sábado, 7 de enero de 2017

30 años después, el Barça sigue sin saber perder

Artículo publicado por Joseba Vivanco en el diario Gara el 07/01/2017

Los leones hicieron méritos para la victoria más allá de las lagunas arbitrales inherentes al fútbol


Un frustrado Luis César Menotti de los Diego Maradona, Schuster, Migueli, Clos y compañía no digirió nada bien la derrota del gol con la pierna mala de Endika, minutos antes frente al Athletic, en el Bernabéu, en la nada idílica final de mayo del 84. El Flaco se sentó en sala de prensa y ronco, con un punto de histerismo, sin mediar pregunta alguna, escupió: «Esto no favorece al fútbol. Hace mucho daño y de seguir las cosas como hasta ahora puede hundirlo. No pueden ser justos campeones cuando únicamente se han jugado diez minutos de los noventa reglamentarios. Todo lo demás han sido camillas, faltas de tres minutos, provocaciones, botes desde las gradas y todo un rosario de incidentes que al final han desembocado en lo que tenía que ser». La respuesta taxativa de Javier Clemente fue contundente: «Por fin el Barcelona ha mostrado su verdadera cara».

Perder el tiempo ayer hojeando la desatada prensa deportiva catalana; oír a Gerard Piqué hablar de que para esto se hubiera quedado a ver en la Ciudad Condal con sus niños la cabalgata de los Reyes Magos; escuchar en el ‘Sálvame de Luxe’ nocturno de Josep Pedrerol que el Athletic intimidó con una actitud violenta a los blaugranas y cosió a patadas a Neymar –olvidan que el reglamento se aplicó y los leones acabaron con dos expulsados tras sendas entradas al brasileño–; ver que un periodista se supone serio como Francesc Aguilar escribe que «los azulgrana tienen ganas de resolver la eliminatoria en casa, jugando al fútbol»... En resumen, que tres décadas después, el Barcelona sigue sin saber perder.

El escritor mexicano Juan Villoro, en su día un invitado a las jornadas rojiblancas de ‘‘Fútbol y Letras’’, sostiene que «el fútbol es como los espejos de las ferias; refleja la realidad pero en forma acrecentada o distorsionada». En Can Barça vociferan denunciando un robo mayúsculo, por una pena máxima clara no pitada de Etxeita a Neymar, otro supuesto penalti de Iraizoz a Piqué que no fue tal, y esa mano a pasear de Aduriz que dejó sin respiración la nuez de Umtiti y que solo las cámaras recogieron. Errores arbitrales que todos los equipos sufren y que el inefable Fernández Borbalán quiso enmendar en la segunda mitad cargando de amarillas a los bilbainos. A partir de ahí, el Barcelona distorsiona una realidad en la que los rojiblancos tuvieron mucho que decir, siendo mejores en algunas fases, marcando dos goles en tres minutos y sabiendo defender con uñas, dientes y corazón un marcador en el que a la postre hasta la mismísima madera hizo justicia poética, en el que San Mamés fue de nuevo aquel que, sostenía Marcelo Bielsa, sabe «darte la mano para que no te ahogues».

Y si el Barça distorsiona la realidad, el Athletic la acrecienta. Más allá de los goles de Aduriz o Williams, o del 2-1 final, más allá de que volviendo a rescatar a Villoro «los ídolos siempre juegan mejor en la memoria», lo vivido y sentido el jueves se resume en las palabras de despedida del propio Loco Bielsa cuando habló de que «lo que hace histórico a un estadio no es la arquitectura, sino lo que pasó allí». Y allí pasó que estadio, futbolistas y afición respondieron por enésima vez a esa pregunta que se repite generación tras generación de «por qué somos del Athletic». Porque por cosas como estas, te elige.

Porque más allá de lo que significa y significará Aduriz en partidos como estos, más allá de cómo preparara el metódico Ernesto Valverde su pizarra ante los de Luis Enrique, más allá de un tan imperial como provocador de arritmias Laporte, de esa garra y coraje demostrada por Bóveda o Etxeita, uno no puede sino refrotarse los ojos ante un inagotable y osado Balenziaga, que lo mismo dribla de tacón, enarbola un contraataque o en el minuto 90 ataca desbocado en busca de una balón imposible; o reconfortarse con un San José que se agigantó en la segunda mitad para liderar la defensa leonina aunque fuera en el mismo área pequeña de Iraizoz y uno se lo imagine después derrengado en un barreño de agua helada en su afán por recuperarse para el derbi ante el Alavés; o ilusionarse por el enorme partido que firmó Iturraspe, «levántante y anda» le debió de decir Txingurri y el de Matiena se levantó y anduvo. Como decía Beñat Zarrabetia, acrecentado o no, «Iturraspe es el mejor jugador que ha dado Lezama desde Julen Guerrero; si entendiese que tiene que ser siempre el mejor, sería sublime».

Mezclen, que no agiten, como el ‘‘Martini’’ de James Bond, esta macedonia de sensaciones y apúrenla, mientras los leones le piden un deseo a los Reyes, esos cuya cabalgata Piqué mejor se hubiera quedado a ver. Hasta la vuelta, como leímos en labios del gudari De Marcos tras el pitido final, «a tomar por culo».

20 faltas recibió el Barça; 17 su media

Algunas voces clamaron ayer al cielo por una supuesta actitud agresiva del Athletic hacia los jugadores culés. Pues bien, los azulgranas recibieron 20 faltas, cuando la media que reciben por partido los catalanes es de 17. Que se emplearan con mayor intensidad los leones no debe extrañar, dado el planteamiento de presión que hicieron, dado el partido que era y dado que como alguien dijo una vez, si no hubiera contacto entonces esto sería ballet y no fútbol. Neymar, sobre el que alguno se quejó se ‘cebaron’ los bilbainos, sufrió seis faltas, y las dos últimas acabaron en sendas expulsiones de jugadores del Athletic. Es decir, el reglamento funciona. Por cierto, Raúl García no era expulsado desde abril de 2012, en un Betis-Osasuna. Desde entonces había sido castigado con 67 amarillas. Ha sido la sexta expulsión en la carrera profesional del navarro. Él e Iturraspe se perderán el partido de vuelta en el Camp Nou el miércoles.