sector femenino.

En el ambito de decano ha sido nombrado un jugador español, Telmo Zarra.

¿Quién es Telmo Zarra?

Telmo Zarra nació el 20 de enero de 1921 en Eriondo, Bilbao. Fue un futbolista español que jugó en el Atlhetic Club formando parte de la delantera histórica con Iriondo, Venancio, Panizo y Gaínza. Estuvo desde la temporada 40/41 hasta la 54/55. Anotó durante todos esos años 251 goles y consiguió el trofeo Pichichi en 6 ocasiones.

Uno de sus goles más recordados con la Selección española fue ante Inglaterra en la Copa Mundial de 1950 disputada en Brasil. Ese gol clasificó a España entre las cuatro mejores selecciones del mundo por primera vez en su historia. Jugó 20 partidos con España donde ganó 8, empató 6, perdió 6 y anotó 20 tantos.

miércoles, 6 de abril de 2016

De Juan Urkizu a Ernesto Valverde

Artículo publicado en el número 49 de la revista Athletic Club (Marzo 2016)

Ocho rojiblancos han acabado siendo técnicos del primer equipo en más de cien partidos

Desde Juan Arzuaga, en la temporada 1921/22, hasta el actual técnico de los leones, Ernesto Valverde, han sido un total de dieciocho los rojiblancos que, una vez colgadas las botas, han acabado dirigiendo desde el banquillo a nuestro equipo a lo largo de la historia del Athletic Club

En sus 118 años de historia, el primer equipo ha visto el paso de cuarenta y tres entrenadores, de los que solo dieciséis han dirigido al Athletic Club en más de cien partidos oficiales y la mitad de ellos ha vivido previamente la experiencia de haber defendido la camiseta rojiblanca. La lista está liderada por Javier Clemente, que en tres épocas diferentes (1981-86 y 1990/91 y 2005-07) asumió la dirección técnica hasta completar 289 encuentros, con un saldo de dos títulos de Liga, uno de Copa y otro de Supercopa, todos ellos de su primera etapa. Con edad de juvenil entró por primera vez en la convocatoria del primer equipo, con el que debutó el 18 de septiembre de 1968 en un partido especial, concretamente, en la eliminatoria de la Copa de la UEFA frente al Liverpool que concluyó con triunfo por 2-1 en la Catedral. Era un jugador con una proyección enorme, muy habilidoso con el balón, pero su carrera se vio truncada el 23 de noviembre de 1969 tras una dura entrada da en un partido contra el Sabadell que le produjo una grave lesión que finalmente acabó por apartarle del fútbol. Disputó 62 partidos, en los que marcó nueve goles.

En ese ‘Club de los Centenarios’ sigue su estela Ernesto Valverde, que fue uno de los pupilos de Clemente cuando entrenaba al Espanyol. A Txingurri, que recientemente ha renovado su contrato hasta 2017, le contemplan 245 partidos al frente de los leones (incluido el partido europeo en Mestalla) y el aval del reciente título de la Supercopa. En su quinta temporada sigue agrandando su leyenda, ya que se ha convertido en el técnico del Club con más presencias en Europa. Incluyendo la doble eliminatoria ante el Valencia CF suma 32 participaciones e incluso ostenta el récord de mayor número de victorias europeas, con quince (antes del partido europeo en Mestalla). En su haber figura también la mayor goleada a domicilio jamás propiciada por el Athletic en las lides continentales acaecido el 16 de diciembre de 2004 : 1-7 al Standard de Lieja. Como jugador llegó a la Catedral procedente del FC Barcelona y formó tándem en el ataque con el actual técnico del Bilbao Athletic, José Ángel Ziganda. En sus seis campañas rojiblancas (1990-96) marcó cincuenta goles. Valverde superó en número de partidos dirigidos en la historia de nuestra entidad al ondarrutarra Juan Urkizu, el patrón de la nave rojiblanca en los años 40, que alcanzó los 235 choques en el banquillo. Juanito, que nunca había entrenado antes, permaneció siete temporadas y parte de la octava de manera consecutiva en San Mamés, con lo que es quien más tiempo ha permanecido ininterrumpidamente en el Athletic. Se hizo con las riendas del equipo con 39 años recién cumplidos y, a pesar de poseer un currículum en blanco, su palmarés es digno de encomio: cuatro títulos (1 Liga y 3 copas). Si a estos logros como entrenador unimos las tres ligas y cuatro copas que conquistó en su etapa de jugador rojiblanco, se puede afirmar que su figura cobra una verdadera dimensión histórica, puesto que nadie más que él ha sido capaz de acumular trofeos de ambos campeonatos en la doble faceta de técnico y futbolista. Apodado ‘Katugorri’ por su agilidad y por el color de su piel y pelo, dio la alternativa a auténticas figuras como Zarra, Iriondo, Venancio, Lezama y Nando, entre otros. La directiva de entonces optó por fichar a Urkizu para reemplazar en la dirección técnica a Roberto Etxebarria, otro exjugador del equipo prebélico que ejerció las labores de entrenador de emergencia inmediatamente después de la guerra.

