miércoles, 27 de noviembre de 2013

Fallece Beti Duñabeitia

Artículo publicado por Jon Mujika en el diario Deia el 27/11/2013

Hoy cabe entonar aquel viejo canto de San Mamés, el 'Beti zurekin', tras la muerte de Beti Duñabeitia.
Bilbao pone a media asta las banderas en memoria de Duñabeitia



Su última visita al nuevo San Mamés en el primer partido oficial ante el Celta. (Foto Athletic Club)

Hoy los vivos de Bilbao estamos un poco más muertos al conocer el adiós de Jesús María Beti Duñabeitia, a los 84 años de edad. Hoy hay que gritar, junto al poeta mexicano Carlos Fuentes y junto a los suyos, aquello de "qué injusta, qué maldita y qué cabrona es la muerte", porque el espíritu bravo de Beti Duñabeitia, un león de los despachos, tanto allá en el viejo San Mamés desde donde izó el estandarte del moderno Athletic, como en el Ayuntamiento de Bilbao, donde aún humea su recuerdo, ha hincado la rodilla.

La muerte llama, uno a uno, a todos los hombres y a todas las mujeres, sin olvidarse de uno solo -¡Dios, qué fatal memoria!- y ha llegado a los pies de la cama de un hombre que ha dejado huella en Bilbao. Cómo no hacerlo si los versos del poeta uruguayo Mario Benedetti parecen escritos para él, para recordarle. "Después de todo/la muerte es solo un síntoma/de que hubo vida". Las palabras retumban a los pies de su cadáver aún caliente para no olvidarle.

No. No deberíamos. Aquel hombre con aire de gentleman que había cosido su buen nombre en la famosa tienda 'Un mundo elegante' es inolvidable por mil y un razones. No en vano, cumplió el sueño de todo buen bilbaino: ser alcalde de la ciudad y presidente del Athletic. Hubiese sido demasiado ser Amatxu de Begoña aunque le profesaba fe ciega.

Hoy las crónicas de la memoria nos abruman con fechas, datos e hitos; el hilo con el que reconstruir una biografía de urgencia. El 8 de junio de 1976 dimitió como directivo de la junta directiva de José Antonio Eguidazu, en medio del temporal desatado por la búsqueda del sustituto a Rafa Iriondo en el banquillo. Menos de un año después fue elegido presidente el 24 de mayo de 1977 por los socios compromisarios tras imponerse a Ignacio de la Sota (169 a 156 votos) en unas elecciones de alta tensión, tras las cuales lanzó una promesa solemne: "Habrá elecciones democráticas". Tardaría dos meses y medio de presidencia, el 8 de agosto de 1977, en izar la ikurriña en San Mamés -aquella decisión valiente le causaría un sinfín de quebraderos de cabeza en su negocio, en la legendaria tienda de la calle Correo del Casco Viejo...- y poco más en cumplir su palabra. Dimitió para poder presentarse a unas elecciones ya democráticas -podrían votar en ellas los 17.450 socios del Athletic mayores de 21 años- y el 5 de noviembre de 1977 fue investido presidente tras convocar unos comicios que no llegaron a celebrarse. Él era el elegido. De su mano las mujeres abonadas adquirieron la condición de socias y echó a andar la remodelación de San Mamés, que se engalanaba para el Mundial de 1982.


Beti Duñabeitia en el momento de izar la ikurriña en San Mamés en 1977 (Foto Athletic Club)

Aún puede escuchársele, hablando del Athletic, aquello que ahora sobrecoge "no me gusta mucho el concepto de sobrevivir porque parece que estamos en ruinas...". Jamás asumió como un lastre la filosofía del club sino como un aliciente, más un ejemplo que un milagro. Y de su mano llegó Javier Clemente al Athletic. "Aurtenetxe le hizo la oferta pero yo le firmé el contrato", recordaba en los buenos tiempos, cuando hablar del Athletic aún le hervía en las venas. Tanto que aquel 7-1 en el Bernabéu con Senekowitch en el banquillo le dolió con siete lanzas. Lo hizo hasta el último aliento. ¿Hablar del Athletic, he dicho? No tuvo pasión más grande. Hoy doblan por su recuerdo las campanas de La Catedral, allá donde estén.


Duñabeitia junto a Clemente en 1981 (Foto Athletic Club)

Ir y venir con Bilbao a cuestas, esa ha sido la vida de Beti Duñabeitia, el hombre que guardó silencio en los últimos años, quizás para regodearse con tanto cuanto vio. No en vano, el 20 de diciembre de 1990 llegó a la Alcaldía del Ayuntamiento de Bilbao con la encomienda de domar los fuegos del trepidante mandato de José María Gorordo. "Era la calidad humana por encima de todas las cosas", recordaba ayer una voz anónima del Consistorio. Durante aquellos cinco meses de gobierno tendió un puente de plata para la llegada de José Luis Robles, siempre sin un mal gesto, siempre con aquel aire dandy, aquella atmósfera del Mundo Elegante. Desde el Consorcio de Aguas del Gran Bilbao, donde ejerció de presidente ejecutivo, donde le alumbraron los últimos focos de la vida pública y donde pasó las de caín con aquellas sequías tremebundas que le trajeron grandes desvelos y quebrantos de salud.

Se va un hombre grande y su marcha nos empequeñece. La vida, su vida, fue una gran sorpresa. La misma vida que nos ha enseñado que basta un instante para hacer un héroe y una vida entera para hacer un hombre de bien. Beti Duñabeitia no fue un héroe, pero no hay voz que rebata que fuese un hombre de bien.

Hoy, cuando ya habita allá junto a Zarra, codo a codo con el gran Piru Gainza, con todos los ídolos de su niñez, es posible imaginarle con la media sonrisa a cuestas y ese aire de cantor de tangos argentinos que gastaba. Puede vérsele aún, emocionado con su Athletic y con un Bilbao que hoy le llora a lágrima viva. Debiera hacerlo, es una deuda de gratitud.

Se ha ido Beti Duñabeitia, un alma grande. Y ahora viene bien recordar que son las grandes almas las que tienen voluntades; las débiles tan solo deseos. La suya fue una vida de voluntades, un sube y baja de zancadas y tropiezos y, quién sabe, tal vez con un sueño perdido: ¡Qué no hubiese dado por ser Zarra!

Goian Bego / Descanse en paz

lunes, 25 de noviembre de 2013

Alineaciones Historicas: Título de Copa 1984


Estadio: Santiago Bernabeu
Fecha: 05/05/1984

Alineaciones:

Athletic Club: 1 (Endika) Zubizarreta, Goikoetxea, De Andrés, Nuñez, Urkiaga, Liceranzu, Dani, P.Salinas, Endika (Sarabia), Urtubi, Argote (Gallego)

F.C. Barcelona: 0 Urruti, Sánchez, Migueli, Julio Alberto, Víctor, Alexanco, Carrasco, Schuster, Rojo (Clos), Maradona, Marcos

Una Copa en cuadrilla

Artículo publicado por Juanma Mallo en el diario El Correo el 13/15/09

Tres aficionados echan 25 años atrás y rememoran su viaje a Madrid para ver el Athletic-Barça en el Bernabéu

Han pasado 25 años y ocho días. Un mundo. Pero ellos se acuerdan de aquel 5 de mayo de 1984 como si fuera ayer. Como si no hubiera dado tiempo para que se haya desarrollado toda una generación de vizcaínos, algunos sus hijos. Aitor Campos, Amaia Pelaz y Santi Oliván gozaron en el Santiago Bernabéu, en directo, de la última Copa del Rey que recaudó el Athletic. Ninguno solo. Entonces veinteañeros -Oliván tenía 18 años- disfrutaron en directo de aquel duelo que acabó en batalla. Los chicos, con los amigos. Ella, con la familia. Una Copa en cuadrilla.

