Los periodistas Jon Agiriano y Miguel González San Martín han reunido bajo el titulo 'Los Inolvidables' un conjunto de entrevistas a jugadores historicos del Athletic Club.
"Pronto comprendí que me exigían porque me valoraban"
"El Madrid quiso ficharme varias veces, pero ni me lo planteé. Yo quería jugar en el Athletic, ser feliz entre mi gente"
26 de diciembre de 2010
JON AGIRIANO / MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN
Txetxu Rojo tiene el estilo y la planta de los galanes maduros del cine o el teatro. Se muestra cordial, expansivo, cercano, parece capacitado para hacer nuevos amigos de manera fulminante. Habla deprisa y mueve las manos con nervio. Da la impresión de que lo hace todo intensamente. Su carrera en el fútbol fue la de un perfeccionista que disfrutaba y sufría a partes casi iguales, que sólo se gustaba cuando había estado muy bien. Siempre estuvo dispuesto a ponerlo todo de su parte, no sólo su talento natural sino también el esfuerzo que fuera necesario.
-«Si me llegan a decir que era mejor dormir boca abajo, con los pies en alto, para salir pronto de una lesión, lo habría hecho sin dudar»-, explica.
Rojo I se cuidaba mucho, repasaba los partidos obsesivamente en la moviola de su memoria. Para cuando terminaba de rumiar lo que pudo haber hecho mejor en el partido anterior, ya estaba desbordando a su par en el partido siguiente. Sorprende que sufriera una injusta fama de indolente, por tonterías como no correr sin necesidad a balones que iban fuera. Sus compañeros, mientras tanto, le gastaban bromas por el celo con que se cuidaba. Bebía agua, veraneaba en La Rioja porque era bueno para los pulmones y se entrenaba mucho más de lo que se figuraban los aficionados. Sabe que el juicio de la historia le es favorable de largo. Al fin y al cabo, este zurdo de Begoña al que un músico devoto de su clase le llamó una vez 'el Mozart del fútbol' es el jugador que más veces ha vestido la camiseta rojiblanca después del gran Iribar, 541 partidos en 17 temporadas. Así y todo, se lamenta de que pudo haber sido aún mejor si hubiera jugado de interior.
- En esta serie, el invitado empieza recordando sus primeras patadas a un balón.
- Empecé a jugar con los amigos en una explanada que había al lado de Mallona. Para mí no había mejores regalos que un balón y una camiseta del Athletic. En mi familia todos éramos muy del Athletic. Recuerdo que en casa teníamos una foto de mi madre, con dos años, en San Mamés. Mi tío Enrique solía llevarnos a mi hermano Ángel y a mí alguna vez. La verdad es que éramos unos locos del fútbol. Mi primer equipo fue uno del barrio, el Peñarol, y luego me fichó el Firestone.
- Del que pasó al Athletic.
- Sí. A un juvenil muy bueno, con Urra, Nogales, Estéfano, Lavín, Mancisidor
- ¿Siempre jugó de extremo?
- No. En juveniles era interior. Una vez jugamos en el campo de La Peña, que estaba pelado por todas partes menos en las esquinas, y me puse de extremo porque había hierba. Pero mi forma de ver el fútbol era más de interior. Habría metido más goles. Lo que ocurrió es que, cuando subí al primer equipo, de interior estaba Fidel, que tenía que jugar, naturalmente. Y luego vino Javi Clemente. Era más de medio campo, no tan ofensivo, pero le dieron el 10 y a Fidel le pusieron de 8. Tras la lesión de Javi, Fidel volvió a la izquierda y yo me quedé con el 11.
- Háblenos de su debut.
- Fue en Córdoba, a las 12 de la mañana. Llovía. Me marcó un lateral, Ponce, que daba muchas patadas. Recuerdo que la primera vez que le driblé, me dijo eso de 'oye, chaval, la próxima te quedas sin pierna'. Le oyó Eneko Arieta y vino a defenderme. Al final, el árbitro acabó echando a Eneko. Estuvo bien por el debut, pero perdimos, y yo cuando perdía me quedaba muy mal.
- El tópico, sin embargo, dice que los jugadores de clase van a lo suyo, que ni sienten ni padecen&hellip
- En mi caso era todo lo contrario.
- Jugó 17 temporadas en el Athletic. ¿Cuáles fueron sus mejores momentos?
