Artículo publicado por Arkaitz Aramendia en el diario Deia el 30/05/13
Un estrecho vínculo une a la Casa de Misericordia y el Athletic desde la inauguración del campo
Hace dos o tres años el cura de la capilla de San Mamés se dirigió a los que le escuchaban y les dijo algo así: "Tengo que comunicaros una mala noticia: ha muerto San Mamés". Todos levantaron la vista hacia la figura en la que se representa al santo con el león y se preguntaron a quién podía referirse. ¿Al chico de madera, el mártir que arrojaron a los leones para que fuese devorado y al que tuvieron que acabar matando con un tridente porque las bestias le lamían la piel en lugar de descuartizarlo a mordiscos? ¿Al viejo campo que, ya se sabía entonces, iba a ser derribado en unos años para levantar otro más moderno y, dicen, que mejor? De ninguno de ellos hablaba el cura, sino de un anciano residente en la Casa de Misericordia al que llamaban San Mamés porque había sido el modelo en el que se inspiró la talla de madera del santo que preside la capilla y al que se ruega, entre otros, que cuide del Athletic y sus leones.
Fue en los años 40, cuando la Casa de Misericordia estaba llena de niños. San Mamés, el modelo, era uno de esos chiquillos pobres sin hogar que cada dos domingos iba al campo a ver jugar al Athletic invitado por el club. Siempre hubo un estrecho vínculo entre ambas instituciones desde la inauguración del viejo campo de fútbol que se llamó así, San Mamés, por la ubicación en la que se asentó.
Esa era la colina de San Mamés, donde antes incluso de que se fundase Bilbao estaba la ermita de San Mamés (siglo XVII), que luego fue convento de Franciscanos donde se veneraba al santo y después, la Casa de Misericordia que levantó la Diputación de Bizkaia, se inauguró en 1872 y primeramente se llamó Asilo de San Mamés.
Pegado al edificio se acabó de construir en 1913 el campo del Athletic. En las fotos del primer San Mamés, se ve la Casa de Misericordia, con un piso menos que ahora y sin las cúpulas que se añadieron en los años 20. Por aquella época y hasta que el campo cogió altura, los ancianos y los empleados de la Misericordia subían en masa a la azotea y desde esa atalaya veían los partidos del Athletic, cuyos jugadores pasaban con cierta asiduidad por la casa para visitar a los niños pobres como San Mamés, que fue elegido como modelo por el escultor que hizo la talla de madera que preside la capilla donde se venera al santo. Hay otra figura más antigua en la Casa de Misericordia, una del siglo XIX, y las reliquias -los huesos y el cráneo de San Mamés- que la Diputación de Zaragoza regaló a la institución en los años 40.
Alquiler de almohadillas
Antes de que la UEFA las prohibiese por peligrosas, entre las posaderas de los aficionados que acudían a San Mamés y el frío y duro asiento se interponían unas mullidas, gruesas y pesadas almohadillas. Las alquilaba el Athletic, pero ese dinero no se quedaba en el club, sino que iba a parar a la Casa de Misericordia. Otra muestra del estrecho vínculo entre ambos que perdura porque, aunque ya no hay almohadillas que alquilar, los beneficios de la venta de entradas para ver las últimas finales en la pantallas gigantes de San Mamés también fueron a parar a la institución vecina.
La relación visual, en cambio, se oscureció cuando San Mamés cogió altura y desde la azotea de la Casa Misericordia ya no se podían ver los partidos. Impide la visión la tribuna norte, que siempre fue la de Misericordia, por la orientación, y la que elige el equipo para jugar la primera parte como una especie de superstición. Cerrada la atalaya privilegiada de la azotea desde hace años, los partidos del Athletic se siguen en la pantalla gigante de uno de sus salones. Los ancianos mantienen la devoción de los niños en cada encuentro que juega su equipo. Dicen en broma que el sentimiento Athletic es tan profundo entre los residentes de la casa que aquellos que no lo interiorizan tienen una convivencia cruda durante su estancia. Los que no son del Athletic, son arrojados a los leones.