Artículo publicado por Javier Gamboa en el número de Junio de 2022 del periodico Bilbao
Andoni Goikoetxea es uno de los futbolistas más importantes de la historia del Athletic Club. Fue determinante en las Ligas y las Copas que el club conquistó a principios de los ochenta. Tres décadas después de su retirada del verde sigue siendo modelo de futbolista defensivo. Menos conocido resulta que su puesto original era el de interior izquierdo, creativo y goleador. En su trayectoria, como en la de Bilbao, se unen el Hierro y Londres
Caricatura: Asier
Hace casi diez años que Andoni Goikoetxea dejó la selección de Guinea Ecuatorial tras clasificarla para la fase final de la Copa África. No ha regresado al fútbol de manera profesional, pero desde 2019 está vinculado a la Fundación Athletic.
Se prepara para acudir a un acto en la Peña de Olabeaga, mientras, ‘Lagun’ se desgañita a su lado. El prejuicio de tipo duro que envuelve a Goiko llevaría a deducir que se trata de una bestia: un pitbull de pura raza adiestrado para masticar tibias. “Nos tenemos mucho cariño. Es un mestizo de pastor vasco y catalán que rescatamos de una perrera de Santurtzi”, explica con una voz gruesa y amable, como de profesor de instituto que se toma un café. ‘Lagun’ lo subraya todo con un canturreo agudo e incansable.
Londres
“Parece que fue ayer, pasa todo tan rápido. La nuestra fue una infancia feliz. En Ularki, un barrio de Alonsotegi al que llamábamos ‘Londres’. Mis padres tuvieron dos hijos, pero no eran raras las familias con cuatro o seis”, evoca. Allí, en su Londres natal, justo entre el bloque de Las Casas Grandes y Las Casas Pequeñas en el que vivía, donde la montaña se toma un respiro antes de lanzarse al Kadagua, el ayuntamiento acaba de inaugurar un monolito en su honor.
“En Londres siempre encontrabas a alguien con quien jugar. Todos los padres eran obreros de la fábrica Forjas y Alambres del Cadagua. Aunque mi padre tenía una fragua en Kortatxo, cerca del caserío de los abuelos. Cuidaban frutales y vacas. Cuando no estábamos en un sitio estábamos en el otro. Mi hermano Jesús Mari y yo ayudábamos en la fragua. Vivíamos sin excesos pero felices. Si uno tenía una tele, teníamos todos. Y lo mismo sucedía con el balón, los patines o la bici”, evoca describiendo el socialismo utópico de la niñez.
Estudió en las escuelas de Alonsotegi, luego en Sodupe. Su hermano, un buen delantero centro dos años mayor, se graduó como perito químico. Andoni abandonó la escuela en sexto de bachiller. “Cambié los estudios por el fútbol, aunque uno nunca deja de estudiar. Pensaba en el día a día. Me concentraba en el día siguiente, en el entrenamiento que tocaba, en el próximo partido. No sabía si quería ser futbolista profesional: solo quería jugar”. Así de sencillo.
Era un chico grande, poderoso físicamente. Y estilista. “Yo jugaba de 10. Siempre contra gente mucho mayor. Siendo un crío ya me fajaba en el Arbuyo de regional. Tenía llegada, gol, toque preciso, capacidad de crear juego. Fue en esa época cuando pisé San Mamés por primera vez. El premio en los campeonatos de Bizkaia de infantiles era jugar la final en La Catedral”. Pero firmar por el Athletic requirió Hierro.
Hierro
“Nos llevaron a probar con el Real Madrid. Hierro, el diario de la tarde, lo sacó en portada. A los dos días me encontré a Gainza en casa. Hablaron con mis padres y lo acordaron. El preparador del juvenil del Athletic era José Luis Garay”. Después, Gonzalo Beitia decidió dejar en la mitad a aquel joven. Y Goiko pasó de 10 a 5.
Muy poco después, Rafa Iriondo, lo hizo debutar en el Athletic de primera. “Fui muy afortunado. Resulta complicado ganar un puesto entre centrales como Astrain, Guisasola o Madariaga. Y más, seguir sin caerte”. No disputó la famosa final de Copa contra el Betis porque,cosa impensable hoy, estaba cumpliendo el servicio militar. Sí que participó en el partido de ida de la final de la UEFA contra la Juventus.
Goiko se consolidó. Titular indiscutible durante dieciséis años en San Mamés. “En aquellas primeras plantillas coincidimos tres del Kadagua: Marro, el suplente de Iribar; Dani y yo. Hacíamos algo inconcebible actualmente: cada semana llevaba el coche uno y recogía a los otros dos. Yo tenía un SEAT 127”.
A pesar de moverse en un utilitario conquistaron dos Ligas y una Copa. “Vives en una nube, sales en la Gabarra, la afición te vitorea…Vas al Ayuntamiento, a la Diputación, estás como en un globo. Pero todo eso hay que asimilarlo y, a la vez, darse cuenta de lo que ha costado. La anterior Liga data de 1956. Solo percibes la medida real pasados los años”.
Cierto, la Gabarra permanece varada en el Museo Marítimo. La clave del éxito es para Goiko el grupo. “No se consigue nada sin un buen equipo. En aquél momento contábamos con un gran entrenador, uno de los mejores porteros del mundo, una defensa sólida, un centro del campo creativo y un ataque resolutivo. Todos veníamos de atrás, nos conocíamos, la mayoría éramos amigos”. Parece sencillo. Pero no debe serlo.
Siempre pensó que jamás saldría del Athletic. Pero Jesús Gil lo fichó para el Atlético de Madrid en 1987. “Hizo una oferta importante. Para mí las condiciones eran buenas también, así que me pareció bien el acuerdo entre clubes”, explica. Con los colchoneros sufrió la primera lesión fuerte de su carrera. Minó su rendimiento. Se despidió del Manzanares y del fútbol activo en 1990 para integrarse entre los técnicos de Lezama en la época de Lertxundi.
Ahí arrancó una trayectoria como entrenador que cerró en Guinea Ecuatorial. ‘Lagun’ celebra que concluya la charla. Andoni Goikotxea sale hacia la Peña Athletic de Olabeaga con andares de León.
Bilbao no tiene igual
Andoni Goikoetxea ha dirigido un buen puñado de equipos de distintos lugares como el Ceuta, Numancia, Hércules o Rayo. “Noté mucha diferencia entre Bilbao y Madrid. Son ciudades distintas. Madrid es muy grande y pasa un tiempo hasta que te situas. Luego me encantó, porque hay absolutamente de todo”, evoca. Defiende que “Salamanca es una de las ciudades más bonitas del interior” y subraya la bonita experiencia de “vivir dos años en Malabo”. Pero “Bilbao es fantástico: cuenta con grandes zonas completamente peatonales que no se pueden encontrar en otro lugar”.
Mantiene el récord de defensa más goleador de la historia del Athletic. Y cuando escucha que a él no debiera atribuírsele la condición del central más duro del Athletic campeón y que ese galardón le correspondería a Íñigo Lizeranzu, sonríe. Y se acuerda de The Times y su ranking de duros europeos.