Artículo publicado por Arkaitz Aramendia en el diario Deia el 30/05/13
Un estrecho vínculo une a la Casa de Misericordia y el Athletic desde la inauguración del campo
Hace dos o tres años el cura de la capilla de San Mamés se dirigió a los que le escuchaban y les dijo algo así: "Tengo que comunicaros una mala noticia: ha muerto San Mamés". Todos levantaron la vista hacia la figura en la que se representa al santo con el león y se preguntaron a quién podía referirse. ¿Al chico de madera, el mártir que arrojaron a los leones para que fuese devorado y al que tuvieron que acabar matando con un tridente porque las bestias le lamían la piel en lugar de descuartizarlo a mordiscos? ¿Al viejo campo que, ya se sabía entonces, iba a ser derribado en unos años para levantar otro más moderno y, dicen, que mejor? De ninguno de ellos hablaba el cura, sino de un anciano residente en la Casa de Misericordia al que llamaban San Mamés porque había sido el modelo en el que se inspiró la talla de madera del santo que preside la capilla y al que se ruega, entre otros, que cuide del Athletic y sus leones.
Fue en los años 40, cuando la Casa de Misericordia estaba llena de niños. San Mamés, el modelo, era uno de esos chiquillos pobres sin hogar que cada dos domingos iba al campo a ver jugar al Athletic invitado por el club. Siempre hubo un estrecho vínculo entre ambas instituciones desde la inauguración del viejo campo de fútbol que se llamó así, San Mamés, por la ubicación en la que se asentó.
Esa era la colina de San Mamés, donde antes incluso de que se fundase Bilbao estaba la ermita de San Mamés (siglo XVII), que luego fue convento de Franciscanos donde se veneraba al santo y después, la Casa de Misericordia que levantó la Diputación de Bizkaia, se inauguró en 1872 y primeramente se llamó Asilo de San Mamés.
Pegado al edificio se acabó de construir en 1913 el campo del Athletic. En las fotos del primer San Mamés, se ve la Casa de Misericordia, con un piso menos que ahora y sin las cúpulas que se añadieron en los años 20. Por aquella época y hasta que el campo cogió altura, los ancianos y los empleados de la Misericordia subían en masa a la azotea y desde esa atalaya veían los partidos del Athletic, cuyos jugadores pasaban con cierta asiduidad por la casa para visitar a los niños pobres como San Mamés, que fue elegido como modelo por el escultor que hizo la talla de madera que preside la capilla donde se venera al santo. Hay otra figura más antigua en la Casa de Misericordia, una del siglo XIX, y las reliquias -los huesos y el cráneo de San Mamés- que la Diputación de Zaragoza regaló a la institución en los años 40.
Alquiler de almohadillas
Antes de que la UEFA las prohibiese por peligrosas, entre las posaderas de los aficionados que acudían a San Mamés y el frío y duro asiento se interponían unas mullidas, gruesas y pesadas almohadillas. Las alquilaba el Athletic, pero ese dinero no se quedaba en el club, sino que iba a parar a la Casa de Misericordia. Otra muestra del estrecho vínculo entre ambos que perdura porque, aunque ya no hay almohadillas que alquilar, los beneficios de la venta de entradas para ver las últimas finales en la pantallas gigantes de San Mamés también fueron a parar a la institución vecina.
La relación visual, en cambio, se oscureció cuando San Mamés cogió altura y desde la azotea de la Casa Misericordia ya no se podían ver los partidos. Impide la visión la tribuna norte, que siempre fue la de Misericordia, por la orientación, y la que elige el equipo para jugar la primera parte como una especie de superstición. Cerrada la atalaya privilegiada de la azotea desde hace años, los partidos del Athletic se siguen en la pantalla gigante de uno de sus salones. Los ancianos mantienen la devoción de los niños en cada encuentro que juega su equipo. Dicen en broma que el sentimiento Athletic es tan profundo entre los residentes de la casa que aquellos que no lo interiorizan tienen una convivencia cruda durante su estancia. Los que no son del Athletic, son arrojados a los leones.
jueves, 30 de mayo de 2013
San mamés, un hogar en la Grada Norte
Artículo publicado por Arkaitz Aramendia en el diario Deia el 30/05/13
En 1981, José Ángel Arandia tuvo que decir adiós a su casa debido a la ampliación de San Mamés
Con motivo del Mundial de 1982, cita de enjundia en la que San Mamés fue, junto con el José Zorrilla, sede de los partidos correspondientes al grupo D, La Catedral maquilló su silueta. Se modernizó para dar cobijo a un evento deportivo de primer nivel que trajo consigo la ampliación de las medidas del terreno de juego y la construcción de nuevos accesos al campo, entre otras cosas. Obras que permitieron incrementar en 5.000 el número de socios rojiblancos -entonces en torno a los 25.000- y que ocasionaron, como si de fichas de dominó se tratara, un hecho que ha quedado relegado a un segundo plano con el transcurrir de los años. Y es que aquellas remodelaciones que experimentó el fortín rojiblanco por valor de 700 millones de pesetas provocaron que numerosas familias residentes en las inmediaciones de San Mamés tuvieran que cambiar de hogar.
Uno de los vecinos afectados por aquellas obras encaminadas a ampliar La Catedral fue José Ángel Arandia, Xebe (Bilbao, 1974), empleado de la Santa Casa de Misericordia de Bilbao desde 1996 y secretario de la agrupación de peñas del Athletic. "Yo solo tenía siete años, pero todavía me acuerdo de cómo era la casa, de que vivíamos en la última planta, de que había jóvenes que trataban de subir al tejado para ver los partidos y, sobre todo, del día que tuvimos que irnos; fue el día de San Juan de 1981", apunta, preso de la nostalgia, Xebe, quien tras el derribo del edificio en el que completó sus siete primeros años de vida, encontró acomodo con sus padres en el barrio de Rekalde.
Un traslado que tuvo lugar después de días, semanas y meses de incertidumbre entre los vecinos de aquel inmueble situado en el número 5 de la calle Felipe Serrate, a escasos metros de la zona que ocupan actualmente las taquillas de San Mamés. "El edificio en el que vivíamos antes de que fuese demolido tenía almacenes en los bajos y pertenecía a la Casa de Misericordia, donde también trabajó mi padre y donde vivían tanto empleados como profesores; éramos cerca de 27 familias, ya que no todos los pisos estaban ocupados y recuerdo que mis padres pasaron por momentos de inquietud al no saber qué iba a pasar y dónde podríamos ir a vivir tras el derribo", confiesa José Ángel antes de recordar que, finalmente, por derribar aquel inmueble, el Athletic dio un dinero a La Misericordia e indemnizó a todos los vecinos, posibilitando así que las familias afectadas pudiesen afrontar con solvencia la búsqueda de un nuevo y acogedor hogar en el que continuar con sus vidas.
"Cada familia se fue a vivir a un lugar diferente, pero yo aún mantengo relación con algunos de ellos e incluso trabajo en La Misericordia con una de aquellas vecinas; han pasado 32 años, pero cuando nos vemos solemos recordar aquella época y sentimos nostalgia", reconoce José Ángel, quien vive con una mezcla de pena y melancolía los días previos al cierre definitivo del viejo San Mamés, donde antaño estuvo ubicada su casa: "Para mí es una pena porque ya no podremos sentir que vivimos dentro de La Catedral, pero por suerte pude despedirme el pasado domingo del campo y cumplir hace unos meses el sueño de ver un partido con mi mujer y mi hijo; fue esta misma temporada, ante el Valencia, y pude completar así el relevo generacional, ya que cuando era pequeño era con mi padre e incluso con mi madre con los que iba a San Mamés".
En honor a Iribar
No en vano, tal y como reconoce el propio José Ángel, su padre poseía un sentimiento Athletic tan profundo que optó ponerle el nombre en honor a Iribar, circunstancia que, con el transcurrir de los años, ha derivado en una anécdota. "Yo lo hice sin querer, pero mi hijo, que cumple hoy tres años, se llama Markel y el mayor de los tres que tiene Iribar también se llama Markel; es pura coincidencia, pero resulta llamativo y especial", apunta entre sonrisas Xebe, quien aún recuerda con alegría y ternura sus charlas con Canito cuando trabajaba en el jardín de La Misericordia.
Un amor hacia el Athletic al que se abraza para mandar fuerzas y ánimos a otra aficionada rojiblanca llamada Mari Carmen, miembro de la Peña Rojiblanca de Bargolla de Segovia y presa de un delicado estado de salud. Y es que, además de haber luchado junto con la Peña Deusto en pos de la supervivencia del arco de San Mamés, Xebe posee ese gen Athletic imposible de destruir.
Un arraigado sentimiento en rojo y blanco que heredó de su padre y que pasea con orgullo allá por donde va mientras trabaja en La Meca. Un lugar que antaño estuvo muy unido al Athletic a través de las donaciones procedentes desde Ibaigane y que ahora vive momentos complicados. Similares, salvando las distancias, a los que vivió José Ángel en las semanas previas a aquel día de San Juan de 1981, cuando tuvo que cambiar de casa, pero "no de colores" ni sentimientos; algo innegociable para un bilbaino que disfrutó de un hogar dentro de las aún intactas entrañas de San Mamés.
En 1981, José Ángel Arandia tuvo que decir adiós a su casa debido a la ampliación de San Mamés
Con motivo del Mundial de 1982, cita de enjundia en la que San Mamés fue, junto con el José Zorrilla, sede de los partidos correspondientes al grupo D, La Catedral maquilló su silueta. Se modernizó para dar cobijo a un evento deportivo de primer nivel que trajo consigo la ampliación de las medidas del terreno de juego y la construcción de nuevos accesos al campo, entre otras cosas. Obras que permitieron incrementar en 5.000 el número de socios rojiblancos -entonces en torno a los 25.000- y que ocasionaron, como si de fichas de dominó se tratara, un hecho que ha quedado relegado a un segundo plano con el transcurrir de los años. Y es que aquellas remodelaciones que experimentó el fortín rojiblanco por valor de 700 millones de pesetas provocaron que numerosas familias residentes en las inmediaciones de San Mamés tuvieran que cambiar de hogar.
Uno de los vecinos afectados por aquellas obras encaminadas a ampliar La Catedral fue José Ángel Arandia, Xebe (Bilbao, 1974), empleado de la Santa Casa de Misericordia de Bilbao desde 1996 y secretario de la agrupación de peñas del Athletic. "Yo solo tenía siete años, pero todavía me acuerdo de cómo era la casa, de que vivíamos en la última planta, de que había jóvenes que trataban de subir al tejado para ver los partidos y, sobre todo, del día que tuvimos que irnos; fue el día de San Juan de 1981", apunta, preso de la nostalgia, Xebe, quien tras el derribo del edificio en el que completó sus siete primeros años de vida, encontró acomodo con sus padres en el barrio de Rekalde.
Un traslado que tuvo lugar después de días, semanas y meses de incertidumbre entre los vecinos de aquel inmueble situado en el número 5 de la calle Felipe Serrate, a escasos metros de la zona que ocupan actualmente las taquillas de San Mamés. "El edificio en el que vivíamos antes de que fuese demolido tenía almacenes en los bajos y pertenecía a la Casa de Misericordia, donde también trabajó mi padre y donde vivían tanto empleados como profesores; éramos cerca de 27 familias, ya que no todos los pisos estaban ocupados y recuerdo que mis padres pasaron por momentos de inquietud al no saber qué iba a pasar y dónde podríamos ir a vivir tras el derribo", confiesa José Ángel antes de recordar que, finalmente, por derribar aquel inmueble, el Athletic dio un dinero a La Misericordia e indemnizó a todos los vecinos, posibilitando así que las familias afectadas pudiesen afrontar con solvencia la búsqueda de un nuevo y acogedor hogar en el que continuar con sus vidas.
"Cada familia se fue a vivir a un lugar diferente, pero yo aún mantengo relación con algunos de ellos e incluso trabajo en La Misericordia con una de aquellas vecinas; han pasado 32 años, pero cuando nos vemos solemos recordar aquella época y sentimos nostalgia", reconoce José Ángel, quien vive con una mezcla de pena y melancolía los días previos al cierre definitivo del viejo San Mamés, donde antaño estuvo ubicada su casa: "Para mí es una pena porque ya no podremos sentir que vivimos dentro de La Catedral, pero por suerte pude despedirme el pasado domingo del campo y cumplir hace unos meses el sueño de ver un partido con mi mujer y mi hijo; fue esta misma temporada, ante el Valencia, y pude completar así el relevo generacional, ya que cuando era pequeño era con mi padre e incluso con mi madre con los que iba a San Mamés".
En honor a Iribar
No en vano, tal y como reconoce el propio José Ángel, su padre poseía un sentimiento Athletic tan profundo que optó ponerle el nombre en honor a Iribar, circunstancia que, con el transcurrir de los años, ha derivado en una anécdota. "Yo lo hice sin querer, pero mi hijo, que cumple hoy tres años, se llama Markel y el mayor de los tres que tiene Iribar también se llama Markel; es pura coincidencia, pero resulta llamativo y especial", apunta entre sonrisas Xebe, quien aún recuerda con alegría y ternura sus charlas con Canito cuando trabajaba en el jardín de La Misericordia.
Un amor hacia el Athletic al que se abraza para mandar fuerzas y ánimos a otra aficionada rojiblanca llamada Mari Carmen, miembro de la Peña Rojiblanca de Bargolla de Segovia y presa de un delicado estado de salud. Y es que, además de haber luchado junto con la Peña Deusto en pos de la supervivencia del arco de San Mamés, Xebe posee ese gen Athletic imposible de destruir.
Un arraigado sentimiento en rojo y blanco que heredó de su padre y que pasea con orgullo allá por donde va mientras trabaja en La Meca. Un lugar que antaño estuvo muy unido al Athletic a través de las donaciones procedentes desde Ibaigane y que ahora vive momentos complicados. Similares, salvando las distancias, a los que vivió José Ángel en las semanas previas a aquel día de San Juan de 1981, cuando tuvo que cambiar de casa, pero "no de colores" ni sentimientos; algo innegociable para un bilbaino que disfrutó de un hogar dentro de las aún intactas entrañas de San Mamés.
martes, 28 de mayo de 2013
José Iragorri, con la camiseta de Guerrero, en la despedida oficial de San Mamés
Artículo publicado en elcorreo.com el 28/05/13
José Iragorri, que atraviesa por un delicado estado de salud, no se quiso perder la despedida oficial de San Mamés. El jefe de deportes de la emisora Radio Popular-Herri Irratia y narrador de los encuentros del Athletic, conocido por sus 'bacalao, bacalao' con el que canta los goles del Athletic, acudió el domingo a 'La Catedral' con la camiseta de Julen Guerrero.
Precisamente el excapitán rojiblanco se ha hecho eco de este hecho en su perfil de Facebook y ha colgado la fotografía en la que se ve a Iragorri de espaldas en una de las cabinas del centenario estadio. "Orgulloso de verle con mi camiseta en un día tan especial como la despedida de San Mamés. Para mí es un honor. ¡¡Eskerrik Asko José!! A seguir cantando BAKALAOS EN SAN MAMES BARRIA...", ha comentado Guerrero, quien le ha deseado "una feliz y pronta recuperación".
José Iragorri, que atraviesa por un delicado estado de salud, no se quiso perder la despedida oficial de San Mamés. El jefe de deportes de la emisora Radio Popular-Herri Irratia y narrador de los encuentros del Athletic, conocido por sus 'bacalao, bacalao' con el que canta los goles del Athletic, acudió el domingo a 'La Catedral' con la camiseta de Julen Guerrero.
Precisamente el excapitán rojiblanco se ha hecho eco de este hecho en su perfil de Facebook y ha colgado la fotografía en la que se ve a Iragorri de espaldas en una de las cabinas del centenario estadio. "Orgulloso de verle con mi camiseta en un día tan especial como la despedida de San Mamés. Para mí es un honor. ¡¡Eskerrik Asko José!! A seguir cantando BAKALAOS EN SAN MAMES BARRIA...", ha comentado Guerrero, quien le ha deseado "una feliz y pronta recuperación".
El rugido de San Mamés te mueve para crecer
Artículo publicado por Macu Briones en marca.com el 24/05/13
La sombra de Iribar es tan alargada que desde que su retirada hace 33 años, San Mamés suspira por encontrar un digno sucesor. Mito y leyenda viva de la historia del Athletic
Su imponente planta, su colocación y serenidad entre los palos y su peculiar indumentaria de color negro, en honor a su ídolo, Lev Araña Negra Yashin, convirtieron a El Chopo, durante 18 años, en el portero con mayúsculas del club rojiblanco.
Pregunta. ¿Cuando San Mamés sea ya historia, le va a doler el corazón a Iribar?
Respuesta. Ya estoy notando que el corazón me palpita. Me voy mentalizando, pero todavía no me lo creo, no me hago a la idea del cambio. Pero por suerte, el traslado no va a ser traumático porque el campo está al lado y vamos a adaptarnos todos fenomenalmente al nuevo estadio.
P. Caminar hacia la portería de Misericordia, ponerse entre los palos y ver las gradas llenas. El rugido de La Catedral.
R. Es una sensación inmejorable. Cuando San Mamés ruge, sobre todo en los partidos importantes, que han sido bastantes, esa sensación es la que te mueve para crecer futbolísticamente y como persona.
P. Su debut con el Athletic fueron unos minutos en Málaga. Pero seguro que su primer partido en San Mamés lo supera.
R. Fue inolvidable para mí . Además de jugar con mi equipo en San Mamés, que es un sueño, que fuera contra el Madrid ensalza un debut. En aquel equipo estaban Di Stéfano, Puskas, Amancio, Gento, que ese día no jugó, pero estaba Manolín Bueno. Ganaron 0-1 con un penalti inexistente porque la falta fue al borde del área pero bastante fuera, con el correspondiente escándalo. La gente estaba tirando almohadillas y no le dejaban tirar a Puskas. Yo, un ingenuo chaval debutante, fui hacia él, un jugador que junto a Di Stéfano estaba considerado de los mejores jugadores del mundo, y le dije que lo tirara fuera porque si no aquello iba a ser interminable. Y él con mucha sorna y con media sonrisa me dijo: "Sí, hijo puta". Aquello me chocó, pero Amancio y compañía me dijeron: "No te preocupes, esa es la primera palabra que ha aprendido y a todo el mundo le saluda así". Aquello me tranquilizó. Además, luego tuve una gran relación con él, dentro de que éramos rivales en el campo.
P. San Mamés dejará de existir pero el arco puede seguir estando presente. ¿Qué le gustaría que se hiciera con él?
R. El arco es parte de Bilbao. Me gustaría que se quedara en algún lugar bien visible.
P. Ganar la Liga parece lo máximo ahora, y en cambio la Copa parece una competición algo devaluada. Pero usted que ganó dos, seguro que no lo cambia por nada.
R. En aquella época teníamos mucha responsabilidad porque la gente nos pedía algún trofeo. La primera Copa que gané fue al tercer intento y hasta que no la ganamos nos sentíamos un poco presionados. Fue un alivio y una gran alegría. Y para mí, personalmente, ganar mi primera Copa era soñar con todo lo que podía venir después con el recibimiento de la afición y todo lo que rodea al Athletic.
P. Con 614 partidos a sus espaldas puede resultar difícil elegir, pero dígame un partido que recuerde con especial cariño.
R. Es muy complicado, pero a bote pronto se me ocurre el 5-0 al Madrid en el año 70. Aquello se te queda grabado porque es un resultado atípico y difícil y, además, ese año hicimos una temporada magnífica. Fuimos segundos y no ganamos la Liga por un pelo.
P. ¿Y el que más amargura le produjo? ¿Quizá la final de Copa del 77?
R. Sí, porque aquel año jugamos muy bien y la final contra el Betis en el Calderón fue un mazazo. Fue un partido extraño y atípico, porque acabó en penaltis y tuvimos que tirar 19 para decidir el vencedor. Esnaola, -al que desde aquí mando un abrazo porque se retira y le van a hacer un homenaje-, me detuvo el último penalti y me marcó el gol definitivo. Fue un mazazo, tanto para el equipo como a nivel personal.
P. Como técnico le tocó dirigir al Athletic en una temporada especialmente difícil, la 86-87 ¿La recuerda así?
R. Fue complicada pero ilusionante para mí porque ser entrenador del Athletic es un honor. Sabíamos que íbamos a tener dificultades porque era una temporada de transición después de las dos Ligas y la Copa. Los dos jugadores más significativos de la época, Zubizarreta y Julio Salinas, se marcharon, y además, acababa de entrar la Ley Bosman, lo que significaba un reto para nosotros. Fue un año agridulce porque comenzamos muy bien, incluso le ganamos 2-4 al Madrid. Pero luego las lesiones de jugadores importantes mermaron el equipo y terminamos jugando aquel playoff que se inventó el señor Irigoyen, presidente del Cádiz. Pero me quedo con lo bueno.
La sombra de Iribar es tan alargada que desde que su retirada hace 33 años, San Mamés suspira por encontrar un digno sucesor. Mito y leyenda viva de la historia del Athletic
Su imponente planta, su colocación y serenidad entre los palos y su peculiar indumentaria de color negro, en honor a su ídolo, Lev Araña Negra Yashin, convirtieron a El Chopo, durante 18 años, en el portero con mayúsculas del club rojiblanco.
