lunes, 14 de noviembre de 2011

Los Inolvidables: Argote

Los periodistas Jon Agiriano y Miguel González San Martín han reunido bajo el titulo 'Los Inolvidables' un conjunto de entrevistas a jugadores historicos del Athletic Club

«El toque es algo innato»

«Hasta después de dejar el fútbol no me di cuenta de lo que significaron nuestros títulos para la gente»

Estanis Argote
3 de abril de 2011

JON AGIRIANO , MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN

Durante medio siglo, entre 1940 y 1990, el Athletic tuvo en su banda izquierda tres extremos geniales que limpiaron, fijaron y dieron esplendor a su juego: Piru Gainza, Txetxu Rojo y Estanis Argote. La zurda del extremo guipuzcoano se disfrutó en San Mamés durante 13 temporadas, partido tras partido, con el asombro renovado de los prodigios. Argote, que acude puntual a la cita en la terraza de La Munoa, sobre la playa de Zarautz, se dejaría llevar prisionero por la Inquisición antes de asegurar en público algo así, pero para eso estamos los entrevistadores, para poner las cosas en su sitio.

El número 11 del último Athletic campeón es un hombre tímido y sencillo, un chico de pueblo que pasa mucho más desapercibido de lo que merecería, y no deja de quitarse importancia. No puede parecer más sincero cuando reconoce su «asombro» ante las horas y horas de radio y televisión y las páginas y páginas de periódico que se dedican «a algo tan sencillo como el fútbol». En este concepto, el de la sencillez del juego, suelen insistir, precisamente, los grandes talentos naturales; gente como Estanis Argote Salaberria, que era el futbolista de banda por cuya compañía un buen delantero centro vendería su alma al diablo. Le dabas un metro y de su bota izquierda salía un centro tan perfecto que sobre él podían escribirse tratados sobre geometría, curvas o parábolas. Como a estas alturas del texto, seguro que Argote ya se está turbando con los elogios más de lo que se turba cuando le piden que toque en público el acordeón, quizá convenga pasar a las preguntas. Aunque bien mirado, se hace necesaria una última apreciación admirativa: el acordeón es un instrumento modesto, pero irradia felicidad. Es una fiesta que nace en un rincón. Como la zurda de Estanis Argote.

- ¿Dónde empezó a jugar?

- Donde podía. En el colegio, en casa, en la playa... Recuerdo que en el colegio, hasta los 8 o 9 años, jugábamos en el patio. No nos dejaban ir a la playa porque había que pasar la carretera general.

- La playa de Zarautz ha sido un buen vivero de futbolistas.

- Pues sí. Sólo para el Athletic ya salimos el Chopo, Etxabe, Churruca y yo.

- A los chavales de ahora se les calculan cientos de horas de déficits de entrenamiento respecto a los que ustedes disfrutaban jugando en la calle o en la playa.

- Puede ser. El contacto con el balón es fundamental. El secreto es meter horas. Yo estaba todo el tiempo con la pelota. Comía y a jugar, a chutar contra la pared, a rematar de cabeza, a pegar toques, a hacer controles... Entonces no había otra cosa.

- ¿En su familia había antecedentes futbolísticos?

- Ninguno. Nadie. Mi padre era un 'cashero' que no tenía ni idea de lo que era un balón. Era músico. Tocaba el acordeón y en eso sí que me influyó. Antes de ir a Lezama estuve en un grupo. Tocaba la guitarra eléctrica.

- ¿La guitarra eléctrica?

- Sí. Lo mío era el acordeón. Hice hasta quinto y dos años de Armonía. Y sigo tocándolo. Intento sacar una hora todos los días. Pero en el grupo necesitaban un guitarrista y como yo tenía una ligera idea... Tocábamos en verbenas y en bodas.

- ¿Cómo se llamaban?

- Los Algas.

- ¡Qué bueno!

- Lo pusimos con las iniciales de todos: Argote, Lopetegi, Granados, Aizpurua y Salinas... La verdad es que yo pasaba mucha vergüenza en el escenario.

- ¿Qué cantaban?

-Pues las canciones de moda, muchas de los Beatles. Poníamos un tocadiscos y aprendíamos poco a poco la canción. Yo no cantaba. ¡Menos mal! Imaginad cómo era nuestro inglés. Cuando en verano algún extranjero nos escuchaba no entendía nada, ja, ja.