Sus recuerdos hablan de un Madrid «tomado» por el rojo y el blanco. «Parecía Bilbao». De un largo trayecto, en coche o en autobús. De la «facilidad» para conseguir las localidades, nada que ver con lo que ha ocurrido para el choque de esta noche en Mestalla. «Es que antes estábamos más acostumbrados a llegar a finales. La última había sido en 1977, que perdimos contra el Betis. Ibas a la agencia de viajes y comprabas la entrada. Sin más». A Aitor y a Santi les costó 500 pesetas. Amaia invirtió el doble. Aunque el resultado fue similar. Vibraron, se emocionaron, temblaron con su Athletic. Con el gol de Endika. Gritaron, abuchearon e incluso insultaron a Maradona, Schuster, Migueli... Marcados a fuego en su memoria, despliegan estos recuerdos a continuación.

AITOR CAMPOS

«Ese día, Madrid fue bilbaíno»



Aitor Campos posa orgulloso con su bandera rojiblanca. Es su tesoro. Han vivido y padecido juntos cada duelo histórico del Athletic. «Ha estado en muchas 'batallitas'», subraya. La victoriosa final de 1984, la aciaga semifinal de Copa contra el Betis (de la que el lunes se cumplieron cuatro años), el partido de infarto por la salvación contra el Levante... «Me acuerdo que en Madrid, al bajar del autobús, se enganchó con la puerta y se hizo un agujero. Y ahí sigue. Ni la he cosido, ni la he lavado», refleja.

A los 20 años emprendió aquel triunfal trayecto en autobús con «seis o siete» amigos. Chicos y chicas. El primer paso fue conseguir las entradas. Etapa sencilla. «Fuimos a una agencia de viajes y compramos las entradas y el billete. Fue más fácil que ahora. Es que esto es una locura», recuerda este ex socio rojiblanco: «Lo veré por la televisión. Al nacer mis hijos me borré», recita.

Pero conserva su amor al rojo y al blanco. Igual que guarda esa maratoniana y extenuante jornada en la capital. «El ambiente era increíble. Madrid estaba tomada por aficionados del Athletic». Se hicieron los dueños de la ciudad. «Me acuerdo que en el metro gritábamos '¡Que bote, que bote San Mamés!' y la gente saltaba. Y había una marea vizcaína en la Puerta del Sol», recuerda Campos, mientras destaca «el buen ambiente» que reinó con los hinchas del Barcelona, fotografiándose incluso juntas ambas aficiones.

Casi medio día después de plantarse en Madrid -«llegamos sobre las diez»- el árbitro Franco Martínez decretó el inicio del encuentro a las 20.15 horas. El reloj no había llegado al minuto 15 cuando Endika generó una explosión de alegría rojiblanca. «Entonces, nos metimos atrás. A defender el resultado con uñas y dientes. Les dimos mucha caña. Es normal que al acabar el partido tuvieran esa reacción», concede Campos, que acabó el duelo «agotado». «Éramos jóvenes, pero estuvimos todo el día de fiesta, saltando, gritando... Cuando terminó sólo teníamos ganas de descansar en el autobús».
Aunque quedaba otra etapa. «El mejor recuerdo». La celebración en Bilbao. «Fuimos hasta Santurtzi para seguir la gabarra y nos colábamos en los trenes y los autobuses para llegar con la caravana hasta El Arenal», rememora.

AMAIA PELAZ

«Maradona se tiraba todo el rato»



Evoca con «mucha emoción» la final de Copa de hace 25 años. No sólo por el triunfo del Athletic. También porque estaba embarazada de «tres meses». Y porque Amaia Pelaz acudió al encuentro con «toda la familia». «Fue una excursión. Fuimos en varios coches: mi marido, mis suegros, los cuñados... Y por otra parte fueron mis padres. Nos encontramos todos allí», aclara.
En el Bernabéu -«parecía San Mamés», apostilla-, siguió el encuentro desde uno de los fondos. «Me acuerdo muchísimo de Maradona. No paraba de tirarse», recrimina aún Amaia al 'crack' argentino. Su memoria, no obstante, esconde una parte amarga: «En nuestra zona hubo una avalancha. A mi hermano le pegó un policía porque saltó al campo para ayudar a una chica. Nos pusimos muy nerviosos», reconoce.

La misma sensación le invade ahora cuando se escucha que hay gente que se está «empeñando» para poder ir a Valencia. «Eso no es normal. A nosotros la entrada nos costó alrededor de 1.000 pesetas. La gente está dispuesta a darlo todo -su hija ha buscado una entrada «como loca»- y eso los jugadores tienen que recompensarlo. Deben dejarse hasta el carné de identidad», exige. Al mismo tiempo, su mente dibuja de nuevo las imágenes que vio aquel día en Madrid. «Fueras donde fueras, daba igual. A cualquier sitio que miraras veías algo rojo y blanco».

SANTI OLIVÁN

«Dormimos en un escaparate»



«Éramos doce. Todos del mismo barrio de Basauri. La mayoría teníamos 18 años y alguno incluso era más joven. Íbamos con los mayores, que se hacían responsables de nosotros. Por eso nos dejaron ir». Santi Oliván, el único protagonista de este reportaje que estará hoy en las gradas de Mestalla animando al Athletic, salió a las seis de la mañana de su pueblo. En autobús. «Era la opción más barata -y también la más larga- que encontramos en una agencia de viajes en la esquina entre Rodríguez Arias y Alameda de Rekalde. Éramos jóvenes y no teníamos ni un duro», reconoce.

De hecho, la final fue un sábado y ellos, «sin hotel, ni pensión, ni nada», aguantaron hasta el domingo en Madrid. ¿Por qué? «Es que acababa la Vuelta a España y nos quedamos para animar a Marino Lejarreta (entonces líder del equipo Alfa Lum)».

-¿Y dónde durmieron esa noche?

-Pues en un escaparate.

Eran otros tiempos, se apresura a matizar. «Paramos en Aranda y comimos un bocadillo. Eran enormes. Nos los hicieron en Basauri». Ahora el plan varía. «Vamos a cambiar el bocata por la paella». Y es que asistirá con otros compañeros. «Saldremos de trabajar e iremos a dormir a Teruel. Y llegaremos a Valencia el miércoles mismo (por hoy)», traza este socio afortunado con un billete.

Presenciará así su tercera final del Athletic: Barcelona, con victoria; Atlético, al año siguiente, con derrota. «El ambiente previo fue similar en ambos casos. Pero los recuerdos más intensos te quedan de la primera, que además la ganamos». Pero no sólo influye este aspecto. «Era la primera ocasión que salíamos de Vizcaya. Para nosotros, ir a Madrid era como ir a otro mundo. Era la primera vez que montábamos en el metro. Menos mal que dos compañeros estudiaban allí y nos orientaron».

Como de guía le sirven a Oliván las imágenes de televisión para recordar aquel duelo. «Estuvimos en el segundo anfiteatro. Y veíamos a los jugadores como puntitos. Ni vimos a Dani recoger la Copa», acepta. A partir de ahí, la fiesta. «Para nada nos sentimos cansados después del partido», resalta Oliván, que le ocurrió lo contrario que a Aitor Campos. «Estábamos eufóricos», concluye.

La final del Bernabéu

Artículo publicado por Alfredo Varona en la revista Mediapunta el 25/05/2012


Yo tenía 14 años y era un fanático del Athletic en Madrid. Vivía en Nuevos Ministerios, sólo había que atravesar la conflictiva zona de Azca y cruzar la Castellana para llegar a Chamartín. Y fui de la mano de mi padre a esa final de Copa del Rey de 1984 frente al Barcelona de hace 28 años. La primera impresión no se me olvidará jamás, con la policía deteniendo a viejos reventas, a la altura de ‘La Madrileña’, en la orilla del Bernabéu, que entonces presumía de la reforma que vivió con motivo del Mundial del 82. La siguiente fue desde el segundo anfiteatro, desde el que sólo se veían banderas del Athletic, que enarbolaban 50.000 hinchas, la mayoría de pie, como ya nunca más volverá a pasar. Sin embargo, hay algo que no ha cambiado en todos estos años. Entonces el fútbol ya era una pasión o, tal vez, una razón de ser que se conformó con un único gol, el de Endika, a solas frente a Urruti, el portero del Barcelona. Al día siguiente escuché, a través de Radio Nacional de España, casi al instante, el viaje de La Gabarra. Salió desde Las Arenas hasta Bilbao, acompañada de embarcaciones, traineras y miles de aficionados a ambos lados de la ría. Y, entre ellos, los trabajadores de los Altos Hornos, con sus monos azules. Han pasado 28 años y no ha vuelto a pasar.