-El primero, el mero hecho de estar en el Athletic, que para mí era cumplir el sueño que tenía desde niño. El Madrid quiso ficharme varias veces, pero ni me lo planteé. Yo quería jugar en el Athletic, ser feliz entre mi gente. Eso era todo. Me preguntabais por los mejores momentos...
- Sí.
- Tuve muchos. Las Copas nos hacían una ilusión especial, tal vez también porque la Liga era más complicada. Recuerdo a Lapetra consolándome en la final que perdimos contra el Zaragoza de los 'Cinco Magníficos'. Todos estábamos tristes, pero a mí siempre se me ha notado más. Al año siguiente nos pasó lo mismo con el Valencia. Yo tuve una ocasión, pero fue con la derecha. Se me quedó grabada. A mí los disgustos no me duraban un día. Yo es que igual me lo he tomado siempre todo demasiado en serio. Pensar que había gente que creía que me daba igual.
- Entre los compañeros tenía fama de agonías.
- Me gastaban bromas por eso, sí, por el empeño en cuidarme, con la comida, la preparación... Procuraba entrenar bien, descansar. Siempre he sido muy exigente conmigo. Me iba a la cama y repasaba las jugadas, lo que podía haber hecho mejor, lo que habría cambiado...
Aquellas finales
- Todavía no se ha puesto a hablar de los buenos recuerdos.
- Las Copas que ganamos, claro. La primera fue al Elche. Tuve la pena de que no me dejaran venir a Bilbao para celebrarla porque estaba concentrado con la Sub' 21. La segunda se la ganamos al Castellón de Del Bosque, Planelles, Clares... Pero la que más se me ha quedado grabada fue la del Betis.
- A esa la incluimos entre los malos recuerdos.
- Y tanto. No pudo ser más cruel. Nos empataron a tres minutos del final, ya en la prórroga, y tuvimos dos oportunidades de ganar en los penaltis, pero fallaron Dani, que no fallaba nunca, y Villar, que se empeñó en tirarlo. Yo también tuve que tirar y eso que no quería porque Esnaola me había parado uno en San Mamés. Tuve malas sensaciones. Esnaola era muy bueno en los penaltis. Se tiraba antes. Fui a donde el árbitro y se lo dije: 'Mire, el portero se ha movido en todos los penaltis anteriores, así que tenga cuidado porque se va a mover'. Se movió y lo paró, pero el árbitro mandó repetir. Lo metí a la segunda. Luego le tocó el turno a Iribar, que solía tirarlos bien...
- Solía, pero aquél no lo tiró bien.
- No. Tiempo después me dijo que, cuando fue hacia el balón, no veía ni al portero, que las piernas se le doblaban. Fue tremendo.
- Además, venían de perder la final de la UEFA. Al acabar el partido de ida en el Comunale, la televisión dio un primer plano de usted celebrando el 1-0. Ahora todo el mundo sabe que no es un buen resultado, y menos ante una Juve con Zoff, Scirea, Gentile, Tardelli, Bettega.
- Es que no nos habían hecho ocasiones y nosotros veníamos de golear en San Mamés a varios equipos. Teníamos mucha confianza.
- El partido de San Mamés fue magnífico, inolvidable, como muchos de aquella temporada. La gente, de hecho, reaccionó como si hubieran ganado la Final.
- Sí. Se nos recuerda por aquella temporada. Hicimos muy buenos partidos y jugamos muy bien al fútbol. Pero cuando estás ahí y sabes la ilusión de la gente, te quedas fatal si pierdes. No hubo uno solo día de aquel verano en el que dejara de darles vueltas a esas dos finales.
La implicación
- Usted no dejaba a nadie indiferente. Había rojistas acérrimos y otros que le silbaban a la mínima.