- Volvamos al fútbol.

- Sí. Hasta los 15 años seguí jugando en la playa. No quería ir al Zarautz. Fui con 16.

- ¿Y por qué esperó tanto a fichar?

- No sé. Me apetecía seguir jugando con los amigos en la playa.

- ¿Destacó pronto?

- ¿Destacar? Bueno, yo hacía cosas que otros no hacían. Pero con 15 años pesaba 65 kilos. Era muy delgado y no tenía fuerza. No tenía nada claro a dónde iba a llegar.

- Usted era del Athletic.

- Sí. En aquella época, la Real estaba en Segunda y del equipo que hablaban en 'Telenorte' era del Athletic. Supongo que me haría por eso y por Iribar, que era del pueblo.

Ante Marcelino

- ¿Cómo fue su fichaje por el Athletic?

- Un ojeador se fijo en mí en un partido que jugamos contra La Chantrea. Parece ser que fue a ver a un central del Zarautz, Juan Mari Galarraga, que jugó en el Alavés y era un año mayor que yo. Al final nos llevaron a los dos. A él al Bilbao Athletic y a mí al juvenil.

- Gonzalo Beitia fue su primer entrenador.

- Sí. Teníamos un juvenil muy majo. Manu Sarabia y yo subimos al primer equipo.

- El entrenador que le dio la oportunidad de debutar en Primera fue Koldo Aguirre.

- Koldo me cogió en el Bilbao Athletic, donde estuve dos temporadas enteras. A la tercera, en la nueva Segunda B, estuve con el difunto Txutxi Aranguren. Su muerte ha sido un palo tremendo. Jugué cuatro o cinco partidos y Koldo me subió al primer equipo porque Txetxu Rojo se había lesionado.

- Háblenos del debut.

- Recuerdo que fue un lunes cuando me comentó que iba a debutar. Y yo le dije: ¿Pero cómo voy a jugar yo contra Marcelino, que es internacional? Tú tranquilo, me dijo. Y, bueno, la verdad es que no estuve mal, sobre todo en el primer tiempo. Acabé contento. Ganamos 1-0 y me pusieron bien, aunque en el debut los periodistas siempre te ponen un poco mejor de lo que mereces. Noté que había diferencia, pero menor de lo que yo pensaba. Me di cuenta de que, con mis condiciones, podía jugar, que los otros también son humanos.

- ¿Qué le dijeron en casa?

- Poca cosa. Mi familia en eso es muy fría. No somos de mostrar mucho las alegrías. Vine al pueblo, estuve tomando unos cacharros con los amigos y ya está. Alguna gente ni se enteró.

- Tenía usted el listón muy alto. No sólo sustituía a Rojo sino que, además, entraba en un equipo que venía de hacer una temporada formidable, pese a no haber ganado ningún título.

- Es verdad. Txetxu era mi ídolo de toda la vida y aquel equipo era buenísimo. Los del Bilbao Athletic solíamos ver sus partidos desde los palquitos aquellos que había en la esquina. Nos daban invitaciones. Y yo les veía a Txetxu y a Churruca y jugar con ellos me parecía algo inalcanzable.

- Sin embargo, lo suyo fue llegar y besar el santo. Tras su debut, se ganó la titularidad, jugó 28 partidos y marcó 11 goles.

- La verdad es que me salieron muy bien las cosas y encima marqué varios goles.

- Tanto que, con el tiempo, acabó retrasando la posición de Txetxu Rojo, que parecía intocable.

- Hubo polémica de si podíamos jugar juntos. Yo creía que sí, pero era cosa del entrenador. Durante un tiempo, fue un tema complicado. Yo vivía al día disfrutando de cada momento. Siempre jugaba al mismo ritmo y con la misma ilusión. Nunca pensaba si iba a seguir de titular o me iban a quitar el puesto. Pero aquella polémica me afectó. Si salía y jugaba mal, la gente se metía conmigo. Y yo no podía aguantar esa presión. Algún día llegué a decirle a Koldo que no quería jugar.

- ¿Habló de ello con Txetxu?

- No. Yo era muy tímido para decirle algo.

- Lo curioso es que Txetxu estaba muy a gusto de interior, con lo que, en principio, no debía de haber problema.

- Bueno, eso ya era cosa del entrenador. Lo que pasa es que de interior estaba Churruca, que en ese momento era indiscutible.

