sábado, 9 de marzo de 2013

Old Trafford, año I

(Artículo publicado por Iker Alava en el diario El Correo el 08/03/2013)

"Yo estuve en Old Trafford"

"Aún hoy se me ponen los pelos de punta", recuerda uno de los 8.000 aficionados rojiblancos que vivió aquel inolvidable día en Manchester


Han pasado 365 días y muchas cosas han cambiado desde entonces. Se podría hablar de un año de melancolía, pero el recuerdo siempre quedará ahí, grabado a fuego en la mente de los 8.000 aficionados que vivieron en Manchester una de las mejores experiencias que ha regalado la centenaria historia del Athletic. "Yo estuve en Old Trafford", recuerdan con orgullo todos aquellos que vieron cómo el 'Teatro de los Sueños' hacía honor a su nombre. Aquel 8 de marzo de 2012 Europa entera se rindió al Athletic, a su apuesta futbolística, y poco importó entonces el dineral que costó el desplazamiento a la ciudad británica -hasta 500 euros en algunos casos- o el pasar la noche al raso en San Mamés para lograr una entrada.

El camino hacia aquella inolvidable cita comenzó el 23 de febrero. El conjunto rojiblanco lograba, no sin apuros, el pasaporte para los octavos de final de la Europa League tras dejar en el camino a un correoso Lokomotiv de Moscú. El sorteo había deparado que el rival en la siguiente fase saliera de la eliminatoria entre Manchester United y Ajax. Tocara quien tocara se barruntaba un cruce complicado, pero atractivo al mismo tiempo. La preferencia, no obstante, era clara: el equipo de Sir Alex Ferguson. A esas alturas pocos pensaban en la cita de Bucarest y presenciar un partido del Athletic en un escenario tan idílico como Old Trafford cumplía las expectativas de cualquiera. Y la euforia se desató en Bizkaia.

La noche del 29 de febrero al 1 de marzo en los aledaños de San Mamés se levantó un campamento repleto de ilusión. Más de 2.000 seguidores pasaron la noche al raso para hacerse con una de las 5.900 codiciadas entradas, contando compromisos del club, que el club británico envió inicialmente -luego fueron muchas más-. Una vez en poder de tan codiciado tesoro el siguiente paso consistía en cerrar el viaje a Manchester. Las alternativas eran varias, aunque la más cómoda y también la más cara pasaba por contratar un vuelo chárter. Las agencias de viaje hicieron su agosto y el aeropuerto de Loiu se quedó pequeño ante tan desmesurada demanda. El mayor desembarco de una afición visitante en un partido europeo que no fuera una final había comenzado.

Y llegó el día. El 8 de marzó Foronda y 'La Paloma' se tiñeron de rojiblanco. La avanzadilla -aquellos seguidores que habían viajado en autobús o habían realizado el viaje por su cuenta- calentaba ya motores en la ciudad británica, un tanto sorprendida por el despliegue de tropas procedente de Bilbao. Y llegaron los retrasos de los vuelos y los nervios por no llegar a tiempo... Cada minuto que pasaba era un minuto perdido. Había ganas de llegar al destino, de vivir el ambiente, de acceder a Old Trafford... Precisamente el estadio fue el punto de encuentro de todos los autobuses que trasladaban a los seguidores bilbaínos desde el aeropuerto de Manchester. Momento de las primeras fotografías y también de las primeras compras. Las bufandas, tanto las conmemorativas del encuentro como las verdes y amarillas del United, fueron el recuerdo estrella.