- A ciertos jugadores no se nos ve tanto la implicación. Yo cuando me enfadaba era conmigo mismo. Quería dar lo mejor para el equipo, por los compañeros y la afición. A mí cuando el campo animaba se me encendía un nuevo motor. A veces por un fallito te gritaban. Nada más empezar a jugar en el primer equipo se me fue un balón por debajo del pie. ¡Recibí una pitada! Se me quedó grabada, me dolió, me hizo pensar. Comprendí pronto que me exigían porque me valoraban. Pero la verdad es que me rehacía rápido de las pitadas. Si algo me salía mal una vez, pedía la pelota enseguida. Tenía confianza. Yo, si quería ganar, era por la gente, de verdad, lo digo de corazón. También pudo haber quien interpretara mal algunas cosas mías, que eran más por timidez que por otra cosa. Ahora mismo, si pasa alguien y me pide un autógrafo, lo paso mal. Pero en cuanto bajaba las escaleras para saltar a San Mamés, ya era otro. Piru Gainza me conocía bien. En una ocasión unos periodistas estaban diciendo que yo tenía mala uva en el campo. Piru les dijo: 'No es así, tiene mucha, pero buena'. Yo no era de armar líos. Lo que pasa es que, si me enfado, enseguida levanto los brazos, pero nada más. Tengo un cuadro que me pintó García Ergüín, en el que estoy de espaldas, con los brazos levantados. Era mi gesto.
- Le llamaban 'Polvorilla' en el vestuario.
- Sí, ja, ja. A mí siempre me ha gustado escuchar. Pasaba mucho rato callado, escuchando a mis compañeros. Un día levanté la mano. Hablé cinco minutos y dije que muchas veces nos decíamos las cosas entre nosotros pero luego nadie se las decía al entrenador y la directiva. Y Zorriqueta me dijo que hasta entonces había estado callado pero que cuando me había dado por hablar había estallado la pólvora. De ahí lo de polvorilla.
- También se metió en algunos líos, como aquella vez con Pavic, cuando le dijo que ustedes no eran gladiadores sino jugadores.
- Estaba dando la charla y dijo: 'Hay que ir a una guerra'. Levanté la mano y le dije: 'A la guerra, no, míster, a jugar al fútbol. En la guerra no se ganan partidos'. Pavic se dirigió a Iñaki Sáez, que hacía de traductor: «¿Qu'est que c'est?» Y entonces Iñaki empezó a suavizar las cosas. Yo le pedí que le dijera la verdad. Además, Pavic me había entendido perfectamente. Me castigaron con cinco partidos.
- ¿No fueron tres?
- Eso se dijo, pero fueron cinco. En el cuarto ya me insinuó que iba a jugarlo. Pavic me dio la mano y se acabó. Era un señor.
- También tuvo un problema con Koldo Aguirre.
- Tampoco fue nada. Yo había tenido una lesión importante y no estaba bien, pero Koldo insistió en que jugara. Así que jugué y al día siguiente no podía levantarme de la cama. No podía apoyar el pie en el suelo. Dani me habló de un acupuntor de Toulouse y fuimos en su coche. Y me curé. Entrené con normalidad y en un partido que íbamos empatando, salí, hice dos centros y Carlos metió dos goles. Koldo me dijo que el domingo siguiente iba a jugar. Llega el momento de la alineación y no me pone ni me dice nada. Y faltando quince minutos para el final del partido, va y me manda salir a calentar. Y entonces, bueno, esas cosas mías, le digo que no. Luego me lo volvió a decir y ya calenté y jugué. No pasó más. Con Koldo siempre me he llevado bien. Le aprecio muchísimo, y él a mí.
- Vivió usted grandes duelos con algunos laterales. Es imposible no hablar de Gorriti.
- Bueno, Gorriti al menos era callado. El que era pesado de verdad era Carrete. No sólo lo tenías todo el partido pegado. Es que encima no callaba.
- Cuéntenos su expulsión en Atocha, la de Antón Arieta y la suya, que tal vez les costó la Liga.
- En aquel partido, que ya teníamos perdido, Gorriti y yo fuimos a coger el balón en un fuera de banda y él me dio con el banderín. No me hizo daño, pero me dio. Yo le empujé con las manos. Se tiró y el árbitro me expulsó. Vino Antón y le dijo a Gorriti que se iba a enterar. 'Oye, Antón', le dije. 'No hagas nada. Tranquilo'. Pues bien, me acabo de sentar en el vestuario cuando oigo la puerta. Era Antón. Nos cayeron cinco partidos a mí y cuatro a él. Y quedaban cinco partidos de Liga. La Federación no nos ayudó mucho que se diga. Con los puntos de casa y uno fuera éramos campeones.
- Se retiró justo un año antes de que el Athletic ganara la Liga. ¿Le quedó esa espina?
- Me alegré muchísimo y celebré la Liga con todo el equipo. Pero mentiría si dijera que no me dio pena no haber podido participar.
-¿Cómo fue su marcha del Athletic? Porque usted tenía contrato, pero no siguió.
