Artículo publicado por Aner Gondra en el diario Deia el 08/11/2015
En 1971, el Panathinaikos disputó la final de la Copa de Europa contra el Ajax de Cruyff. Takis Ikonomopoulos, el portero griego, jugó el partido vistiendo un amuleto muy especial: la camiseta de su ídolo, José Ángel Iribar
La temporada futbolística estaba a punto de terminar. Para bajar el telón balompédico tan solo faltaba por disputarse un partido, la final de la Copa de Europa. Para ello se citaron el 2 de junio de 1971 el Ajax de Amsterdam y el Panathinaikos de Atenas. El mítico estadio de Wembley, lleno hasta la bandera con 90.000 espectadores, estalló en aplausos cuando los dos equipos contendientes saltaron al césped desde detrás de una de las porterías. Por un lado, el equipo holandés, con su tradicional uniforme franquirrojo. Y por el otro, el Panathinaikos, con pantalón blanco, camiseta verde y un trébol en el pecho, el escudo del club. Pero uno de ellos no iba ni de verde ni tenía un trébol. Se trataba de Takis Ikonomopoulos, el guardameta. Con su imponente planta, su peinado perfecto y un rostro robusto y armonioso parecía sacado directamente de la antigua Grecia de Hipócrates y Pitágoras. El portero entró en el terreno de juego con gesto serio, vestido completamente de negro, como una sombra gigante dispuesta a cernirse sobre cualquier balón que rondase su portería. Pero en su pecho no lucía el trébol del PAO. Pocos se dieron cuenta de que en su lugar había un escudo extraño del que surgía un águila. Pudo haber quien sospechara que fuese un guiño del propio Takis a su apodo. El portero de la selección griega era famoso por sus estiradas y palomitas, lo que le hizo ganarse un sobrenombre: El Pájaro. Pero Ikonomopoulos no era tan vanidoso. Aquella camiseta la lucía como homenaje a un portero al que admiraba y con quien, caprichos del destino, tuvo la oportunidad de intercambiar previamente las elásticas: era la camiseta de José Ángel Iribar.
Cuarenta y cuatro años después, bajo los lustrosos techos de madera del Palacio de Ibaigane, El Txopo observa las fotos de aquella final de la Copa de Europa y sonríe al descubrir una anécdota que desconocía. “Es una historia bonita”. Rebobinando en las décadas de fútbol que hierven en su memoria, el exguardameta zarauztarra es incapaz de encontrar nada relacionado con aquella final entre Ajax y Panathinaikos: “En aquella época era muy difícil que te llegaran fotos o imágenes de los partidos importantes de Europa. Como mucho leías las crónicas e igual veías una foto de los jugadores más conocidos. Era imposible acceder a esta información”. Y ahora descubre, de pronto, que el que pasaba por ser el mejor portero heleno del momento jugó el partido más importante de su carrera con su camiseta: “Es una anécdota estupenda. Como comprenderás, no te puede sentar mal, sino todo lo contrario”.
Lo cierto es que Takis Ikonomopoulos no jugó solo aquella final con la elástica negra de Iribar, sino que la utilizó en todos los partidos de su equipo en la competición. “La utilicé por dos motivos”, explica el propio Pájaro en Grecia, “primero por mi admiración por Iribar, que era uno de los mejores porteros del mundo, y segundo porque en Grecia la cosa no estaba muy bien en cuanto al material”. Durante gran parte de aquella temporada Takis tuvo que jugar todos sus partidos con solo dos camisetas: la del Panathinaikos para los partidos de liga y la de Iribar para los partidos europeos. Aquel amuleto negro le llevó a una final histórica para el fútbol griego: ningún equipo del país había llegado antes a la final de la competición y ningún otro lo conseguiría después. “Me llama la atención y me sorprende que le permitiesen jugar con una camiseta que no es la de su equipo. ¡Para que veas cómo han cambiado los tiempos! Hoy en día esto no te lo permite el reglamento. Con lo meticulosos que son los árbitros con las camisetas...”, comenta Iribar.
Copa de Ferias en San Mamés
¿Pero cómo llegó aquella camiseta del Txopo a manos de Takis? Athletic y Panathinaikos cruzaron sus caminos en la Copa de Ferias de la temporada 1968-69. Pero el azar quiso que el guardameta griego no conociese entonces al que ya era el ídolo de Bilbao. Iribar había sufrido un fuerte esguince de tobillo y se perdió aquella eliminatoria y algún partido de la selección española. “En Atenas y en Bilbao jugó Deusto”, explica Takis. Aquella visita a la capital vizcaina tuvo otra sorpresa para el Pájaro. La expedición griega hizo escala en Madrid, donde llegó a entrenar un día en las instalaciones del Real Madrid. Para cuando regresó a Grecia del partido en Bizkaia, en las oficinas del PAO esperaba ya una carta del club merengue con una oferta de quince millones de dracmas (ocho millones de pesetas de la época) para su contratación. La oportunidad era única, pero Takis tuvo que quedarse en Grecia, puesto que la Junta de los Coroneles no permitía que los jugadores fichasen por equipos extranjeros. La eliminatoria, por cierto, la ganó al Athletic tras empatar a cero en Grecia y ganar 1-0 en San Mamés.
