viernes, 14 de octubre de 2016

Derby de Vascos

Artículo publicado por Aitor Elizegi en su blog 'Licencia para aliñar' el 13/10/2016


Esta semana, un avispado periodista deportivo nos ha propuesto a Martin Berasategi y a mi que demos nuestra visión del próximo Derby en San Mames, este Domingo 16 de Octubre.

Buscando, seguramente en buena lid un Derby de sabores, aromas y vecinos enfrentados.

Por mi parte no hay debate, primero porque Martin es un amigo, que me acogió en su cocina de la parte vieja donostiarra en mis comienzos como chef, segundo, por que es un ejemplo de profesionalidad y tesón que no solo favorece el futuro de la cocina vasca, sino que desde su compromiso contribuye al bienestar de la culinaria de todos los compañeros de profesión de Euskal Herria.

Hablemos de futbol, hablemos de Derby:

Para un romántico del deporte (y de la vida), un Derby Real-Athletic, Athletic-Real, el orden de los factores no altera el recuerdo, es una oportunidad para saludar a muchos amigos, para recordar dos veces al año que al otro lado de la A8 esta el equipo de chefs mas valiente que ha dado la cocina europea moderna, que desbrozaron las cunetas para que nuestra cocina navegara a través de una fibra gastronómica de alta velocidad.

Es una oportunidad para antes o después del matchDay visitar una de las costas mas bellas que ha dado la madre tierra, para recuperar el orgullo del origen, de la colina al mar, de los hermanos de sangre, de cultivo a mano y de la palabra.

Si la pelota rueda en Bilbao, mi casa de comidas se llena de aficionados de la Real, si rueda en Donosti será difícil fallar en la elección del mantel y en la copa.

Es una oportunidad para observar si funciona el plan Dena, el plan País, para ver si el futbol vasco hace los deberes, y devuelve el esfuerzo que hace la comunidad cada semana, en Deba, en Munguía, Bakio o Mutriku, en…

Cada chaval de Euskal Herria daría su futuro por jugar veinte minutos en el carril derecho de uno u otro equipo, y su alma por volar con los brazos abiertos hacia un córner después de rematar a gol de cabeza un centro de rosca.

Es una oportunidad, aquí y allá, para observar las evoluciones de 17 o 18 deportista jóvenes, vascos, que soñaron, reventado zapatillas por los porches de las iglesias de Laguardia, Elgoibar o Derio con jugar algún día vestidos de rayas en templos del fútbol de leyenda, donde sus aitas, hermanos, amigos y mujeres que aman, se dan la mano y el respeto, hablan un idioma milenario y disfrutan del césped húmedo y la pelota que se mueve rápida: fútbol Km 0.

Los dos clubs deberían aceptar su papel dentro del rol que soportan en el deporte y en el desarrollo de la juventud vasca, en muchos casos son el ejemplo a seguir por familias enteras, que giran alrededor de la ilusión de un niño que la toca bien de zurda.

Los problemas de la Real se solucionan en Zubieta, los del Athletic en Lezama, los mejores tiempos de cada escuadra se han basado siempre en el compromiso y origen del vestuario, de la Cueva.

Sin olvidar, que en casa del equipo hermano siempre habrá ducha caliente. ¿O queremos olvidar que de este esfuerzo colectivo se nutren cientos de clubs de fútbol de los pueblos de Euskal Herria?. ¿Es mejor, un juguete roto, que verle sudar la camiseta de otro equipo vasco? ¿Donde enterramos las miles de horas y esfuerzos que desarrollan las competiciones territoriales, entrenadores de fútbol escolar, aficionados, masajistas de camilla rota, partidos de grada, mañana y carretera fría?

Un Derby vasco es una oportunidad para seguir soñando que el Txopo sujeta la misma bandera que Kortabarria, que la Ikurriña esta hecha de rayas azules, rojas y blancas.

Un Derby vasco huele a mar, huele a entrada fuerte, abajo, pero siempre con balón de juez, huele a medias caídas y gemelos arriba, a conserva, herida salada y costera de bonito.

Sabe a bertso de cal y balón a segundo palo, a portero manchado de barro y manga larga, a trainera rota, a un segundo de distancia en la bahía de la Concha, a subida a Arrate, a bajada a tumba abierta de Autzagane, a gancho cruzado al ancho en 21 iguales.

No permitamos que los mercenarios del balón jueguen este partido, no dejemos que un jugador celebre en solitario "su gol" dando la espalda a los fondos, no llenemos de botas de colores estos rectángulos verdes sagrados, no dejemos en el banquillo el respeto por el rival, por su historia, por lo que juntos podemos ser.

No permitamos jamás en un Derby vasco, que en las gradas, en las barras del bar, en la oficina del lunes, quede al final del encuentro un perdedor; por la falta de respeto, a la historia, a los sueños, Etxekoak etxean daudenak: a todos los que soñaron una vida con correr veinte minutos por el carril derecho de la hierba de aquí o de allá de la A8, de los templos de hierba verde de un atardecer de lluvia y Derby Vasco.