Pregunta. ¿Cuando San Mamés sea ya historia, le va a doler el corazón a Iribar?
Respuesta. Ya estoy notando que el corazón me palpita. Me voy mentalizando, pero todavía no me lo creo, no me hago a la idea del cambio. Pero por suerte, el traslado no va a ser traumático porque el campo está al lado y vamos a adaptarnos todos fenomenalmente al nuevo estadio.
P. Caminar hacia la portería de Misericordia, ponerse entre los palos y ver las gradas llenas. El rugido de La Catedral.
R. Es una sensación inmejorable. Cuando San Mamés ruge, sobre todo en los partidos importantes, que han sido bastantes, esa sensación es la que te mueve para crecer futbolísticamente y como persona.
P. Su debut con el Athletic fueron unos minutos en Málaga. Pero seguro que su primer partido en San Mamés lo supera.
R. Fue inolvidable para mí . Además de jugar con mi equipo en San Mamés, que es un sueño, que fuera contra el Madrid ensalza un debut. En aquel equipo estaban Di Stéfano, Puskas, Amancio, Gento, que ese día no jugó, pero estaba Manolín Bueno. Ganaron 0-1 con un penalti inexistente porque la falta fue al borde del área pero bastante fuera, con el correspondiente escándalo. La gente estaba tirando almohadillas y no le dejaban tirar a Puskas. Yo, un ingenuo chaval debutante, fui hacia él, un jugador que junto a Di Stéfano estaba considerado de los mejores jugadores del mundo, y le dije que lo tirara fuera porque si no aquello iba a ser interminable. Y él con mucha sorna y con media sonrisa me dijo: "Sí, hijo puta". Aquello me chocó, pero Amancio y compañía me dijeron: "No te preocupes, esa es la primera palabra que ha aprendido y a todo el mundo le saluda así". Aquello me tranquilizó. Además, luego tuve una gran relación con él, dentro de que éramos rivales en el campo.
P. San Mamés dejará de existir pero el arco puede seguir estando presente. ¿Qué le gustaría que se hiciera con él?
R. El arco es parte de Bilbao. Me gustaría que se quedara en algún lugar bien visible.
P. Ganar la Liga parece lo máximo ahora, y en cambio la Copa parece una competición algo devaluada. Pero usted que ganó dos, seguro que no lo cambia por nada.
R. En aquella época teníamos mucha responsabilidad porque la gente nos pedía algún trofeo. La primera Copa que gané fue al tercer intento y hasta que no la ganamos nos sentíamos un poco presionados. Fue un alivio y una gran alegría. Y para mí, personalmente, ganar mi primera Copa era soñar con todo lo que podía venir después con el recibimiento de la afición y todo lo que rodea al Athletic.
P. Con 614 partidos a sus espaldas puede resultar difícil elegir, pero dígame un partido que recuerde con especial cariño.
R. Es muy complicado, pero a bote pronto se me ocurre el 5-0 al Madrid en el año 70. Aquello se te queda grabado porque es un resultado atípico y difícil y, además, ese año hicimos una temporada magnífica. Fuimos segundos y no ganamos la Liga por un pelo.
P. ¿Y el que más amargura le produjo? ¿Quizá la final de Copa del 77?
R. Sí, porque aquel año jugamos muy bien y la final contra el Betis en el Calderón fue un mazazo. Fue un partido extraño y atípico, porque acabó en penaltis y tuvimos que tirar 19 para decidir el vencedor. Esnaola, -al que desde aquí mando un abrazo porque se retira y le van a hacer un homenaje-, me detuvo el último penalti y me marcó el gol definitivo. Fue un mazazo, tanto para el equipo como a nivel personal.
P. Como técnico le tocó dirigir al Athletic en una temporada especialmente difícil, la 86-87 ¿La recuerda así?
R. Fue complicada pero ilusionante para mí porque ser entrenador del Athletic es un honor. Sabíamos que íbamos a tener dificultades porque era una temporada de transición después de las dos Ligas y la Copa. Los dos jugadores más significativos de la época, Zubizarreta y Julio Salinas, se marcharon, y además, acababa de entrar la Ley Bosman, lo que significaba un reto para nosotros. Fue un año agridulce porque comenzamos muy bien, incluso le ganamos 2-4 al Madrid. Pero luego las lesiones de jugadores importantes mermaron el equipo y terminamos jugando aquel playoff que se inventó el señor Irigoyen, presidente del Cádiz. Pero me quedo con lo bueno.
San Mamés apaga sus luces por última vez tras un partido oficial
Fuente eitb.com
La Catedral vivió el domingo el último partido oficial de su historia. El Athletic jugó ante el Levante y tras el partido, cuando ya no quedaba nadie, las luces se apagaron para siempre.
La Catedral vivió el domingo el último partido oficial de su historia. El Athletic jugó ante el Levante y tras el partido, cuando ya no quedaba nadie, las luces se apagaron para siempre.
lunes, 27 de mayo de 2013
Disfruté mucho más en mi etapa como jugador
Artículo publicado por Macu Briones en marca.com el 25/05/13
Fue una referencia como centrocampista del Athletic, conquistando dos Copas
Koldo Agirre ha escrito la historia del Athletic y de San Mamés, como jugador, durante las 12 temporadas que vistió la zamarra rojiblanca, y como entrenador, dirigiendo a aquel equipo que fue finalista de la UEFA y de la Copa en 1977.
También como coordinador de Lezama, entre 1990 y 1994. Le ha dado muchas cosas al Athletic y, a sus 74 años, se las sigue dando, ejerciendo de embajador del club en sus visitas a las peñas rojiblancas.
Pregunta. ¿Qué sensaciones le produce que San Mamés vaya a dejar de existir en tan pocas fechas?
Respuesta. Esto es como cuando tienes una casa en la que estás muy a gusto, pero se va haciendo vieja y sabes que tienes que cambiar. Vas a ir a otra casa mejor y te olvidas un poco de la otra. Pero en este caso no sé si me va a pasar eso porque aquí hay muchas vivencias y muchas historias. La vida sigue y hay que cambiar. Pero aunque en el otro voy a estar bien y cómodo, este campo no se me va a olvidar en la vida porque aquí he vivido muchas cosas.
P. ¿Qué ha vivido Koldo Agirre sobre este césped?
R. Primero, empezar a jugar con la selección juvenil, que fue una cosa importantísima en mi vida. Sin haber salido casi del pueblo, de Sondika, de repente te ves jugando en la selección juvenil de Bizkaia. Jugamos contra Navarra y todo el pueblo vino a verme. Fue precioso. Y luego, el debut aquí con el Athletic. Fue en un amistoso ante el Burnley inglés. Fue cuando el entrenador, Daucik, sacó a Carmelo de delantero centro. Eso fue su ruina, porque a la semana siguiente le echaron.
P. Tardó en debutar con el Athletic. ¿Le costó adaptarse a aquel equipo brillante que venía de conseguir el doblete la temporada anterior.
R. Me costó debutar, pero me sentí muy arropado desde el principio porque era un equipo que había hecho cosas importantes y era más fácil debutar en ese grupo que hacerlo en uno que anda mal. Yo aparecí allí, un chavalito del pueblo, y me trataron muy bien. Por eso fue más fácil mi debut.
P. Pero luego jugó toda la Copa del 58 y le ganaron a aquel Madrid campeón de Europa.
R. Sí. Y les ganamos en su campo. Ese es de los recuerdos más importantes que tengo en el Athletic.
P. ¿Solía usted bajar en moto a San Mamés?
R. Tenía una Vespa, pero bajaba pocas veces porque el club no nos dejaba andar en moto.
P. Se hizo un nombre en el Athletic, y como capitán disputó en el 68 los treintaydosavos de final de la Copa de Ferias ante el Liverpool. ¿Recuerda aquella eliminatoria?
R. La gente me pregunta muchas veces: ¿es verdad que ganaste una eliminatoria a cara y cruz?. Pues sí. Habíamos ganado aquí 2-1 y allí se dio el mismo resultado. Luego en la prórroga no se movió el marcador y como no había penaltis se hizo a cara o cruz, rojo o azul. El árbitro me daba las explicaciones en inglés y yo no me enteraba.
Entonces le dije al masajista que llamara al presidente, Javier Prado, que hablaba muy bien inglés. Para cuando bajó ya habían tirado una moneda. Salió azul. Yo pensaba que ya había perdido, pero esa moneda era para ver quién pedía de los dos. Ellos pidieron rojo y volvió a salir azul. Aunque no podía ni con el alma, pegué un salto que todos los que estaban allí salieron corriendo.
P. Como entrenador dirigió al Athletic en 137 encuentros. ¿Qué le ha llenado más su etapa como jugador o como técnico?
R. Como entrenador he hecho cosas importantes, pero como jugador he disfrutado mucho más.
P. Usted logró llevar al Athletic a dos finales por primera vez en la misma temporada, Copa y UEFA. Y perdieron ambas. Tiene mucho en común con Marcelo Bielsa...
R. Yo diría que él las tiene en común conmigo.
P. ¿Qué cree que ha aportado Bielsa al Athletic?
R. Marcelo Bielsa ha innovado y ha conseguido que algunos jugadores hayan crecido y hayan mejorado muchísimo con su trabajo. Hay que darle ese mérito.
P. Y con el arco, ¿qué le gustaría que ocurriese?
R. Me gustaría que estuviese en un sitio que se viera y que los aficionados, los viejos y los nuevos, puedan seguir disfrutando de él.
Fue una referencia como centrocampista del Athletic, conquistando dos Copas
Koldo Agirre ha escrito la historia del Athletic y de San Mamés, como jugador, durante las 12 temporadas que vistió la zamarra rojiblanca, y como entrenador, dirigiendo a aquel equipo que fue finalista de la UEFA y de la Copa en 1977.
También como coordinador de Lezama, entre 1990 y 1994. Le ha dado muchas cosas al Athletic y, a sus 74 años, se las sigue dando, ejerciendo de embajador del club en sus visitas a las peñas rojiblancas.
Pregunta. ¿Qué sensaciones le produce que San Mamés vaya a dejar de existir en tan pocas fechas?
Respuesta. Esto es como cuando tienes una casa en la que estás muy a gusto, pero se va haciendo vieja y sabes que tienes que cambiar. Vas a ir a otra casa mejor y te olvidas un poco de la otra. Pero en este caso no sé si me va a pasar eso porque aquí hay muchas vivencias y muchas historias. La vida sigue y hay que cambiar. Pero aunque en el otro voy a estar bien y cómodo, este campo no se me va a olvidar en la vida porque aquí he vivido muchas cosas.
P. ¿Qué ha vivido Koldo Agirre sobre este césped?
R. Primero, empezar a jugar con la selección juvenil, que fue una cosa importantísima en mi vida. Sin haber salido casi del pueblo, de Sondika, de repente te ves jugando en la selección juvenil de Bizkaia. Jugamos contra Navarra y todo el pueblo vino a verme. Fue precioso. Y luego, el debut aquí con el Athletic. Fue en un amistoso ante el Burnley inglés. Fue cuando el entrenador, Daucik, sacó a Carmelo de delantero centro. Eso fue su ruina, porque a la semana siguiente le echaron.
P. Tardó en debutar con el Athletic. ¿Le costó adaptarse a aquel equipo brillante que venía de conseguir el doblete la temporada anterior.
R. Me costó debutar, pero me sentí muy arropado desde el principio porque era un equipo que había hecho cosas importantes y era más fácil debutar en ese grupo que hacerlo en uno que anda mal. Yo aparecí allí, un chavalito del pueblo, y me trataron muy bien. Por eso fue más fácil mi debut.
P. Pero luego jugó toda la Copa del 58 y le ganaron a aquel Madrid campeón de Europa.
R. Sí. Y les ganamos en su campo. Ese es de los recuerdos más importantes que tengo en el Athletic.
P. ¿Solía usted bajar en moto a San Mamés?
R. Tenía una Vespa, pero bajaba pocas veces porque el club no nos dejaba andar en moto.
P. Se hizo un nombre en el Athletic, y como capitán disputó en el 68 los treintaydosavos de final de la Copa de Ferias ante el Liverpool. ¿Recuerda aquella eliminatoria?
R. La gente me pregunta muchas veces: ¿es verdad que ganaste una eliminatoria a cara y cruz?. Pues sí. Habíamos ganado aquí 2-1 y allí se dio el mismo resultado. Luego en la prórroga no se movió el marcador y como no había penaltis se hizo a cara o cruz, rojo o azul. El árbitro me daba las explicaciones en inglés y yo no me enteraba.
Entonces le dije al masajista que llamara al presidente, Javier Prado, que hablaba muy bien inglés. Para cuando bajó ya habían tirado una moneda. Salió azul. Yo pensaba que ya había perdido, pero esa moneda era para ver quién pedía de los dos. Ellos pidieron rojo y volvió a salir azul. Aunque no podía ni con el alma, pegué un salto que todos los que estaban allí salieron corriendo.
P. Como entrenador dirigió al Athletic en 137 encuentros. ¿Qué le ha llenado más su etapa como jugador o como técnico?
R. Como entrenador he hecho cosas importantes, pero como jugador he disfrutado mucho más.
P. Usted logró llevar al Athletic a dos finales por primera vez en la misma temporada, Copa y UEFA. Y perdieron ambas. Tiene mucho en común con Marcelo Bielsa...
R. Yo diría que él las tiene en común conmigo.
P. ¿Qué cree que ha aportado Bielsa al Athletic?
R. Marcelo Bielsa ha innovado y ha conseguido que algunos jugadores hayan crecido y hayan mejorado muchísimo con su trabajo. Hay que darle ese mérito.
P. Y con el arco, ¿qué le gustaría que ocurriese?
R. Me gustaría que estuviese en un sitio que se viera y que los aficionados, los viejos y los nuevos, puedan seguir disfrutando de él.
El Athletic Club (desde mis gafas de pasta) (IV)
Artículo publicado por Lartaun de Auzmendi en jotdown.es
(Al escribir esta pieza no pretendo pontificar, provocar adhesión, empatía, coincidencia, alterar los ánimos, ni siquiera una identificación con el texto. La única razón que me mueve a escribir este artículo es la de poner luz sobre qué es para mí el club de mis amores. Otra luz. Un foco tan válido, o no, como tantísimos otros que durante los más de 114 años de historia se han publicado sobre el Athletic Club. Nada más.)
Un poco de presente
En la primera temporada completa del XXI el Athletic Club decidió dar una segunda oportunidad a Jupp Heynckes en el banquillo. Fueron dos años en los que se estuvo cerca de entrar en Europa pero al equipo aún le faltaba una renovación más profunda y un entrenador con ilusión por su trabajo.
Las dos campañas siguientes fueron del agrado del aficionado. Con el “Txingurri“ Valverde en el banco y una propuesta futbolística atractiva, el equipo quedó quinto y se ganó el derecho a jugar la UEFA. La 2004/05 se comenzó muy bien con aquella goleada a domicilio al Standard de Lieja por 1-7 como hecho llamativo. El equipo fue pinchando hasta acabar fuera de puestos uefos y con Valverde negándose a renovar. Nadie podía imaginar lo que esperaba a la vuelta de la esquina.
Las campañas 2005/06 y 2006/07 helaron la sangre a los seguidores del Athletic. En la primera de ellas se comenzó con un entrenador plano como Mendilibar para terminar sustituyéndole un Javier Clemente en la que iba a ser su tercera etapa en el banquillo. El Athletic Club se salvó de bajar a Segunda en la penúltima jornada al vencer por 1-2 en Riazor. La segunda temporada tuvo a Sarriugarte como jefe hasta que fue relevado por Mané. El drama, esta vez, llegó más allá. Hubo que esperar a la última jornada para derrotar en casa por 2-0 a un Levante que no se jugaba nada en lo deportivo con goles de Serrano en propia puerta e Igor Gabilondo, ambos en la segunda parte. Un partido del que muchos, por lo menos, dudamos. Y es que, tiempo después, el periodista valenciano Vicente Ordaz emitía una grabación sobre una conversación telefónica entre el granota Iñaki Descarga y el rojiblanco Joseba Etxeberria que hablaba por sí sola. La Justicia prefirió mirar para otro lado. Así se cerraba el bienio negro.
La llegada de Joaquín Caparrós a la caseta del equipo resultó muy positiva. Fueron cinco años de equipo sólido, canteranos promocionados y el brillo de dos futbolistas de primera línea: Javi Martínez y Fernando Llorente. No es que el fútbol de Caparrós gustara a casi nadie, pero no se le podía negar robustez y una cierta eficacia. Dos clasificaciones para la Europa League y la disputa de una final de Copa 24 años después son mérito del utrerano y su plantilla. En su haber también hay que destacar su visión para rescatar, de una cesión, a un aparente jornalero del fútbol de bronce llamado Toquero. Gaizka Toquero respondió a la confianza que el míster depositó en él y desde la fuerza de sus armas —alejadas de esa técnica tan ensalzada como único valor hoy en día— fue capaz de dotar al equipo de un corazón y una entrega del nivel de las que mostraron mitos rojiblancos como Belauste, Mauri, Uriarte, Guisasola, Goiko, o Dani. La tan necesaria función de un jugador del Athletic Club con el que el público de San Mamés se pudiera identificar.
Pero llegaron las nuevas elecciones a presidente de la entidad y Fernando García Macua —tremendamente perseguido por socios, aficionados y cierta prensa por no ser nacionalista— pretendía repetir cuatro años más. Para impedirlo, el partido que hegemónicamente ha dominado la sociedad vasca y el club desde la llegada de la democracia puso a sus fontaneros al servicio del aspirante: Josu Urrutia. El excentrocampista de Deusto, además de los avales económicos de una de las constructoras de cabecera del PNV y el apoyo de los batzokis y demás tentáculos sociales, necesitaba un frontman, un entrenador que hiciera que los dudosos acudieran a confiarle su voto. Alguien que fuera lo opuesto a Caparrós y que el solo hecho de pronunciar su nombre generase ilusión a espuertas.
Entran Valdano y Segurola.
Quienes conocen a Jorge Alberto Valdano saben que es un absoluto enamorado de San Mamés. Valdano acude al campo bilbaino varias veces al año, bien por trabajo o por simple devoción. A Santiago Segurola no hace falta presentarle ni medirle su amor por el Athletic Club. Pues bien, Marcelo Bielsa dice no al Sevilla, a la Real Sociedad, al Inter y hasta al sursuncorda porque Segurola y Valdano le convencen para ir a Bilbao de la mano de Urrutia, presumible ganador de los comicios.
Urrutia ganó y comenzó la era Bielsa. Del “Loco” se decía saber poco en un inicio. Que si había dejado tirado al Espanyol hacía unos años para irse a entrenar a Argentina, que si su apodo era por algo, que había logrado aupar a Chile muy por encima de sus posibilidades, que era amigo de Guardiola, que no concedía entrevistas… pequeñeces. ¿Y de fútbol, qué?
De fútbol todo. A Bielsa le costó unas semanas desplegar su libreta y que los jugadores entendieran ese juego preciosista, de imprescindible solidaridad extenuante, un fútbol de rabiosa presión desde el ariete al último de los defensas. Los jugadores aprendieron nuevos caminos, el balón volvía a ser necesario para ganar, el esfuerzo y la generosidad se tornaron indiscutibles. Y así fueron capaces de realizar una brillantísima Europa League, una muy meritoria Copa y una más que aceptable Liga. Los Llorente, Iraola, Javi Martínez, Herrera, De Marcos y Muniain dieron un salto hacia arriba de un par de escalones para dejar boquiabiertos a crítica y público.
Poco a poco se fue sabiendo que las formas de Bielsa no resultaban del agrado de todos, pero el equipo iba como un cohete y merecía la pena. Se disputaron las dos finales de los torneos del KO y si bien las actuaciones en las mismas dejaron mucho que desear, los aficionados del Athletic exudaban alegría ante la tremenda transformación del equipo. “A lo Loco se vive mejor”, le cantaban a Bielsa una y otra vez. Con denuedo, sin descanso.
El rosarino renovó su contrato por otra temporada, y a mediados de julio todos esperaban que las cosas se mantuvieran al nivel de la temporada 2011/12. O que fueran a mejor, que para eso “somos de Bilbao”.
Pero nada de eso iba a ocurrir. Recién llegado de sus vacaciones, Bielsa incendió el verano por considerar que las obras que había ordenado realizar en las instalaciones de Lezama estaban mal e iban con retraso. El proyecto de transformación parcial de Lezama había sido realizado por —oh, sorpresa— la mujer del técnico argentino, arquitecta a la sazón. El matrimonio Bielsa había estado toda la temporada previa viviendo en el Hotel Embarcadero de Getxo y la esposa del “Loco” no quería pasar ni un minuto más allí. Necesitaba un hogar en Lezama. El asunto se le fue tanto de las manos al entrenador que llegó a violentar físicamente al responsable de la obra en un hecho sin precedentes en la historia del club. Mal inicio.
Por su parte, Fernando Llorente y Javi Martínez, recientemente proclamados campeones de Europa, mostraban de una u otra manera su deseo de abandonar el club. Al tratarse de dos casos distintos, necesitan dos tratamientos diferentes.