- Con polémica o sin ella hicieron una buena temporada.

- Quedamos terceros. Igual rendimos un poco menos que el año anterior, pero hicimos una buena clasificación. La siguiente temporada ya fue peor. Quedamos novenos. Fue la última de Koldo. Luego vendría Senekovitch.

- De ingrato recuerdo.

- Hacía cosas raras. A mí me decía que chutaba más fuerte con la derecha que con la izquierda y se ponía a darme explicaciones. Yo le decía que sí, claro. En fin...

El carácter de Clemente

- ¿Qué recuerda de la llegada de Clemente? ¿Cuál fue su primera impresión de él?

- No sé qué deciros. Quizá lo que más me llamó la atención fue su seguridad en sí mismo.

- ¿Llegó a pensar entonces que podían ganar dos Ligas y una Copa?

- Yo, personalmente, nunca hubiera pensado que íbamos a ser campeones. Teníamos un gran equipo, pero me parecía algo casi imposible. Después de los partidos, nos solíamos juntar en Lezama, concentrados. Y alguno siempre decía, oye, que si ganamos a este y al otro y ellos pierden contra no sé quién, igual somos campeones. Y yo: ¡Qué coño vamos a ser!

- Con esa manera de pensar seguro que era de los que viajaron a Las Palmas con muy pocas esperanzas de ganar la Liga.

- Pues sí. Me parecía casi un imposible. Pocos pensábamos que íbamos a quedar campeones. Que íbamos a ganar al Las Palmas, sí, porque nosotros íbamos sin ninguna presión, pero que el Madrid perdiera contra el Valencia, cuando el empate le valía, pues no. Pero sonó la flauta.

- ¿Cómo lo vivió?

- Me pegué un abrazo con Andoni Cedrún y empecé a saltar y gritar. Era feliz, pero ahora sé que no me estaba dando cuenta de lo que habíamos hecho. Hombre, lo de la gabarra fue increíble. Todos quedamos impresionados, pero en ese momento estás en una nube. Yo hasta después de dejar el fútbol no me di cuenta de lo que significaron para la gente nuestros títulos.

- Supongo que para la siguiente temporada ya creería que podían ganar.

- Yo no, ja, ja. Hombre, habiendo ganado una vez, ya teníamos más confianza en ganar la segunda, pero yo no pensaba ni loco que íbamos a hacer el doblete.

- ¿Cambió mucho el juego de una temporada a otra?

- No tanto como se dice. Estuvimos más sólidos atrás y marcamos menos goles, pero por lo demás no hubo mucho cambio. Yo, de todas formas, creo que el mejor fútbol lo hicimos el primer año de Clemente. Quedamos cuartos y marcamos un montón de goles, sobre todo en la segunda vuelta. Ahí ya se vio una base que luego explotó en los años siguientes.

- ¿Cuál fue la clave de aquel Athletic campeón?

- Se suele decir que la clave es que éramos un equipo muy unido. Pero unidos están casi todos los equipos, sobre todo si los resultados son buenos. En esos casos, siempre hay buen ambiente. Para mí la clave es que éramos un equipo muy fuerte y muy compensado, con mucho poder.

- Hablábamos antes del partido en Las Palmas. ¿Qué recuerda del que jugaron contra la Real en San Mamés y supuso el segundo título?

- Creo que ellos no vinieron a tope, pero nosotros estuvimos agarrotados, atenazados. Jugamos muy mal. Estábamos obligados a ganar porque, si no, imaginad la que hubiéramos armado.

- Aquello hubiese sido un 'maracanazo'.

- Claro. Y no nos salían las cosas. Jugar bien con esa ansiedad es casi imposible.

- ¿Qué pensó en el gol de Uralde?

- Pensé que se le había escapado, pero la verdad es que nos complicó mucho las cosas. La tensión se hizo tremenda. Alguno de ellos ya me dijo: 'Venga, joder, que la tenéis que meter'.

- Menos mal que aparecieron usted y Rocky en aquel córner providencial

- Era una de las mejores jugadas que teníamos. Con Rocky y Goiko teníamos asegurados ocho o diez goles por temporada.

- Hablemos de otro partido inolvidable, la final de la Copa ante el Barcelona. ¿Estaba nervioso? El ambientazo en el Bernabéu era increíble, con más de 50.000 aficionados del Athletic.