Desde entonces, la espera es realista, pero no impaciente, como relata Andoni Goikoetxea, que fue uno de los héroes de aquel Athletic. Su voz está ahora a mi servicio, como hubiera sido imposible en el 84. Yo era un niño y él un corpulento defensa central que arrastraba páginas de periódicos y una incorregible fama de dureza. Sin embargo, en contra de los prejuicios, jamás en su vida hizo un marcaje al hombre. Y menos en ese Athletic, en el que Liceranzu y él marcaban “en zona”. Por eso ahora descarta que el fútbol haya cambiado tanto en estas tres décadas, en las que Goikoetxea no se deja avasallar por la nostalgia. “No, porque después he llevado la vida que quería llevar. No me he separado nunca del fútbol, y eso me ayuda a aceptar el paso del tiempo”. Y ha pasado, claro. Hoy, a diferencia del 84, ya no vive en el centro de Bilbao (“vivía en la calle Sabino Arana”), sino en Las Arenas, donde a La Gabarra le gustaría tanto volver a empezar. “La aspiración es ésa”, insiste Andoni, a sólo tres años de cumplir los 60, con una vida más pacífica y menos viajera. Sus dos hijas, una de las cuales aún no había nacido en 1984, ya no le necesitan como entonces. Son mujeres maduras, que estudiaron en la universidad (“una vive en Barcelona y la otra en Madrid”) y a las que sólo queda un recuerdo lejano del padre, vestido de futbolista. Porque hace décadas que Goikoetxea ya no ejerce de futbolista. Hubo un día en el que su relación con la pelota cambió para siempre.

“Veo todo el fútbol que puedo, pero ya no lo juego, porque son muchos impactos, y es malo para mi espalda: hago otro tipo de deporte más suave como la bicicleta”. Y la báscula ya no señala los 83 kilos de aquella imborrable noche en el Bernabéu. Pero no importa. Goikoetxea ahora es otro hombre, sin la urgencia de la victoria e incapaz de impresionarse por la evolución mediática de la vida. Los años le dan para eso y para saber que él nunca alcanzó en su cuenta corriente las sumas de dinero de los futbolistas de ahora. “También es verdad que entonces se pagaba en pesetas”. Pero, en todo caso, la pregunta obedece a otra idea: “¿Que si los futbolistas de ayer valdríamos para hoy? Para mí, sin ningún problema, pero me parece una pregunta estéril y con poca base”. Y entonces es como si Goikoetxea recordarse el pánico que provocaba Maradona cada vez que cogía la pelota. Su zurda era como la de Messi ahora, la mejor del mundo. “¿Cómo no iba a valer para hoy? Y no sólo Maradona. También Schuster, Víctor, Migueli…, cualquiera. Si entonces eran los mejores hoy lo seguirían siendo. Pero, claro, yo recuerdo que en mi época también se preguntaba cómo encajaría Di Stéfano en nuestro fútbol?” Así que Goikoetxea mira al pasado y no encuentra la prehistoria. “En realidad, el fútbol no ha cambiado tanto. Las reglas son las mismas, los balones muy parecidos
y las medidas del terreno también”.

“¡Vaya cuádriceps teníais!”

Otra cosa es que la vida se haya modernizado en estos 28 años. “En mi época había un gimnasio en Lezama, pero lo utilizábamos
poco y, a lo máximo, eran sesiones con poco peso y muchas repeticiones. Pero esto también era según los equipos, yo me acuerdo que la Juventus tenía fama de utilizar mucho el gimnasio”. Goiko tampoco conserva la camiseta de aquella noche en el Bernabéu, en la que nunca se cansó de despejar balones. Pero sí memoriza la fotografía de esa época y de esos años. “A veces, la gente me dice ‘vaya cuádriceps teníais los futbolistas de entonces’. Y yo les digo que eso es porque los pantalones eran más cortitos y se veían más, no por otra cosa”. Y, claro, el recuerdo es inseparable de aquel once que empezaba con Zubizarreta, Urkiaga, Goiko, Liceranzu y De la Fuente y terminaba con Dani, Sarabia y Argote. Y, entre medias, existían tres tipos que representaban orden y talento: Gallego, Urtubi y De Andrés. Toda esa gente fue algo más que un símbolo para Vizcaya en unos años donde existía la misma obsesión por la victoria. Yo era un niño, pero recuerdo el final del partido, a los jugadores del Barcelona persiguiendo a los del Athletic sin ninguna buena intención, a la melena rubia de Schuster, a los rizos de Maradona, a la rabia de Víctor…, incapaces de admitir el dolor de la perversa derrota. Goikoetxea también lo recuerda. Son ya 28 años, pero, en días así, la memoria no pierde el pasaporte. Ahora, es otro hombre que, aunque ya no figure en la nómina del Athletic, tiene la misma pasión. Por eso esta noche su vida no podría estar en otro sitio que no fuese el Calderón. Esta vez será comentarista de la Cadena Ser y una parte de su corazón estará en Las Arenas, donde el destino está deseando volver a empezar. Vizcaya ha esperado demasiado. Son 28 años peleando frente a esas pacíficas aguas de la ría que echan de menos al Athletic. Goikoetxea, también. Ha sido un sacrificio demasiado largo, pero él no quiere pronosticar. Él siempre fue un hombre prudente que en ese mítico verano del 84 jugó con la selección de Miguel Muñoz la Eurocopa de Francia. Era entonces un futbolista convencido de su propia importancia, como pasa casi siempre con el Athletic de ahora. ¿Acaso no es argumento suficiente para imaginar la victoria esta noche? Yo sigo simpatizando con el Athletic y con su once que, como hace 28 años, vuelve a recitarse de memoria con Gorka, Iraola, Javi Martínez, Amorebieta… Al fin y al cabo, el fútbol se hace de recuerdos así.

domingo, 24 de noviembre de 2013

“En mis manos está la ilusión de mucha gente”

Artículo publicado por Jordi Quixano en la revista Mediapunta el 30/10/2013

El niño que soñaba con la portería de San Mamés ya ha cumplido los 200 partidos, y acaba de recuperar el puesto bajo uno de los travesaños más pesados de la Liga.


Sensato, pausado y reflexivo, Gorka Iraizoz (Pamplona; 1981) responde con la cabeza y el corazón, siempre honesto,
como le enseñaron a vivir. Se abruma cuando toca y disfruta siempre de la portería del Athletic, su sueño hecho realidad y prolongado por el tiempo, toda vez que ya suma 203 partidos –el tercero que más en la historia del club, sólo por detrás de Iríbar (614) y Cedrún (402)– con la zamarra rojiblanca. O negra, en su caso. “Aunque ya casi ni elegimos el color porque dependemos de cómo viste el árbitro”, bromea el guardameta, que se esconde del ruido porque en su casa están haciendo obras. “Nunca se sabe lo que pasará en un futuro, pero sí que cuando acabe mi carrera me gustaría vivir en Bilbao”, admite. Pero por el momento exprime su “pequeño paso” en la historia de San Mamés.

Pregunta. ¿Se imaginó de niño ser el tercer portero del Athletic con más partidos en sus guantes?

Respuesta. Mi sueño era ese, desde luego. Recuerdo que mis padres me regalaron una batería y me duró cinco minutos. Resulta que no me dejaban jugar a fútbol en casa y, enfadado, le solté una patada a la batería. Siempre pensaba en jugar y ahora ocurre lo mismo. No sé, tal vez ahora no le doy la importancia que tiene a este número de partidos con el Athletic porque no me paro a pensarlo. Pero, desde luego, es un orgullo. Sobre todo porque todavía estoy viviendo mi sueño.