El navarro, excelente medio centro pese a haber jugado como central con Bielsa, tenía una oferta firme del Bayern de Múnich. Un ofrecimiento que satisfacía, sobre todo, las aspiraciones deportivas del de Aiegi. Durante semanas pidió a Urrutia que le dejara marchar a Alemania por una cantidad sensiblemente inferior a la que marcaba su cláusula. El club, lógicamente, se remitió a la cifra pactada en contrato entre ambas partes. O ponía 40 millones sobre la mesa o no le quedaba otra que permanecer en Bilbao. Hubo tiras pero no aflojas. Los padres del navarro llegaron incluso a pedir un gesto a la entidad de Ibaigane, dejando a Javi en una situación un tanto ridícula para alguien al que se le supone la madurez de un adulto. El caso es que finalmente el club bávaro llegó con el cheque por valor de 40 kilos y Martínez acudió a depositarlo a la sede de la LFP como marca la norma. Se ponía así fin a muchos días de incertidumbre, mal ambiente, peticiones de rebaja y hasta un viaje a escondidas a Alemania para pasar el reconocimiento médico con el club alemán.
A nadie se le puede afear el deseo de mejorar deportivamente, solo faltaba. De hecho, su propia llegada al primer equipo procedente de Osasuna siendo un juvenil tras el pago de la cláusula de 6 millones de euros era exactamente lo mismo, o casi, ya que en aquella ocasión el Athletic Club puso el dinero sin regatear ni desestabilizar el ambiente durante semanas. Llegó, pagó y se lo llevó. En cualquier caso, Javi fichó por la entidad bilbaina para mejorar en su carrera como futbolista. Ahora hacía lo mismo. Se fue, eso sí, algo a la francesa como él mismo reconocería días más tarde desde Múnich. En una rueda de prensa con cara compungida relató su intención de volver pronto a Bilbao y despedirse de todos como una persona educada. Perfecto. La cuestión es que el chico cuyos padres pidieron árnica al Athletic para que pudiera cumplir su sueño bávaro apareció por las instalaciones de Lezama acompañado de varios amigos para, con alevosía y nocturnidad, saltar la valla del recinto rojiblanco y así poder vaciar su taquilla —que ya estaba vaciada por el club— y recoger sus pertenencias. El pastel se descubrió gracias a una información publicada en la web vizcaína de El Desmarque y nadie pudo desmentirla. Ahí acabó la relación de afecto de los aficionados rojiblancos hacia quien con gran valor y destreza había defendido los colores del Athletic durante seis campañas.
El caso de Fernando Llorente, que aún colea, tiene otro perfil. Durante muchos meses, el hermano y representante del ariete campeón del Mundo y de Europa había estado negociando en Ibaigane una mejora y ampliación de contrato cuyo fin señala el 30 de junio de 2013. La directiva del club, tras muchas conversaciones, dijo que no podía subir de cuatro millones y medio netos anuales para el de Rincón de Soto. Urrutia estaba dispuesto a invertir cada año del futuro contrato de Llorente un 10% del presupuesto total del club. Pero Fernando y su hermano pedían cinco millones y medio. Alrededor de un año negociando por dinero para que a mediados de agosto, con la temporada a punto de iniciarse, el representante llamara al presidente alegando que su hermano se quería ir “por aspiraciones deportivas que el club no podía colmar”. Todo un año yendo a por Rolex y ahora pedían perretxikos. Una auténtica tomadura de pelo. ¿O es que acaso el Athletic Club se había deshecho de sus principales activos de la temporada pasada al estilo Valencia o Málaga y ya no podían aspirar a nada? ¿No contaban prácticamente con el mismo plantel que les había hecho llegar a las finales de Bucarest y Madrid? ¿Por qué negociaron tantos meses por dinero si el proyecto deportivo les era insuficiente? Son preguntas que algún día Fernandito (Clemente dixit) podrá responder si tiene a bien. Aun así, Floris (como le llaman sus compañeros de vestuario) siguió y sigue pidiendo su salida del club aunque a diferencia del caso Javi Martínez nadie venga con el cheque que muestre la cantidad íntegra de su cláusula. Por pedir que no quede… y por el camino, mal ambiente en la primera plantilla en la que están hasta la coronilla de Llorente.
Mucho se ha escrito sobre si el club le tendría que haber vendido en verano o ahora en invierno. Cualquiera de las posturas tiene sus pros y sus contras y son claramente defendibles pero desde mi punto de vista —que puedo compartir o no— Urrutia ha querido marcar un camino para futuras peticiones de jugadores clave o canteranos con buen cartel. Quien juega en el Athletic sabe que puede hacerlo hasta que se retire en muchos casos. La inversión en los jugadores es grande, se les paga muy bien y tienen la titularidad casi asegurada. Además, el caladero en el que puede pescar el club para poder competir es voluntariamente estrecho. Por eso, creo que el mensaje a navegantes está siendo nítido: “Si te quieres ir algún día, por la razón que fuera, que sepas que nosotros respetamos los contratos y pedimos que se respeten. O traes hasta el último céntimo o vas apañado”. Más o menos.
La temporada, casi perdida con la eliminación de Europa y Copa, queda para ver si más temprano que tarde el equipo consigue alejarse de los puestos de peligro y se salva para el mes de marzo o abril. Cualquier pensamiento en luchar por clasificarse para Europa es ahora mismo poco menos que una quimera. No han sido solo los casos de los futbolistas que han querido salir, el mismo Bielsa está siendo un generador de ruido sobre todo interno. Es de sobra conocido que la plantilla está harta de sus métodos, sus caprichos y la rigidez con la que funciona en el día a día. Y eso se nota, vaya que si se nota. El equipo no juega ni parecido al año pasado, el compromiso pétreo de la temporada anterior no aparece por ninguna parte. Las alineaciones no parecen tan equilibradas y continuistas como las de la campaña anterior. Javi Martínez se fue, Llorente ya ha anunciado que se va en junio y casi nadie duda que Bielsa tiene fecha de caducidad coincidente con la de Llorente.
El caso de Fernando Amorebieta, el sobrevalorado central internacional venezolano, es otro de los granos con los que cuenta ahora el club; si bien menor. El central, cuyos defectos relucen mucho más que sus virtudes en el campo, se ha descolgado con una petición millonaria para renovar. El Athletic Club, en una decisión que no alcanzo a comprender ni lo más mínimo, le ofrece dos millones limpios por año. Una barbaridad por alguien que no es capaz de hacer un año, ni siquiera uno, al más alto nivel. De ahí que Bielsa haya colocado como titular a un chico francés de la cantera de 18 años y que responde al nombre de Aymeric Laporte. Y ciertamente no desentona más que Amore.
Mientras tanto, el último jugador realmente especial salido de Lezama, Iker Muniain, se encuentra con la moral por los suelos según se dice. Muniain es un extraordinario jugador al que quizá la cabeza no acompañe tanto, pero que podría llegar a marcar una época en el equipo si se centrara y quisiera crecer. Podríamos estar ante un fenómeno del calibre de Julen Guerrero si explotara pronto. Pero aún es un melón parcialmente por abrir; dependerá, sobre todo, de él ponerse las pilas y decidir quién quiere ser. Porque si quisiera, marcaría una época en el verde de San Mamés Barria.
No quisiera dejar la labor de Josu Urrutia de lado. El que fuera notable jugador rojiblanco en los noventa, no parece preparado para la labor que implica presidir una institución como el Athletic Club. Pondré un ejemplo para hacerme entender. Cuando se hicieron públicas las dos grabaciones de la charla privada de fin de curso de Bielsa, el club tardó en salir a la palestra. Siendo muy graves las filtraciones —que no el contenido de las mismas— Urrutia despachó el asunto en rueda de prensa con un “ni las he oído ni las pienso oír”. Solo caben dos opciones ante esas palabras. La primera, y más probable, es que el presidente mintiera. Mal. La segunda, e improbable, que estuviera declarando que un asunto de tamaña gravedad le importaba un comino al máximo dirigente del club. De locos.
Corolario
Creo firmemente que el club de mis amores es algo muy especial. No digo que sea mejor que cualquier otro, de verdad. Solo quiero dejar claro que para alguien que como yo lleva viendo partidos del Athletic desde hace 35 años, su planteamiento , su filosofía, su representatividad, lo hacen único pero no mejor.
En las últimas décadas hemos sufridos algunos altos y muchos bajos, lo sé. Pero a mí eso me preocupa relativamente. Lo que yo le pido al Athletic Club es seriedad, compromiso, que compita, respeto por los más de 114 años de historia que le contemplan y que los cambios de rumbo —si los hubiere— los decida directamente el dueño que no es otro que el socio. Solo así las dificultades lógicas derivadas de la auto elegida forma de ser podrán ser combatidas de la mejor manera posible. Y si algún día caemos al pozo de la segunda división, que sea siendo el club que hemos sido durante tantísimos años. Una institución que representa algo más que un equipo que juega al fútbol todos los domingos, el Athletic Club. Como dijera L’Equipe en su día: caso único en la historia del fútbol mundial.
(Al escribir esta pieza no pretendo pontificar, provocar adhesión, empatía, coincidencia, alterar los ánimos, ni siquiera una identificación con el texto. La única razón que me mueve a escribir este artículo es la de poner luz sobre qué es para mí el club de mis amores. Otra luz. Un foco tan válido, o no, como tantísimos otros que durante los más de 114 años de historia se han publicado sobre el Athletic Club. Nada más.)
Un poco de presente
En la primera temporada completa del XXI el Athletic Club decidió dar una segunda oportunidad a Jupp Heynckes en el banquillo. Fueron dos años en los que se estuvo cerca de entrar en Europa pero al equipo aún le faltaba una renovación más profunda y un entrenador con ilusión por su trabajo.
Las dos campañas siguientes fueron del agrado del aficionado. Con el “Txingurri“ Valverde en el banco y una propuesta futbolística atractiva, el equipo quedó quinto y se ganó el derecho a jugar la UEFA. La 2004/05 se comenzó muy bien con aquella goleada a domicilio al Standard de Lieja por 1-7 como hecho llamativo. El equipo fue pinchando hasta acabar fuera de puestos uefos y con Valverde negándose a renovar. Nadie podía imaginar lo que esperaba a la vuelta de la esquina.
Las campañas 2005/06 y 2006/07 helaron la sangre a los seguidores del Athletic. En la primera de ellas se comenzó con un entrenador plano como Mendilibar para terminar sustituyéndole un Javier Clemente en la que iba a ser su tercera etapa en el banquillo. El Athletic Club se salvó de bajar a Segunda en la penúltima jornada al vencer por 1-2 en Riazor. La segunda temporada tuvo a Sarriugarte como jefe hasta que fue relevado por Mané. El drama, esta vez, llegó más allá. Hubo que esperar a la última jornada para derrotar en casa por 2-0 a un Levante que no se jugaba nada en lo deportivo con goles de Serrano en propia puerta e Igor Gabilondo, ambos en la segunda parte. Un partido del que muchos, por lo menos, dudamos. Y es que, tiempo después, el periodista valenciano Vicente Ordaz emitía una grabación sobre una conversación telefónica entre el granota Iñaki Descarga y el rojiblanco Joseba Etxeberria que hablaba por sí sola. La Justicia prefirió mirar para otro lado. Así se cerraba el bienio negro.
La llegada de Joaquín Caparrós a la caseta del equipo resultó muy positiva. Fueron cinco años de equipo sólido, canteranos promocionados y el brillo de dos futbolistas de primera línea: Javi Martínez y Fernando Llorente. No es que el fútbol de Caparrós gustara a casi nadie, pero no se le podía negar robustez y una cierta eficacia. Dos clasificaciones para la Europa League y la disputa de una final de Copa 24 años después son mérito del utrerano y su plantilla. En su haber también hay que destacar su visión para rescatar, de una cesión, a un aparente jornalero del fútbol de bronce llamado Toquero. Gaizka Toquero respondió a la confianza que el míster depositó en él y desde la fuerza de sus armas —alejadas de esa técnica tan ensalzada como único valor hoy en día— fue capaz de dotar al equipo de un corazón y una entrega del nivel de las que mostraron mitos rojiblancos como Belauste, Mauri, Uriarte, Guisasola, Goiko, o Dani. La tan necesaria función de un jugador del Athletic Club con el que el público de San Mamés se pudiera identificar.
Pero llegaron las nuevas elecciones a presidente de la entidad y Fernando García Macua —tremendamente perseguido por socios, aficionados y cierta prensa por no ser nacionalista— pretendía repetir cuatro años más. Para impedirlo, el partido que hegemónicamente ha dominado la sociedad vasca y el club desde la llegada de la democracia puso a sus fontaneros al servicio del aspirante: Josu Urrutia. El excentrocampista de Deusto, además de los avales económicos de una de las constructoras de cabecera del PNV y el apoyo de los batzokis y demás tentáculos sociales, necesitaba un frontman, un entrenador que hiciera que los dudosos acudieran a confiarle su voto. Alguien que fuera lo opuesto a Caparrós y que el solo hecho de pronunciar su nombre generase ilusión a espuertas.
Entran Valdano y Segurola.
Quienes conocen a Jorge Alberto Valdano saben que es un absoluto enamorado de San Mamés. Valdano acude al campo bilbaino varias veces al año, bien por trabajo o por simple devoción. A Santiago Segurola no hace falta presentarle ni medirle su amor por el Athletic Club. Pues bien, Marcelo Bielsa dice no al Sevilla, a la Real Sociedad, al Inter y hasta al sursuncorda porque Segurola y Valdano le convencen para ir a Bilbao de la mano de Urrutia, presumible ganador de los comicios.
Urrutia ganó y comenzó la era Bielsa. Del “Loco” se decía saber poco en un inicio. Que si había dejado tirado al Espanyol hacía unos años para irse a entrenar a Argentina, que si su apodo era por algo, que había logrado aupar a Chile muy por encima de sus posibilidades, que era amigo de Guardiola, que no concedía entrevistas… pequeñeces. ¿Y de fútbol, qué?
De fútbol todo. A Bielsa le costó unas semanas desplegar su libreta y que los jugadores entendieran ese juego preciosista, de imprescindible solidaridad extenuante, un fútbol de rabiosa presión desde el ariete al último de los defensas. Los jugadores aprendieron nuevos caminos, el balón volvía a ser necesario para ganar, el esfuerzo y la generosidad se tornaron indiscutibles. Y así fueron capaces de realizar una brillantísima Europa League, una muy meritoria Copa y una más que aceptable Liga. Los Llorente, Iraola, Javi Martínez, Herrera, De Marcos y Muniain dieron un salto hacia arriba de un par de escalones para dejar boquiabiertos a crítica y público.
Poco a poco se fue sabiendo que las formas de Bielsa no resultaban del agrado de todos, pero el equipo iba como un cohete y merecía la pena. Se disputaron las dos finales de los torneos del KO y si bien las actuaciones en las mismas dejaron mucho que desear, los aficionados del Athletic exudaban alegría ante la tremenda transformación del equipo. “A lo Loco se vive mejor”, le cantaban a Bielsa una y otra vez. Con denuedo, sin descanso.
El rosarino renovó su contrato por otra temporada, y a mediados de julio todos esperaban que las cosas se mantuvieran al nivel de la temporada 2011/12. O que fueran a mejor, que para eso “somos de Bilbao”.
Pero nada de eso iba a ocurrir. Recién llegado de sus vacaciones, Bielsa incendió el verano por considerar que las obras que había ordenado realizar en las instalaciones de Lezama estaban mal e iban con retraso. El proyecto de transformación parcial de Lezama había sido realizado por —oh, sorpresa— la mujer del técnico argentino, arquitecta a la sazón. El matrimonio Bielsa había estado toda la temporada previa viviendo en el Hotel Embarcadero de Getxo y la esposa del “Loco” no quería pasar ni un minuto más allí. Necesitaba un hogar en Lezama. El asunto se le fue tanto de las manos al entrenador que llegó a violentar físicamente al responsable de la obra en un hecho sin precedentes en la historia del club. Mal inicio.
Por su parte, Fernando Llorente y Javi Martínez, recientemente proclamados campeones de Europa, mostraban de una u otra manera su deseo de abandonar el club. Al tratarse de dos casos distintos, necesitan dos tratamientos diferentes.
El navarro, excelente medio centro pese a haber jugado como central con Bielsa, tenía una oferta firme del Bayern de Múnich. Un ofrecimiento que satisfacía, sobre todo, las aspiraciones deportivas del de Aiegi. Durante semanas pidió a Urrutia que le dejara marchar a Alemania por una cantidad sensiblemente inferior a la que marcaba su cláusula. El club, lógicamente, se remitió a la cifra pactada en contrato entre ambas partes. O ponía 40 millones sobre la mesa o no le quedaba otra que permanecer en Bilbao. Hubo tiras pero no aflojas. Los padres del navarro llegaron incluso a pedir un gesto a la entidad de Ibaigane, dejando a Javi en una situación un tanto ridícula para alguien al que se le supone la madurez de un adulto. El caso es que finalmente el club bávaro llegó con el cheque por valor de 40 kilos y Martínez acudió a depositarlo a la sede de la LFP como marca la norma. Se ponía así fin a muchos días de incertidumbre, mal ambiente, peticiones de rebaja y hasta un viaje a escondidas a Alemania para pasar el reconocimiento médico con el club alemán.
A nadie se le puede afear el deseo de mejorar deportivamente, solo faltaba. De hecho, su propia llegada al primer equipo procedente de Osasuna siendo un juvenil tras el pago de la cláusula de 6 millones de euros era exactamente lo mismo, o casi, ya que en aquella ocasión el Athletic Club puso el dinero sin regatear ni desestabilizar el ambiente durante semanas. Llegó, pagó y se lo llevó. En cualquier caso, Javi fichó por la entidad bilbaina para mejorar en su carrera como futbolista. Ahora hacía lo mismo. Se fue, eso sí, algo a la francesa como él mismo reconocería días más tarde desde Múnich. En una rueda de prensa con cara compungida relató su intención de volver pronto a Bilbao y despedirse de todos como una persona educada. Perfecto. La cuestión es que el chico cuyos padres pidieron árnica al Athletic para que pudiera cumplir su sueño bávaro apareció por las instalaciones de Lezama acompañado de varios amigos para, con alevosía y nocturnidad, saltar la valla del recinto rojiblanco y así poder vaciar su taquilla —que ya estaba vaciada por el club— y recoger sus pertenencias. El pastel se descubrió gracias a una información publicada en la web vizcaína de El Desmarque y nadie pudo desmentirla. Ahí acabó la relación de afecto de los aficionados rojiblancos hacia quien con gran valor y destreza había defendido los colores del Athletic durante seis campañas.
El caso de Fernando Llorente, que aún colea, tiene otro perfil. Durante muchos meses, el hermano y representante del ariete campeón del Mundo y de Europa había estado negociando en Ibaigane una mejora y ampliación de contrato cuyo fin señala el 30 de junio de 2013. La directiva del club, tras muchas conversaciones, dijo que no podía subir de cuatro millones y medio netos anuales para el de Rincón de Soto. Urrutia estaba dispuesto a invertir cada año del futuro contrato de Llorente un 10% del presupuesto total del club. Pero Fernando y su hermano pedían cinco millones y medio. Alrededor de un año negociando por dinero para que a mediados de agosto, con la temporada a punto de iniciarse, el representante llamara al presidente alegando que su hermano se quería ir “por aspiraciones deportivas que el club no podía colmar”. Todo un año yendo a por Rolex y ahora pedían perretxikos. Una auténtica tomadura de pelo. ¿O es que acaso el Athletic Club se había deshecho de sus principales activos de la temporada pasada al estilo Valencia o Málaga y ya no podían aspirar a nada? ¿No contaban prácticamente con el mismo plantel que les había hecho llegar a las finales de Bucarest y Madrid? ¿Por qué negociaron tantos meses por dinero si el proyecto deportivo les era insuficiente? Son preguntas que algún día Fernandito (Clemente dixit) podrá responder si tiene a bien. Aun así, Floris (como le llaman sus compañeros de vestuario) siguió y sigue pidiendo su salida del club aunque a diferencia del caso Javi Martínez nadie venga con el cheque que muestre la cantidad íntegra de su cláusula. Por pedir que no quede… y por el camino, mal ambiente en la primera plantilla en la que están hasta la coronilla de Llorente.
Mucho se ha escrito sobre si el club le tendría que haber vendido en verano o ahora en invierno. Cualquiera de las posturas tiene sus pros y sus contras y son claramente defendibles pero desde mi punto de vista —que puedo compartir o no— Urrutia ha querido marcar un camino para futuras peticiones de jugadores clave o canteranos con buen cartel. Quien juega en el Athletic sabe que puede hacerlo hasta que se retire en muchos casos. La inversión en los jugadores es grande, se les paga muy bien y tienen la titularidad casi asegurada. Además, el caladero en el que puede pescar el club para poder competir es voluntariamente estrecho. Por eso, creo que el mensaje a navegantes está siendo nítido: “Si te quieres ir algún día, por la razón que fuera, que sepas que nosotros respetamos los contratos y pedimos que se respeten. O traes hasta el último céntimo o vas apañado”. Más o menos.