Iribar confiesa que no recuerda mucho las cualidades de Ikonomopoulos, pero se le vuelve a escapar una sonrisa al mirar las imágenes del meta heleno: “Viendo las fotos, la verdad es que tiene un aspecto muy bueno. Tiene una planta excelente. Seguro que era muy bueno, porque para estar en el Panathinaikos, que ha sido siempre un equipo referencia de Grecia, y encima estar en la selección tenía que tener calidad. Y si encima, como él dice, tenía una oferta del Real Madrid, eso es porque tenía calidad. Seguro”.
Tuvo que ser con las camisetas de las selecciones española y griega cuando El Txopo y El Pájaro se estrecharon la mano. Fue en un partido amistoso disputado en Zaragoza el 28 de octubre de 1970. España ganó 2-1 con goles de Aragonés y Quini, que debutaba ese día. “Fue un partido amistoso pero nos costó ganar”, rememora Iribar: “Pasamos mucho frío porque pegaba el viento del Moncayo. Fue un partido desapacible. Recuerdo que tuve bastante trabajo, pero lo solventé bien. A veces había partidos contra rivales que podías pensar que no podían ser complicados, pero Grecia nos dio mucha guerra”.
Y tras el pitido final, Pájaro y Txopo intercambiaron plumas y corteza. “Entonces no era tan habitual intercambiar las camisetas con el rival, pero sí es algo que se solía hacer”, explica el portero del Athletic: “Yo tengo guardadas como oro en paño todas las camisetas que he ido recolectando en aquellos años”. Tras tantos años de fútbol es inevitable que algunas de esas reliquias sean más especiales que otras: “Es cierto que algunas tienen más valor que otras. Por ejemplo, tengo la camiseta de Lev Yashin, que curiosamente, aunque jugara con la selección, lo hacía siempre con la camiseta del Dinamo de Moscú, de su club. También tengo otra camiseta especial, la que me regaló Andoni Zubizarreta en su partido número cien. Son tesoros”.
Se la robaron
Ikonomopoulos utilizó su tesoro particular para eliminar en aquella Copa de Europa al Jeunesse Esch luxemburgués, al Slovan Bratislava checo, el Everton inglés y el Estrella Roja de Yugoslavia. Pero en la final no pudo frenar las embestidas de Cruyff y Neeskens. El Ajax ganó 2-0 y consiguió la primera de las tres Copas de Europa que obtuvo de manera consecutiva. A pesar de la derrota, Takis siguió conservando la camiseta, pero hubo alguien que desvalijó sus recuerdos: “Hace muchos años que me la robaron”.
A 3.4000 kilómetros de distancia, Iribar e Ikonomopoulos comparten recuerdos de un fútbol en el que, a diferencia del actual, todavía pesaban más los sentimientos, el respeto y la admiración que los intereses comerciales de marcas deportivas. El de los dos porteros es un cruce de caminos, un intercambio de pieles, que hace honor a los valores que tal vez cuesta demasiado encontrar en las estrellas de hoy en día que flotan en nubes de perfume de Chanel y ropas de Dolce y Gabbana. Eran otros tiempos, en los que a los héroes se les rebautizaba con sobrenombres dignos de leyenda: El Txopo y El Pájaro. “Creo que todos los porteros tienen algún sobrenombre: los buenos, los muy buenos y los menos buenos”, bromea Iribar: “Es un puesto maldito. A la hora, sobre todo, de repartir culpas, los porteros se llevan las de ganar. Siempre ha sido así. Siempre hay algún apodo y muchas veces suele surgir de algún partido que te ha salido muy bien. Tal vez Ikonomopoulos era muy palomitero y se ganó el sobrenombre de Pájaro. Mi estilo era todo lo contrario”.
Ikonomopoulos defendió durante 14 años los intereses del PAO para después estirar su carrera un par de temporadas en el Panachaiki y en el Apollon Smyrnis, uno de los tres clubes en los que había jugado antes de fichar por el Panathinaikos. Tras su retirada, trabajó durante años como entrenador de porteros del Panathinaikos y, al igual que Iribar en el Athletic, llegó a ser entrenador del primer equipo. Es una similitud más entre los dos protagonistas de una anécdota que ha quedado plasmada para siempre en las fotos e imágenes de aquella final de la Copa de Europa de 1971. El día que El Pájaro se disfrazó del Txopo. No le salió todo lo bien que él quería, pero Takis sabía perfectamente lo que hacía. Quien a buen árbol se arrima…