- ¿Nervioso? No, no. Yo no me ponía nervioso. Hombre, igual al tirar un penalti un poco sí, pero a la hora de jugar, nunca. Yo, en las comidas familiares, cuando me dicen que toque el acordeón, me pongo más nervioso que en cualquier partido. Creo que es porque dominas más el tema. Con el acordeón siempre temes fallar una nota. En cambio en el fútbol sentía que dominaba la situación.

- El gol de Endika llega de un pase suyo con la derecha.

- Aquello fue un churro, joder. Me vuelve el balón de un córner y centro a la olla, a ver qué pasa. Y sale bien y marcamos.

- Extrañó aquel día la alineación de Clemente, la titularidad de Endika y Patxi Salinas.

- Él solía hacer cosas de ésas. Yo, de todas formas, le tengo que estar agradecido porque conmigo siempre se portó fenomenal. Que en algún partido creía que iba a jugar y no jugaba, pues claro, pero no pasaba nada, eso se entiende.

- En la final de Copa de la temporada siguiente contra el Atlético de Madrid, sin ir más lejos, no jugó.

- Sí. Estuve en el banquillo, con el número 13. Sólo se hacían dos cambios y creo que salieron Endika y Sarabia.

- Y le dolería.

- Claro que te fastidia. Te pone triste, pero tienes que aceptarlo. ¿Qué vas a hacer? Yo no me podía quejar. A mí me fueron muy bien las cosas. Fui un afortunado.

- ¿Cómo vivió la batalla final contra los jugadores del Barcelona?

- La verdad es que para cuando me enteré ya se habían pegado los mayores golpes. Estaba en el campo, pero no me di cuenta de casi nada. No sé con quién estaría, pero las imágenes de Clos y ésos las vi por televisión. Fue una pena que la final quedara empañada de ese modo. A Sola le tuvieron que dar un montón de puntos y todo fue un poco agridulce.

- ¿Qué recuerda de Maradona?

- Hombre, era un futbolista excepcional, un tío muy fuerte y muy rápido. Ahora bien, como persona... En aquel partido estaba muy quemado porque no hizo nada. Chato le mantuvo bien a raya y eso supongo que le desquició porque su reacción no fue normal.

Un ojeador casi de incógnito

- No quiso ser entrenador, pero ejerce de ojeador para el Athletic en Guipúzcoa. No tiene que ser fácil su trabajo en territorio enemigo, por decirlo de alguna manera.

- No hay problema. Todos los clubes se quejan cuando entras en su territorio, pero todos hacemos lo mismo. Yo entiendo a la Real. Te molesta que te puedan quitar jugadores, pero cada uno mira sus intereses.

- Usted, además, no puede ir de incógnito a los campos.

- ¿Cómo que no?

- Hombre, le conoce todo el mundo.

- ¡Qué va! Y aquí tampoco. Yo no salgo de casa. Soy poco sociable. Hombre, claro que hay gente que me conoce, pero no tanto como pensáis vosotros. En Bilbao me conocen algo más, pero en las cercanías de San Mamés y cuando hay partido. Yo no he sido de salir en la Prensa y la gente se olvida enseguida.

- O sea, que en los campos no le han dicho nunca nada.

- No, no. Nunca.

- ¿Hasta qué punto los ojeadores tienen mano en los fichajes?

- Nosotros hacemos seguimientos. En esta zona estamos cuatro ojeadores y, si vemos a algún chaval que parece que viene, hacemos una ronda y le vemos los cuatro. Si nos gusta viene a verle alguien de Lezama. El siguiente paso, si el chaval interesa, es pedirle permiso a la Real para hacerle una prueba.

- ¿Es obligatorio pedir permiso a la Real?

- Hombre, si te pones a las malas con que los padres te den permiso ya vale, pero casi todos son clubes convenidos de la Real y es mejor mantener las formas.

- Necesitarán el permiso de los padres, de la Real y quizá también de los representantes.

- Y tanto. Es una vergüenza, pero es la realidad. Con 14 años ya andan los chavales con representantes.

- En fin, que tiene un trabajo difícil.

- Lo difícil es que los chavales guipuzcoanos quieran ir al Athletic. Muy difícil.

- ¿Por qué?