La temporada, casi perdida con la eliminación de Europa y Copa, queda para ver si más temprano que tarde el equipo consigue alejarse de los puestos de peligro y se salva para el mes de marzo o abril. Cualquier pensamiento en luchar por clasificarse para Europa es ahora mismo poco menos que una quimera. No han sido solo los casos de los futbolistas que han querido salir, el mismo Bielsa está siendo un generador de ruido sobre todo interno. Es de sobra conocido que la plantilla está harta de sus métodos, sus caprichos y la rigidez con la que funciona en el día a día. Y eso se nota, vaya que si se nota. El equipo no juega ni parecido al año pasado, el compromiso pétreo de la temporada anterior no aparece por ninguna parte. Las alineaciones no parecen tan equilibradas y continuistas como las de la campaña anterior. Javi Martínez se fue, Llorente ya ha anunciado que se va en junio y casi nadie duda que Bielsa tiene fecha de caducidad coincidente con la de Llorente.
El caso de Fernando Amorebieta, el sobrevalorado central internacional venezolano, es otro de los granos con los que cuenta ahora el club; si bien menor. El central, cuyos defectos relucen mucho más que sus virtudes en el campo, se ha descolgado con una petición millonaria para renovar. El Athletic Club, en una decisión que no alcanzo a comprender ni lo más mínimo, le ofrece dos millones limpios por año. Una barbaridad por alguien que no es capaz de hacer un año, ni siquiera uno, al más alto nivel. De ahí que Bielsa haya colocado como titular a un chico francés de la cantera de 18 años y que responde al nombre de Aymeric Laporte. Y ciertamente no desentona más que Amore.
Mientras tanto, el último jugador realmente especial salido de Lezama, Iker Muniain, se encuentra con la moral por los suelos según se dice. Muniain es un extraordinario jugador al que quizá la cabeza no acompañe tanto, pero que podría llegar a marcar una época en el equipo si se centrara y quisiera crecer. Podríamos estar ante un fenómeno del calibre de Julen Guerrero si explotara pronto. Pero aún es un melón parcialmente por abrir; dependerá, sobre todo, de él ponerse las pilas y decidir quién quiere ser. Porque si quisiera, marcaría una época en el verde de San Mamés Barria.
No quisiera dejar la labor de Josu Urrutia de lado. El que fuera notable jugador rojiblanco en los noventa, no parece preparado para la labor que implica presidir una institución como el Athletic Club. Pondré un ejemplo para hacerme entender. Cuando se hicieron públicas las dos grabaciones de la charla privada de fin de curso de Bielsa, el club tardó en salir a la palestra. Siendo muy graves las filtraciones —que no el contenido de las mismas— Urrutia despachó el asunto en rueda de prensa con un “ni las he oído ni las pienso oír”. Solo caben dos opciones ante esas palabras. La primera, y más probable, es que el presidente mintiera. Mal. La segunda, e improbable, que estuviera declarando que un asunto de tamaña gravedad le importaba un comino al máximo dirigente del club. De locos.
Corolario
Creo firmemente que el club de mis amores es algo muy especial. No digo que sea mejor que cualquier otro, de verdad. Solo quiero dejar claro que para alguien que como yo lleva viendo partidos del Athletic desde hace 35 años, su planteamiento , su filosofía, su representatividad, lo hacen único pero no mejor.
En las últimas décadas hemos sufridos algunos altos y muchos bajos, lo sé. Pero a mí eso me preocupa relativamente. Lo que yo le pido al Athletic Club es seriedad, compromiso, que compita, respeto por los más de 114 años de historia que le contemplan y que los cambios de rumbo —si los hubiere— los decida directamente el dueño que no es otro que el socio. Solo así las dificultades lógicas derivadas de la auto elegida forma de ser podrán ser combatidas de la mejor manera posible. Y si algún día caemos al pozo de la segunda división, que sea siendo el club que hemos sido durante tantísimos años. Una institución que representa algo más que un equipo que juega al fútbol todos los domingos, el Athletic Club. Como dijera L’Equipe en su día: caso único en la historia del fútbol mundial.
San Mamés en cifras
Partidos jugados en Liga: 1.301
Ganados 823, empatados 253, perdidos 225
Goles a favor: 2.902 – Goles en contra: 1.313
Partidos jugados en Copa: 241
Ganados 179, empatados 37, perdidos 25
Goles a favor: 787 – Goles en contra: 246
Partidos jugados en Supercopa: 2
Ganados 0, empatados 0, perdidos 2
Goles a favor: 2 – Goles en contra: 5
Partidos jugados en Copa de Europa / Champions: 10
Ganados 6, empatados 3, perdidos 1
Goles a favor: 18 – Goles en contra: 9
Partidos jugados en Recopa: 3
Ganados 2, empatados 1, perdidos 0
Goles a favor: 6 – Goles en contra: 3
Partidos jugados en UEFA: 62
Ganados 44, empatados 13, perdidos 5
Goles a favor: 118 – Goles en contra: 46
Partidos jugados en Intertoto: 1
Ganados 1, empatados 0, perdidos 0
Goles a favor: 1 – Goles en contra: 0
Partidos jugados en el Campeonato Regional: 113
Ganados 97, empatados 7, perdidos 9
Goles a favor: 460 – Goles en contra: 106
Partidos jugados en la Copa de la Liga: 6
Ganados 2, empatados 3, perdidos 1
Goles a favor: 10 – Goles en contra: 9
San Mamés que estás en los cielos
Artículo publicado por Jon Mujika en el diario Deia el 27/05/13
Bajó los ojos y luego quiso mirarme, pero no pudo. Durante algunos minutos probó a dominar su emoción, pero de pronto me volvió la espalda, puso los codos en la barandilla de la primera fila y se deshizo en lágrimas. Yo también lloré. No sé cómo se llama, pero llevaba cuarenta años viéndole, saludándole cada quince días con esa complicidad anónima de quienes profesan la misma fe, la creencia de que el Athletic no es un milagro sino un ejemplo, de que San Mamés, nuestra vieja Catedral, era la casa de todos, allí donde fuimos felices tantas y tantas veces...
Ayer cerró los ojos y los miles velamos, en nuestro nombre y en el de miles de nuestros antepasados, su hermoso cadáver. Vinieron entonces a la memoria de miles de aficionados todos ellos, los héroes de toda una vida; las alineaciones que coleccionamos o que recitábamos de memoria con más fluidez que el Padrenuestro; aquellos partidos en los que nos sentimos uno más, uno entre miles de los habitantes del gran pueblo rojiblanco, ganásemos o perdiésemos, porque en este campo también se han sembrado algunas de las derrotas más bellas de la historia del fútbol.
No fue la de ayer una de ellas, claro está. Porque tampoco se ha visto este año al Athletic de los cuchillos largos, ese equipo irreductible, inasequible al desaliento. Quizás hubiese sido pedirle demasiado tras un año de aguas turbulentas, una temporada rodeada de demasiados alambres de espino. Suficiente ha sido con salvar la vida con cierto desahogo, con llegar sanos y salvos a la orilla. Y aún así, ese espíritu indómito, ese aliento real aunque invisible, nos llevó a pensar que Europa aún era posible. Lo más triste de la noche -lo único triste, en verdad- es que una victoria frente al Levante nos hubiese dejado aún con opciones de última hora. El sueño estuvo en nuestras manos después de tantas tardes de pesadilla.
Tanto dio que en el estertor del partido Juanlu grabase su nombre, con caligrafía de oro, en las piedras de la historia: suyo será para siempre el último gol oficial en San Mamés. No se movió un alma cuando el árbitro pitó el final del partido. De pronto empezó a salir por la boca del túnel de vestuarios el Athletic del mañana, aquel que tiene la misión de mantener vivo el fuego, en pie la antorcha de este club único. Ellos y nosotros, todos nosotros. Si hay algo que no ha de perderse en la mudanza -es irremediable que algo se quede en el camino...- es el espíritu. Entonces se hizo un raro silencio, previo al himno que se coreó por última vez como un réquiem fúnebre y emotivo, y una voz metálica pidió un segundo de aplausos por cada año de vida del muerto.
¡Qué fue aquello! El capitán del Athletic, Carlos Gurpegi; el más joven de entre los jóvenes canteranos, el capitán del Levante, Vicente Iborra y un hombre extraño, el árbitro Teixeira Vitienes, llevaron el balón malherido del partido y un ramo de flores al centro del terreno de juego; Marcelo Bielsa aplaudía emocionado desde el banquillo (a lo largo del partido escuchó más de una vez -y con más intensidad que nunca...- aquello de ¡Bielsa, quédate!), y todo el campo (en realidad todo no: ese hombre extraño, el árbitro Teixeira Vitienes, no aplaudió ni una sola vez, en un magnífico ejemplo de estupidez neutral...) aplaudió, coreando el himno que, allá en los cielos, también le hizo soltar un lagrimón a su autor, Carmelo Bernaola.
No fue el único. Las lágrimas regaron el césped, dicho sea a la metáfora, porque no hubo invasión del campo. Fue un respeto reverencial, casi sagrado, a la vieja Catedral que hoy, con los huesos maltrechos, entrega la cuchara. Queda, ya lo sé, un partido para el adiós, pero el fútbol grande, aquel donde se juega el pan de cada día, ese no volverá. Lloraron miles, digo. Lágrimas como puños porque el romanticismo -y este año se ha visto con claridad por más que los sintamos muchos...- sobrevive más y mejor en las gradas que sobre el césped. Entre ellos, Ramón Alonso (si es que ese es su nombre, porque lo chistó alguien al vuelo...) recordaba que durante más de medio siglo no ha fallado jamás a esa cita continua. "Puede decirse que San Mamés ha sido mi amante, dado que mi pasión por el fútbol me costó el divorcio", repetía, enjuagándose las lágrimas y animado por un coro de feligreses que también tenían los ojos enrojecidos.
Llegaron de todos los rincones: del norte al sur, del este al oeste. Vinieron de medio mundo, algunos con tartas conmemorativas, otros con bufandas donde rezaba la leyenda de San Mamés 100 y otros, como Txapelas, con el atuendo clásico. Había que verle, deshecho en llantos. Incluso los videomarcadores proyectaron su imagen de cristo doliente. Llegaron para el adiós, para ser testigos de las honras fúnebres. A mi lado, un joven preguntaba durante el partido qué significaba Beti Zurekin y, al explicárselo, rompió a gritar. Era de Jaén. Un athleticólogo de Jaén, como aquellos que cantó el poeta Miguel Hernández, en unos versos que decían, si mal no recuerdo, algo así como "Andaluces de Jaén,/aceituneros altivos,/ decidme en el alma: ¿quién,/ quién levantó los olivos?/ No los levantó la nada,/ni el dinero, ni el señor,/sino la tierra callada,/el trabajo y el sudor.".
La tierra del trabajo y el sudor, esa ha sido la ocupada por San Mamés durante todo un siglo. Ayer lo hubo, no hay que negarlo, pero este el año del gato negro en La Catedral y no estaba escrito en las estrellas una despedida de juego brillante; un adiós con la gloria entre los dientes. Casi se diría que fue el desenlace esperado; un Athletic de más quiero que puedo, el Athletic de este año. Dolió como un puñal en el costado el gol in extremis porque duelen las derrotas, todas las derrotas, pero nadie se marchó pese al jarro de agua fría. San Mamés, la casa del padre, no merecía tal desprecio.
Hubo momentos, durante el encuentro, en que se cantó como si se invocase al viejo dios de los títulos, que tantos años lleva sin pisar estas tierras. Y hubo dos o tres minutos finales, previos al gol, en que se pedía, a un Athletic con diez, que marcase el gol del desmelenado, ese que tanto acostumbraba a acudir a San Mamés. Urge darle la nueva dirección porque medio Athletic del mañana depende de él. A punto estuvo en aquel remate de espaldas de San José, en el último ¡uy! de nuestras vidas en este campo.
Hecho el duelo, inmortalizado en las miles -qué digo miles, cientos de miles...- de fotografías sacadas, a la salida del campo los ojos se iban hacia el nuevo San Mamés. Se notaba en esas miradas una predisposición fuerte, un decir con los ojos ese tú serás nuestra nueva casa, como si, desde ya, se quisiese transmitir toda la electricidad que ha hecho del viejo campo de San Mamés un templo único en el mundo. Ahora, cuando toca ya mirar al futuro, solo cabe una oración de despedida, un "San Mamés que estás en los cielos...".
Bajó los ojos y luego quiso mirarme, pero no pudo. Durante algunos minutos probó a dominar su emoción, pero de pronto me volvió la espalda, puso los codos en la barandilla de la primera fila y se deshizo en lágrimas. Yo también lloré. No sé cómo se llama, pero llevaba cuarenta años viéndole, saludándole cada quince días con esa complicidad anónima de quienes profesan la misma fe, la creencia de que el Athletic no es un milagro sino un ejemplo, de que San Mamés, nuestra vieja Catedral, era la casa de todos, allí donde fuimos felices tantas y tantas veces...
Ayer cerró los ojos y los miles velamos, en nuestro nombre y en el de miles de nuestros antepasados, su hermoso cadáver. Vinieron entonces a la memoria de miles de aficionados todos ellos, los héroes de toda una vida; las alineaciones que coleccionamos o que recitábamos de memoria con más fluidez que el Padrenuestro; aquellos partidos en los que nos sentimos uno más, uno entre miles de los habitantes del gran pueblo rojiblanco, ganásemos o perdiésemos, porque en este campo también se han sembrado algunas de las derrotas más bellas de la historia del fútbol.
No fue la de ayer una de ellas, claro está. Porque tampoco se ha visto este año al Athletic de los cuchillos largos, ese equipo irreductible, inasequible al desaliento. Quizás hubiese sido pedirle demasiado tras un año de aguas turbulentas, una temporada rodeada de demasiados alambres de espino. Suficiente ha sido con salvar la vida con cierto desahogo, con llegar sanos y salvos a la orilla. Y aún así, ese espíritu indómito, ese aliento real aunque invisible, nos llevó a pensar que Europa aún era posible. Lo más triste de la noche -lo único triste, en verdad- es que una victoria frente al Levante nos hubiese dejado aún con opciones de última hora. El sueño estuvo en nuestras manos después de tantas tardes de pesadilla.
Tanto dio que en el estertor del partido Juanlu grabase su nombre, con caligrafía de oro, en las piedras de la historia: suyo será para siempre el último gol oficial en San Mamés. No se movió un alma cuando el árbitro pitó el final del partido. De pronto empezó a salir por la boca del túnel de vestuarios el Athletic del mañana, aquel que tiene la misión de mantener vivo el fuego, en pie la antorcha de este club único. Ellos y nosotros, todos nosotros. Si hay algo que no ha de perderse en la mudanza -es irremediable que algo se quede en el camino...- es el espíritu. Entonces se hizo un raro silencio, previo al himno que se coreó por última vez como un réquiem fúnebre y emotivo, y una voz metálica pidió un segundo de aplausos por cada año de vida del muerto.
¡Qué fue aquello! El capitán del Athletic, Carlos Gurpegi; el más joven de entre los jóvenes canteranos, el capitán del Levante, Vicente Iborra y un hombre extraño, el árbitro Teixeira Vitienes, llevaron el balón malherido del partido y un ramo de flores al centro del terreno de juego; Marcelo Bielsa aplaudía emocionado desde el banquillo (a lo largo del partido escuchó más de una vez -y con más intensidad que nunca...- aquello de ¡Bielsa, quédate!), y todo el campo (en realidad todo no: ese hombre extraño, el árbitro Teixeira Vitienes, no aplaudió ni una sola vez, en un magnífico ejemplo de estupidez neutral...) aplaudió, coreando el himno que, allá en los cielos, también le hizo soltar un lagrimón a su autor, Carmelo Bernaola.
No fue el único. Las lágrimas regaron el césped, dicho sea a la metáfora, porque no hubo invasión del campo. Fue un respeto reverencial, casi sagrado, a la vieja Catedral que hoy, con los huesos maltrechos, entrega la cuchara. Queda, ya lo sé, un partido para el adiós, pero el fútbol grande, aquel donde se juega el pan de cada día, ese no volverá. Lloraron miles, digo. Lágrimas como puños porque el romanticismo -y este año se ha visto con claridad por más que los sintamos muchos...- sobrevive más y mejor en las gradas que sobre el césped. Entre ellos, Ramón Alonso (si es que ese es su nombre, porque lo chistó alguien al vuelo...) recordaba que durante más de medio siglo no ha fallado jamás a esa cita continua. "Puede decirse que San Mamés ha sido mi amante, dado que mi pasión por el fútbol me costó el divorcio", repetía, enjuagándose las lágrimas y animado por un coro de feligreses que también tenían los ojos enrojecidos.
Llegaron de todos los rincones: del norte al sur, del este al oeste. Vinieron de medio mundo, algunos con tartas conmemorativas, otros con bufandas donde rezaba la leyenda de San Mamés 100 y otros, como Txapelas, con el atuendo clásico. Había que verle, deshecho en llantos. Incluso los videomarcadores proyectaron su imagen de cristo doliente. Llegaron para el adiós, para ser testigos de las honras fúnebres. A mi lado, un joven preguntaba durante el partido qué significaba Beti Zurekin y, al explicárselo, rompió a gritar. Era de Jaén. Un athleticólogo de Jaén, como aquellos que cantó el poeta Miguel Hernández, en unos versos que decían, si mal no recuerdo, algo así como "Andaluces de Jaén,/aceituneros altivos,/ decidme en el alma: ¿quién,/ quién levantó los olivos?/ No los levantó la nada,/ni el dinero, ni el señor,/sino la tierra callada,/el trabajo y el sudor.".
La tierra del trabajo y el sudor, esa ha sido la ocupada por San Mamés durante todo un siglo. Ayer lo hubo, no hay que negarlo, pero este el año del gato negro en La Catedral y no estaba escrito en las estrellas una despedida de juego brillante; un adiós con la gloria entre los dientes. Casi se diría que fue el desenlace esperado; un Athletic de más quiero que puedo, el Athletic de este año. Dolió como un puñal en el costado el gol in extremis porque duelen las derrotas, todas las derrotas, pero nadie se marchó pese al jarro de agua fría. San Mamés, la casa del padre, no merecía tal desprecio.
Hubo momentos, durante el encuentro, en que se cantó como si se invocase al viejo dios de los títulos, que tantos años lleva sin pisar estas tierras. Y hubo dos o tres minutos finales, previos al gol, en que se pedía, a un Athletic con diez, que marcase el gol del desmelenado, ese que tanto acostumbraba a acudir a San Mamés. Urge darle la nueva dirección porque medio Athletic del mañana depende de él. A punto estuvo en aquel remate de espaldas de San José, en el último ¡uy! de nuestras vidas en este campo.
Hecho el duelo, inmortalizado en las miles -qué digo miles, cientos de miles...- de fotografías sacadas, a la salida del campo los ojos se iban hacia el nuevo San Mamés. Se notaba en esas miradas una predisposición fuerte, un decir con los ojos ese tú serás nuestra nueva casa, como si, desde ya, se quisiese transmitir toda la electricidad que ha hecho del viejo campo de San Mamés un templo único en el mundo. Ahora, cuando toca ya mirar al futuro, solo cabe una oración de despedida, un "San Mamés que estás en los cielos...".
domingo, 26 de mayo de 2013
Mis 15 años aquí, los mejores de mi vida
Artículo publicado por Macu Briones en marca.com el 23/05/13
Es el tercer jugador con más partidos en la historia del Athletic, tras Txetxu Rojo e Iribar. El ex capitán rojiblanco trata ahora de transmitir a la cantera de Lezama su amor por el club.
Guipuzcoano de nacimiento, pero bilbaíno de corazón y de convicción. Etxeberria, El Gallo, se ganó el título de ídolo de San Mamés, pese a haberse formado en la cantera del eterno rival, la Real, gracias a su profesionalidad y compromiso.
Pregunta. ¿Qué sentimientos le invaden a Joseba Etxeberria sabiendo que en apenas dos semanas San Mamés va a ser derribado?
Respuesta. Es como cuando te vas de casa. Te da pena porque te marchas de un sitio en el que estas muy a gusto, pero en teoría es para mejorar. Así que, la tristeza que supone el derribo de un estadio en el que hemos vivido tantas cosas se transforma en alegría porque vemos que el club evoluciona.
P. ¿El último partido de San Mamés será comparable al de su despedida del Athletic de aquel 15 de mayo de 2010?
R. Aun siendo un día triste, fue mucho más emotivo de lo que pensaba porque te viene a la cabeza un montón de partidos y de sensaciones que has vivido. Poder despedirme del fútbol y del Athletic, hacerlo en San Mamés y ganando. La verdad es que me salió todo redondo.
P. Quince temporadas separan aquel adiós del día de su debut como rojiblanco, con apenas 17 años, y marcando su primer gol. ¡Vaya estreno!