P. Y eso que usted es un portero de rebote…

R. Sí. De niño empecé como jugador, pero el portero se fue del equipo y mi tío Txusin, que era el entrenador, me pidió que me pusiera bajo los palos. Yo no tenía nada que objetar y creo que me ha ido muy bien por este camino…

P. Aunque los inicios fueron complicados, ¿no?

R. Es verdad que Mendilibar no me quiso en el Barakaldo y que en el Espanyol me costó jugar. Ha sido un camino duro y difícil, pero así es la vida y de todo se debe aprender. De hecho, cuando me fui del Espanyol, me marché con lágrimas porque estaba muy agradecido al club y a su gente. Lo disfruté mucho. Y a la buena gente nunca hay que olvidarla.

P. Tampoco allí olvidan la parada que le hizo a Nuno Gomes, en los cuartos de final de la UEFA ante el Benfica.

R. En mi carrera he acertado y fallado muchas veces. Pero esa parada me abrió las puertas del Espanyol, del Athletic y del fútbol. Aunque también es verdad que he hecho otras paradas para llegar a finales de Copa y… tocó el Barcelona. Y ya eso no se puede controlar.

P. ¿Jugar en el Athletic, en cualquier caso, le hizo madurar de golpe?

R. En cierto modo, sí. Pasé a un club que me quería como pieza importante en su proyecto. Y pagaron mucho dinero [unos cuatro millones] por mí, por lo que era una responsabilidad.

P. ¿Eso influye en el futbolista?

R. En mi caso, sí. Yo soy de pueblo y de una familia trabajadora. Mi padre llegaba a las 12 de la noche y se levantaba a la siete para trabajar y mantener a la familia. Para mí, si pagan dinero por tenerme, es una gran responsabilidad y por eso debo ir cada día a trabajar para hacerlo lo mejor que sé, esforzándome al máximo. Además, aquí sé que manos porque en Bilbao se vive el fútbol con intensidad.

P. ¿Eso también le ha quitado cierto anonimato?

R. Sí. El empuje y esa presión que ejerce el aficionado se da 24 horas al día por la ilusión que tiene. Todos te conocen y quieren animarte, ayudarte en cierta manera, darte su opinión. Recuerdo que en Barcelona los jugadores del Espanyol vivíamos a la sombra de los del Barça. Aquí todos son del Athletic y te hace ver que tienes el privilegio de, otra vez y pase lo que pase, seguir generando ilusión a esa gente.

P. Al principio todo le salió de maravilla, hasta el punto de que le compararon con Iríbar y Zubizarreta, ¿no?

R. Para mí son ídolos y referentes. Ángel [Iribar] siempre está a nuestro lado para tendernos una mano. Y Andoni es Andoni. Recuerdo que la primera vez que hablé con él apenas decía palabra… fue la mayor ilusión de mi vida. Es que yo de niño, en el parque, siempre me pedía ser Zubi. Pero por eso creo que las comparaciones nunca son buenas. Cada uno es de una época y tiene su momento, y alrededor hay muchos condicionantes que moldean a las personas. Pero por otro lado, me gusta que el Athletic respete tanto la historia. Somos una familia que vivimos de la historia y que la inculcamos a las nuevas generaciones. Así que dentro de unos años seremos nosotros los que estemos en boca de padres y abuelos. Esa es la magnitud del Athletic.

P. ¿Nota ahora, sin embargo, que juega bajo la lupa y la crítica de San Mamés?

R. Es un estadio muy exigente. Y la portería del Athletic tiene una historia muy grande y así de grande tiene que ser el rendimiento del portero en ella. Eso es lo que el socio quiere. Y en mi posición existió, existe y existirá esa presión.

P. ¿Por qué nunca ha respondido a las críticas?

R. Porque no me toca. No soy quien para hacer eso. Respeto todos los puntos de vista, sé cómo me siento y cómo debo trabajar. Hay cosas que no se pueden controlar.

P. ¿Tampoco los penaltis?

R. ¡Eh! El año pasado paré dos… Bueno, la verdad es que hay porteros especialistas en los penaltis. Yo no… No es que haya estado muy afortunado en esa suerte durante mi carrera.

P. ¿Le gastaban bromas en el vestuario?

R. No. No. Más que nada porque parece que en los penaltis ni los porteros paramos ni los que chutan la meten… Es como un gafe que hay. Una anécdota.

P. ¿Quedó también en anécdota la grave lesión que le produjo a Filipe Luis en 2007?

R. Eso fue un mal trago para mi carrera y mi persona, además de para él, por supuesto. No quieres hacer daño y son circunstancias que no controlas. Por fortuna, al final acabó en una nueva amistad.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Alineaciones Historicas: Título de Liga 83 - 84


Estadio: San Mamés
Fecha: 29/04/1984

Alineaciones:

Athletic Club: 2 (Liceranzu 2) Zubizarreta, Goikoetxea, De Andrés, De la Fuente (Patxi Salinas), Urquiaga, Liceranzu, Dani, Sola, Noriega (Sarabia), Urtubi, Argote

Real Sociedad: 1 (Uralde) Arconada, Sagarzazu, Gorriz, Gajate, Celayeta, Zubillaga, Zamora (Diego), Larrañaga, Uralde, López Ufarte, Begiristain

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La magia de La Catedral

Artículo publicado por Julen Guerrero en el diario El Correo el 27/05/2013


Recuerdo perfectamente mis primeros días en San Mamés. Entré en Lezama con 8 años, justo cuando el Athletic consiguió sus últimos títulos de Liga y Copa. Esperaba con ansias que llegara el fin de semana. Primero para jugar y después para ir a San Mamés. Era algo sagrado. En aquella época, había un sitio reservado para niños en una de las esquinas de los fondos. Ver no es que viera bien todo el campo, pero sí sentia la emoción y pasión con que se viven cada uno de los partidos en San Mamés. Es algo que te llega muy dentro, que crea adicción. Ahí empecé a sentir la magia de San Mamés.

Se podían llevar banderas. Era una gozada verlas ondeando en la grada. Recuerdo un día de Reyes que había partido. Ir a San Mamés era sagrado, no se discutia, fuera el día que fuera. Mi aita me compró aquel 6 de enero mi primera bandera. Entrar en San Mamés era especial pero hacerlo con una bandera del Athletic era un lujo. El momento en el que salían los jugadores al campo y todas las banderas ondeaban al mismo tiempo mientras sonaba el himno era inolvidable. Se te ponían los pelos de punta, era muy emocionante, una gozada. Pasaron los años y también mi paso por las categorías inferiores. Llegar a jugar en San Mamés vistiendo la camiseta del Athletic cada día estaba más cerca, pero era consciente de que cuanto más arriba subia, más dificultades iba a encontrar. Eso sí, confiaba mucho en mí y me apasionaba lo que hacía.

Antes de llegar al primer equipo ya pude pisar San Mamés. El año que quedamos campeones de Liga y Copa en juveniles jugamos varios partidos allí. Al principio teníamos la incertidumbre de cómo nos íbamos a acoplar al cambio de jugar en Lezama a hacerlo en La Catedral, pero todo salió muy bien. Ganamos todos los partidos. Como capitán de aquel equipo recibí el trofeo como campeones de Liga en San Mamés. Subir hasta el palco a recibirla fue inolvidable. Esa misma temporada debuté con el Bilbao Athletic, que estaba en Segunda A y jugaba siempre en San Mamés. Marqué varios goles. La verdad es que fue una temporada impresionante.

