viernes, 1 de marzo de 2013

El Txopo cumpe setenta años

(Artículo publicado por Unai Muñoz en el diario Deia el 01/03/2013)

"Mi reto era llegar al equipo del pueblo"

'El Txopo' cumple hoy 70 años. José Ángel Iribar echa la vista atrás y repasa un periplo vital del que, según apunta, no movería ni una coma. El portero al que todos recuerdan se queda con los valores de sus compañeros de vestuario: "Ellos tenían en mente que debían ser ejemplares"


Bilbao. Su nombre ha vuelto a salir a la palestra por enésima vez a cuenta del debate sobre quién debe ser el inquilino de la portería rojiblanca. Él lo tiene claro, el público de San Mamés es soberano, pero el "runrún no ayuda nada". Con una memoria envidiable, José Ángel Iribar desgrana para DEIA cómo fue su primer contacto con el fútbol en su Zarautz natal; su llegada al Athletic, club al que le debe todo, según confiesa; la relación con sus compañeros de profesión y una mirada al fútbol actual, que, al igual que al sociedad, poco tiene que ver con el que El Txopo vivió en blanco y negro.

Usted iba para tornero.

Entré en el oficio de Maestría Industrial, hice los tres primeros años y al cuarto lo dejé porque recibí una oferta del Basconia.

Dino Zoff también fue tornero antes que portero.

Es verdad. Hemos coincidido en muchas cosas, hasta en el parecido físico.

¿Quién le puso a usted bajo los palos?

Nadie. Creo que es vocacional. Estás con los ojos abiertos hacia el entorno, en tu casa ves que les gusta el fútbol, que tu aita hizo los pinitos en la playa también de portero. En aquella época se llevaba bastante, más que ahora, que el portero fuera el que tenía menos cualidades, pero en mi caso no fue así. Me acuerdo que la primera vez que montamos un equipo en el barrio, uno me dijo tú tienes que jugar de portero con nosotros.

Ese tuvo ojo.

Sí, normalmente entre los chavales se hace una selección. En todos los grupos las hay y si vas a jugar a algo, te gusta ganar.

¿De niño le elegían siempre entre los primeros?

Bueno, a veces me tocaba elegir a mí también. El propio grupo de amigos te pone los galones.

La época en la que empezó a darle a la pelota nada tiene que ver con la de ahora, donde decenas de chavales juegan de forma ordenada y con todos los medios posibles.

Antes era pura diversión. Quizás eso se puede ver ahora en niños de 4 o 5 años.

¿Ese niño de caserío en Zarautz imaginó alguna vez que iba a llegar hasta donde lo ha hecho?

No tenía ese planteamiento. Me gustaba mucho jugar al fútbol, tenía ciertas cualidades, pero mi reto de niño era llegar a ser el portero de mi pueblo. Llegar al primer equipo del Zarautz.

¿Tenía referencias del Athletic?

Sí, claro. En mi casa eran muy aficionados al fútbol y eran del Athletic. En la mesa, sobre todo en la comida, se hablaba mucho de deporte, y el Athletic estaba muy presente.

¿Su familia se podía permitir llevarle a ver algún partido en directo?

No era fácil, pero mi aita me llevaba a ver muchos deportes, no solo fútbol. Hasta me llevaba a ver los toros, porque al ser baserritarra tenía afición. La regata de La Concha, a Atocha, al velódromo de Atocha a ver el criterium de después de la Vuelta... Yo he visto correr allí a los Coppi, Loroño, Bartali. El fin de semana era para el deporte.

El Athletic pagó un millón de pesetas al Basconia por usted.

En realidad tenía que haber llegado directamente, porque eran clubes convenidos, pero como el Barcelona ofrecía tres millones, el presidente del Basconia jugó con esa baza para sacar algo de dinero, que por aquel entonces era mucho.

Lo que se perdió el Barça.

Yo ahí no me meto, no me planteo nada. Yo estoy contento de cómo han salido las cosas.

Un millón en esa época era un dineral.

Imagínate, con ese dinero construyeron la tribuna que tenía el antiguo Basozelai.

¿Cómo llegó al Athletic conociendo el desembolso que habían hecho por usted?

Lo llevé con naturalidad. Yo me preocupaba de jugar. El dinero, sinceramente, no me quitaba el sueño. A partir de que tenía para vivir, lo importante era jugar en el equipo y disfrutar.

¿Cree que ese espíritu se mantiene?

Es que toda la sociedad ha cambiado muchísimo. Teníamos otra mentalidad, otra educación.

Entonces no tenía ni coche.