R. Siempre he dicho que tuve la suerte de caer de pie. Hubo polémica con mi fichaje, yo era un crío, pero el Athletic había apostado muy fuerte por mí, y desde el primer día vi que iba encajar muy bien aquí. La sensación que me transmitían los dirigentes, mis compañeros y la gente es que este club estaba hecho a mi medida. Y no sólo el club, sino la ciudad. Me gusta la gente auténtica, y en la sociedad bilbaína hay mucha gente auténtica que se siente muy orgullosa de las cosas que hace y es entusiasta; no hay más que ver el ambiente que se vive cada 15 días en San Mamés. Esos 15 años han sido los mejores de mi vida porque este club ha cambiado, no sólo mi camino profesional, sino también mi vida personal. Ni me imaginaba que iba a estar tantos años en el Athletic, y mucho menos que iba a vivir en Bilbao. Si algo tengo claro es la ciudad en la que quiero vivir es Bilbao.
P. Y para bilbainada, jugar gratis su último año
R. Quería recompensar el cariño que había recibido, no sólo a nivel futbolístico, sino en el día a día por parte de la gente, y se me ocurrió esa idea. Lo consulté con mis familiares y amigos, y no les sorprendió, les pareció genial. Luego hablé con mis compañeros porque quería explicarlo muy bien y no crear un precedente negativo, ya que en ese momento había jugadores que estaba negociando su futuro. Les pareció una idea muy buena. Todo eso me empujó a llevarla a cabo.
P. De ahí surgió la bonita iniciativa del Partido Imposible en San Mamés, la primera plantilla enfrentándose a 200 niños, ¿no?
R. Teóricamente no está permitido jugar sin cobrar. En Primera hay un mínimo obligatorio. Le comenté al presidente que ese mínimo fuese destinado a la Fundación. Pudo ser factible, y la verdad es que fue una gozada. ¡No sé si se lo pasaron mejor los chavales o nosotros!.
P. Pese a no ser producto de la cantera, usted ha sido un referente de compromiso. Pero compañeros suyos que sí han salido de Lezama han decidido abandonar el Athletic. ¿Qué opina?
R. Son noticias negativas. Me da pena porque, como aficionado que soy ahora, lo que quiero es que los mejores jugadores estén en el Athletic. Más allá de polémicas, me hubiera gustado que futbolistas de talla mundial, como son Javi Martínez, Fernando Llorente y Fernando Amorebieta, hubiesen seguido sus carreras aquí. A los jugadores del Athletic lo que nos empuja a seguir aquí no son las cantidades a cobrar, sino lo que queremos representar. Nuestro compromiso debe ser convencer a la gente de que esto es mucho más que un club y que es lo mejor que hay. Pero también entiendo que cada uno es libre de decidir su futuro.
P. Y hablando de futuro, ¿cuál quiere que sea el del arco de San Mamés?
R. Me da pena que no se pueda utilizar porque es un símbolo, es parte de la historia de nuestro club, y la historia siempre hay que respetarla. Estaría bien ubicarlo en algún sitio para que dentro de 20 años podamos explicar a los chavales que ese era el arco del viejo San Mamés, un símbolo para nosotros.
Es el tercer jugador con más partidos en la historia del Athletic, tras Txetxu Rojo e Iribar. El ex capitán rojiblanco trata ahora de transmitir a la cantera de Lezama su amor por el club.
Guipuzcoano de nacimiento, pero bilbaíno de corazón y de convicción. Etxeberria, El Gallo, se ganó el título de ídolo de San Mamés, pese a haberse formado en la cantera del eterno rival, la Real, gracias a su profesionalidad y compromiso.
Pregunta. ¿Qué sentimientos le invaden a Joseba Etxeberria sabiendo que en apenas dos semanas San Mamés va a ser derribado?
Respuesta. Es como cuando te vas de casa. Te da pena porque te marchas de un sitio en el que estas muy a gusto, pero en teoría es para mejorar. Así que, la tristeza que supone el derribo de un estadio en el que hemos vivido tantas cosas se transforma en alegría porque vemos que el club evoluciona.
P. ¿El último partido de San Mamés será comparable al de su despedida del Athletic de aquel 15 de mayo de 2010?
R. Aun siendo un día triste, fue mucho más emotivo de lo que pensaba porque te viene a la cabeza un montón de partidos y de sensaciones que has vivido. Poder despedirme del fútbol y del Athletic, hacerlo en San Mamés y ganando. La verdad es que me salió todo redondo.
P. Quince temporadas separan aquel adiós del día de su debut como rojiblanco, con apenas 17 años, y marcando su primer gol. ¡Vaya estreno!
R. Siempre he dicho que tuve la suerte de caer de pie. Hubo polémica con mi fichaje, yo era un crío, pero el Athletic había apostado muy fuerte por mí, y desde el primer día vi que iba encajar muy bien aquí. La sensación que me transmitían los dirigentes, mis compañeros y la gente es que este club estaba hecho a mi medida. Y no sólo el club, sino la ciudad. Me gusta la gente auténtica, y en la sociedad bilbaína hay mucha gente auténtica que se siente muy orgullosa de las cosas que hace y es entusiasta; no hay más que ver el ambiente que se vive cada 15 días en San Mamés. Esos 15 años han sido los mejores de mi vida porque este club ha cambiado, no sólo mi camino profesional, sino también mi vida personal. Ni me imaginaba que iba a estar tantos años en el Athletic, y mucho menos que iba a vivir en Bilbao. Si algo tengo claro es la ciudad en la que quiero vivir es Bilbao.
P. Y para bilbainada, jugar gratis su último año
R. Quería recompensar el cariño que había recibido, no sólo a nivel futbolístico, sino en el día a día por parte de la gente, y se me ocurrió esa idea. Lo consulté con mis familiares y amigos, y no les sorprendió, les pareció genial. Luego hablé con mis compañeros porque quería explicarlo muy bien y no crear un precedente negativo, ya que en ese momento había jugadores que estaba negociando su futuro. Les pareció una idea muy buena. Todo eso me empujó a llevarla a cabo.
P. De ahí surgió la bonita iniciativa del Partido Imposible en San Mamés, la primera plantilla enfrentándose a 200 niños, ¿no?
R. Teóricamente no está permitido jugar sin cobrar. En Primera hay un mínimo obligatorio. Le comenté al presidente que ese mínimo fuese destinado a la Fundación. Pudo ser factible, y la verdad es que fue una gozada. ¡No sé si se lo pasaron mejor los chavales o nosotros!.
P. Pese a no ser producto de la cantera, usted ha sido un referente de compromiso. Pero compañeros suyos que sí han salido de Lezama han decidido abandonar el Athletic. ¿Qué opina?
R. Son noticias negativas. Me da pena porque, como aficionado que soy ahora, lo que quiero es que los mejores jugadores estén en el Athletic. Más allá de polémicas, me hubiera gustado que futbolistas de talla mundial, como son Javi Martínez, Fernando Llorente y Fernando Amorebieta, hubiesen seguido sus carreras aquí. A los jugadores del Athletic lo que nos empuja a seguir aquí no son las cantidades a cobrar, sino lo que queremos representar. Nuestro compromiso debe ser convencer a la gente de que esto es mucho más que un club y que es lo mejor que hay. Pero también entiendo que cada uno es libre de decidir su futuro.
P. Y hablando de futuro, ¿cuál quiere que sea el del arco de San Mamés?
R. Me da pena que no se pueda utilizar porque es un símbolo, es parte de la historia de nuestro club, y la historia siempre hay que respetarla. Estaría bien ubicarlo en algún sitio para que dentro de 20 años podamos explicar a los chavales que ese era el arco del viejo San Mamés, un símbolo para nosotros.
El Athletic Club (desde mis gafas de pasta) (III)
Artículo publicado por Lartaun de Auzmendi en jotdown.es
(Al escribir esta pieza no pretendo pontificar, provocar adhesión, empatía, coincidencia, alterar los ánimos, ni siquiera una identificación con el texto. La única razón que me mueve a escribir este artículo es la de poner luz sobre qué es para mí el club de mis amores. Otra luz. Un foco tan válido, o no, como tantísimos otros que durante los más de 114 años de historia se han publicado sobre el Athletic Club. Nada más.)
Un poco de filosofía autoimpuesta
La elección de unos criterios de procedencia de los jugadores por parte de la masa social del club —y a veces mangoneada por sus dirigentes— es, a estas alturas, el principal signo de distinción de esta entidad más que centenaria. La “filosofía” —como se la llama— no ha sido, empero, siempre la misma aunque sí similar. Volvamos al pasado.
Los primeros trece años del Athletic Club los hijos de los burgueses locales (los Acha, Sota y compañía) se alineaban junto a los venidos de Gran Bretaña, costumbre que terminó en 1911, dos años antes de que se inaugurara San Mamés.
A partir de que los alumnos creyeron estar a la altura de los teachers y de una desagradable denuncia —que no prosperó— por parte de los vecinos de San Sebastián, los dirigentes de la institución decidieron que “con la gente de casa” sería suficiente para competir con iruneses, santanderinos, madrileños o barceloneses. Y así fue.
Cuando el Athletic Club se planteó no seguir con los ingleses, las alineaciones de sus equipos estaban formadas mayoritariamente por vizcaínos. Si bien guipuzcoanos, alaveses y navarros fueron teniendo cabida en las filas rojiblancas de manera natural con el paso de los años. Las razones de esa apertura a las provincias cercanas pudieron ser dos principalmente: la necesidad de complementar un plantel al que le faltaba calidad por nutrirse solo de jugadores de Vizcaya, y la importancia económica y laboral del Gran Bilbao como foco de atracción de muchos jóvenes de las cercanías para finalizar sus estudios y buscarse una primera oportunidad laboral en un mundo tan cambiante, también en aquel entonces.
La llamada filosofía del Athletic Club no ha sido bien detallada a lo largo de los tiempos y como consecuencia de ello y de las, en ocasiones, errantes voluntades de quienes han estado al frente de la entidad, ha tenido viajes de ida y vuelta a terrenos que a veces han resultado poco lógicos.
Durante una época, el club no permitía que la primera plantilla contara con jugadores no nacidos en alguna de las siguientes provincias: Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra. Era algo que durante parte de los años 50, 60 y 70 se llevaba a rajatabla. Uno podía nacer en Soria y ser trasladado al mismo Bilbao en menos de un mes que no podría jugar en el Athletic Club ya jugara como los ángeles. Alguien pensó que ser tan estrictos haría del club un lugar más… algo. Vaya usted a saber.
El caso es que durante los años 30 y 40, y lejos ya de los recuerdos de los profes ingleses, jugó como brillante defensa un cántabro de nacimiento, de la localidad montañesa de Escalante para más señas, que rindió excelentemente y nunca abrió entre la afición ningún conflicto por su distingo natal. Me refiero a Isaac Oceja, de quien todo buen aficionado rojiblanco habrá oído hablar. Sin embargo, no se sabe por qué, un día alguien se levantó todo estupendo, purista, señalando con el índice la línea de marras en las partidas de nacimiento.
Y así se pueden citar casos de jugadores que nunca pudieron vestir la rojiblanca como el de Miguel Jones, delantero negro nacido en Guinea Ecuatorial pero que vivía en Bilbao desde los cinco años de edad. Acabó siendo un futbolista importante en el Atlético de Madrid. Otro caso es el de Chus Pereda, nacido en Medina de Pomar (Burgos) pero jugador del Valmaseda ya a los 15 años donde estuvo tres campañas antes de fichar por el segundo club de Bilbao, el Indauchu. Su origen hizo que el Athletic Club lo desestimara pese a haberse formado en Vizcaya y acabó fichando por el Real Madrid a los 20 años. El más sangrante, el de Gárate. José Eulogio Gárate, hijo, nieto y biznieto de eibarreses, vio la luz en Argentina porque sus padres estaban de vacaciones visitando a su abuelo exiliado en la localidad de Sarandí. Pocos meses después viajó a Eibar para no salir del pueblo hasta alcanzar la mayoría de edad. Comenzó jugando en la S.D. Eibar, fichó por la S.D. Indauchu y de allí hubo de marchar al Atlético de Madrid —donde hoy es auténtica leyenda— por la absurda pega del Athletic Club a que hubiera nacido en Argentina.
Por último citaré a uno cuya historia, amén de injusta, pudo de alguna forma vengar su hermano. Lázaro era un buen futbolista cuya ilusión era a comienzos de los 70 jugar en su Athletic del alma. Calidad le sobraba, compromiso, no digamos. Solo presentaba un problema, insalvable le dijeron mientras lloraba amargamente la noticia. Había nacido en Torres (Jaén) y pese a haber vivido toda la vida en Gallarta (Vizcaya) no podía jugar en su Athletic. Su hermano Manuel le dijo al verle absolutamente derrotado: “No te preocupes, Lázaro, que yo jugaré en el Athlétic, porque he nacido aquí y a mí no me pueden decir que no.” Y bingo, acabó ocurriendo. Manolo Sarabia vengó la afrenta sufrida por su hermano para convertirse en una figura del fútbol defendiendo los colores rojo y blanco.
A finales de los setenta la norma no escrita aparecida de repente años atrás se volvió más laxa desde los despachos. Así futbolistas como Luis Fernando, Patxi Ferreira, Loren o Ernesto Valverde, cuyas madres habían parido en Castilla o Extremadura, jugaron en el Athletic en los 80 y los 90. Aunque el caso más llamativo fue el del riojano Luis De la Fuente. Nacido y criado en Haro, el estupendo lateral izquierdo de la época dorada del Athletic de Clemente apareció en Lezama en edad juvenil a mediados de los 70. Algo había cambiado en las reglas sin que los socios hubieran participado en la discusión de las mismas, una vez más.
De la Fuente reabrió el camino y desde entonces la casuística ha sido tan variada como incomprensible en algunas ocasiones. Cualquier jugador criado en el País Vasco o Navarra o formado en las categorías inferiores de Lezama no tenía por qué haber nacido en el Vizcaya, Guipúzcoa, Álava o Navarra para llegar al primer equipo. Incluso para fichar a Bixente Lizarazu se apeló a que como había venido al mundo en San Juan de Luz (País vasco-francés o Iparralde) era vasco y por tanto susceptible de ser fichado. Sorprendió a pocos, y más de uno lo utilizó para decir que el Athletic Club jugaba ya con foráneos. Lo que no tuvo pase alguno, si se miraba a la eterna y etérea norma, fue la decisión de fichar a dos futbolistas riojanos que habían pasado por Osasuna pero no se habían formado en la cantera de Lezama. Aquello fue algo totalmente nuevo y soy de los que opinan que no había por dónde cogerlo. Me refiero a los casos de Ezquerro y José Mari, primera vez que se cruzaba una línea roja autoimpuesta sin dar cuenta de qué se estaba haciendo. Porque ni eran vasco-navarros, ni habían pasado por las inferiores del Athletic. Una vez más los regidores del club reinventaban la regla sin previa consulta a los dueños de la entidad. Un desprecio a los socios y la tradición.
Desde la salida, años más tarde, de José Mari y Ezquerro, no se ha vuelto a incurrir en fichajes de jugadores en similares circunstancias aunque alguna vez se ha intentado dejar claro desde la entidad que la trampa que se hicieron en el solitario había podido abrir una espita a la que poder acudir cuando se considerara oportuno.
Por su interés reproduzco textualmente el pequeño escrito que aparece en la web del club desde, al menos, 2010 y que atañe a la nueva definición de la filosofía del Athletic Club:
“El Athletic Club está radicado en Bilbao, provincia de Bizkaia (País Vasco). Nuestra filosofía deportiva se rige por el principio que determina que pueden jugar en sus filas los jugadores que se han hecho en la propia cantera y los formados en clubes de Euskal Herria, que engloba a las siguientes demarcaciones territoriales: Bizkaia, Gipuzkoa, Araba, Nafarroa, Lapurdi, Zuberoa y Nafarroa Behera, así como, por supuesto, los jugadores y jugadoras que hayan nacido en alguna de ellas”.
Dos casos curiosos a los que quisiera hacer mención son los de alguien que no fue y otro que apenas fue pero trajo cola. Me refiero a Benjamín (ex de Valladolid y Betis) y Mario Bermejo (aún jugando en el Celta en Primera). Benjamín Zarandona, de sobra conocido por cualquier aficionado al fútbol, era un jugador de raza negra de padre vizcaíno y madre guineana. Su buen nivel futbolístico hizo que sonara (y algo más) para el club de Ibaigane. Conozco varios socios —jovenes, por cierto— que me dijeron que romperían el carnet “si el Athletic ficha a un negro por mucho que su padre sea de aquí”. Hoy sigo convencido de que la junta directiva no se atrevió a cerrar el fichaje precisamente por el color de la piel del simpático Benjamín, porque nivel deportivo atesoraba. Y es que de pronto, los hijos de vascos también eran bienvenidos en el primer equipo del Athletic aunque fueran de Almería o de Santander, como era el caso de Mario Bermejo. De Bermejo se dijo que su padre había nacido en Bilbao y de ahí la posibilidad de jugar en el primer equipo. No es que jugara mucho, aunque le dio para debutar en la UEFA incluso, pero siendo como era cántabro un buen día fue llamado para jugar con la selección de Cantabria. El Athletic le prohibió jugar con la selección de su autonomía para que su ya de por sí polémico encaje en la tradición del club no diera más que hablar y se diera cuenta la gente de que se sentía cántabro.
Por cierto, el primer equipo ya ha jugado en varias ocasiones con un futbolista negro en sus filas, afortunadamente. Se trata del canterano Jonás Ramalho, baracaldés de nacimiento, de padre angoleño y madre vasca.
Sea como fuere, el Athletic Club sigue librando —porque así lo desea— una lucha desigual ante sus rivales por las extraordinarias limitaciones de sus caladeros futbolísticos. Limitaciones que van variando según la época, las circunstancias y el capricho de los de la corbata, pero de las que se sienten orgullosos la mayoría de sus socios y aficionados. Aunque no todos las mantendrían.
[Continuará]
(Al escribir esta pieza no pretendo pontificar, provocar adhesión, empatía, coincidencia, alterar los ánimos, ni siquiera una identificación con el texto. La única razón que me mueve a escribir este artículo es la de poner luz sobre qué es para mí el club de mis amores. Otra luz. Un foco tan válido, o no, como tantísimos otros que durante los más de 114 años de historia se han publicado sobre el Athletic Club. Nada más.)
Un poco de filosofía autoimpuesta
La elección de unos criterios de procedencia de los jugadores por parte de la masa social del club —y a veces mangoneada por sus dirigentes— es, a estas alturas, el principal signo de distinción de esta entidad más que centenaria. La “filosofía” —como se la llama— no ha sido, empero, siempre la misma aunque sí similar. Volvamos al pasado.
Los primeros trece años del Athletic Club los hijos de los burgueses locales (los Acha, Sota y compañía) se alineaban junto a los venidos de Gran Bretaña, costumbre que terminó en 1911, dos años antes de que se inaugurara San Mamés.
A partir de que los alumnos creyeron estar a la altura de los teachers y de una desagradable denuncia —que no prosperó— por parte de los vecinos de San Sebastián, los dirigentes de la institución decidieron que “con la gente de casa” sería suficiente para competir con iruneses, santanderinos, madrileños o barceloneses. Y así fue.
Cuando el Athletic Club se planteó no seguir con los ingleses, las alineaciones de sus equipos estaban formadas mayoritariamente por vizcaínos. Si bien guipuzcoanos, alaveses y navarros fueron teniendo cabida en las filas rojiblancas de manera natural con el paso de los años. Las razones de esa apertura a las provincias cercanas pudieron ser dos principalmente: la necesidad de complementar un plantel al que le faltaba calidad por nutrirse solo de jugadores de Vizcaya, y la importancia económica y laboral del Gran Bilbao como foco de atracción de muchos jóvenes de las cercanías para finalizar sus estudios y buscarse una primera oportunidad laboral en un mundo tan cambiante, también en aquel entonces.
La llamada filosofía del Athletic Club no ha sido bien detallada a lo largo de los tiempos y como consecuencia de ello y de las, en ocasiones, errantes voluntades de quienes han estado al frente de la entidad, ha tenido viajes de ida y vuelta a terrenos que a veces han resultado poco lógicos.
Durante una época, el club no permitía que la primera plantilla contara con jugadores no nacidos en alguna de las siguientes provincias: Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra. Era algo que durante parte de los años 50, 60 y 70 se llevaba a rajatabla. Uno podía nacer en Soria y ser trasladado al mismo Bilbao en menos de un mes que no podría jugar en el Athletic Club ya jugara como los ángeles. Alguien pensó que ser tan estrictos haría del club un lugar más… algo. Vaya usted a saber.
El caso es que durante los años 30 y 40, y lejos ya de los recuerdos de los profes ingleses, jugó como brillante defensa un cántabro de nacimiento, de la localidad montañesa de Escalante para más señas, que rindió excelentemente y nunca abrió entre la afición ningún conflicto por su distingo natal. Me refiero a Isaac Oceja, de quien todo buen aficionado rojiblanco habrá oído hablar. Sin embargo, no se sabe por qué, un día alguien se levantó todo estupendo, purista, señalando con el índice la línea de marras en las partidas de nacimiento.