Uno de los que ha sido recientemente embajador del Club en su relación con las Peñas rojiblancas, es Koldo Agirre, que dirigió a los leones en 137 encuentros. El de Sondika logró llevar al Athletic Club a dos finales por primera vez en la misma temporada, Copa y UEFA, incluido un meritorio tercer puesto en la Liga. La tanda de penaltis ante el Betis y el valor doble del gol fuera de casa ante la Juventus de Turín, en lo que fue nuestra primera final continental, evitaron que los nuestros culminaran con broche de oro lo que se consideró un año excelente. El equipo disputó la Copa de la UEFA en sus tres campañas al frente de la nave rojiblanca y, por este motivo, Koldo Agirre es el tercer técnico con más partidos europeos dirigidos, con un total de veinte. Su debut como jugador se produjo en enero de 1958 y su vinculación con el Club se extendió hasta 1969, así que le dio tiempo de alzar por segunda vez el triunfo en la Copa (1958 y 1969). Capitaneó al Athletic en la ya mencionada eliminatoria ante el Liverpool, que se resolvió con una moneda a cara o cruz, rojo o azul. Los ‘reds’, cómo no, eligieron el rojo... ¡y salió azul! Los leones siguieron adelante con el basauritarra Agustín ‘Piru’ Gainza en el banquillo, otro de los ilustres que jugó toda su carrera en el Athletic (1939-1959). Gainza fue un digno sucesor de Gorostiza y uno de los mejores extremos izquierdos de la historia del fútbol. Disputó 380 partidos de Liga (119 goles), 99 partidos de Copa (30 goles) y 6 partidos de la Copa de Europa (un gol). Su pierna izquierda era prodigiosa, como lo demostró en el viejo Atocha en un partido contra la Real Sociedad, en el que desde la línea de corner, batió al meta Eizagirre. Dirigió posteriormente 129 partidos (1965-69), aunque en su cuarto año liguero no tuvo un buen inicio de campeonato. El equipo había cosechado cinco derrotas y un empate y, a pesar de que semanas antes había pasado de ronda en la famosa eliminatoria de la Copa de la UEFA ante el Liverpool, acabó cediendo el testigo de la dirección técnica a Rafa Iriondo, que concluyó esa campaña 68/69 con el triunfo copero ante el Elche. El de Gernika, al que ya analizamos ampliamente en esta revista con motivo de su reciente fallecimiento, es otro de los leones privilegiados que sobrepasaron los cien partidos como entrenador rojiblanco (113).

‘Centenarios’ fueron también Iñaki Sáez (107) y José Iraragorri (103). El primero de ellos fichó en 1962 por el Athletic, donde jugó hasta 1974 (338 partidos), marcando ocho goles y logrando dos copas. Como entrenador, Sáez estuvo ligado en su primera época al equipo en los años 80 y 90, aunque la mayor parte de las veces actuó en el Bilbao Athletic, o como técnico de Lezama para sustituir a los entrenadores del primer equipo en el transcurso de las temporadas. Iraragorri, un mítico de la famosa delantera de los años 30 que conformaba junto a Lafuente, Bata, Chirri y Gorostiza a las órdenes de Mr. Pentland, con cuatro ligas, otras tantas copas y cinco campeonatos regionales en su haber, alcanzó los 103 partidos en tres temporadas (1949-52), conquistando el título de Copa en aquella inolvidable final en la que Zarra marcó cuatro goles al Valladolid, tres de ellos en la prórroga (4-1).