¡Qué va! El primero que tuve fue en 1964, dos años después de fichar por el Athletic. Aproveché la prima que nos dieron por ganar la Eurocopa a la Unión Soviética y le compré un Simca 1000 a un directivo nuestro que tenía un concesionario de esa firma cerca de San Mamés.

Usted venía del baserri. ¿Le impresionó la ciudad?

Primero estuve en Basauri. Hasta que me casé viví con una familia de allí, los Ibarrondo. Era una pensión normal y corriente, pero me sentía muy bien con ellos, eran entrañables y euskaldunes. Comparativamente, Basauri me parecía Nueva York. Había edificios de quince o veinte pisos, mucha industria. Yo nunca había visto eso antes.

Dejó atrás la montaña, el mar, la playa y todo ese colorido para vivir en una ciudad gris, industrial. ¿Lo notó?

Sí, pero la mayor diferencia que noté fue la forma de comunicarme con las personas. La gente de Bilbao siempre me ha parecido muy comunicativa, emprendedora, con esa chispa de ver las cosas de forma positiva. Quizás, como dices, fuera para combatir esa oscuridad de ciudad industrial.

¿Recuerda su entrada en el vestuario rojiblanco?

Me acuerdo que entré a la vez que Iñaki Sáez. El primer día llegamos temprano, no sabíamos dónde ponernos y uno me señaló un sitio para que me cambiara. Yo no lo sabía, pero aquello era una novatada y ese era el sitio de uno de los veteranos, de Eneko Arieta. Le llamábamos Torito, imagínate cuál fue su reacción.

¿Quién le protegía en el vestuario?

En el vestuario siempre hay líderes. Y el de entonces era un vestuario que tenía gente muy importante como Orue, Artetxe, Arieta, Etura, que eran a los que más se les respetaba. Todo lo que decían tenía mucho sentido. Pero mi referente y ejemplo siempre ha sido José Mari Orue, tanto en la vida como en el deporte. Ha sido el hombre ejemplar. Es difícil ser tan bueno en todo. Sabías que podías ir a cualquier sitio con él.

Debutó con el Athletic en Málaga por una lesión de Carmelo.

Jugué un cuarto de hora, sin más. El primer año fue de aprendizaje. Es un debut agridulce, todo lo contrario que mi primer partido en San Mamés. Fue ante el Real Madrid. Estaban Puskas, Amancio y Di Stéfano. Gento no jugó ese día. Ganaron 0-1 de penalti injusto, porque la falta que le hicieron a Manolín Bueno fue fuera del área. Se armó una buena. Entonces había almohadillas en San Mamés y pesaban bastante. Empezaron a arrojarlas y no dejaban tirar el penalti a Puskas. Estuvimos un buen rato así y yo me acerqué a él y le dije que lo tirara fuera porque si no se iba a liar. Me dijo: sí, sí, hijo puta. Me la clavó por la escuadra.

Gento, Puskas, Di Stéfano... ¿Le imponían?

Yo he tenido ese sentido de que cuanto más conocido y bueno es al que te enfrentas, mejor, mayor era el reto.

¿Quién era el mejor?

El más completo a los que yo me he enfrentado ha sido Di Stéfano, junto con Cruyff. Además de ser desequilibrantes, tenían un predicamento hacia su equipo que eran capaces, dentro del partido, de dirigirlos. Hacían las veces de entrenador.

¿Mantiene amistad con todos los grandes de la época?

Nos solemos ver bastante, sobre todo los que siguen ligados a los clubes. Y siempre que nos vemos recordamos viejas batallas.

¿Las críticas siempre fueron buenas o tuvo que aguantar algún que otro reproche de la grada y de la prensa?

Yo he tenido muy buena crítica, de verdad. He entrado con el pie derecho, no me puedo quejar. Desde que empecé a jugar, no sé por qué, pero la prensa me ha tratado siempre muy bien. Eso no quiere decir que, cuando he tenido una mala tarde, no se metieran conmigo.

Aguantar las críticas también va con el sueldo.

Sí, pero hay que saber gestionar todo eso.

Ahora hay un gran debate en la portería del Athletic. Iraizoz volverá a ser el titular ante Osasuna. ¿Se ha sido justo con el portero navarro?

Es muy importante que el que esté en la portería tenga el apoyo del público. Luego vendrán las críticas. Siempre ha sido así y no tiene por qué cambiar. Animo al público a apoyar al portero que esté, ya sea Gorka o Raúl. Es una posición muy importante en el equipo, y más en estas circunstancias. Es muy importante que el portero sienta el apoyo de San Mamés, porque ese runrún no ayuda nada. Aguantar ese runrún es muy difícil de superar para todo el mundo. Si se le anima, se siente apoyado, va a ser mucho mejor, de eso no tengo ninguna duda.

