Artículo publicado por Joseba Vivanco en el diario Gara el 04/10/2012
«El Pelusa» debutó con el Sevilla en una Catedral que coreó a Goikoetxea.
Aquel 4 de octubre de 1992 San Mamés se aprestó para recibir al Sevilla de Diego Armando Maradona, a las órdenes del Narigón Bilardo. Era el estreno del astro argentino en Liga con el club del Nervión y la historia, siempre maliciosa, quiso que fuera en el mismo estadio donde casi una década antes había sufrido la peor lesión de su carrera, en aquella recordada entrada de Andoni Goikoetxea.
San Mamés recibió a los sevillistas con un lleno hasta la bandera, aunque la entidad presidida por José Julián Lertxundi lamentase no haber podido sacar más provecho económico al debut del Pelusa, ya que ni pudo hacer pasar a los socios por taquilla ni logró que el partido fuera retransmitido por televisión. A la hora del choque, bajo una torrencial lluvia y un terreno pesado, un aun mermado Maradona fue recibido con todo tipo de improperios... y despedido al grito de «¡Goiko, Goiko!».
Apenas duró sobre el césped 27 minutos. En ese tiempo, tuvo tiempo para dar seis pases bien, dos mal, perder tres pelotas, hacer cuatro regates, cometer tres faltas, dar un pase de pecho a los 48 segundos de partido... y recibir la tarascada, con la planta por delante, de Andoni Lakabeg, que poco después le obligó a retirarse. «Fue entonces cuando sentí un cañazo en el tobillo derecho. ¡Terrible! Escuché el silencio del estadio, de verdad, y enseguida el grito: ¡Goikó, Goikó, Goikó! ¡No lo podía creer! Me revolví de dolor, sobre el pasto húmedo, y apenas pude me levanté. Me levanté como para decirles a todos: `Aquí estoy, de pie, estoy vivo, no me mataron. Lo intentaron otra vez, pero no pudieron'. Después, cuando vi la jugada por televisión, me di cuenta de lo cerca que estuvo Lakabeg de convertirse en ídolo del Athletic: me había entrado igual, igual, igual, que Goiko casi una década antes. Pero esta vez me salvé, tal vez porque lo vi venir», recordó.
El Athletic ganó 2-1. Pero Maradona se llevó un buen recuerdo, sobre todo porque Goiko le visitó en el hotel la previa del partido. «Hablamos de nuestras hijas, de la vida, de todo un poco... ¿De aquello? De aquello nada», revelaría después el propio Diego, quien calificó el gesto como «una cosa de hombres».
«Era mi debut, lo marcaba la historia»
«La cosa, entonces, era definir cuándo debutaba de verdad, por los puntos. Miré el `fixture' y lo vi, ahí estaba: domingo 4 de octubre, Athletic de Bilbao, Estadio San Mamés. ¡Ese tenía que ser mi debut, lo marcaba la historia! Ningún rival más significativo para mí, ninguno. Por historia y por presente (...) Eran tantas las cosas que me unían o separaban de ese club vasco que no podía ser otro el rival, no podía... El Athletic fue, para empezar, el club que me quitó la oportunidad de ganar las dos Ligas mientras yo estuve en España (...) Cuando salí a la cancha, a la famosa Catedral, al estadio San Mamés. ¡Llovía como la puta que lo parió! Apenas entré, sentí que me mojaba la lluvia y también sentí que me rodeaba algo, una silbatina tan grande que parecía que chiflaba uno solo y eran miles y miles. Ni bien pisé el césped, bien verde, bien mojado, miré hacia la tribuna y distinguí una bandera que decía: «Maradona, marica, te pica el gol de Endika». Endika nos había hecho el gol en aquel partido final de la Copa del Rey, que terminó en escándalo. Enseguida empezaron a gritar: ¡Goikó, Goikó, Goikó! No, no se acordaban de nuestro querido Vasco, me recordaban al de ellos, el mismo que el día anterior me había dado la mano y nueve años antes una patada tan inolvidable que para ellos era como un título, como una copa (...)
Y también me di el gusto de hacerlos fruncir un poco. Fue en el gol nuestro: tiro libre, me paré para darle y... otra vez el silencio. ¡Siempre les hacía cerrar el pico a los vascos! Le pegué por encima de la barrera, el arquerito no la pudo retener, apretó Marcos y fue gol. ¡Algo había hecho en mi primer partido!». (DEL LIBRO AUTOBIOGRÁFICO «YO SOY EL DIEGO»)