- Entrenaba Javi Clemente, yo estaba jugando todos los partidos y me dijeron para renovar una temporada. Hubo una huelga, eran los comienzos de la AFE, y yo era capitán. Estábamos nerviosos. Y mano izquierda tampoco es que haya tenido nunca. Intento decir las cosas con educación y respeto. Algunas veces me callo, pero en general me cuesta callarme. Luego, con el tiempo, aprendes a callar más. Pero a lo que íbamos. Aunque había huelga, poco a poco se iban descolgando equipos. El presidente, Beti Duñabeitia, pensó que yo había montado todo aquello, y el entrenador me habló de lo mal que se lo había hecho pasar al presidente. Le respondí que quien lo estaba pasando mal era yo, que no había dormido en toda la noche. Y bueno, tuvimos dos roces delante de los jugadores, el primero por una tontería y el segundo porque él quiso arreglarlo cambiando un poco las cosas.
- ¿Y no renovó por eso?
- Al acabar la temporada, me llamaron del club. Querían hablar conmigo. Fui a comer con unos directivos y me dijeron que Pedro Aurtenetxe les había dicho que, si decidía cumplir el año de contrato que me quedaba, no había ningún problema. Pero también me dijeron que el entrenador prefería que me fuese. Pensaba que conmigo en el vestuario su autoridad se iba a resentir. Entonces les dije que lo dejaba, y me fui a entrenar a los juveniles.
- Al menos le quedó el consuelo de que tuvo el mejor homenaje posible.
- El homenaje fue muy bonito. La selección inglesa venía a jugar el Mundial. Creo que ha sido la única vez que han jugado contra un equipo de club. El campo estaba lleno. Fue el día más emotivo de mi carrera, más que cuando llegué.
Un admirador de Cruyff y Sacchi
- Ha sido entrenador del Athletic, Zaragoza, Celta, Salamanca, Lleida... ¿Tenía vocación?
- Piru Gainza me dijo que siguiera en el Athletic y que sacara el carnet de entrenador. Y empecé con los chavales. En Lezama estaba Iñaki Sáez y me pedía que jugase con ellos en los partidillos. Disfrutaba mucho porque a mí me encantaba entrenarme. En eso también a veces las impresiones engañan.
- Como entrenador no llegó tan lejos como de jugador, sobre todo en el Athletic. No tuvo suerte en las dos ocasiones que se sentó en el banquillo rojiblanco.
- La primera vez fue sustituyendo en mitad de la temporada a Howard Kendall. Luego llegaron las elecciones y no seguí. La segunda vez vine del Zaragoza. Había estado allí muy a gusto. Llegamos a ser cuartos y tuvimos opciones de ganar la Liga en la última jornada. El Zaragoza me quería renovar y tenía una buena oferta de otro equipo, pero fiché por el Athletic sin pensarlo.
- La primera vuelta fue buena, pero en la segunda el equipo se derrumbó.
-Cuando llegué, ya me advirtieron de que había varios jugadores tocados y que podríamos tener problemas. Ese año tocaba aguantar y sería en el segundo cuando empezaríamos a mejorar. Pero todo se torció. Se lesionaron Carlos García, Alkorta, Alkiza, Urrutia, Ezquerro, Joseba, Orbaiz, Lacruz... Las lesiones nos minaron. No es una excusa. Fue así. El equipo era muy bueno, pero apenas pudieron jugar juntos.
- Como jugador, su perfeccionismo le llevaba a darle muchas vueltas a la cabeza analizando los partidos. ¿Le ocurría lo mismo como entrenador?
- Era distinto. Hombre, me gustaba analizar los partidos, pero tampoco le daba tantas vueltas como cuando era jugador. Tenía las cosas bastante claras.
- ¿Como vivió, por ejemplo, la final de Copa que perdió con el Celta?
- Me dio mucha pena por la afición. Perdimos a penaltis, pero lo que sentí no es comparable a lo que sentí como jugador perdiendo contra el Betis.
Cruyff y Sacchi
- Cite algunos jugadores que le hayan gustado, por el fútbol o por su personalidad...
- Cruyff, el que más. Y Mendonça, aquel brasileño que jugó en el Atlético y el Barça. Marcial era también muy bueno y una persona fenomenal. Quino, Rexach. Benito el del Madrid, que se hinchaba a dar patadas pero fuera era un castizo. Zoco, Claramunt, Sol... Pero por encima de todos me quedo con mis compañeros del Athletic, con todos ellos.