¿Le fastidia que salga siempre su nombre a colación cada vez que el portero del Athletic no está fino?

No es agradable, la verdad. Pero está ahí. También nosotros tuvimos a porteros por delante como Carmelo o Lezama. Es generacional, y el nuevo que entra tiene que superar al anterior. Ahora hay que pensar en que haya confianza y todos tenemos que poner de nuestra parte, empezando por los jugadores. Y ese plus que da el público lo necesitamos.

¿Quién le puso lo del 'Txopo'?

Uno que jugó también de portero en el Basconia, un tal Etxabe. Por lo visto, en un partido me vio coger un balón por arriba y dijo, joder, parece un txopo, y me quedé con eso. Antes me decían que era un pulpo, y tengo caricaturas de crónicas en las que aparezco así.

¿Qué le parece Marcelo Bielsa?

Es muy interesante y como entrenador, el método que tiene es diferente al resto. Insiste mucho en la automatización de los movimientos, lo monta de una manera que no es fácil cogerle la idea, aunque lo importante es que le entiendan los jugadores. Él sabe de qué va y lo trabaja constantemente.

De lo que no hay duda es de que ha conectado con la afición.

Además, date cuenta que fue venir y besar el santo. El año pasado hubo muchos partidos en los que disfrutamos mucho, la gente salió encantada. Con unas jugadas y automatismos que no se habían visto antes. Eso engancha, luego su forma de expresarse ha calado en muchos.

Bielsa encaja con los valores que encarna el Athletic, que, por otra parte, son los que usted representa.

Él trabaja mucho ese aspecto y lo comunica bien. Tiene una gran capacidad de síntesis, A veces, salvando las diferencias, es como un bertsolari. Le das un tema y lo desgrana.

Como de Indurain en el pelotón ciclista, nadie jamás habló mal de Iribar en el fútbol.

El mérito, si es que es así, es del vestuario del que he hablado antes. Ellos tenían en mente que tenían que ser ejemplares. Querían transmitir a la sociedad que, a parte de jugar al fútbol, reflejaban un valor añadido, el de ser leales, el deporte en estado puro; sin trampas, a pecho descubierto, una manera muy noble de competir. Ellos trasladaron ese espíritu a los que entramos en esa época. Era una idea muy clara: que somos el Athletic, que estamos representando algo. Es lo que he tratado de hacer toda mi vida y no me arrepiento de nada.

¿No cambiaría ni una coma de su vida?

Ni una, en ningún aspecto.

¿Le enorgullece más que se reconozcan sus valores más allá de su pericia deportiva?

Lo aprecio mucho. Ahora mismo, a los jugadores que veo, además de sus condiciones futbolísticas, lo que valoro es su estilo personal, si compiten bien, de forma respetuosa. Hay mucha gente siguiendo su vida y deben ser ejemplo para la juventud.

¿Se están perdiendo esos valores?

Se intentan mantener. Por lo menos, nosotros intentamos transmitir e inculcar todo eso a las nuevas generaciones. Mucho respeto, competir bien, hay que ser muy exigente, dejarse muchos pelos en la gatera, pero tienes que transmitir que te gusta el oficio, que eres consciente de que eres un hombre público. Pero el entorno de los jugadores también tiene que ayudar.

¿Le parece normal que jugadores en edad infantil tengan representante?

No es conveniente. Lo único que van a hacer es retrasar su salida al escaparate del fútbol.

Jugadores clave como Javi Martínez, Llorente o Amorebieta prefieren dejar Bilbao. ¿Falla algo en el Athletic?

Eso ha ocurrido antes también, lo que pasa es que ahora todo suena más. Yo, por ejemplo, en 1986, cuando cogí el primer equipo me quedé sin Zubizarreta y Julio Salinas. Se marcharon y tuvimos un año complicado, pero salimos adelante y hemos seguido ahí con esta filosofía. Hay que confiar en ella, que por eso se ha mantenido durante tantos años.

Usted dijo una vez que cuando tiraran San Mamés se iba a esposar a una de las porterías.

Es una metáfora de lo que voy a sentir, del cariño hacia el campo. No quiero pensar en el derribo, porque me entra una congoja... Son cincuenta años aquí, toda una vida y muchas historias.

Mañana hay un partido vital. ¿Los jugadores son conscientes?

Cómo no van a ser conscientes de lo que se juegan, por supuesto. Hay que ser fuertes mentalmente, quitar los miedos, dejar de hablar de descensos y positivizar el discurso.