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martes, 9 de octubre de 2012

El Athletic Femenino, solidario con Wukro

(Artículo publicado en el nº 35 de la Revista Athletic Club)

Las jugadoras del Athletic Club Eli Ibarra, Iraia Iturregi, Ainhoa Tirapu y Erika Vázquez permanecieron dos semanas en Etiopía llevando a cabo un proyecto de desarrollo del fútbol femenino en el país africano.

Mediante la gestión conjunta por parte de la Fundación Athletic Club Fundazioa y la ONGD gipuzkoana Etiopía-Utopía, nuestras jugadoras vivieron una singular experiencia del 2 al 15 del pasado mes de julio en la localidad etíope de Wukro, que compartieron con la masa social rojiblanca a través de un blog.


El propósito de esta iniciativa era doble. Por un lado, se pretendía promocionar el derecho a la práctica del deporte y el acceso al ocio participativo para la mujer en países en vías de desarrollo, al tiempo que se dotaba de referentes femeninos a las jugadoras locales. Por otro lado, se trataba de reivindicar el voluntariado solidario en Bizkaia y Euskadi. Con esa idea partieron hacia Wukro Eli, Iraia, Ainhoa y Erika.

Fueron ellas cuatro, aunque hubo alguna compañera más interesada en formar parte del viaje. “En un principio queríamos haber ido nueve o diez del vestuario, habíamos comentado la posibilidad de ir allí en plan experiencia pero muchas no tenían disponibilidad: eso de librar dos semanas no era fácil, así que tuvimos que ir nosotras cuatro solas. Lo consultamos con el Club y les pareció una idea estupenda, y después nos hicieron las gestiones con la ONG y éstos nos organizaron el viaje”, explica Ibarra, con quien nos reunimos para charlar acerca de los pormenores de su ‘voluntariado’. El objetivo inicial del viaje era “estar allí con las niñas y ver cómo se vive el fútbol”, pero pronto nuestras jugadoras se toparon con la realidad. “Nos dimos cuenta de la importancia de la TV. Nosotras hemos crecido viendo fútbol, pero allí no hay referencias. De hecho, en el primer entrenamiento, cuando pusimos los conos, ellas no podían entender que sirvieran para delimitar un espacio”.

La centrocampista azkoitiarra recuerda aún las 26 horas, escalas incluídas, que tardaron en alcanzar su destino. Una vez allí, la intención era contar con pelos y señales todas sus vivencias, pero como es natural se toparon con las limitaciones tecnológicas inherentes a los países del Tercer Mundo. “La idea era mandar vídeos también, pero no podíamos cargarlos. Tuvimos la suerte de que allí nos dejaron un ‘pincho’, después nosotras compramos la tarjeta de teléfono y así pudimos apañarnos”. A la hora de escribir el diario, que puntualmente ‘colgaban’ en la web oficial del Athletic Club, se reunían al término de cada jornada y ponían en común las experiencias cotidianas.

El fútbol, el deporte, y la vida en general, no resultan fáciles de desarrollar en Wukro. Las infraestructuras son precarias y tanto la higiene como la alimentación son deficientes. Por eso, toca tirar de lo que hay. “Tenían un campo de fútbol-sala con porterías pequeñas. Luego estaba el de fútbol, que era así como de barrillo y que tenía una piedra enorme en el centro del campo”, rememora Eli. “El primer día jugamos un partido informal, sin fueras de banda, porque allí no están acostumbrados a las restricciones. Había tres equipos de chicas: uno de los entrenadores le pidió a Iraia que trabajase con ellas el físico, y otro le pidió que le mandase ejercicios de entrenamiento. Lo ideal sería que pudieran entrenar en doble sesión, pero la alimentación no da de sí”, expone la azkoitiarra.


El atletismo, deporte rey en el país que fue cuna de Abebe Bikila, Haile Gebrselassie y Kenenisa Bekele, también sufre de la precariedad. “Saben que es una salida para ellos y sus familias. Algunos triunfan a veces y vuelven a su poblado de origen y se construyen casas, y a su vez se convierten en referentes para sus paisanos”. Pero los sueños a menudo quedan truncados; hay quien se lo juega todo a una carta y pierde. “Había una chica que era atleta y llevaba mucho tiempo lesionada. Había forzado tanto para poder salir de la pobreza que había quebrado, pero allí no hay medios para poder diagnosticarla correctamente, así que no hay tratamiento”, lamenta Ibarra.

Nuestras jugadoras gozaron en todo momento de la compañía y la simpatía desbordante de los niños y niñas de Wukro. “Cuando salíamos a correr, venían con nosotras también, de veinte en veinte. Los niños siempre están por las calles. En las casas hay pocos hombres, unos porque se han ido a la guerra y no han regresado, y otros porque han salido a buscar trabajo y ya no se sabe más de ellos”. Tanto Eli como el resto de sus compañeras han quedado marcadas por “la convivencia con los niños, y la felicidad que transmiten. Nada más llegar fuimos a un hogar y allí vimos que a los niños se les enseña ‘yo quiero mi casa, yo quiero a mi familia’. Es decir, se les enseña a querer lo que tienen. Además, no conocen otra cosa”.
Los niños están prácticamente obligados a madurar antes de tiempo. “Conocimos a uno de once años, Mafus. Siempre nos esperaba a la salida de la misión, o cuando salíamos a correr. Se venía con nosotras y nos hacía de intérprete. Cuando le dijimos que nos íbamos, se emocionó, se giró y se marchó con pena, pero entero. Nos sorprendió su madurez”, revela.

La experiencia etíope, por tanto, ha sido altamente gratificante para Eli, Iraia, Ainhoa y Erika. Han aportado, han recibido y además han dejado su pequeña impronta en Wukro, donde gracias a ellas ya se conoce un poco más al Athletic Club. No en vano, “después de los entrenamientos, las juntábamos a todas y cantábamos el ‘a la bim, a la bam, a la bim bom bam, Athletic, Athletic, geuria’ todos a coro”,
concluye Eli antes de aventurar que “sería interesante volver en el futuro para ver cómo han ido evolucionando los proyectos, pero quién sabe, si no voy yo, quizá pueda ir alguna otra compañera”.

(Fuente: Revista Athletic Club nº 35 Septiembre 2012)