(Artículo publicado por Jon Uriarte en el diario El Correo el 18/07/13)
La descripción que me habían dado no correspondía con lo que veía, pero aún así pregunté. "Me han dicho que hay un kiosquero por aquí que es del Athletic". La respuesta fue rotunda. "Yo mismo. Y si hay dudas...". Levantó la pierna por encima del mostrador y mostró su pantalón. Corto, negro y con un escudo. El del Athletic. "Me llamo Txema, con 'tx'", añadió orgulloso. No habia dado con él, pero habia dado con ellos. Con los Ajenjo. Una familia madrileña cuyo abuelo se enamoó de un club que habita a 400 kilómetros de la Puerta del Sol. Esta historia se la debo a Ane Luzuriaga, compañera bilbaina recién llegada a Madrid que me la regaló, y a Félix, padre de Txema e hijo de Don Esteban. El hombre que me cuenta el por qué de todo.
"Este año, el 19 de diciembre, mi padre habría cumplido 100 años. Como San Mamés". Félix habla con el orgullo del que sabe que nació de un buen hombre y una buena mujer. "Hizo la mili en Granada en el 34 y tuvo buenos amigos vascos". Lo que hubiera dado por ver a aquella cuadrilla. Tenián el barracón decorado como una peña. "No faltaba la camiseta del Athletic colgada de sus camas". Ante tal exhibición, Esteban se hizo "del Bilbao". "Al comenzar la Guerra Civil coincidió con otros rojiblancos y su pasión creció". Terminada la contienda y pasado los años, nacía su hijo Félix. "Me compraba todo lo relacionado con el Athletic. Cuadernos, estuches, plumieres y siempre con la imagen de los Mauri, Maguregui...". Llegados a este punto se confiesa. "Con mis hijos hago lo mismo". Pero no acaban aquí las vinculaciones con nuestra tierra. Bien lo sabe María José, su mujer. Ella es aún más gata que Félix. Su origen madrileño se pierde en las noches de los tiempos. "Es del Rayo Vallecano. Pero tiene una simpatía especial por el Athletic". Al fin y al cabo, en el kiosko se respira aire athleticzale. "Rara vez hablamos de ello porque tenemos clientes de todos los equipos, pero en cuanto alguien pide El Correo, se lo cuento". Que se lo pregunten a Orbaiz. Jugador, padres y hermano pasaron a comprar la prensa trasa ganar el Rubin Kazan al Atlético de Madrid. Y alucinó. Apuntemos aquí que no es un kiosco cualquiera. 113 años le contemplan. Casi como el Athletic. "Empezó con la bisabuela, luego la abuela, el cuñado y ahora yo". Primero en la esquina de Carretas y desde 1970 en la de Preciados, abiertos de sol a sol y sin fines de semana. De ahí que no conociera La Catedral. Pero algo sucedió. "La novia de Txema es de Estella, les gusta tirar para el norte y un día me llamó desde San Mamés. Ambos lloramos". Secadas las lágrimas, reflexionó. "Con 23 años habia conocido La Catedral y yo, con 60, no. Así que fui a verla en diciembre". Dejó el coche en el Guggenheim, subieron al tranvía y pararon frente al escudo. "No paré de llorar desde ese momento". El museo estaba cerrado. Solo pudo acceder al vestibulo. Se sacó una foto y compró artículos en la tienda para la familia. Por eso lucía Txema con pasión el pantalón.
"Mi padre no conoció San Mamés. Pero no es perdia un partido cuando venían al Calderón. El Bernabéu no lo pisaba, porque le tenía fobia al Madrid". Ahora lo merengue tiene mejor acogida en casa de los Ajenjo. Pero el Athletic es otra cosa. "Seguir a este club es mantener el espíritu de mi padre. Es una cuestión de familia". Cómo me suenan esas palabras. Da igual que sea en una esquina de Bilbao o en la Puerta del Sol de Madrid. Nuestro equipo siempre será el kilómetro cero del fútbol. El origen. El que no se puede definir, pero hace que una familia madrileña sea ayer, hoy y siempre del Athletic. Si pasan por el centro de Madrid recuerden que bajo el reloj que aguarda a las uvas, muy cerca del oso, tiene un kiosco y su rincón el viejo león de San Mamés.