Acabada esa campaña, recibí la gran noticia de que iba a empezar la pretemporada con el primer equipo. Lo normal era empezar y volver a bajar, pero poco a poco me dieron más minutos y abrigaba la esperanza de quedarme. El sueño de jugar en San Mamés estaba más cercano. El partido de presentación fue contra el Bayer de Múnich. Qué mejor manera de debutar con el Athletic en La Catedral. Había que darlo todo para no perdérselo. Ese día llegó, jugué de inicio y además ganamos. Por fin sentí lo que es jugar en San Mamés con el campo lleno. Pero mi máxima ilusión era hacerlo en partido oficial, y para eso aún quedaban un par de semanas. Había que seguir trabajando a tope.

Vi cumplido mi sueño el 6 de septiembre del 92. Primera jornada de Liga, partido contra el Cádiz y salia de titular. El día más esperado de mi vida. Recuerdo perfectamente la salida del vestuario. Justo antes de que se abriera la puerta, cerré los ojos y me dije a mi mismo: 'Por fin voy a cumplir mi sueño. ¡¡Jugar en San Mamés, en partido oficial con el Athletic!!'. Era lo que más había deseado en toda mi vida!!!. Eran muchos los entrenamientos, los esfuerzos, la dedicación... Muchas y muchas horas con la cabeza puesta en ese partido que por fin había llegado. Cuando salté al campo sentí una gran alegría. Había que disfrutar.

Remontada a Osasuna

Ese fue el primero de muchos partidos en San Mamés. Para mi cualquier partido en San mamés es especial. Lo digo de corazón. Evidentemente hay algunos más recordados que otros. El día que conseguimos el subcampeonato de Liga que nos daba acceso a la Champions, clasificaciones para ir a Europa, derbis, partidos con la selección de Euskadi... A San Mamés siempre se va con todo, el corazón y sentimiento de una afición que siente un equipo de manera direrente y que hace que este equipo sea único.

Son muchos los partidos que gana la afición. Cuando rugen todos los aficionados juntos, puede pasar cualquier cosa. Mi último gran recuerdo como jugador fue aquel 4-3 a Osasuna cuando perdiamos 0-3 a falta de treinta minutos. No sé si habrá algún campo que crea en la remontada, pero en La Catedral, hasta que el árbitro pita el final, puede pasar cualquier cosa. Sólo jugué diez minutos, pero fueron suficientes para notar un gran hormigueo por todo el cuerpo y sentir cómo el rugir de San Mamés nos llevó a remontar un partido que parecia imposible. Además tuve la suerte de marcar el último gol, el de la victoria. En ese momento sentí cómo todo el campo empujó el balón al fondo de la porteria. San Mamés tiene magia y partidos como ese lo confirman. Pero para mi la verdadera magia de este estadio es que el que va quiere repetir, tanto de público como de jugador. Es un campo que te llega dentro, que te engancha y ya no te suelta.


Celebración del gol de la victoria frente a Osasuna

Me siento un privilegiado por haber podido jugar en La Catedral tantos años. Es el mejor. No hay una atmósfera igual en ningún otro. El clima que se crea en los partidos es mágico, el rugir de San Mamés es inigualable. Además, desde el primer día he tenido una gran comunión con la afición. He intentado devolver todo ese cariño con esfuerzo, dedicación, responsabilidad y sentimiento tanto dentro como fuera del terreno de juego y me han hecho sentir un cariño tan grande que sólo con escribirlo me emociono. Eskerrik asko a la afición, al Athletic, a San Mamés por esos años que hemos podido disfrutar juntos.

Va a ser muy duro ver desaparecer al viejo estadio. Son muchos los recuerdos que se van con él. Es cierto que hay que modernizarse y que le nuevo campo es necesario y nos traerá grandes alegrías. Sería bueno que el nuevo absorba toda la magia y el sentimiento del viejo. La unión de ambos es fundamental para que el Athletic siga siendo único. Además, la unión es real al integrarse una de las tribunas del viejo en el nuevo. El nuevo San Mamés no empieza de cero, tiene el mejor maestro para guiarle.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Alineaciones Historicas: Título de Liga 82/83


Estadio: Insular de Las Palmas
Fecha: 01/05/1983

Alineaciones:

Las Palmas: 1 (De Andrés pp) Manolo, Felipe, Roque, Julio II, Estévez, Román (Calvo), Félix, Páez (Martínez), Pepe Juan, Saavedra, Juani

Athletic Club: 5 (Sarabia 2, Dani, Argote, Urtubi) Zubizarreta, De Andrés, Nuñez, De la Fuente, Urkiaga, Liceranzu, Dani, Sola (Noriega), Sarabia (Julio Salinas), Urtubi, Argote

sábado, 16 de noviembre de 2013

La épica de Aguirre

(Artículo publicado por Jon Uriarte en el diario El Correo el 10/10/13)


Alimentar la épica del Athletic es como subir a un niño sobre tus hombros. Si es de vez en cuando, le ayudas, Si lo haces siempre, jamás intentará lograrlo por sí mismo. Llevo filosófico desde el domingo, cuando comprobamos que pasan los años pero seguimos igual. Siete de los trece puntos que llevamos nacieron de esa épica que nos acompaña desde la cuna. De hecho un 10 de octubre como el de hoy, de 1965, el Athletic visitaba al Espanyol. Y, tras ir perdiendo 3-0, logramos una remontada que pasó a la historia. Viene bien recordarlo para entenderlo que hasta la épica debe tener pies finos y cabeza amueblada. Por eso he llamado a Koldo Aguirre. Uno de los más grendes jugadores y entrenadores que hemos tenido en nuestro club.

Aquél día no jugó Di Stéfano, que por entonces pegaba sus últimas patadas en Barcelona. La cosa empezó con nuestra típica empanada fuera de San Manés. José María y Rodilla nos habían clavado dos goles antes de que Álvarez Martínez pitara el final de la primera parte. No arrancó mejor la segunda. A los 13 minutos señalaron falta y José María la clavó otra vez. Nada pudo hacer Iribar ante el fino zurdo. Koldo pasaba del desencanto al enfado, viendo que aquello no funcionaba. "Piru (Gainza) era el entrenador y me había puesto de extremo derecha. Me daba igual dónde jugar, pero veía que nos iba a ir mejor si bajaba al centro". Su voz suena a ese tono que utiliza cuando cuenta cosas a las que otros añadirían sensurround. Él no. Siempre fue 'el hombre tranquilo'. Desde que dijo en cas que había fichado por el Getxo, hasta su retirada, pasando por la final ante el Madrid campeón de Europa, al que ganó con otros diez aldeanos y en el Bernabéu. Así que, desoyendo al entrenador, se colocó en el centro dispuesto a remontar. "Parte de la culpa la tuvo Fidel". Uriarte, además de gran jugador era el eterno optimista. "Vamos a ganar", soltó, pese a ir palmando por tres. Clavadito al del chiste. "Y no contento, apostó un Gin-Kas a que metíamos enseguida un gol". En el 71, centro de Rojo desde la izquierda, el portero la toca, pero cae al suelo. "Conocía a Carmelo y sabía hacía dónde podía ir". Y es que Carmelo era Cedrún. El hombre que precedió a Iribar y que esa tarde defendía la portería del Espanyol. "3-1 y Fidel grita que apuesta otro". En el minuto 73, Idígoras comete falta sobre Lavín y Rojo I la manda al area, Aguirre cabecea y el balón entra rozando el palo. 3-2 a 12 minutos para el final. Orúe saca un balón desde la defensa y pasa a Aguirre. Koldo regatea a los rivales, hace una pared con Antón Arieta y la mete en la red. Era el minuto 81. Sarriá se atrincheraba viendo que el Athletic era imparable. Pero en el 84, balón a la olla, Mingorance despeja de cabeza fuera del área y alli estaba él. Le pegó con el alma y entró por la escuadra izquierda. Nada pudo hacer Carmelo. Espanyol 3 - Athletic 4. Cuatro goles de Aguirre en 13 minutos. Aquello sí que fue una remontada. "Me dió pena por Carmelo y sobre todo por Andoni". El que fuera portero del Athletic y del Zaragoza tenía cuatro añitos y, cuando Koldo fue a saludar a los Cedrún tras el partido, no quiso saber nada. "No me des un beso que le has metido cuatro goles a aita".

