Artículo publicado por Alfredo Varona en la revista Mediapunta el 25/05/2012
Yo tenía 14 años y era un fanático del Athletic en Madrid. Vivía en Nuevos Ministerios, sólo había que atravesar la conflictiva zona de Azca y cruzar la Castellana para llegar a Chamartín. Y fui de la mano de mi padre a esa final de Copa del Rey de 1984 frente al Barcelona de hace 28 años. La primera impresión no se me olvidará jamás, con la policía deteniendo a viejos reventas, a la altura de ‘La Madrileña’, en la orilla del Bernabéu, que entonces presumía de la reforma que vivió con motivo del Mundial del 82. La siguiente fue desde el segundo anfiteatro, desde el que sólo se veían banderas del Athletic, que enarbolaban 50.000 hinchas, la mayoría de pie, como ya nunca más volverá a pasar. Sin embargo, hay algo que no ha cambiado en todos estos años. Entonces el fútbol ya era una pasión o, tal vez, una razón de ser que se conformó con un único gol, el de Endika, a solas frente a Urruti, el portero del Barcelona. Al día siguiente escuché, a través de Radio Nacional de España, casi al instante, el viaje de La Gabarra. Salió desde Las Arenas hasta Bilbao, acompañada de embarcaciones, traineras y miles de aficionados a ambos lados de la ría. Y, entre ellos, los trabajadores de los Altos Hornos, con sus monos azules. Han pasado 28 años y no ha vuelto a pasar.
Desde entonces, la espera es realista, pero no impaciente, como relata Andoni Goikoetxea, que fue uno de los héroes de aquel Athletic. Su voz está ahora a mi servicio, como hubiera sido imposible en el 84. Yo era un niño y él un corpulento defensa central que arrastraba páginas de periódicos y una incorregible fama de dureza. Sin embargo, en contra de los prejuicios, jamás en su vida hizo un marcaje al hombre. Y menos en ese Athletic, en el que Liceranzu y él marcaban “en zona”. Por eso ahora descarta que el fútbol haya cambiado tanto en estas tres décadas, en las que Goikoetxea no se deja avasallar por la nostalgia. “No, porque después he llevado la vida que quería llevar. No me he separado nunca del fútbol, y eso me ayuda a aceptar el paso del tiempo”. Y ha pasado, claro. Hoy, a diferencia del 84, ya no vive en el centro de Bilbao (“vivía en la calle Sabino Arana”), sino en Las Arenas, donde a La Gabarra le gustaría tanto volver a empezar. “La aspiración es ésa”, insiste Andoni, a sólo tres años de cumplir los 60, con una vida más pacífica y menos viajera. Sus dos hijas, una de las cuales aún no había nacido en 1984, ya no le necesitan como entonces. Son mujeres maduras, que estudiaron en la universidad (“una vive en Barcelona y la otra en Madrid”) y a las que sólo queda un recuerdo lejano del padre, vestido de futbolista. Porque hace décadas que Goikoetxea ya no ejerce de futbolista. Hubo un día en el que su relación con la pelota cambió para siempre.
“Veo todo el fútbol que puedo, pero ya no lo juego, porque son muchos impactos, y es malo para mi espalda: hago otro tipo de deporte más suave como la bicicleta”. Y la báscula ya no señala los 83 kilos de aquella imborrable noche en el Bernabéu. Pero no importa. Goikoetxea ahora es otro hombre, sin la urgencia de la victoria e incapaz de impresionarse por la evolución mediática de la vida. Los años le dan para eso y para saber que él nunca alcanzó en su cuenta corriente las sumas de dinero de los futbolistas de ahora. “También es verdad que entonces se pagaba en pesetas”. Pero, en todo caso, la pregunta obedece a otra idea: “¿Que si los futbolistas de ayer valdríamos para hoy? Para mí, sin ningún problema, pero me parece una pregunta estéril y con poca base”. Y entonces es como si Goikoetxea recordarse el pánico que provocaba Maradona cada vez que cogía la pelota. Su zurda era como la de Messi ahora, la mejor del mundo. “¿Cómo no iba a valer para hoy? Y no sólo Maradona. También Schuster, Víctor, Migueli…, cualquiera. Si entonces eran los mejores hoy lo seguirían siendo. Pero, claro, yo recuerdo que en mi época también se preguntaba cómo encajaría Di Stéfano en nuestro fútbol?” Así que Goikoetxea mira al pasado y no encuentra la prehistoria. “En realidad, el fútbol no ha cambiado tanto. Las reglas son las mismas, los balones muy parecidos
y las medidas del terreno también”.
“¡Vaya cuádriceps teníais!”
Otra cosa es que la vida se haya modernizado en estos 28 años. “En mi época había un gimnasio en Lezama, pero lo utilizábamos
poco y, a lo máximo, eran sesiones con poco peso y muchas repeticiones. Pero esto también era según los equipos, yo me acuerdo que la Juventus tenía fama de utilizar mucho el gimnasio”. Goiko tampoco conserva la camiseta de aquella noche en el Bernabéu, en la que nunca se cansó de despejar balones. Pero sí memoriza la fotografía de esa época y de esos años. “A veces, la gente me dice ‘vaya cuádriceps teníais los futbolistas de entonces’. Y yo les digo que eso es porque los pantalones eran más cortitos y se veían más, no por otra cosa”. Y, claro, el recuerdo es inseparable de aquel once que empezaba con Zubizarreta, Urkiaga, Goiko, Liceranzu y De la Fuente y terminaba con Dani, Sarabia y Argote. Y, entre medias, existían tres tipos que representaban orden y talento: Gallego, Urtubi y De Andrés. Toda esa gente fue algo más que un símbolo para Vizcaya en unos años donde existía la misma obsesión por la victoria. Yo era un niño, pero recuerdo el final del partido, a los jugadores del Barcelona persiguiendo a los del Athletic sin ninguna buena intención, a la melena rubia de Schuster, a los rizos de Maradona, a la rabia de Víctor…, incapaces de admitir el dolor de la perversa derrota. Goikoetxea también lo recuerda. Son ya 28 años, pero, en días así, la memoria no pierde el pasaporte. Ahora, es otro hombre que, aunque ya no figure en la nómina del Athletic, tiene la misma pasión. Por eso esta noche su vida no podría estar en otro sitio que no fuese el Calderón. Esta vez será comentarista de la Cadena Ser y una parte de su corazón estará en Las Arenas, donde el destino está deseando volver a empezar. Vizcaya ha esperado demasiado. Son 28 años peleando frente a esas pacíficas aguas de la ría que echan de menos al Athletic. Goikoetxea, también. Ha sido un sacrificio demasiado largo, pero él no quiere pronosticar. Él siempre fue un hombre prudente que en ese mítico verano del 84 jugó con la selección de Miguel Muñoz la Eurocopa de Francia. Era entonces un futbolista convencido de su propia importancia, como pasa casi siempre con el Athletic de ahora. ¿Acaso no es argumento suficiente para imaginar la victoria esta noche? Yo sigo simpatizando con el Athletic y con su once que, como hace 28 años, vuelve a recitarse de memoria con Gorka, Iraola, Javi Martínez, Amorebieta… Al fin y al cabo, el fútbol se hace de recuerdos así.