Y así se pueden citar casos de jugadores que nunca pudieron vestir la rojiblanca como el de Miguel Jones, delantero negro nacido en Guinea Ecuatorial pero que vivía en Bilbao desde los cinco años de edad. Acabó siendo un futbolista importante en el Atlético de Madrid. Otro caso es el de Chus Pereda, nacido en Medina de Pomar (Burgos) pero jugador del Valmaseda ya a los 15 años donde estuvo tres campañas antes de fichar por el segundo club de Bilbao, el Indauchu. Su origen hizo que el Athletic Club lo desestimara pese a haberse formado en Vizcaya y acabó fichando por el Real Madrid a los 20 años. El más sangrante, el de Gárate. José Eulogio Gárate, hijo, nieto y biznieto de eibarreses, vio la luz en Argentina porque sus padres estaban de vacaciones visitando a su abuelo exiliado en la localidad de Sarandí. Pocos meses después viajó a Eibar para no salir del pueblo hasta alcanzar la mayoría de edad. Comenzó jugando en la S.D. Eibar, fichó por la S.D. Indauchu y de allí hubo de marchar al Atlético de Madrid —donde hoy es auténtica leyenda— por la absurda pega del Athletic Club a que hubiera nacido en Argentina.
Por último citaré a uno cuya historia, amén de injusta, pudo de alguna forma vengar su hermano. Lázaro era un buen futbolista cuya ilusión era a comienzos de los 70 jugar en su Athletic del alma. Calidad le sobraba, compromiso, no digamos. Solo presentaba un problema, insalvable le dijeron mientras lloraba amargamente la noticia. Había nacido en Torres (Jaén) y pese a haber vivido toda la vida en Gallarta (Vizcaya) no podía jugar en su Athletic. Su hermano Manuel le dijo al verle absolutamente derrotado: “No te preocupes, Lázaro, que yo jugaré en el Athlétic, porque he nacido aquí y a mí no me pueden decir que no.” Y bingo, acabó ocurriendo. Manolo Sarabia vengó la afrenta sufrida por su hermano para convertirse en una figura del fútbol defendiendo los colores rojo y blanco.
A finales de los setenta la norma no escrita aparecida de repente años atrás se volvió más laxa desde los despachos. Así futbolistas como Luis Fernando, Patxi Ferreira, Loren o Ernesto Valverde, cuyas madres habían parido en Castilla o Extremadura, jugaron en el Athletic en los 80 y los 90. Aunque el caso más llamativo fue el del riojano Luis De la Fuente. Nacido y criado en Haro, el estupendo lateral izquierdo de la época dorada del Athletic de Clemente apareció en Lezama en edad juvenil a mediados de los 70. Algo había cambiado en las reglas sin que los socios hubieran participado en la discusión de las mismas, una vez más.
De la Fuente reabrió el camino y desde entonces la casuística ha sido tan variada como incomprensible en algunas ocasiones. Cualquier jugador criado en el País Vasco o Navarra o formado en las categorías inferiores de Lezama no tenía por qué haber nacido en el Vizcaya, Guipúzcoa, Álava o Navarra para llegar al primer equipo. Incluso para fichar a Bixente Lizarazu se apeló a que como había venido al mundo en San Juan de Luz (País vasco-francés o Iparralde) era vasco y por tanto susceptible de ser fichado. Sorprendió a pocos, y más de uno lo utilizó para decir que el Athletic Club jugaba ya con foráneos. Lo que no tuvo pase alguno, si se miraba a la eterna y etérea norma, fue la decisión de fichar a dos futbolistas riojanos que habían pasado por Osasuna pero no se habían formado en la cantera de Lezama. Aquello fue algo totalmente nuevo y soy de los que opinan que no había por dónde cogerlo. Me refiero a los casos de Ezquerro y José Mari, primera vez que se cruzaba una línea roja autoimpuesta sin dar cuenta de qué se estaba haciendo. Porque ni eran vasco-navarros, ni habían pasado por las inferiores del Athletic. Una vez más los regidores del club reinventaban la regla sin previa consulta a los dueños de la entidad. Un desprecio a los socios y la tradición.
Desde la salida, años más tarde, de José Mari y Ezquerro, no se ha vuelto a incurrir en fichajes de jugadores en similares circunstancias aunque alguna vez se ha intentado dejar claro desde la entidad que la trampa que se hicieron en el solitario había podido abrir una espita a la que poder acudir cuando se considerara oportuno.
Por su interés reproduzco textualmente el pequeño escrito que aparece en la web del club desde, al menos, 2010 y que atañe a la nueva definición de la filosofía del Athletic Club:
“El Athletic Club está radicado en Bilbao, provincia de Bizkaia (País Vasco). Nuestra filosofía deportiva se rige por el principio que determina que pueden jugar en sus filas los jugadores que se han hecho en la propia cantera y los formados en clubes de Euskal Herria, que engloba a las siguientes demarcaciones territoriales: Bizkaia, Gipuzkoa, Araba, Nafarroa, Lapurdi, Zuberoa y Nafarroa Behera, así como, por supuesto, los jugadores y jugadoras que hayan nacido en alguna de ellas”.
Dos casos curiosos a los que quisiera hacer mención son los de alguien que no fue y otro que apenas fue pero trajo cola. Me refiero a Benjamín (ex de Valladolid y Betis) y Mario Bermejo (aún jugando en el Celta en Primera). Benjamín Zarandona, de sobra conocido por cualquier aficionado al fútbol, era un jugador de raza negra de padre vizcaíno y madre guineana. Su buen nivel futbolístico hizo que sonara (y algo más) para el club de Ibaigane. Conozco varios socios —jovenes, por cierto— que me dijeron que romperían el carnet “si el Athletic ficha a un negro por mucho que su padre sea de aquí”. Hoy sigo convencido de que la junta directiva no se atrevió a cerrar el fichaje precisamente por el color de la piel del simpático Benjamín, porque nivel deportivo atesoraba. Y es que de pronto, los hijos de vascos también eran bienvenidos en el primer equipo del Athletic aunque fueran de Almería o de Santander, como era el caso de Mario Bermejo. De Bermejo se dijo que su padre había nacido en Bilbao y de ahí la posibilidad de jugar en el primer equipo. No es que jugara mucho, aunque le dio para debutar en la UEFA incluso, pero siendo como era cántabro un buen día fue llamado para jugar con la selección de Cantabria. El Athletic le prohibió jugar con la selección de su autonomía para que su ya de por sí polémico encaje en la tradición del club no diera más que hablar y se diera cuenta la gente de que se sentía cántabro.
Por cierto, el primer equipo ya ha jugado en varias ocasiones con un futbolista negro en sus filas, afortunadamente. Se trata del canterano Jonás Ramalho, baracaldés de nacimiento, de padre angoleño y madre vasca.
Sea como fuere, el Athletic Club sigue librando —porque así lo desea— una lucha desigual ante sus rivales por las extraordinarias limitaciones de sus caladeros futbolísticos. Limitaciones que van variando según la época, las circunstancias y el capricho de los de la corbata, pero de las que se sienten orgullosos la mayoría de sus socios y aficionados. Aunque no todos las mantendrían.
[Continuará]
sábado, 25 de mayo de 2013
Agur San Mamés
Viñeta publicada por Asier y Javier en la sección 'Aste Ero' del diario Deia el 25/05/13 (Click en la imágen para ampliar)
San Mamés inmortal
Tira cómica publicada por Asier en su blog 'Athletic Risas Club' con motivo del último partido oficial del Athletic Club en San Mamés. (Click en la imágen para ampliar)
viernes, 24 de mayo de 2013
El Athletic Club (desde mis gafas de pasta) (II)
Artículo publicado por Lartaun de Auzmendi en jotdown.es
(Al escribir esta pieza no pretendo pontificar, provocar adhesión, empatía, coincidencia, alterar los ánimos, ni siquiera una identificación con el texto. La única razón que me mueve a escribir este artículo es la de poner luz sobre qué es para mí el club de mis amores. Otra luz. Un foco tan válido, o no, como tantísimos otros que durante los más de 114 años de historia se han publicado sobre el Athletic Club. Nada más.)
Por fin se fundó la Liga en 1928 y diez fueron los clubes fundadores y participantes en la primera edición de la competición. Cuatro equipos vascos —el Athletic Club entre ellos—, tres catalanes, dos madrileños y uno de Santander. Comenzaba así una época en la que convivían los torneos regionales, la Copa de España y la flamante y nueva Liga. Desde entonces, y como por todos es sabido, solo tres de aquellos clubes han acudido —sin fallo y por mérito propio— a su cita con la Primera División: el Athletic Club, el Real Madrid C.F. y el F.C. Barcelona.
La primera Liga (28/29) se la llevó el Barcelona siendo para los vizcaínos las dos siguientes, la primera de ellas invicto y logrando los dos primeros dobletes de la historia en España. Eran años de dominio bilbaíino en los que lo habitual era que Liga o Copa llegaran a la vitrinas del club vasco casi cada temporada. Estaban dirigidos por Mister Pentland, el coach del bombín que dejó para siempre el apelativo de “míster” en el fútbol español para referirse a los entrenadores.
Para entonces los rojiblancos no solo contaban con una sala de trofeos envidiable, sino que habían tenido en sus filas jugadores que pertenecerían por derecho propio a la historia del balompié nacional. Los Rafael Moreno “Pichichi“, el goalkeeper Gregorio Blasco, José Mari Belausteguigoitia “Belauste” (a mí, Sabino, el pelotón que los arrollo), Ignacio Aguirrezabala “Chirri II”, Victorio Unamuno, Agustín Sauto “Bata”, José “Chato” Iraragorri o Guillermo Gorostiza “Bala Roja”, siguen siendo aún muy renombrados muchas décadas después.
El alzamiento franquista y la posterior contienda entre los bandos en que se dividiría España provocaron que la Liga 35/36 (ganada por los rojiblancos) fuera la última disputada hasta el restablecimiento del torneo liguero tras la guerra. Muchos fueron los futbolistas de todo el país que se vieron obligados a luchar en el frente, si bien los mejores de entre los vascos salieron de España enrolados en la selección de Euzkadi camino de Europa. La selección emprendió así un éxodo promovido por el entonces Lendakari José Antonio Aguirre, exjugador del Athletic Club, con el fin de recaudar fondos para ayudar la causa republicana en la cruenta contienda española.
Entre los seleccionados que pudieron salir en 1937 para defender los colores de Euzkadi destacaban: Gregorio Blasco, Ángel Zubieta, “Chato” Iraragorri y Guillermo Gorostiza (Athletic Club), Serafín Aedo (Betis), Pedro Areso (Barcelona), Emilín Alonso y Luis Regueiro (Madrid), Isidro Lángara (Oviedo) y Chirri II (ex del Athletic Club pero entonces sin equipo). El entrenador era Pedro Vallana, exfutbolista del Arenas, único jugador en la historia de España que participó en tres JJ. OO. y que acabaría como colegiado de Primera.
Durante el 37 y el 38 recorrieron el viejo continente jugando contra equipos y selecciones, sobre todo de la Europa del Este, con grandes resultados a favor. Baste como muestra que su último partido del periplo acabó con una gran goleada a favor (11-1) con la selección danesa como víctima. Una vez caído Bilbao del lado del bando nacional, los componentes de Euzkadi tomaron rumbo a América donde harían grandes campañas. En México y en Cuba se impusieron a prácticamente cuantos rivales se les pusieron enfrente.
La selección vasca llegó a disputar una de las dos ligas más pujantes del país azteca bajo la denominación de Club Deportivo Euzkadi en la temporada 38/39. Según contaron los participantes vascos, ganaron el campeonato, aunque si hacemos caso a los apuntes de la Federación Mexicana de Fútbol, el C.D. Euzkadi fue segundo tras el Asturias F.C. Un éxito en cualquier caso. Aquella selección en el exilio contaba con siete jugadores del Athletic Club y Chirri II. Formaban la columna vertebral del combinado.
Acabada la guerra hubo rojiblancos que se quedaron, con gran éxito, en América como fueron los casos de Zubieta, Iraragorri y Blasco, y Chirri II o José Muguerza —tío del también eibarrés José Eulogio Gárate— (estos dos últimos para retirarse). Otros regresaron a España como Gorostiza y Roberto Echevarría para seguir jugando algún año más en Bilbao antes de pasar al Valencia y la Real Sociedad, respectivamente.
El fútbol volvería a disputarse de manera organizada en España en la temporada 39/40 y el Athletic Club tuvo que pescar en los clubes vecinos para formar un equipo de garantías. A la vuelta de los veteranos Gorostiza y Unamuno, se unieron las llegadas de jóvenes como Lezama (procedente de la liga inglesa), Zarra, Iriondo, Panizo o Gaínza. Costó, pero se aseguró el relevo.
La temporada 42/43 resultó todo un éxito para el Athletic Club, a la habitual Copa se sumó la consecución de la Liga para lograr otro doblete. Este grupo de jugadores a los que se sumaron Venancio y un veteranísimo Iraragorri, vuelto de hacer las Américas para jugar del 47 al 49 y entrenar al equipo nada más retirarse, fue capaz de llevarse además las Copas del 44, 45, 50 y 55. La segunda delantera histórica del club (Iriondo, Venancio, Zarra —récord no superado de seis “Pichichis”—, Panizo y Gaínza), heredera de la primera de los 30 (Lafuente, Iraragorri, Bata, Chirri II y Gorostiza), pasarían a la historia del fútbol español como icono futbolístico del balompié de la postguerra.
Agustín “Piru” Gaínza, 19 temporadas en el primer equipo a gran nivel, sirvió como enganche entre la generación de Zarra y la de los Carmelo, Orúe, Canito, Garay, Mauri, Maguregui, Artetxe, Markaida, Arieta, Uribe y el propio Gaínza. El equipo de “Los once aldeanos” como lo bautizaría el presidente Guzmán después de imponerse al Madrid de las Copas de Europa en la final de Copa del 58 en el mismo Chamartín. Aquellos chavales fueron capaces de lograr una Liga (55/56) y dos Copas (56 y 58) y por consiguiente otro doblete. En 1959 “Piru” decía adiós y con él se cerraba definitivamente un época dorada del fútbol en el Botxo. Su envidiable palmarés mostraba la consecución de dos Ligas y siete Copas, tan solo comparable a las del athlético más laureado, el “Chato” Iraragorri de las cuatro Ligas y cuatro Copas.
Los años 60 vieron el nacimiento de otro mito rojiblanco. Un portero tan solo comparable a gigantes como Ricardo Zamora, Luis Arconada e Iker Casillas en la historia del fútbol español: José Ángel Iribar, “El Chopo”. Formado en el fútbol playero de Zarauz y fichado del Basconia, Iribar fue el portero más importante de la segunda mitad del siglo XX en España. El “Iribar es cojonudo” se hizo más famoso que el Porrompompero de Manolo Escobar, y es que el efecto que supuso la llegada del meta guipuzcoano trascendió más allá del ámbito rojiblanco. Con él, un Athletic Club al que cada vez le costaba más competir contra los grandes rivales que contaban con los mejores extranjeros y el famoso coladero de los oriundos, se consiguieron dos Copas (69 y 73), dos subcampeonatos coperos (66 y 67), la pérdida de una Liga que ya se veía bilbaína en la temporada 69/70 y un subcampeonato de la UEFA (77), el mismo año que se perdía otra Copa más, esta a penaltis contra el Betis de Rafa Iriondo. Fueron 18 temporadas de indiscutible titularidad en las que contó con compañeros tan ilustres como Fidel Uriarte, Antón Arieta, Chechu Rojo, Ángel María Villar o un excelente interior zurdo al que las lesiones le apartaron demasiado pronto de la práctica deportiva, Javier Clemente. Asimismo, fue campeón de la Eurocopa de 1964 con la selección española.
Iribar hizo de puente entre “Los once aldeanos” de los últimos 50 y primeros 60 y los leones de Clemente de los primeros 80. El rubio de Baracaldo, un entrenador sin más experiencia que la de dirigir al Arenas, el Basconia y el Bilbao Athletic, llegó al primer equipo del club para dar la vuelta a la mentalidad de una plantilla cuyos integrantes gozaban de una mezcla de experiencia (provenientes del Athletic de la “Operación retorno” de los 70) y bisoñez —no exenta de calidad— surgida de un equipo filial en auge. Así los Rojo, Guisasola, Goikoetxea, Dani, Sarabia y Argote veían cómo iban a compartir caseta con integrantes de una generación como la de los Zubizarreta, Cedrún, Liceranzu, De la Fuente, De Andrés, Gallego, Sola y Urtubi. Pronto asomarían también los hermanos Salinas, justo a tiempo.
El equipo base lo conocíamos todos de memoria: Zubizarreta, Urkiaga, Goikoetxea, Liceranzu, De la Fuente, De Andrés, Gallego, Urtubi, Dani, Sarabia y Argote. Con Núñez, Sola y Noriega como recambios más frecuentes en unos tiempos en los que no existían las rotaciones y solo se permitían dos cambios por partido. Clemente era un treintañero muy echado para delante, conocedor del club, excelente motivador, exprimidor hasta el límite de sus plantillas y listo como los ratones colorados. Polémico, defensor a ultranza de lo suyo y su plantilla, provocador… quizá pueda recordar, siquiera levemente, a alguien de hoy en día. Con él, aquel aguerrido y extramotivado plantel fue capaz de ganar la Liga 82/83 (27 años después de la última), lograr el doblete de Liga y Copa en la 83/84 y llegar a la final copera el año siguiente. Todo ello frente a rivales como la Real, que venía de ganar dos Ligas consecutivas con Arconada, Zamora y Satrústegui, el Barcelona de Schuster y Maradona o el Real Madrid de Stielike, Juanito y Santillana.
El citado trienio de Clemente, de una trascendencia y mérito tremendos para Bilbao, fue un legado excelente dejado por el rubio. Esa fue la de cal. La de arena, hasta el punto de que resquebrajó por la mitad la armonía de la hinchada rojiblanca y dejó una enorme herida social que tardó años en cerrar, fue la obstinación del técnico vizcaíno por prescindir de Manolo Sarabia por razones tan extradeportivas como ignotas, o al menos no explicadas con sinceridad.
El traumático cese del joven técnico y la más tardía salida de Sarabia del club dieron paso una época más bien gris en la que solo la llegada de tres técnicos (Howard Kendall, Jupp Heynckes —en su primera etapa— y Luis Fernández) pusieron al Athletic Club en puestos de cierta relevancia. Tres momentos concretos en un lapso de casi 15 años que llevarían al equipo a la UEFA en alguna ocasión y a la Champions League tras hacerse con el subcampeonato liguero en la 97/98, el año del centenario de la institución.
Hay que destacar asimismo dos temporadas negras antes de cerrar el repaso al siglo XX. El año de Iribar como técnico (86/87) y la campaña 95/96, con Dragoslav Stepanovic. En ambas se vivieron flirteos con el descenso, situaciones nuevas para el aficionado bilbaino, sin duda.
El tránsito entre siglos vio cómo en el verde de San Mamés crecía el que ha sido el último gran ídolo de la parroquia bilbaína: Julen Guerrero. Con una primera mitad de carrera de primerísimo nivel internacional y una segunda etapa de doloroso y pronunciado declive, Guerrero resultó un jugador cuya impronta no quedaba marcada de una forma tan indeleble entre la afición de San Mamés desde la irrupción del genio de Sarabia en los ochenta.
[Continuará]
(Al escribir esta pieza no pretendo pontificar, provocar adhesión, empatía, coincidencia, alterar los ánimos, ni siquiera una identificación con el texto. La única razón que me mueve a escribir este artículo es la de poner luz sobre qué es para mí el club de mis amores. Otra luz. Un foco tan válido, o no, como tantísimos otros que durante los más de 114 años de historia se han publicado sobre el Athletic Club. Nada más.)
Por fin se fundó la Liga en 1928 y diez fueron los clubes fundadores y participantes en la primera edición de la competición. Cuatro equipos vascos —el Athletic Club entre ellos—, tres catalanes, dos madrileños y uno de Santander. Comenzaba así una época en la que convivían los torneos regionales, la Copa de España y la flamante y nueva Liga. Desde entonces, y como por todos es sabido, solo tres de aquellos clubes han acudido —sin fallo y por mérito propio— a su cita con la Primera División: el Athletic Club, el Real Madrid C.F. y el F.C. Barcelona.
La primera Liga (28/29) se la llevó el Barcelona siendo para los vizcaínos las dos siguientes, la primera de ellas invicto y logrando los dos primeros dobletes de la historia en España. Eran años de dominio bilbaíino en los que lo habitual era que Liga o Copa llegaran a la vitrinas del club vasco casi cada temporada. Estaban dirigidos por Mister Pentland, el coach del bombín que dejó para siempre el apelativo de “míster” en el fútbol español para referirse a los entrenadores.
Para entonces los rojiblancos no solo contaban con una sala de trofeos envidiable, sino que habían tenido en sus filas jugadores que pertenecerían por derecho propio a la historia del balompié nacional. Los Rafael Moreno “Pichichi“, el goalkeeper Gregorio Blasco, José Mari Belausteguigoitia “Belauste” (a mí, Sabino, el pelotón que los arrollo), Ignacio Aguirrezabala “Chirri II”, Victorio Unamuno, Agustín Sauto “Bata”, José “Chato” Iraragorri o Guillermo Gorostiza “Bala Roja”, siguen siendo aún muy renombrados muchas décadas después.