Con el tiempo Andoni entendió a su 'tio' Koldo. "Había que remontar. No podíamos volver a Bilbao con ese resultado para la afición". Cuando escucho a Aguirre entiendo que seguimos ahí, 115 años después, por remontadas así. Pero también por jugadores que no necesitaron abusar de ellas. Marcar el primer gol ante el Villarreal sería algo digno de agradecer. Hay tiempo para pensar en ello en esta semana de barbecho. Por variar más que nada. Y porque Aguirre y compañía sabían remontar, pero también ganar sin angustiar a la grada.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Un domingo cualquiera

Artículo publicado en el número 39 de la revista Athletic Club (Septiembre 2013)

Javier Antón (Actor)


Siempre he presumido de tener memoria sensorial. Un olor, una imagen, un pequeño flash, me pueden hacer retroceder en el tiempo. Aun así, no recuerdo la primera vez que probé el chocolate, o la primera vez que vi amanecer. Lo que nunca olvidaré, es el primer partido que fui a ver jugar al Athletic en La Catedral.

Yo tendría siete u ocho años y aquella tarde mi amama me vistió de domingo, intentó peinarme sin éxito y junto con mi aitite, nos encaminamos hacia el tren a eso de las cuatro de la tarde para cubrir el trayecto entre Santurtzi y Bilbao (que duda cabe que por toda la orilla y luciendo la pantorrilla). En el vagón ya se podía percibir el ambiente que iba a reinar en las gradas. Ambiente de partido, ambiente de fútbol. ¡¡¡¡¡¡¡Athletiiiiiiiiiiic!!!!!!!, Eup!!!!!, cantaban a mi alrededor.

Ya en los aledaños, amama me cogió fuerte de la mano y tras unas cuantas escaleras y un par de puertas arribamos por fin a nuestros asientos que estaban en preferencia. No sé cuánto se gastó mi aitite pero me hizo el "Regalo" de los regalos. El verde del césped, la dimensión de la grada, el ruido atronador. Todas estas sensaciones confluyeron cuando sonó el himno y los jugadores saltaron al campo. Aurrera mutilok.

El partido, que empezó a las cinco (bendito horario), no fue brillante ni vistoso. Hacía bochorno y un poco de viento sur, algo que no nos gusta en Bilbao. El equipo oponente era el Logroñés que lejos de ser un cabeza de cartel, bregaba con bravura. No hubo muchas ocasiones, ni goles por doquier, ni siquiera jugadas trenzadas con brillantez, Daba igual, porque durante noventa minutos fui el niño con un bocata de jamón entre las manos más feliz del mundo. Bueno, quizás un pelín más si cabe cuando Andoni Lakabeg batió al portero visitante por bajo por libre directo faltando diez minutos para el pitido final. Un domingo cualquiera... en San Mamés.

Eskerrik asko, aitite ta amama.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Carmelo

(Artículo publicado por K-Toño Frade (hijo), en el libro "Susedidos botxeros y bilbainos selebres y txirenes")


Hoy quiero escribir sobre "Carmelo". Pero no de Carmelo Cedrún Otxandategi (Amorebieta-Etxano 1930) aquel extraordinario e inolvidable guardameta de nuestro Athletic, que defendió la portería como titular indiscutible durante trece años (1951-1964), siendo quince veces internacional y que tras pasar por el Español de Barcelona, fue uno de los primeros emigrantes al soccer americano y fichó por el Baltimore cuando todavía el fútbol en Norteamérica estaba en mantillas.

Carmelo era mi ídolo. Yo su mayor fan. Hace poco, en el funeral de Jesús Garay, me comentaba con su singular gracejo que sabía yo más de su vida que él mismo. Su imagen vestida de negro con cintura blanca y sus medias rojiblancas hasta las rodilleras está todavía viva en mi retina de niño. Retina en la que no hay lugar para ningún gol que le hubieran metido y sí para el penalty que le paró a Kubala. Todavía conservo las fotos un poco amarillentas con sus bordes dentados abarquillados, en las que se ve a mi aita paseando con él en chandal de algodón y botas de baloncesto rojiblancas por la longilínea carretera de Larrauri, frente a la fonda "Eguía" donde se concentraban en tiempos de Daucik, que en algunas ocasiones cambiaban por el retiro en el hostal Iru-Bide en la carretera de Galdakao, que hoy, cuando por allí paso y veo el deterioro de aquellas, en un tiempo bonitas instalaciones, y en la actualidad ocupadas, creo, por una empresa de ruedas, se me ponen los pelos de punta.

Pero ya digo que el "Carmelo" de hoy es un "personaje" que entra por derecho propio en los anales de tipos populares de la Villa relacionados con nuestro Athletic. El loro "Carmelo". "Carmelo" el loro cuyo nombre, naturalmente, debe a nuestro histórico portero, marcó una época. Desde la jaula de barrotes niquelados y anilla dorada, que colgaba todas las mañanas en la puerta de su tienda de golosinas de la calle de Licenciado Poza el amigo "Txano", entre el estanco y la carniceria de Artola, cantaba tan singular pájaro "El canto-himno del alirón" a pleno pulmón, o lo silbaba con elegancia dando prueba de sus excelentes dotes musicales. Quien siendo niño, no se ha situado bajo su enjaulada atalaya para, con el cuello estirado y la boca abierta como mirando al papamoscas, no le ha soltado el consabido "¡Carmelo, canta el alirón!". Pero aquel loro era un puñetero. Basta que tuviera a todo el corro que se había agolpado pacientemente a escuchar su cantata, para que estuviera callado como una tumba. No decía ni mú. "Hala, Carmelo bonito, canta" le espetaba la masa. Nada. Igual que el silencio que precede a las tragedias. Poco podía hacer su dueño para sacarle de su mutismo, y encima, desesperado por las horas que había empleado en su doma cantora. Cuando ya el "público", aburrido, se dispersaba y abandonaba frustrado la calle, el astuto loro observaba con el rabillo del ojo mientras abría con garras y pico una pepita de girasol y viendo que ya no atraía la atención de nadie soltaba de repente con aquella vocecita de vieja que tenía: "Athleeeee-tic... ¡eup!". Volvían todos los espectadores a todo meter para oírle y cuando el loro consideraba que había suficiente quórum se callaba. Decían algunos asiduos que cuando hacía esa faena, se le podía observar cierta sonrisita cínica.

Un día el desdichado "Carmelo" murió envenenado por algún desaprensivo, o criminal hincha de algún equipo rival al nuestro. Un canalla.

Hoy el gran "Carmelo" reposa disecado en el comedor begoñés de la casa de sus propietarios. La misma mujer del "Txano" me lo contaba subiendo al autobús 03; "Todos los días lo limpiamos y lo cuidamos, el pobre parece que está vivo".

(Artículo originariamente publicado en 1998 en el periodico 'Bilbao')

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Información sobre el autor:

K-Toño Frade, hijo


Juan Antonio Frade Villar, "K-Toño Hijo" nace en Indautxu en 1945. Es hijo de Juan Antonio Frade "K-Toño" (Bilbao 1914 - 1992) conocido pintor, cartelista, dibujante y periodista.

Cursa los estudios de Primaria y Bachiller en el Colegio Francés y el Instituto Miguel de Unamuno, y posee el título de Deliniante Proyectista de Arquitectura.

Desde los dieciseis años alterna su trabajo en estudios de arquitectura, donde se especializa en perspectivas de edificios con sus dibujos humorísticos en diversas revistas.

Como cartelista ha ganado varios primeros premios y ha realizado los carteles de varios congresos de Peñas del Athletic Club. Destaca como ilustrador y caricaturista. En el mundo de la publicidad es conocido por el diseño de cátalogos e infinidad de logotipos.

Trabajó como deliniante durante los siete años que duró el Plan General de Ordenación Urbanística de Bilbao. Al finalizar éste, se dedica profesionalmente a la pintura, especializándose en temas costumbristas vascos y marítimos. Como escritor de temas locales y costumbristas bilbainos, colaboró en el periódico "Bilbao" (1993-2007).