-Porque son de la Real. Con el que es del Athletic lo tienes mucho más fácil, pero son pocos.

- Usted acabó fichando y encantado de la vida.

- Claro, pero es que yo era del Athletic.

- ¿Cómo vive la rivalidad entre Real y Athletic?

- Normal. Es el pique normal, que siempre ha habido.

- ¿Cuando era jugador se alegró de que la Real ganase la Liga?

- No sé.

- Eso es que no.

- No me acuerdo.

- Señal de que no se alegró mucho.

- No me caen mal, ni tengo nada en contra de ellos. Tengo amigos de la Real, pero de ahí a alegrarte porque ganen... Siempre quieres quedar delante de ellos.

- Aparte de su labor de ojeador, ¿sigue la actualidad del fútbol?

- Sigo al Athletic. Le veo todos los partidos, ya sea en San Mamés o fuera, aunque estos horarios no ayudan en nada.

La zurda inolvidable de un diestro

- Hablemos de su pierna izquierda, una de las mejores de la historia del Athletic. ¿Con la de qué otro jugador la compararía?

- La verdad es que no os lo podría decir. Nunca me he fijado mucho en esas cosas.

- ¿Conoció a Dragan Dzajic?

- ¿Yashin?

- No. Dzajic, un extremo del Estrella Roja de Belgrado de los años sesenta y setenta. Un genio con la zurda.

- No, no lo conocí.

- ¿Se fijaba en otros zurdos, en otros grandes centradores?

- Ahora mismo no me acuerdo. Hombre, Txetxu centraba muy bien.

- Pero era un centrador distinto, de menor potencia. Txetxu desbordaba más.

- Puede ser.

- ¿Siempre fue un zurdo cerrado?

- Con el pie, sí.

- ¿Sólo con el pie?

- Es que yo soy diestro con todo lo demás, escribiendo, jugando a pala, al golf... Mi mano es la derecha. En cambio, con el balón siempre le di con la izquierda. De niño te podía dar 200 toques con la zurda, y con la derecha, nada.

- Nadal también es derecho y, sin embargo, juega con la izquierda, aunque en su caso parece que fue su tío el que le obligó a jugar con esa mano.

- No lo sabía.

- ¿Cuál es el secreto del toque?

- El toque es algo innato. No tengo una explicación. Lo único que puedo decir es que yo metía muchísimas horas con el balón. Igual estaba cinco horas al día con el balón, dale que te pego, todo el rato, con los amigos o solo, delante de casa.

- En su caso, además de un gran toque, tenía bastante potencia. Sus centros, sus córners y sus faltas iban muy tocadas, una gozada para el rematador.

- La potencia la vas cogiendo. Yo de niño era muy delgado, muy poca cosa. Potencia no tenía mucha, pero siempre levantaba bien el balón. Otros le podían pegar mucho más fuerte, pero lo desplazaban menos.

- Eso es como en el frontón. Lo fundamental es empalar bien.

- Exactamente.

- Dani nos contó que, desde juvenil, entrenaba muchos los remates, sobre todo los de cabeza. Gracias a ello fue un cabeceador magnífico pese a su baja estatura. ¿Entrenaba usted los centros al área?

- Pocas veces. Menos de lo que hubiese querido. Alguna vez sí, pero creo que debería haberlo hecho más porque es importante. Ahora se trabajan más esas cosas.

- Quizá es que vieron que no lo necesitaba, que en un palmo de terreno se perfilaba y sacaba un centro perfecto desde el banderín de córner.

- No lo sé. Hombre, esa era la jugada que mejor me salía. No necesitaba mucho espacio para centrar. Era algo innato. Yo veía que, si le sacaba un metro a mi marcador, ya la podía poner arriba.

- ¿Algún entrenador le dio algún consejo que le ayudó a mejorar su toque?

- No me acuerdo de eso. Los entrenadores me podían corregir algunas cosas o que hiciera determinada jugada, pero cómo tenía que pegarle al balón no, porque eso sabían que lo hacía bien.

- Y tanto. Con Caparrós hasta podría seguir usted jugando, dedicado tan sólo a sacar las faltas y los córners.

- ¡Qué coño!

- El toque no se quita.

- Claro que se va perdiendo. Hombre, no es como la velocidad, pero de no practicar también lo pierdes.

- Eso lo recupera en un par de semanas.

- Callad, callad. Ja, ja.