Al margen de estos ocho nombres, otros diez exleones también se sentaron en el banquillo aunque sin llegar a la centenaria cifra como por ejemplo, el ya mencionado Roberto Etxebarria, y el que abrió el camino al resto, Juan Arzuaga, rojiblanco entre los años 1905 y 1912, que dirigió al equipo en 1921 sustituyendo a Mr. Burton. Coincidiendo con la creación de la Liga, cuya primera jornada se disputó el 10 de febrero de 1929, el presidente Manuel de la Sota impulsó al Athletic hacia el profesionalismo durante sus tres ejercicios al frente del Club y fue Máximo Royo, exjugador en la 25/26, quien ejerció de técnico rojiblanco en la primera edición de la Liga. Ángel Zubieta, el jugador más joven en debutar con la selección española y que por causa de la Guerra Civil solo pudo jugar una campaña en Bilbao, dirigió después 35 partidos a los leones en la 62/63. El resto de protagonistas, que son más recientes, fueron, por orden cronológico, José Ángel Iribar (86/87), Txetxu Rojo (89/90), Jesús Aranguren (91/92), Javier Irureta (94/95), José María Amorrortu (94-96) y Félix Sarriugarte (2006/07).

José Ángel Iribar, un superhéroe en la portería

Artículo publicado por Asier y Javier en el periodico Bilbao, abril 2016

En Bizkaia existen dos árboles venerados por todos. Uno es el Roble de Gernika. El otro, el Txopo de San Mamés. Iribar, El Txopo, ha cumplido 73 años hace escasos días. Justo en unas fechas en las que han desaparecido futbolistas históricos del Athletic y también otros mitos del balompié mundial. Por suerte, el legendario guardameta del Athletic se muestra activo y en plena forma. El Txopo está como un roble.



Caricatura de Asier y Javier

Si San Mamés es La Catedral, Ibaigane es su Sacristía. Y, como tal, huele a cera, abundan las maderas, las alfombras y las lámparas a media luz. Sale ardilleando de un despacho un monaguillo que resulta ser el exfutbolista Ricardo Mendiguren.

José Ángel Iribar aparece con un algo de vicario general emérito. Impecable, alto, con el caminar elegante de un león retirado. Uniformado con un traje azul oscuro y un jersey azul claro de cuello redondo del que asoma el cuello planchado de una camisa blanca. Del bolsillo de la americana en el que un dandy dejaría ebullir un pañuelo granate con estampados de cachemir, asoma la patilla de unas gafas para presbicia. Luego se describirá como “sobrio, en el juego del fútbol y en la vida”. Cierto. Así llegó a ser uno de los mejores porteros del mundo.

El poder de la imaginación en el fútbol

Sorprende verle andar del mismo modo que el resto de los mortales. Porque los niños de nuestra generación siempre nos lo encontrábamos volando de poste a poste. Cuando el mundo era en blanco y negro, a las lavadoras se las llamaba chocolateras y los teléfonos estaban conectados a las paredes con un cable. En aquel tiempo, Iribar era un superhéroe que vivía paralelo al larguero de la portería. En perpétuo planeo hacia un balón que siempre atrapaba entre sus guantes. Ningún delantero poseía suficiente kriptonita con la que debilitar a ese Clark Kent que llegó desde el caserío Makatza de Zarautz, que no era otro planeta pero estaba lejos.

En la taberna más recóndita podía encontrarse un enorme retrato de Iribar en vuelo, salvando Bilbao de un meteorito en forma de gol. Iribar hasta se peinaba con la misma raya perfecta a un lado, con flequillo recogido y pequeña onda. Si le hubiéramos visto ocultarse corriendo en una cabina telefónica para emerger ataviado de portero del Athletic, como un Superman de luto, no nos hubiera extrañado.