Ha sido nombrado "Bilbaino del año" por el Alcalde de la Villa en la "Aste Nagusia 2007".

San Mamés hace aguas

Viñeta publicada por Argote en el diario Deia el 09/11/2013


(Click en la imagen para ampliar)

lunes, 4 de noviembre de 2013

"40.000 contra once, eso es el Athletic"

Artículo publicado por Unai Larrea en el diario Deia el 04/12/2010

"A Kepa con afecto y simpatía de su amigo Iribar". Kepa es Junkera e Iribar es, quién si no, el 'Chopo'. La fotografía en que descansa la dedicatoria, perfilada por un grueso rotulador negro sobre el uniforme rojiblanco de un muchacho que posa frágil y orgulloso en las faldas del Pagasarri, es el tesoro mejor guardado por el trikitilari. Junkera, hoy en el cénit de su creación musical como Iribar en aquellos 70, pisa el césped de San Mamés con la devoción con que un peregrino camina por tierra santa. Adora el Athletic e idolatra a Iribar, con el que dialogó el jueves en un encuentro auspiciado por DEIA. El derbi de Anoeta era el destino, y para alcanzarlo ambos exploraron diversos caminos, pero ninguno secundario.


Kepa Junkera nace en Bilbao el 10 de abril de 1965. Al día siguiente, el Athletic pierde en el Santiago Bernabéu por 1-0, gol de Puskas de penalti... a Iribar.

JOSÉ ÁNGEL IRIBAR: ¡Qué raro que al Madrid le pitaran un penalti a favor! Algunas cosas no han cambiado (ríe). No lo recuerdo bien. Me acuerdo mejor de mi debut aquí, en San Mamés, también contra el Madrid, también con un penalti, también chutado por Puskas. No había sido penalti y el público estaba enfadadísimo. "Chútalo fuera. Como lo metas, se monta una escandalera y no salimos vivos", le dije.

KEPA JUNKERA: ¿Y lo tiró fuera?

J. Á. I.: ¿Fuera? ¡Qué va!

K. J.: Cuando empecé a tocar, me resultaba increíble que un compañero no recordara un concierto o una ciudad. Yo lo memorizaba todo. ¡Todo era tan especial! Ahora me pasa como a ti con los partidos, que has tocado en tantos sitios que no te acuerdas de un montón de cosas.

J. Á. I.: Y eso que tú eres un chaval. Por eso me gustan estos encuentros: te ayudan a rescatar pedazos de memoria que están ahí pero no salen a la luz si no los estimulas. Por eso me gusta juntarme con los veteranos y recordar viejos tiempos. De alguna manera, me rejuvenece.

K. J.: Da la sensación de que las amistades que se forjan en el mundo del fútbol duran para siempre, ¿no? El Athletic siempre me ha transmitido camaradería y buen ambiente.

J. Á. I.: Siempre ha sido así. Hoy en día, que viajo con el equipo, coincido con rivales de aquella época y ves que todos tienen un gran respeto por el Athletic por eso, porque siempre ha sido un club ejemplar.

K. J.: El Athletic, en Bilbao y en Bizkaia, es algo más. En las casas, el Athletic es una parte más de la conversación. Mi madre, de la que heredé la pasión por la música, venía siempre a San Mamés. ¡Siempre! Cuando empecé a viajar con la música, cuando llamaba le preguntaba antes por el resultado del Athletic que por mis hermanos. Guardo como un tesoro una foto que me firmaste cuando yo tendría diez años, pero el verdadero tesoro lo descubrí cuando tuve la oportunidad de conocerte más de cerca, como persona. Admiro tu generosidad, tu sencillez y tu carisma, el ánimo que transmites a los jóvenes. Siempre me has transmitido energía. Estoy orgulloso de que el Athletic y Euskadi tengan un embajador que represente tan bien nuestra idiosincrasia.

J. Á. I.: ¿Y qué digo yo ahora? La admiración es mutua. Recuerdo el día que te conocí, eras un crío. Solía ir a las chocolatadas de los chavales, porque algunos amigos y conocidos me pedían que fuera, y me gustaba. Recuerdo aquel cumpleaños.

K. J.: En casa de mis primos, en Deusto. Cuando nos dijeron que iba a venir Iribar no nos lo podíamos creer.

J. Á. I.: He disfrutado viéndote crecer como músico y persona. Te admiro porque tu música tiene la virtud de alegrarme la vida, de ponerme en movimiento. Me da un impulso que seguramente necesito más que tú.

K. J.: No sólo mi música. Al posar para las fotos me has dicho que pisar San Mamés te rejuvenece.

J. Á. I.: Y con esta lluvia, más todavía. La lluvia le confiere al fútbol un toque épico. A mí siempre me gustó, y eso que siempre es más difícil jugar con lluvia, especialmente para los porteros. Pero tiene algo.

¿A qué suena San Mamés vacío?

K. J.: San Mamés nunca está vacío. Al contrario. Las sensaciones que experimentas aquí son tan personales, la imaginación vuela tan libre... Cuando sientes tan tuyo un santuario, nunca está vacío. San Mamés suena a energía, con ritmo y fuerza.

J. Á. I.: San Mamés es una coral, una coral bien empastada. Es emocionante ver cómo reacciona al unísono ante las distintos lances del juego, cómo se unen público y jugador, jugador y público. San Mamés suena a sinfonía coral.

¿Quién ejerce de director?

J. Á. I.: Es el Athletic, su filosofía. La filosofía dirige ese concierto.

Pero en San Mamés ya no se canta. Se grita, pero no se canta.

K. J.: Lo de cantar se perdió bastante cuando se cambiaron los fondos de pie por asientos tras las porterías. Estamos en un momento de cambio. Aún recuerdo cómo rugía el Stadio Comunale de Turín en un partido del Athletic de la UEFA. Perdimos 5-1 y dimitió Kendall. Aquí casi le damos la vuelta. ¡Cómo rugía! Pero que todo un estadio cante no es sencillo. Como no trabajes en una zona concreta, con 300 personas…

J. Á. I.: En ese sentido, tú hiciste un gran trabajo. Hablaste con todos nosotros, ex jugadores y demás, para sacar un disco de canciones.

Pero se canta más en la calle o en el bar que en San Mamés.

J. Á. I.: Aún hace falta tiempo para que esas canciones cuajen.

K. J.: Pero es cierto. Yo recuerdo en Salamanca las que liábamos con la triki por las calles y los bares. Pero llegabas al campo y, no sé, te colocabas en otro plano.

¿A qué suena un derbi como el del domingo en Anoeta?

J. Á. I.: El derbi suena bien. Somos un pueblo muy pequeño y nos conocemos mucha gente. Un derbi es una vuelta a las raíces del fútbol, cuando se jugaban un montón de derbis. Cuando eres jugador, ese ambiente especial te cala hasta los huesos porque todos tus amigos y todos en tu pueblo están pendientes del partido. La discusión y la apuesta siempre han gustado a los vascos. Y esa dinámica de rivalidad sana es buena.

K. J.: Para mí, un derbi es los jugadores de la Real y del Athletic con la ikurriña. Ésa es mi imagen.

J. Á. I.: Que se repetirá este domingo, la misma fecha, 5 de diciembre, que aquel derbi de 1976.

K. J.: Atocha era una maravilla. Y aquel equipo de la Real que yo conocí, y sufrí, era espectacular. En Gipuzkoa también hay muchísima energía en torno a la Real.

J. Á. I.: Sí, muchísima. Yo percibo un ambiente especial para este derbi: desde la gente joven que no lo conoce por estos años sin derbi hasta aquellos que descubrieron algo nuevo en la final de Valencia. Este derbi tiene algo. Y lo puedo decir por experiencia, por el número de peticiones de entradas que he recibido.