- Por cierto, ¿cómo llevaba lo de jugar con su hermano Ángel? No sabemos si a él le vino bien o mal, por las comparaciones.
- No lo sé. Se lo tengo que preguntar. Yo a mi hermano lo veía en el campo como a uno más. Tenía buenas cualidades. Cuando se fue al Racing me enfrenté a él por primera vez y, naturalmente, jugué todo lo que pude. Lo primero era el Athletic. Es como cuando alguien te desea suerte antes del partido. No, hombre. Eso se hace al terminar el partido. En el campo, lo que menos quieres es que el contrario tenga suerte.
- ¿Qué entrenadores le han llamado la atención?
- Me gustó Sacchi. Estuve dos semanas viéndole entrenar en Milan. Yo antes miraba a los jugadores, luego aprendí a mirar a los entrenadores. Michels también fue muy bueno. Me gustó mucho Rikjaard, el estilo con el que jugaba y su forma de ser. Y Cruyff, claro. Y Guardiola.
La diferencia de un buen zurdo
- Un buen zurdo siempre gusta en el fútbol. Da la impresión de que puede hacer cosas diferentes.
- Sí. Ahora se juega de otro modo, los extremos juegan también hacia adentro, pero entonces lo normal era que te fueras por la banda. Desborde y centro. Los zurdos suelen tener un buen golpeo exterior. Bueno, algunos derechos, como Cruyff, también lo tenían, pero los zurdos lo hacen con más naturalidad.
- ¿Qué extremos izquierda de su época le gustaban?
- A Piru le vi cuando yo era un enano. A Gento le vi más y llegué a jugar contra él. Me impresionaba, sobre todo, cómo frenaba. Lapetra también era muy bueno y, además, sabía jugar por dentro. Y de fuera me gustaba Rensenbrink.
- Cruyff también jugaba con extremos pegados a la cal, pero no tanto para que centrasen sino para abrir el campo.
-A mí también me gusta jugar con extremos. Pero hay que tenerlos. Un entrenador tiene que adaptarse a los jugadores que tiene. El Barça siempre ha jugado con gente rápida en banda. Messi ha estado en banda, aunque hace más goles ahora que juega más centrado. El 'dream team' de Cruyff jugaba con Goikoetxea y Stoichkov muy abiertos. Cruyff jugaba con un tres, cuatro, tres, pero el pivote hacía de cuarto central. Ahora Guardiola juega parecido. Si el equipo contrario presiona a los centrales, Busquets juega casi de libre y saca el balón. El Barça elabora aún más que en la época de Cruyff. También el de Rijkaard fue muy bueno. Me encantaba Ronaldinho.
- ¿Qué equipo le ha gustado más de todos los que ha visto?
- El Ajax de Cruyff. Los jugadores eran muy buenos y tenían mucha movilidad, el propio Cruyff sobre todo, claro, y Rep, Hulshoff, Suurbier, Krol... Neskeens recuperaba, pasaba, jugaba y remataba. Sin llegar a tanto como Neeskens, porque no es fácil encontrar jugadores así, en los equipos tiene que haber gente menos dotada técnicamente que haga otro tipo de trabajo fundamental. Como Larrauri en el Athletic de mi época.
- El tópico dice que tiene que haber ingenieros y peones. Tal vez en ocasiones se abuse de los jugadores voluntariosos con el pretexto del equilibrio, para asegurar, para cerrar, para prevenir.
- Nosotros jugábamos con Argoitia, Uriarte, Arieta, Clemente y yo. Y luego estaba Igartua, a quien también le gustaba subir. Así que Larrauri era imprescindible.
- Esa tarea, en los equipos buenos de ahora, la hacen jugadores como Busquets, que no sólo contienen sino que tienen mucha calidad.
- Eso es lo ideal, claro. A mí también me gusta el fútbol bueno.
- Pero hay jugadores con prestigios difícilmente explicables. Mourinho, por ejemplo, no se cansa de elogiar a Khedira.
- A mí me gusta Khedira. Da equilibrio al centro del campo. Tácticamente es muy bueno, y no para de correr. No pierde casi ninguna pelota y además, cuando sale, la lleva bien y da buenos pases. Y chuta. En Alemania metía más goles que en el Madrid. Me gustan más los jugadores brillantes, pero tiene que haber Khediras.