Hoy nos revela que mucho de su éxito dependía del poder de la mente. “Entonces no disponíamos de información sobre cómo eran los atacantes: a algunos podíamos verles unos instantes en el NODO, o leíamos sobre ellos; pero a la mayoría sólo nos los encontrábamos en el campo, y teníamos que imaginar, tratar de hacer un balance de todas las opciones que podía tener y confiar en nuestra experiencia e intuición. En cambio, los porteros de hoy en día cuentan con muchos datos, con informes de los técnicos, vídeos, que les proporcionan datos sobre el modo de rematar de los delanteros. Pero les pido que mantengan la imaginación. Es fundamental a pesar de todos esos datos. Porque, por suerte para el fútbol y por desgracia para los porteros, siempre hay delanteros que inventan cosas nuevas. Artistas”

Al portero le gustaron siempre los artistas. Los que iban en pantalón corto, como Cruyff, Puskas, Amancio o Diestéfano. Y los otros, los que inventaban formas, como Oteiza, Chillida, Basterretxea o Balerdi. Trató con unos y fue amigo de los otros. El mito del Athletic se describe como “aficionado a la poesía y lector inconsistente”. Un futbolista lector y amante de los versos, casi un unicornio blanco. Más que un superhéroe.

San Mamés, el Santuario-Milagro

Mantiene la conversación con tono moderado. Mide cada frase como si fuera el área pequeña. Gesticula con sus manos grandes y pulcras para subrayar que defender “la portería del Athletic fue para mí una satisfacción, una alegría y una enorme responsabilidad. Me preguntaba qué pasará hoy en el campo, qué me vendrá hoy. Estaba continuamente analizando los pros y los contras de cada jugador, figurándome situaciones para proteger mejor la portería. Pero sin perder la concentración, porque el balón puede estar muy lejos pero en un periquete aparece en tu portería”.

Dice que el Athletic no ha cambiado tanto, casi solo en “el modo de gestión que ahora es más compleja y debe llegar a muchos sitios”, pero que el fútbol sí ha mutado. Cosa que achaca en gran parte a los medios de comunicación. “Actualmente se trata de un espectáculo global”.

Claro que San Mamés, aunque se haya renovado, sigue siendo lo mismo. “Una catedral. Un Santuario-Milagro, por las cosas que sucedían y te contaban. Aquel partido de la nieve contra el Manchester United…”. No hace tanto que ha ocurrido otro milagro, también ante el Manchester United.

Y él mismo, el superhéroe de Makatza, aunque no lo reconozca y lo cubra con su capa de sobriedad, ofició muchos de los prodigios que se vivieron después. Esas maravillas que consiguen que el Athletic permanezca como fundamento de la vida de la ciudad.“No hace falta más que ver las caras de
los bilbainos los lunes para darse cuenta”, concluye José Ángel Iribar, árbol mítico.


Bilbao era el Athletic

El concepto que el Iribar mozo tenía de Bilbao “era el Athletic”. Iba a la peluquería de Zarautz a ojear el Marca y el As. Y allí estaban Bilbao y el Athletic.

“Me adapté muy bien a esa forma de relación del bilbaino de entonces, aquella chulería bien entendida, aquel humor sano, aquella forma de ser y sentir Bilbao”, explica. “La gente era distinta en Bilbao a como lo era en Zarautz o Donostia”. Aquel Bilbao lleno de humo y contaminado de los años sesenta y setenta llamó la atención del joven Iribar. “Sobre todo la alegría y el orgullo de los bilbainos. Resulta fácil adaptarse a ese optimismo”, rememora.

“Había rincones en los que me encontraba muy gusto en la ciudad. Sobre todo, en el Casco Viejo. Las Siete Calles siempre me han gustado mucho”, reconoce. Aunque añade que “la evolución de Bilbao ha sido increíble”.

Él ha podido comprobarlo. Llegó al Botxo en 1962 y fue portero del Athletic durante 18 años. Hoy en día sigue siendo considerado uno de los mejores porteros de la historia del fútbol. Y permanece en Bilbao.