K. J.: Estuve en el 5-0 de Anoeta. Jugaba Kodro en la Real, ¿no?

J. Á. I.: Sí, nos hizo tres.

K. J.: No guardo un buen recuerdo de aquel derbi. Y no lo digo por el resultado, sino por lo enrarecido que estaba el ambiente. No salí muy a gusto del campo, y sin embargo los prolegómenos en la Parte Vieja fueron una maravilla. Al final, esto es un partido de fútbol, nada más. Los equipos vascos no podemos permitirnos perder los papeles.

J. Á. I.: En 1976 sacamos la ikurriña cuando estaba ilegalizada porque los jugadores de uno y otro equipo pensábamos que podíamos aportar algo a nuestra sociedad.

Le metieron a usted cinco aquel día.

J. Á. I.: Sí, pero eso es anecdótico. Fue un partido muy abierto, de muchas ocasiones. Perdimos 5-0, pero Arconada tuvo una gran tarde. Además, casi todos estábamos pensando más en el día después que en el partido, en lo que nos podía pasar por lo que habíamos hecho. Pero en Bilbao también se recuerda mucho el derbi que nos dio la última Liga en 1984.

K. J.: ¡Aquello fue impresionante! El ambiente, los goles de Rocky Liceranzu… Yo lo viví en el campo.

J. Á. I.: Aquello fue una gran hazaña del fútbol vasco. ¡Cuatro títulos de Liga consecutivos! De Guinness.

K. J.: También estuvimos en la final de 1984, contra el Barcelona. Estábamos medio perdidos por Madrid, pero fue doblar una calle y, de repente, toparnos con miles y miles de hinchas y banderas del Athletic. Y lo del campo era impresionante. Se respiraba allí, en el Bernabéu, un sentimiento de pertenencia que iba mucho más allá de ganar o de perder aquel partido. Encima ganamos, y fíjate qué equipo tenía ya el Barcelona: Maradona, Schuster…

J. Á. I.: El Barcelona siempre ha tenido grandes equipos. Nosotros, cuando jugamos la final de la UEFA (1977), también eliminamos al Barcelona de Cruyff, Neeskens y compañía, y al Milan. El Athletic siempre ha tenido un gen ganador, y lo debe conservar.

¿Ganará el Athletic en Anoeta?

J. Á. I.: Llegamos los dos equipos en un momento bueno, en mitad de la tabla, holgados, mirando hacia arriba, sin nada altisonante que distorsione el ambiente… El partido lo tiene todo para que sea una fiesta del fútbol vasco. En un derbi, tan importante como el partido es el antes y, sobre todo, el después. Ese ambiente festivo y de hermandad se tiene que recuperar. Discutiendo si hace falta, sanamente, pero también cantando.

K. J.: En un derbi se trata de que la gente lo pase bien: ir a Donostia, dar una vuelta por lo Viejo, comer, cantar, intercambiar bromas… y que gane el mejor. Y ojalá sea el Athletic.

J. Á. I.: Yo veo bien al equipo, me da buena espina. Lleva unos años en construcción, pero lo veo ya a punto de cuajar y de romper en equipo importante. Si queremos aspirar a Europa, incluso a títulos, tenemos que retener a nuestros jugadores más importantes, y para eso el club tiene que tener músculo económico. Entre todos, tenemos que convencer a esos jugadores de que en ninguna parte van a estar mejor que aquí.

K. J.: Para un equipo tan joven es fundamental arrancar bien la temporada. Eso ahuyenta los fantasmas que hace no demasiado veíamos a menudo… Ya no. Hoy ves a Muniain y dices: "¡Esto es el Athletic!". Su desparpajo, su competitividad, su amor por los colores… El día que perdamos eso, nuestra personalidad, dejaremos de ser el Athletic. Yo lo traslado a la música: aquí no seremos grandes genios como puede haber en Alemania o Estados Unidos, pero tenemos nuestros talentos y nuestros instrumentos: la txalaparta, la alboka, la triki… Y tenemos una forma muy personal de sentir el ritmo, tenemos nuestro espacio en el mundo. Y ese espacio lo tiene el Athletic. Ese sentir lo transmite Muniain, tan talentoso, pero también Toquero, que conecta gracias a su trabajo, a su esfuerzo, a su entrega… El Athletic es esa mezcla de talento y fuerza, de calidad e identificación.

De Muniain asombra su visión de las cosas a su edad. "40.000 contra once, que yo sepa, no es inferioridad", dijo el día que el Athletic derrotó con nueve al Almería.

J. Á. I.: Es una frase redonda, la frase del año. ¡Eso es el Athletic! Resume todo lo que hemos hablado: lo potente y sinfónico que suena San Mamés. Nuestro público es exigente, no anima sin más, pero sabe cuándo el equipo lo necesita. Y cuando ve esa necesidad, se vuelca y es único.

K. J.: Muniain es muy directo, muy vertical. Va siempre a por su objetivo. Lo identificaría con nuestra pandereta: mantiene el ritmo y, a su vez, se le oye desde muy lejos. Me gustaría poder verle en directo en Anoeta, pero tengo el derbi cultural de la Azoka, que también es muy importante y, al igual que el fútbol, mueve mucha gente y muchas ilusiones.

J. Á. I.: Yo también me apunto a ese derbi cultural. Daré una vuelta.

K. J.: Un año estuvimos firmando los discos de "Athletic Bihotzez".

J. Á. I.: Cómo no me iba a acordar si aún me duele la muñeca de tanta firma que echamos (ríe).

A Kepa no se lo digas: ha firmado uno por uno los discos que DEIA va a poner a la venta los sábados 4 (hoy), 11 y 18 de diciembre.

K. J.: Pero en esta profesión hay pocas cosas más gratificantes que el contacto con la gente: charlar, cantar, firmar unos discos... Para mí, eso es un privilegio. No entiendo al artista o al futbolista que evita a la gente.

J. Á. I.: A mí me halaga la ilusión con que mucha gente se acerca a darte la mano o a pedirte un autógrafo.

K. J.: Mira ese chaval de Guatemala con el que nos hemos fotografiado en el campo. Viene a visitar San Mamés y se topa con una leyenda como Iribar y con un músico. ¿Cómo le voy a negar una foto? Los artistas vascos debemos ganarnos los amigos uno a uno, no somos stars. Y este hombre, de vuelta en Guatemala, dirá que se ha sacado una foto con el mítico Iribar y con un músico vasco llamado Kepa Junkera, y alguno de sus amigos quizá busque mi nombre en internet, y tal vez escuche una canción, y tal vez compre mi disco por internet, y tal vez lo aconseje a sus amigos… Nunca se sabe en qué puede transformarse un sencillo gesto.

Exíto en la subasta benefica

(Fuente: Boletín distribuido en San Mamés en el partido Athletic Club - Villarreal 21/10/13)

LA FUNDACIÓN ATHLETIC CLUB CONSIGUIÓ RECAUDAR EN LA SUBASTA BENÉFICA DE LAS CAMISETAS UN TOTAL DE 14.516 EUROS, IMPORTE QUE IRÁ DESTINADO A CÁRITAS BIZKAIA


Se puede catalogar como de éxito rotundo la subasta de carácter solidario, organizada por la Fundación Athletic Club entre los días 4 y 14 de octubre. En total se recaudaron 14.516 euros, que serán donados a Cáritas Bizkaia para sus proyectos sociales. A través de la misma se pusieron a la venta a un precio de salida de 75 euros, las camisetas de todos los jugadores que participaron en el Athletic Club en la despedida del antiguo San Mamés frente a la selección de Bizkaia, excepto la de Iker Muniain quien, ese día, se encontraba concentrado con la selección española sub-21. Cada una de ellas está firmada por el respectivo jugador. Hubo un aficionado que pagó 3.750 euros por la elástica de Julen Guerrero, y otro, 1.806 euros por la de Dani, las dos más apreciadas. Por otro lado, no entraron en la subasta las de Gurpegi e Iribar, cuyas zamarras han pasado a formar parte de la colección del Museo Athletic Club, patrimonio de todos los socios y socias.