miércoles, 6 de abril de 2016

José Ángel Iribar, un superhéroe en la portería

Artículo publicado por Asier y Javier en el periodico Bilbao, abril 2016

En Bizkaia existen dos árboles venerados por todos. Uno es el Roble de Gernika. El otro, el Txopo de San Mamés. Iribar, El Txopo, ha cumplido 73 años hace escasos días. Justo en unas fechas en las que han desaparecido futbolistas históricos del Athletic y también otros mitos del balompié mundial. Por suerte, el legendario guardameta del Athletic se muestra activo y en plena forma. El Txopo está como un roble.



Caricatura de Asier y Javier

Si San Mamés es La Catedral, Ibaigane es su Sacristía. Y, como tal, huele a cera, abundan las maderas, las alfombras y las lámparas a media luz. Sale ardilleando de un despacho un monaguillo que resulta ser el exfutbolista Ricardo Mendiguren.

José Ángel Iribar aparece con un algo de vicario general emérito. Impecable, alto, con el caminar elegante de un león retirado. Uniformado con un traje azul oscuro y un jersey azul claro de cuello redondo del que asoma el cuello planchado de una camisa blanca. Del bolsillo de la americana en el que un dandy dejaría ebullir un pañuelo granate con estampados de cachemir, asoma la patilla de unas gafas para presbicia. Luego se describirá como “sobrio, en el juego del fútbol y en la vida”. Cierto. Así llegó a ser uno de los mejores porteros del mundo.

El poder de la imaginación en el fútbol

Sorprende verle andar del mismo modo que el resto de los mortales. Porque los niños de nuestra generación siempre nos lo encontrábamos volando de poste a poste. Cuando el mundo era en blanco y negro, a las lavadoras se las llamaba chocolateras y los teléfonos estaban conectados a las paredes con un cable. En aquel tiempo, Iribar era un superhéroe que vivía paralelo al larguero de la portería. En perpétuo planeo hacia un balón que siempre atrapaba entre sus guantes. Ningún delantero poseía suficiente kriptonita con la que debilitar a ese Clark Kent que llegó desde el caserío Makatza de Zarautz, que no era otro planeta pero estaba lejos.

En la taberna más recóndita podía encontrarse un enorme retrato de Iribar en vuelo, salvando Bilbao de un meteorito en forma de gol. Iribar hasta se peinaba con la misma raya perfecta a un lado, con flequillo recogido y pequeña onda. Si le hubiéramos visto ocultarse corriendo en una cabina telefónica para emerger ataviado de portero del Athletic, como un Superman de luto, no nos hubiera extrañado.

Hoy nos revela que mucho de su éxito dependía del poder de la mente. “Entonces no disponíamos de información sobre cómo eran los atacantes: a algunos podíamos verles unos instantes en el NODO, o leíamos sobre ellos; pero a la mayoría sólo nos los encontrábamos en el campo, y teníamos que imaginar, tratar de hacer un balance de todas las opciones que podía tener y confiar en nuestra experiencia e intuición. En cambio, los porteros de hoy en día cuentan con muchos datos, con informes de los técnicos, vídeos, que les proporcionan datos sobre el modo de rematar de los delanteros. Pero les pido que mantengan la imaginación. Es fundamental a pesar de todos esos datos. Porque, por suerte para el fútbol y por desgracia para los porteros, siempre hay delanteros que inventan cosas nuevas. Artistas”

Al portero le gustaron siempre los artistas. Los que iban en pantalón corto, como Cruyff, Puskas, Amancio o Diestéfano. Y los otros, los que inventaban formas, como Oteiza, Chillida, Basterretxea o Balerdi. Trató con unos y fue amigo de los otros. El mito del Athletic se describe como “aficionado a la poesía y lector inconsistente”. Un futbolista lector y amante de los versos, casi un unicornio blanco. Más que un superhéroe.

San Mamés, el Santuario-Milagro

Mantiene la conversación con tono moderado. Mide cada frase como si fuera el área pequeña. Gesticula con sus manos grandes y pulcras para subrayar que defender “la portería del Athletic fue para mí una satisfacción, una alegría y una enorme responsabilidad. Me preguntaba qué pasará hoy en el campo, qué me vendrá hoy. Estaba continuamente analizando los pros y los contras de cada jugador, figurándome situaciones para proteger mejor la portería. Pero sin perder la concentración, porque el balón puede estar muy lejos pero en un periquete aparece en tu portería”.

Dice que el Athletic no ha cambiado tanto, casi solo en “el modo de gestión que ahora es más compleja y debe llegar a muchos sitios”, pero que el fútbol sí ha mutado. Cosa que achaca en gran parte a los medios de comunicación. “Actualmente se trata de un espectáculo global”.

Claro que San Mamés, aunque se haya renovado, sigue siendo lo mismo. “Una catedral. Un Santuario-Milagro, por las cosas que sucedían y te contaban. Aquel partido de la nieve contra el Manchester United…”. No hace tanto que ha ocurrido otro milagro, también ante el Manchester United.

Y él mismo, el superhéroe de Makatza, aunque no lo reconozca y lo cubra con su capa de sobriedad, ofició muchos de los prodigios que se vivieron después. Esas maravillas que consiguen que el Athletic permanezca como fundamento de la vida de la ciudad.“No hace falta más que ver las caras de
los bilbainos los lunes para darse cuenta”, concluye José Ángel Iribar, árbol mítico.


Bilbao era el Athletic

El concepto que el Iribar mozo tenía de Bilbao “era el Athletic”. Iba a la peluquería de Zarautz a ojear el Marca y el As. Y allí estaban Bilbao y el Athletic.

“Me adapté muy bien a esa forma de relación del bilbaino de entonces, aquella chulería bien entendida, aquel humor sano, aquella forma de ser y sentir Bilbao”, explica. “La gente era distinta en Bilbao a como lo era en Zarautz o Donostia”. Aquel Bilbao lleno de humo y contaminado de los años sesenta y setenta llamó la atención del joven Iribar. “Sobre todo la alegría y el orgullo de los bilbainos. Resulta fácil adaptarse a ese optimismo”, rememora.

“Había rincones en los que me encontraba muy gusto en la ciudad. Sobre todo, en el Casco Viejo. Las Siete Calles siempre me han gustado mucho”, reconoce. Aunque añade que “la evolución de Bilbao ha sido increíble”.

Él ha podido comprobarlo. Llegó al Botxo en 1962 y fue portero del Athletic durante 18 años. Hoy en día sigue siendo considerado uno de los mejores porteros de la historia del fútbol. Y permanece en Bilbao.