El 'Pozas de Manchester'

Siguiente parada: Picadilly Gardens. En apenas 15 minutos se llegaba en tranvía desde el campo a la zona centro de la ciudad. Y desde allí, a la noria, el centro neurálgico de la marea rojiblanca. No fue complicado dar con ella, ya que por cualquier esquina era posible toparse con algún paisano. El 'Pozas de Manchester' se situó en los apenas 100 metros que separaban la atracción de la pequeña catedral. Los pubs no daban abasto y la cerveza se desbordaba. ¿Y el ambiente? Indescriptible. La Policía inglesa había hecho llegar a la Ertzaintza una serie de recomendaciones para los aficionados vascos, pero el buen rollo fue la tónica dominante durante todo el día. Hasta alguno se fotografió con los 'Bobby', claro síntoma del sano comportamiento de la hinchada bilbaína.

Pasaban las horas y se aproximaba el momento de tomar rumbo a Old Trafford. De nuevo en tranvía, compartiendo espacio esta vez ya con los aficionados del Manchester. Se entremezclaban sus cánticos con los "¡Athletic, Athletic!". Respeto absoluto. En las puertas del estadio, una larga fila rojiblanca marcaba el lugar destinado al público de Bilbao. La entrada fue ordenada y rápida. Y, de repente, el 'Teatro de los Sueños'. Precioso, cautivador... Sobre el césped, los leones calentaban. En las gradas, ya había comenzado el partido. Es habitual comprobar cómo en los desplazamientos a campos ajenos se anima de una manera especial. Pero lo de aquel día fue algo fuera de lo normal. Las 8.000 gargantas consiguieron enmudecer a todo un Old Trafford. Casi nada. "Aún hoy se me ponen los pelos de punta", recuerda uno de los muchos que se dejaron la voz.

El árbitro no había señalado el inicio del encuentro y ya se había ganado la primera batalla. "Solo se os oía a vosotros", comentaban desde Bilbao. Y así fue durante los 90 minutos que duró aquel espectáculo, un monumento al fútbol. Ni el 1-0 de Rooney en el minuto 22 amedrentó a la entregada afición del Athletic. Las sensaciones eran buenas y ese traspié no hizo más que reforzar los gritos de ánimo. Abajo, los de Bielsa seguían a lo suyo. El premio, de continuar así, llegaría. Era cuestión de tiempo. Al filo del descanso, Llorente empataba y la grada donde se situaba la parroquia rojiblanca se vino abajo. Abrazos, bufandas al aire, gritos de alegría...

Sueño hecho realidad

Llegó el momento de tomarse un respiro para afrontar una segunda parte en la que se vaticinaban emociones fuertes. Una vez reanudado el encuentro, los 8.000 volvieron a la carga. En pie, como antaño, se desgañitaban apoyando a los Muniain, Susaeta y compañía. El 1-2 estaba en camino y Herrera y De Marcos se encargaron de fabricarlo. Una magnífica asistencia del bilbaíno fue rematada con eficacia por el de Laguardia. "Lo ro, lo ro, lo, lo..." "¡Qué bote San Mamés". La afición estaba rendida a los suyos. No era para menos y aún quedaba lo mejor: el tanto de Muniain. Con el 1-3 hubo alguno que se frotó los ojos. Sí, aquello que estaba viviendo era real, no era una fantasía. El sueño se había cumplido. El tanto de penalti de Rooney al final nos deslució la fiesta. Cuando el árbitro señaló el final, la euforia se desató. Lágrimas en los ojos, más abrazos y los últimos cánticos o lo que la voz de cada uno diera de sí. Habían sido 90 minutos de tensión, de entrega, en el campo y en las gradas, de comunión entre equipo y afición... Se había hecho historia. Y había que disfrutarlo. Fueron momentos inolvidables, de esos que dicen que cuentas a tus nietos.

Ya en el autobús llegó el típico bajón después de tantas emociones vividas. Era el momento de relajarse y recordar todo lo acontecido. Ayudó el resumen que se pudo ver desde la televisión del autocar. En el aeropuerto, cada uno buscó su rincón para descansar. Más allá de la incomodidad, la adrenalina impedía conciliar el sueño. Había ganas de encontrarte con los tuyos y contarles eso de que "Yo estuve en Old Trafford".