El alzamiento franquista y la posterior contienda entre los bandos en que se dividiría España provocaron que la Liga 35/36 (ganada por los rojiblancos) fuera la última disputada hasta el restablecimiento del torneo liguero tras la guerra. Muchos fueron los futbolistas de todo el país que se vieron obligados a luchar en el frente, si bien los mejores de entre los vascos salieron de España enrolados en la selección de Euzkadi camino de Europa. La selección emprendió así un éxodo promovido por el entonces Lendakari José Antonio Aguirre, exjugador del Athletic Club, con el fin de recaudar fondos para ayudar la causa republicana en la cruenta contienda española.
Entre los seleccionados que pudieron salir en 1937 para defender los colores de Euzkadi destacaban: Gregorio Blasco, Ángel Zubieta, “Chato” Iraragorri y Guillermo Gorostiza (Athletic Club), Serafín Aedo (Betis), Pedro Areso (Barcelona), Emilín Alonso y Luis Regueiro (Madrid), Isidro Lángara (Oviedo) y Chirri II (ex del Athletic Club pero entonces sin equipo). El entrenador era Pedro Vallana, exfutbolista del Arenas, único jugador en la historia de España que participó en tres JJ. OO. y que acabaría como colegiado de Primera.
Durante el 37 y el 38 recorrieron el viejo continente jugando contra equipos y selecciones, sobre todo de la Europa del Este, con grandes resultados a favor. Baste como muestra que su último partido del periplo acabó con una gran goleada a favor (11-1) con la selección danesa como víctima. Una vez caído Bilbao del lado del bando nacional, los componentes de Euzkadi tomaron rumbo a América donde harían grandes campañas. En México y en Cuba se impusieron a prácticamente cuantos rivales se les pusieron enfrente.
La selección vasca llegó a disputar una de las dos ligas más pujantes del país azteca bajo la denominación de Club Deportivo Euzkadi en la temporada 38/39. Según contaron los participantes vascos, ganaron el campeonato, aunque si hacemos caso a los apuntes de la Federación Mexicana de Fútbol, el C.D. Euzkadi fue segundo tras el Asturias F.C. Un éxito en cualquier caso. Aquella selección en el exilio contaba con siete jugadores del Athletic Club y Chirri II. Formaban la columna vertebral del combinado.
Acabada la guerra hubo rojiblancos que se quedaron, con gran éxito, en América como fueron los casos de Zubieta, Iraragorri y Blasco, y Chirri II o José Muguerza —tío del también eibarrés José Eulogio Gárate— (estos dos últimos para retirarse). Otros regresaron a España como Gorostiza y Roberto Echevarría para seguir jugando algún año más en Bilbao antes de pasar al Valencia y la Real Sociedad, respectivamente.
El fútbol volvería a disputarse de manera organizada en España en la temporada 39/40 y el Athletic Club tuvo que pescar en los clubes vecinos para formar un equipo de garantías. A la vuelta de los veteranos Gorostiza y Unamuno, se unieron las llegadas de jóvenes como Lezama (procedente de la liga inglesa), Zarra, Iriondo, Panizo o Gaínza. Costó, pero se aseguró el relevo.
La temporada 42/43 resultó todo un éxito para el Athletic Club, a la habitual Copa se sumó la consecución de la Liga para lograr otro doblete. Este grupo de jugadores a los que se sumaron Venancio y un veteranísimo Iraragorri, vuelto de hacer las Américas para jugar del 47 al 49 y entrenar al equipo nada más retirarse, fue capaz de llevarse además las Copas del 44, 45, 50 y 55. La segunda delantera histórica del club (Iriondo, Venancio, Zarra —récord no superado de seis “Pichichis”—, Panizo y Gaínza), heredera de la primera de los 30 (Lafuente, Iraragorri, Bata, Chirri II y Gorostiza), pasarían a la historia del fútbol español como icono futbolístico del balompié de la postguerra.
Agustín “Piru” Gaínza, 19 temporadas en el primer equipo a gran nivel, sirvió como enganche entre la generación de Zarra y la de los Carmelo, Orúe, Canito, Garay, Mauri, Maguregui, Artetxe, Markaida, Arieta, Uribe y el propio Gaínza. El equipo de “Los once aldeanos” como lo bautizaría el presidente Guzmán después de imponerse al Madrid de las Copas de Europa en la final de Copa del 58 en el mismo Chamartín. Aquellos chavales fueron capaces de lograr una Liga (55/56) y dos Copas (56 y 58) y por consiguiente otro doblete. En 1959 “Piru” decía adiós y con él se cerraba definitivamente un época dorada del fútbol en el Botxo. Su envidiable palmarés mostraba la consecución de dos Ligas y siete Copas, tan solo comparable a las del athlético más laureado, el “Chato” Iraragorri de las cuatro Ligas y cuatro Copas.
Los años 60 vieron el nacimiento de otro mito rojiblanco. Un portero tan solo comparable a gigantes como Ricardo Zamora, Luis Arconada e Iker Casillas en la historia del fútbol español: José Ángel Iribar, “El Chopo”. Formado en el fútbol playero de Zarauz y fichado del Basconia, Iribar fue el portero más importante de la segunda mitad del siglo XX en España. El “Iribar es cojonudo” se hizo más famoso que el Porrompompero de Manolo Escobar, y es que el efecto que supuso la llegada del meta guipuzcoano trascendió más allá del ámbito rojiblanco. Con él, un Athletic Club al que cada vez le costaba más competir contra los grandes rivales que contaban con los mejores extranjeros y el famoso coladero de los oriundos, se consiguieron dos Copas (69 y 73), dos subcampeonatos coperos (66 y 67), la pérdida de una Liga que ya se veía bilbaína en la temporada 69/70 y un subcampeonato de la UEFA (77), el mismo año que se perdía otra Copa más, esta a penaltis contra el Betis de Rafa Iriondo. Fueron 18 temporadas de indiscutible titularidad en las que contó con compañeros tan ilustres como Fidel Uriarte, Antón Arieta, Chechu Rojo, Ángel María Villar o un excelente interior zurdo al que las lesiones le apartaron demasiado pronto de la práctica deportiva, Javier Clemente. Asimismo, fue campeón de la Eurocopa de 1964 con la selección española.
Iribar hizo de puente entre “Los once aldeanos” de los últimos 50 y primeros 60 y los leones de Clemente de los primeros 80. El rubio de Baracaldo, un entrenador sin más experiencia que la de dirigir al Arenas, el Basconia y el Bilbao Athletic, llegó al primer equipo del club para dar la vuelta a la mentalidad de una plantilla cuyos integrantes gozaban de una mezcla de experiencia (provenientes del Athletic de la “Operación retorno” de los 70) y bisoñez —no exenta de calidad— surgida de un equipo filial en auge. Así los Rojo, Guisasola, Goikoetxea, Dani, Sarabia y Argote veían cómo iban a compartir caseta con integrantes de una generación como la de los Zubizarreta, Cedrún, Liceranzu, De la Fuente, De Andrés, Gallego, Sola y Urtubi. Pronto asomarían también los hermanos Salinas, justo a tiempo.
El equipo base lo conocíamos todos de memoria: Zubizarreta, Urkiaga, Goikoetxea, Liceranzu, De la Fuente, De Andrés, Gallego, Urtubi, Dani, Sarabia y Argote. Con Núñez, Sola y Noriega como recambios más frecuentes en unos tiempos en los que no existían las rotaciones y solo se permitían dos cambios por partido. Clemente era un treintañero muy echado para delante, conocedor del club, excelente motivador, exprimidor hasta el límite de sus plantillas y listo como los ratones colorados. Polémico, defensor a ultranza de lo suyo y su plantilla, provocador… quizá pueda recordar, siquiera levemente, a alguien de hoy en día. Con él, aquel aguerrido y extramotivado plantel fue capaz de ganar la Liga 82/83 (27 años después de la última), lograr el doblete de Liga y Copa en la 83/84 y llegar a la final copera el año siguiente. Todo ello frente a rivales como la Real, que venía de ganar dos Ligas consecutivas con Arconada, Zamora y Satrústegui, el Barcelona de Schuster y Maradona o el Real Madrid de Stielike, Juanito y Santillana.
El citado trienio de Clemente, de una trascendencia y mérito tremendos para Bilbao, fue un legado excelente dejado por el rubio. Esa fue la de cal. La de arena, hasta el punto de que resquebrajó por la mitad la armonía de la hinchada rojiblanca y dejó una enorme herida social que tardó años en cerrar, fue la obstinación del técnico vizcaíno por prescindir de Manolo Sarabia por razones tan extradeportivas como ignotas, o al menos no explicadas con sinceridad.
El traumático cese del joven técnico y la más tardía salida de Sarabia del club dieron paso una época más bien gris en la que solo la llegada de tres técnicos (Howard Kendall, Jupp Heynckes —en su primera etapa— y Luis Fernández) pusieron al Athletic Club en puestos de cierta relevancia. Tres momentos concretos en un lapso de casi 15 años que llevarían al equipo a la UEFA en alguna ocasión y a la Champions League tras hacerse con el subcampeonato liguero en la 97/98, el año del centenario de la institución.
Hay que destacar asimismo dos temporadas negras antes de cerrar el repaso al siglo XX. El año de Iribar como técnico (86/87) y la campaña 95/96, con Dragoslav Stepanovic. En ambas se vivieron flirteos con el descenso, situaciones nuevas para el aficionado bilbaino, sin duda.
El tránsito entre siglos vio cómo en el verde de San Mamés crecía el que ha sido el último gran ídolo de la parroquia bilbaína: Julen Guerrero. Con una primera mitad de carrera de primerísimo nivel internacional y una segunda etapa de doloroso y pronunciado declive, Guerrero resultó un jugador cuya impronta no quedaba marcada de una forma tan indeleble entre la afición de San Mamés desde la irrupción del genio de Sarabia en los ochenta.
[Continuará]
Salías a calentar y el campo ya rugía
Artículo publicado por Mikel Uriarte en marca.com el 22/05/13
Su exquisita zurda encandiló a la grada de San Mamés durante 17 temporadas
Jugador, entrenador y socio, en La Catedral Txetxu Rojo se siente como en casa
Txetxu Rojo es otra leyenda con mucho recorrido en el Athletic. Primero como jugador y después como técnico. En 17 temporadas vistiendo la camiseta rojiblanca ganó dos Copas del Rey y fue subcampeón de la Copa de la UEFA. En total, 541 partidos entre todas las competiciones. Sigue acudiendo a San Mamés a su localidad de socio y pocos días antes de hacerlo por última vez comparte con MARCA todas las sensaciones que le ha dejado su casa futbolística.
Pregunta. ¿Triste por el adiós de un estadio centenario como San Mamés?
Respuesta. La verdad es que sí. Lo voy a echar en falta. Ha sido mucho tiempo y te queda ahí. Desde la niñez, aunque es cierto que en la vida hay que cambiar las cosas y seguro que el nuevo estadio será más moderno y tendrá más comodidades.
P. Entre otras cosas, seguro que recuerda su debut con la primera plantilla.
R. Por supuesto. Fue contra el Atlético de Madrid. Recuerdo casi todos los partidos, pero aquel por ser el primero tiene un sentido especial y se te queda grabado.
P. Me imagino que tampoco olvidará su despedida.
R. Sí. Me retiré en 1982 y el partido homenaje que me hicieron fue contra Inglaterra. Fíjate que nunca se enfrentaban a clubes, sólo a selecciones. Tengo un gran recuerdo de aquel día y de cómo fue.
P. ¿Por qué este campo es especial?
R. Para nosotros es más fácil poder describirlo. Cuando venía de chaval con 12 años ya sentía lo que era esto. Incluso estando en mi casa de Begoña oía cuando el Athletic marcaba un gol. Eso se va transmitiendo. En la época de Maguregi o Piru Gainza recuerdo que poco antes de saltar el equipo a calentar, cuando tiraban los balones al césped todo el campo rugía. Aquello me impactó. Cuando debuté el vestuario estaba en el córner de Misericordia y era otra forma de sentirlo también. El campo tiene algo, notas a la gente muy cerca. Todos los rivales que he tenido siempre me decían que el estadio que más les gustaba era San Mamés. Por eso le hace más grande todavía.
P. ¿En aquella época el público era más pasional que ahora?
R. Tenían los dos momentos. Cuando no hacíamos las cosas bien, nos exigían mucho. Ahora ha cambiado algo eso, sí. Salvo algún fallo muy gordo, no hay casi quejas. Un jugador despeja un balón en largo y le aplauden esa decisión. Es distinto.
P. ¿El himno sonaba como ahora al saltar al campo?
R. En mis primeros años recuerdo a un aficionado que tenía una voz tremenda y cantaba él el himno y todo el mundo le seguía al unísono. Luego ya las últimas temporadas que empezaron a ponerlo sí que se notaba. Corrías más luego, se notaba ese gusanillo.
P. ¿Pierde algo la entidad con la demolición del campo?
R. Lo que es importante es que el Athletic recuerde esto. Que no vayamos al otro sitio y olvidemos todo lo que ha pasado aquí. Lo que se ha hecho y vivido hasta ahora tiene que perdurar.
P. Por cierto, ¿arco sí o no?
R. Hay gente preparada para tomar la decisión, pero creo que es una cosa emblemática y si se pudiera mantener, yo lo mantendría. No sé dónde ni cómo, aunque habría que hacerlo. En todos los sitios nos conocen por el arco del campo. Es algo que está en la historia del Athletic.
P. Al menos el nuevo campo está aquí mismo, como quien dice.
R. Cierto. Para el Athletic y la gente eso es fenomenal. Se puede venir andando y la ubicación es la idónea. Ojalá saquemos mucho provecho del mismo y, sobre todo, que sigamos con esa mentalidad de lo que es este club.
P. A ver si el domingo tiene una buena despedida.
R. Sí. El Levante ya tiene todo resuelto. Espero que se dé un partido abierto y que ganemos. Bastante hemos padecido este año y tal vez nos acordemos un poco en la despedida de eso. Para mí todos los que ha habido últimamente han sonado a despedida casi. Tiene que ser y punto.
Su exquisita zurda encandiló a la grada de San Mamés durante 17 temporadas
Jugador, entrenador y socio, en La Catedral Txetxu Rojo se siente como en casa
Txetxu Rojo es otra leyenda con mucho recorrido en el Athletic. Primero como jugador y después como técnico. En 17 temporadas vistiendo la camiseta rojiblanca ganó dos Copas del Rey y fue subcampeón de la Copa de la UEFA. En total, 541 partidos entre todas las competiciones. Sigue acudiendo a San Mamés a su localidad de socio y pocos días antes de hacerlo por última vez comparte con MARCA todas las sensaciones que le ha dejado su casa futbolística.
Pregunta. ¿Triste por el adiós de un estadio centenario como San Mamés?
Respuesta. La verdad es que sí. Lo voy a echar en falta. Ha sido mucho tiempo y te queda ahí. Desde la niñez, aunque es cierto que en la vida hay que cambiar las cosas y seguro que el nuevo estadio será más moderno y tendrá más comodidades.
P. Entre otras cosas, seguro que recuerda su debut con la primera plantilla.
R. Por supuesto. Fue contra el Atlético de Madrid. Recuerdo casi todos los partidos, pero aquel por ser el primero tiene un sentido especial y se te queda grabado.
P. Me imagino que tampoco olvidará su despedida.
R. Sí. Me retiré en 1982 y el partido homenaje que me hicieron fue contra Inglaterra. Fíjate que nunca se enfrentaban a clubes, sólo a selecciones. Tengo un gran recuerdo de aquel día y de cómo fue.
P. ¿Por qué este campo es especial?
R. Para nosotros es más fácil poder describirlo. Cuando venía de chaval con 12 años ya sentía lo que era esto. Incluso estando en mi casa de Begoña oía cuando el Athletic marcaba un gol. Eso se va transmitiendo. En la época de Maguregi o Piru Gainza recuerdo que poco antes de saltar el equipo a calentar, cuando tiraban los balones al césped todo el campo rugía. Aquello me impactó. Cuando debuté el vestuario estaba en el córner de Misericordia y era otra forma de sentirlo también. El campo tiene algo, notas a la gente muy cerca. Todos los rivales que he tenido siempre me decían que el estadio que más les gustaba era San Mamés. Por eso le hace más grande todavía.
P. ¿En aquella época el público era más pasional que ahora?
R. Tenían los dos momentos. Cuando no hacíamos las cosas bien, nos exigían mucho. Ahora ha cambiado algo eso, sí. Salvo algún fallo muy gordo, no hay casi quejas. Un jugador despeja un balón en largo y le aplauden esa decisión. Es distinto.
P. ¿El himno sonaba como ahora al saltar al campo?
R. En mis primeros años recuerdo a un aficionado que tenía una voz tremenda y cantaba él el himno y todo el mundo le seguía al unísono. Luego ya las últimas temporadas que empezaron a ponerlo sí que se notaba. Corrías más luego, se notaba ese gusanillo.
P. ¿Pierde algo la entidad con la demolición del campo?
R. Lo que es importante es que el Athletic recuerde esto. Que no vayamos al otro sitio y olvidemos todo lo que ha pasado aquí. Lo que se ha hecho y vivido hasta ahora tiene que perdurar.
P. Por cierto, ¿arco sí o no?
R. Hay gente preparada para tomar la decisión, pero creo que es una cosa emblemática y si se pudiera mantener, yo lo mantendría. No sé dónde ni cómo, aunque habría que hacerlo. En todos los sitios nos conocen por el arco del campo. Es algo que está en la historia del Athletic.
P. Al menos el nuevo campo está aquí mismo, como quien dice.
R. Cierto. Para el Athletic y la gente eso es fenomenal. Se puede venir andando y la ubicación es la idónea. Ojalá saquemos mucho provecho del mismo y, sobre todo, que sigamos con esa mentalidad de lo que es este club.
P. A ver si el domingo tiene una buena despedida.
R. Sí. El Levante ya tiene todo resuelto. Espero que se dé un partido abierto y que ganemos. Bastante hemos padecido este año y tal vez nos acordemos un poco en la despedida de eso. Para mí todos los que ha habido últimamente han sonado a despedida casi. Tiene que ser y punto.
jueves, 23 de mayo de 2013
Triste adiós al niño que soñaba con la camiseta del Athletic
Artículo publicado por Alejandro López en leonoticias.com el 22/05/13
Adrián Iglesias Navas falleció a los 16 años de edad en la mañana de este miércoles en su casa de Fabero, después de ocho años peleando contra el cáncer. Al joven berciano le diagnosticaron un tumor cerebral con ocho años, siendo un pequeño apasionado de las matemáticas y del fútbol, predilecciones que ha seguido teniendo hasta el fin de sus días.
Adrián se encontraba en un proceso médico difícil que le obligaba a reservar las mañanas para el descanso, salvo un día semanal en el que una profesora del servicio escolar a domicilio acudía al hogar del joven para darle sus correspondiente clases de 3º de la ESO, aunque las dos horas que le asignaban eran insuficientes para seguir el curso, algo que la familia de Adrián se encargaba de completar gracias al trabajo diario de sus padres y su hermana.
El único apoyo institucional que recibía eran esas dos horas de enseñanza. Ninguna más aportación recibía el berciano que en 2011 fue evaluado para recibir una ayuda a la dependencia y que no iba ser respondida hasta el 2014, cuando el grado de dependencia fuera mucho mayor que el valorado por la administración, aunque ya esa ayuda llegará tarde.
Los niños de su edad ya no iban por su casa y la soledad se compensaba con gestos honorables como los que tenía el jugador del Athletic Club de Bilbao Markel Susaeta, de quien Adrián era fan incondicional. El jugador y su familia siguen la evolución del faberense, le visitan y le envían regalos, que él agradece colocándolos en las vitrinas de su habitación-museo dedicada al equipo vasco que seguía su abuelo Felipe.
Adrián pasaba sus horas mezclando música house y electro, jugando al tetris en el ordenador, intercambiando mensajes en el Tuenti, riendo con los programas de José Mota o promocionando de boca a oreja el botillo, uno de sus platos favoritos.
La capilla ardiente del joven ya está instalada en el Tanatorio la Encina de Fabero y el funeral y entierro se celebrará el jueves día 23 de mayo a las 18:00 horas en la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Fabero.
Goian Bego - Descanse en paz
Adrián Iglesias Navas falleció a los 16 años de edad en la mañana de este miércoles en su casa de Fabero, después de ocho años peleando contra el cáncer. Al joven berciano le diagnosticaron un tumor cerebral con ocho años, siendo un pequeño apasionado de las matemáticas y del fútbol, predilecciones que ha seguido teniendo hasta el fin de sus días.
Adrián se encontraba en un proceso médico difícil que le obligaba a reservar las mañanas para el descanso, salvo un día semanal en el que una profesora del servicio escolar a domicilio acudía al hogar del joven para darle sus correspondiente clases de 3º de la ESO, aunque las dos horas que le asignaban eran insuficientes para seguir el curso, algo que la familia de Adrián se encargaba de completar gracias al trabajo diario de sus padres y su hermana.
El único apoyo institucional que recibía eran esas dos horas de enseñanza. Ninguna más aportación recibía el berciano que en 2011 fue evaluado para recibir una ayuda a la dependencia y que no iba ser respondida hasta el 2014, cuando el grado de dependencia fuera mucho mayor que el valorado por la administración, aunque ya esa ayuda llegará tarde.
