Artículo publicado en el número 7 de la revista Athletic Club
(Octubre 2006)
Ramón García, presentador de tv
No recuerdo qué día empecé a ser del Athletic. Para un niño de Bilbao es como respirar. Viene de serie. Nacer y ser, es todo uno. Para quienes vivimos fuera se nos lena la boca al decir que somos peregrinos de San Mamés
Lo cierto es que mis visitas a la Catedral fueron escasas en mis primeros años de vida. Las discotecas de mis padres en Sodupe ocupaban mis sábados y domingos. Mientras los leones metían goles a pares en la portería de la Misericordia yo veía nacer parejas a ritmo de 'funky'. Eso sí, hasta los que se achuchaban en 'lo oscuro' interrumpían sus exploraciones para escuchar la última hora rojiblanca. Ramontxu era el encargado de comunicar, micrófono en mano, los goles en tiempo real. Quién me iba a decir que ése sería, con los años, mi oficio. Me he pasado la vida comunicando. Contando cosas. Y creo que no se me da mal.
Pero, con todo, soy incapaz de explicar qué es ser del Athletic. Es algo visceral. Quizá por eso somos únicos. Cada vez que hay una temporada mala surgen voces que piden un cambio de filosofía. Toda opinión es digna de respeto y de estudio. Pero lo único que nos queda es nuestro rasgo singular. Elegir un camino significa renunciar a otros. Y a veces, por buscar el éxito del vecino, acabas cayendo en la mediocridad. Ser uno más no va con nuestro espíritu. Otros tendrán más copas en sus vitrinas, pero las nuestras saben a gloria.
Ver un partido del Atheltic a cientos de kilómetros de distancia es una experiencia que recomiendo. Se sufre. No lo puedo negar. Pero uno puede disfrutar escuchando a los comentaristas de la tele o a los seguidores de otros clubes. Les impresionamos. El campo, la filosofía y sobre todo, nuestra afición. La pasada temporada entró a formar parte de la historia del Club. Por lo que padecimos, pero también por lo que demostramos. Jamás una afición había protagonizado una unidad y compromiso iguales. Seguidores del Atlético de Madrid me confesaban que ellos no supieron hacerlo aquel año negro en que bajaron a Segunda.
En casa somos socios mi mujer, mi hija y yo. Acudo a La Catedral siempre que puedo. Menos de lo que quisiera. Pero me complace saber que la pareja más guapa de Bilbao disfruta de mis localidades. Mis padres. Para ellos la cita es un motivo de fiesta.
Esperemos que este año, en la segunda vuelta, haya más cohetes y serpentinas que petardos. Ser del Athletic es creer en un equipo que no sólo mida la grandeza por los títulos. Que, de manera cíclica, ofrezca unos años buenos tras un tiempo (filosofía obliga) en barbecho. Un equipo que venza menos, pero gane más. Como dice un amigo mío, el Athletic es el único equipo que nos recuerda que el fútbol, alguna vez, fue romántico.