Los niños de su edad ya no iban por su casa y la soledad se compensaba con gestos honorables como los que tenía el jugador del Athletic Club de Bilbao Markel Susaeta, de quien Adrián era fan incondicional. El jugador y su familia siguen la evolución del faberense, le visitan y le envían regalos, que él agradece colocándolos en las vitrinas de su habitación-museo dedicada al equipo vasco que seguía su abuelo Felipe.
Adrián pasaba sus horas mezclando música house y electro, jugando al tetris en el ordenador, intercambiando mensajes en el Tuenti, riendo con los programas de José Mota o promocionando de boca a oreja el botillo, uno de sus platos favoritos.
La capilla ardiente del joven ya está instalada en el Tanatorio la Encina de Fabero y el funeral y entierro se celebrará el jueves día 23 de mayo a las 18:00 horas en la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Fabero.
Goian Bego - Descanse en paz
El Athletic Club (desde mis gafas de pasta)
Artículo publicado por Lartaun de Auzmendi en jotdown.es
(Al escribir esta pieza no pretendo pontificar, provocar adhesión, empatía, coincidencia, alterar los ánimos, ni siquiera una identificación con el texto. La única razón que me mueve a escribir este artículo es la de poner luz sobre qué es para mí el club de mis amores. Otra luz. Un foco tan válido, o no, como tantísimos otros que durante los más de 114 años de historia se han publicado sobre el Athletic Club. Nada más.)
Un poco de historia
Hay que viajar dos siglos atrás para situar a la pujante industria vizcaína del momento. Los industriales de la margen derecha del Nervión —cuyos negocios estaban sitos en la margen contraria— miraban a una más avanzada Gran Bretaña para tratar de replicar los novedosos modelos que hacían de las Islas la avanzadilla europea en el marco de un nuevo paradigma.
Las relaciones vizcaíno-británicas conllevaron la llegada de nuevas sucursales inglesas, acuerdos de colaboración así como un enorme trasiego de capital humano que serviría de ayuda para comprender, digerir e implantar las claves de la nueva economía industrial. El Gran Bilbao se britanizó en unos pocos años.
Bilbao recibía así a numerosos jóvenes ingleses que en sus escasos momentos de esparcimiento aprovechaban para degustar la fecunda gastronomía local, acudir a los salones de baile y practicar, allí donde hubiera una campa, un juego llamado foot-ball que ya levantaba pasiones en su país de origen. Las relaciones fabriles entre ingenieros, químicos, capataces y mecánicos llegados de Inglaterra y los hijos de los industriales locales estaban abocadas a terminar encontrándose en un rectángulo verde. Y así fue.
La pericia, la técnica y el conocimiento del reglamento del juego eran la base sobre la que se hacían valer los extranjeros para batir en buena lid a los locales que no contaban con más formación atlética que la adquirida en los frontones de pelota vasca, el remo, el ciclismo o la gimnasia sueca, muy en boga en la época.
Dicen las crónicas que en 1894 un bravo ciudadano bilbaino retó a aquellos chicos llegados de las Islas a un encuentro de aquel sport del que tanto presumían. Las campas de Lamiaco vieron cómo los locales caían por seis tantos a cero, lógicamente.
En cualquier caso, aquellos vizcaínos de buena planta y mayor orgullo pusieron todo de su parte para en un medio plazo poder llegar a mezclarse con sus foráneos maestros en el mismo once. Porque ese momento llegó más pronto que tarde.
En 1898, y tras un aprendizaje necesario, 33 aficionados a la práctica deportiva crearon en el bilbaino Gimnasio Zamacois un equipo de foot-ball local. El Athletic Club. Ese fue, ha sido y es su nombre. El apéndice “de Bilba” al que siempre se hace referencia se debe a la villa que le vio nacer, pero no pertenece a su denominación. La fundación estatutaria del club, no obstante, no tuvo lugar hasta tres años más tarde, el 5 de abril de 1901.
Coetáneo del Athletic Club la capital vizcaína contaba con equipo local, el Bilbao F.C. Solían ambas escuadras retarse con regularidad en el probadero hípico de Lamiaco para dirimir la primacía local con entradas de hasta 3.000 espectadores que poco a poco se iban haciendo al nuevo espectáculo llegado desde Gran Bretaña.
En 1902 un combinado de ambos clubes se presentó para la disputa del primer trofeo nacional organizado, el de la Copa de Alfonso XIII. Bajo el nombre de “Bizcaya” acabaron imponiéndose fácilmente al Español de Barcelona (5-0), el New Club de Madrid (8-1) y por la mínima (2-1) al Barcelona.
El año de 1903 fue difícil para ambos clubes, el Bilbao F.C. se disolvió para integrarse sus socios en el Athletic Club y este estuvo a punto de desaparecer por una serie de vicisitudes de índole económica. Pero resistió. Tanto es así que ese mismo año de 1903 y el siguiente, y ya bajo el nombre que hoy todos conocemos, volvió a ganar la Copa.
En aquel Bizcaya de 1902 jugaron la Copa ingleses como Davies, Evans, Langford y MacLenan. Más tarde pasarían por las alineaciones bilbainas otros isleños como Burns, Cockram, Dyer, Graham, Martins, Mills, Sloop, Smith y Veich. Habían sido ellos, y muchos otros, los maestros. Y en Bilbao se les valoraba, respetaba y se les quería. Eran parte importante del Athletic Club del inicio del siglo XX.
Los últimos británicos en vestir la zamarra del club lo hicieron en 1911. Desde entonces, y por expreso deseo de la masa social, solo jugarían jugadores de los alrededores. Comenzaba por tanto una nueva época para el Athletic Club en la que la que la juventud local estaba ya lo suficientemente preparada para hacer frente a durísimos rivales vascos como el Racing Club de Irún y el Irún Sporting Club (posteriormente fusionados resultando el Real Unión de Irún), el Arenas de Guecho o la Real Sociedad de San Sebastián (Club Ciclista de San Sebastián en sus inicios), entre los más destacados.
En aquellos comienzos del balompié solo se disputaban torneos regionales y la Copa de España. La fundación de la Liga no llegaría hasta 1928. El Athletic Club se hizo, hasta la llegada del torneo de la regularidad, con diez Copas de España (una con el nombre de Bizcaya y que nunca se le suma oficialmente a las 23 que ha ganado hasta el día de hoy como Athletic Club) y otros diez Campeonatos Regionales de Vizcaya o Campeonatos Regionales del Norte, como se les llamó en un principio.
[Continuará]
(Al escribir esta pieza no pretendo pontificar, provocar adhesión, empatía, coincidencia, alterar los ánimos, ni siquiera una identificación con el texto. La única razón que me mueve a escribir este artículo es la de poner luz sobre qué es para mí el club de mis amores. Otra luz. Un foco tan válido, o no, como tantísimos otros que durante los más de 114 años de historia se han publicado sobre el Athletic Club. Nada más.)
Un poco de historia
Hay que viajar dos siglos atrás para situar a la pujante industria vizcaína del momento. Los industriales de la margen derecha del Nervión —cuyos negocios estaban sitos en la margen contraria— miraban a una más avanzada Gran Bretaña para tratar de replicar los novedosos modelos que hacían de las Islas la avanzadilla europea en el marco de un nuevo paradigma.
Las relaciones vizcaíno-británicas conllevaron la llegada de nuevas sucursales inglesas, acuerdos de colaboración así como un enorme trasiego de capital humano que serviría de ayuda para comprender, digerir e implantar las claves de la nueva economía industrial. El Gran Bilbao se britanizó en unos pocos años.
Bilbao recibía así a numerosos jóvenes ingleses que en sus escasos momentos de esparcimiento aprovechaban para degustar la fecunda gastronomía local, acudir a los salones de baile y practicar, allí donde hubiera una campa, un juego llamado foot-ball que ya levantaba pasiones en su país de origen. Las relaciones fabriles entre ingenieros, químicos, capataces y mecánicos llegados de Inglaterra y los hijos de los industriales locales estaban abocadas a terminar encontrándose en un rectángulo verde. Y así fue.
La pericia, la técnica y el conocimiento del reglamento del juego eran la base sobre la que se hacían valer los extranjeros para batir en buena lid a los locales que no contaban con más formación atlética que la adquirida en los frontones de pelota vasca, el remo, el ciclismo o la gimnasia sueca, muy en boga en la época.
Dicen las crónicas que en 1894 un bravo ciudadano bilbaino retó a aquellos chicos llegados de las Islas a un encuentro de aquel sport del que tanto presumían. Las campas de Lamiaco vieron cómo los locales caían por seis tantos a cero, lógicamente.
En cualquier caso, aquellos vizcaínos de buena planta y mayor orgullo pusieron todo de su parte para en un medio plazo poder llegar a mezclarse con sus foráneos maestros en el mismo once. Porque ese momento llegó más pronto que tarde.
En 1898, y tras un aprendizaje necesario, 33 aficionados a la práctica deportiva crearon en el bilbaino Gimnasio Zamacois un equipo de foot-ball local. El Athletic Club. Ese fue, ha sido y es su nombre. El apéndice “de Bilba” al que siempre se hace referencia se debe a la villa que le vio nacer, pero no pertenece a su denominación. La fundación estatutaria del club, no obstante, no tuvo lugar hasta tres años más tarde, el 5 de abril de 1901.
Coetáneo del Athletic Club la capital vizcaína contaba con equipo local, el Bilbao F.C. Solían ambas escuadras retarse con regularidad en el probadero hípico de Lamiaco para dirimir la primacía local con entradas de hasta 3.000 espectadores que poco a poco se iban haciendo al nuevo espectáculo llegado desde Gran Bretaña.
En 1902 un combinado de ambos clubes se presentó para la disputa del primer trofeo nacional organizado, el de la Copa de Alfonso XIII. Bajo el nombre de “Bizcaya” acabaron imponiéndose fácilmente al Español de Barcelona (5-0), el New Club de Madrid (8-1) y por la mínima (2-1) al Barcelona.
El año de 1903 fue difícil para ambos clubes, el Bilbao F.C. se disolvió para integrarse sus socios en el Athletic Club y este estuvo a punto de desaparecer por una serie de vicisitudes de índole económica. Pero resistió. Tanto es así que ese mismo año de 1903 y el siguiente, y ya bajo el nombre que hoy todos conocemos, volvió a ganar la Copa.
En aquel Bizcaya de 1902 jugaron la Copa ingleses como Davies, Evans, Langford y MacLenan. Más tarde pasarían por las alineaciones bilbainas otros isleños como Burns, Cockram, Dyer, Graham, Martins, Mills, Sloop, Smith y Veich. Habían sido ellos, y muchos otros, los maestros. Y en Bilbao se les valoraba, respetaba y se les quería. Eran parte importante del Athletic Club del inicio del siglo XX.
Los últimos británicos en vestir la zamarra del club lo hicieron en 1911. Desde entonces, y por expreso deseo de la masa social, solo jugarían jugadores de los alrededores. Comenzaba por tanto una nueva época para el Athletic Club en la que la que la juventud local estaba ya lo suficientemente preparada para hacer frente a durísimos rivales vascos como el Racing Club de Irún y el Irún Sporting Club (posteriormente fusionados resultando el Real Unión de Irún), el Arenas de Guecho o la Real Sociedad de San Sebastián (Club Ciclista de San Sebastián en sus inicios), entre los más destacados.
En aquellos comienzos del balompié solo se disputaban torneos regionales y la Copa de España. La fundación de la Liga no llegaría hasta 1928. El Athletic Club se hizo, hasta la llegada del torneo de la regularidad, con diez Copas de España (una con el nombre de Bizcaya y que nunca se le suma oficialmente a las 23 que ha ganado hasta el día de hoy como Athletic Club) y otros diez Campeonatos Regionales de Vizcaya o Campeonatos Regionales del Norte, como se les llamó en un principio.
[Continuará]
Las sensaciones no se van nunca
Artículo publicado por Mikel Uriarte en marca.com el 21/05/13
Dani se sigue poniendo nervioso al pisar el césped de San Mamés y más cuando está tan cerca su demolición
El histórico 7 del Athletic reconoce que es algo imposible de olvidar
Pronunciar el nombre de Dani en el Athletic es sinónimo de leyenda, de ídolo. Es referirse al segundo máximo goleador en toda la historia del equipo rojiblanco por detrás de Telmo Zarra. Es recordar los dos últimos títulos ligueros de los leones. O es rememorar parte de lo que ha sido la historia de un campo centenario como San Mamés.
Pregunta. Doce temporadas pisando este césped. Qué de cosas tendrá en la cabeza, ¿no?
Respuesta. Por supuesto. De todo tipo además. Muchas alegrías y alguna que otra tristeza, porque en el deporte siempre tienes esas dos circunstancias.
P. ¿Qué hace diferente este campo del resto?
R. Es especial por el público, que es diferente y lo ha demostrado siempre y porque nuestro equipo es distinto a los demás. Esas dos cosas juntas hacen que la gente de fuera nos tenga un respeto y sepan a dónde vienen. El resto de contrarios siempre han sido muy agradecidos y han venido con muchas ganas a San Mamés, porque para ellos también era distinto jugar aquí.
P. Aparece por el túnel de vestuarios hacia el campo y suena el himno. ¿Qué sentía?
R. Las sensaciones de jugar aquí no se me han quitado nunca. Todavía las sigo teniendo ahora, porque me pongo nervioso incluso antes de salir la actual plantilla al césped. En mi época de jugador, aun siendo titular siempre estaba con ese nerviosismo cuando Koldo Aguirre, Rafa Iriondo o Javi Clemente iban a decir el once. Cuando decían mi nombre ya respiraba tranquilo y pensaba "ya juego". Ese cosquilleo es que el que te transmite la afición. La ilusión por jugar todos los encuentros, pero que desaparece cuando saltas al campo porque al verlo como está siempre se te acaba todo. Por eso el espíritu siempre ha sido el de darlo todo, pelear y luchar.
P. Ha marcado 199 goles en los 12 años que estuvo en la primera plantilla. ¿Recuerda alguno con cariño?
R. Sí. El 2-1 que le hice en la portería de misericordia al Real Madrid y que luego al empatar a puntos a final de temporada nos valió por el 'golaverage' para ganar la Liga. Nunca se me olvidará porque además mucha gente me lo sigue recordando. Y eso que quedaban muchos partidos todavía para el final del campeonato.
P. ¿Entonces el aficionado era más pasional que ahora?
R. Era distinto. El público de San Mamés ha cambiado mucho. Alguna vez le he oído decir a Txetxu Rojo que ahora con una jugada de menor vistosidad el seguidor aplaude antes. En nuestra época era distinto. La afición era más selecta, más catedrática. Cuando realmente había jugadas impresionantes había una ovación. Hoy la gente es más espontánea, de aplauso fácil. Entonces, el jugador valoraba más lo que hacía y veía que lo tenía que hacer muy bien para que La Catedral le ovacionara. Se ve gente más joven, más niños e incluso más mujeres, lo cual es muy bueno para el Athletic y el fútbol.
P. Se van 100 años de historia. ¿Pierde mucho la entidad con la demolición de San Mamés?
R. No creo. Te puede entristecer porque cuando pierdes una cosa es triste, pero es una realidad de la vida. Cuando quitabas el seiscientos en nuestra época y cambiabas a otro coche te apenaba, pero cuando haces el cambio te das cuenta de que había que hacerlo porque era necesario. Pues esto es igual. Hoy en día es un campo que tiene muchos recuerdos, pero te das cuenta de que hay que cambiar porque hay dificultades de cara a partidos internacionales, de alto riesgo, equipos de evacuación, medidas de seguridad, las propias localidades son bastante incómodas… Vamos a mejor y tenemos la suerte de trasladar un estadio mítico unos metros, girarlo. El problema sería que hubiera un traslado a las afueras de la ciudad. Eso sería un problema grande para toda la gente. Vamos a tener la ventaja de estrenar un estadio que va a ser la envidia a nivel europeo.
P. Lo ideal, despedirlo el domingo con un buen resultado.
R. Siempre es agradable despedirse bien, pero este año no sé si lo vamos a poder conseguir porque el año no ha sido bueno.
P. ¿Tiene alguna solución para el arco?
R. Son cosas de las personas que están haciendo el campo y quizás el hecho de trasladarlo de un sitio a otro puede costar bastante. No me desagradaría, eso sí, que pudiera estar en algún sitio de forma simbólica como se ha podido hacer con otras cosas antiguas. Quizá no encaje en el campo nuevo, pero tal vez haya una forma de poder ubicarlo en algún lugar con la idea de que la gente lo identifique con la historia del Athletic.
Dani se sigue poniendo nervioso al pisar el césped de San Mamés y más cuando está tan cerca su demolición
El histórico 7 del Athletic reconoce que es algo imposible de olvidar
Pronunciar el nombre de Dani en el Athletic es sinónimo de leyenda, de ídolo. Es referirse al segundo máximo goleador en toda la historia del equipo rojiblanco por detrás de Telmo Zarra. Es recordar los dos últimos títulos ligueros de los leones. O es rememorar parte de lo que ha sido la historia de un campo centenario como San Mamés.
Pregunta. Doce temporadas pisando este césped. Qué de cosas tendrá en la cabeza, ¿no?
Respuesta. Por supuesto. De todo tipo además. Muchas alegrías y alguna que otra tristeza, porque en el deporte siempre tienes esas dos circunstancias.
P. ¿Qué hace diferente este campo del resto?
R. Es especial por el público, que es diferente y lo ha demostrado siempre y porque nuestro equipo es distinto a los demás. Esas dos cosas juntas hacen que la gente de fuera nos tenga un respeto y sepan a dónde vienen. El resto de contrarios siempre han sido muy agradecidos y han venido con muchas ganas a San Mamés, porque para ellos también era distinto jugar aquí.
P. Aparece por el túnel de vestuarios hacia el campo y suena el himno. ¿Qué sentía?
R. Las sensaciones de jugar aquí no se me han quitado nunca. Todavía las sigo teniendo ahora, porque me pongo nervioso incluso antes de salir la actual plantilla al césped. En mi época de jugador, aun siendo titular siempre estaba con ese nerviosismo cuando Koldo Aguirre, Rafa Iriondo o Javi Clemente iban a decir el once. Cuando decían mi nombre ya respiraba tranquilo y pensaba "ya juego". Ese cosquilleo es que el que te transmite la afición. La ilusión por jugar todos los encuentros, pero que desaparece cuando saltas al campo porque al verlo como está siempre se te acaba todo. Por eso el espíritu siempre ha sido el de darlo todo, pelear y luchar.
P. Ha marcado 199 goles en los 12 años que estuvo en la primera plantilla. ¿Recuerda alguno con cariño?
R. Sí. El 2-1 que le hice en la portería de misericordia al Real Madrid y que luego al empatar a puntos a final de temporada nos valió por el 'golaverage' para ganar la Liga. Nunca se me olvidará porque además mucha gente me lo sigue recordando. Y eso que quedaban muchos partidos todavía para el final del campeonato.
P. ¿Entonces el aficionado era más pasional que ahora?
R. Era distinto. El público de San Mamés ha cambiado mucho. Alguna vez le he oído decir a Txetxu Rojo que ahora con una jugada de menor vistosidad el seguidor aplaude antes. En nuestra época era distinto. La afición era más selecta, más catedrática. Cuando realmente había jugadas impresionantes había una ovación. Hoy la gente es más espontánea, de aplauso fácil. Entonces, el jugador valoraba más lo que hacía y veía que lo tenía que hacer muy bien para que La Catedral le ovacionara. Se ve gente más joven, más niños e incluso más mujeres, lo cual es muy bueno para el Athletic y el fútbol.
P. Se van 100 años de historia. ¿Pierde mucho la entidad con la demolición de San Mamés?
R. No creo. Te puede entristecer porque cuando pierdes una cosa es triste, pero es una realidad de la vida. Cuando quitabas el seiscientos en nuestra época y cambiabas a otro coche te apenaba, pero cuando haces el cambio te das cuenta de que había que hacerlo porque era necesario. Pues esto es igual. Hoy en día es un campo que tiene muchos recuerdos, pero te das cuenta de que hay que cambiar porque hay dificultades de cara a partidos internacionales, de alto riesgo, equipos de evacuación, medidas de seguridad, las propias localidades son bastante incómodas… Vamos a mejor y tenemos la suerte de trasladar un estadio mítico unos metros, girarlo. El problema sería que hubiera un traslado a las afueras de la ciudad. Eso sería un problema grande para toda la gente. Vamos a tener la ventaja de estrenar un estadio que va a ser la envidia a nivel europeo.
P. Lo ideal, despedirlo el domingo con un buen resultado.
R. Siempre es agradable despedirse bien, pero este año no sé si lo vamos a poder conseguir porque el año no ha sido bueno.
P. ¿Tiene alguna solución para el arco?
R. Son cosas de las personas que están haciendo el campo y quizás el hecho de trasladarlo de un sitio a otro puede costar bastante. No me desagradaría, eso sí, que pudiera estar en algún sitio de forma simbólica como se ha podido hacer con otras cosas antiguas. Quizá no encaje en el campo nuevo, pero tal vez haya una forma de poder ubicarlo en algún lugar con la idea de que la gente lo identifique con la historia del Athletic.